viernes, diciembre 30, 2005

No quisiera causar alarma… pero soy humanista cristiano

POLÍTICA

No quisiera causar alarma… pero soy humanista cristiano

Los doctrinarios de circunstancia suelen decir que la Concertación se ha izquierdizado y que Piñera es mejor Presidente. La oposición nunca ha formado una alianza y desconoce que la Concertación no tiene existencia “por trocitos”.

Víctor Maldonado


¿El tema es la doctrina o la coherencia?

No parece efectivo ni posible que un país donde las diferencias políticas se han ido haciendo más tenues caiga en la tentación de enfrascarse en una discusión doctrinaria, tal cual propone la candidatura de Sebastián Piñera.

No es que un debate sobre el humanismo cristiano carezca de interés. Pero cuando este tema -presentado en la coyuntura como de vital importancia- no ha sido antes la preocupación central de quienes lo proponen para el debate, bien pocos pueden llamarse a engaño.

Se trata de un recurso de campaña, de sinceridad dudosa.

Para confirmar esta sospecha basta con hacer una comparación básica. Si se recuerda la campaña de Joaquín Lavín, es posible comprobar que un candidato y un partido que pueden mostrar una explícita referencia católica en su pensamiento, no hicieron de esto el foco de su estrategia electoral.

Al contrario, la propuesta del postulante gremialista siempre se dirigió a presentar una opción política. Decía que era capaz de implementar un mejor programa de Gobierno que la Concertación, y, el que se convencía de eso, votaba por el representante de la UDI. En ocasiones, se presentó como un líder de convicciones cristianas y como alguien de fe religiosa, pero sin sacar por ello conclusiones descalificatorias respecto de los demás candidatos.

¿Por qué este acento, de tan reciente data, proviene ahora del candidato de un partido más liberal que confesional?

La razón de fondo parece ser eminentemente pragmática: se le quiere dar un ropaje presentable a la deserción política.

Hay, pues, una cierta preocupación estética de por medio. Y es que no es lo mismo recibir tránsfugas que personas escandalizadas por las horripilantes desviaciones doctrinarias de la candidata que debieron apoyar. Lo primero es bastante feo; lo segundo se puede presentar hasta como gesto altruista.

Lo que justifica, pues, tanta referencia a los valores, no son los valores mismos, sino la más cruda de las necesidades tácticas.

En toda esta operación brilla por su ausencia la sinceridad. Hay que ser mucho más que inocente para seguirle el hilo a esta puesta en escena y dejarse convencer.

Se trata de un grupo de “doctrinarios” que van apareciendo a goteras. A medida que su candidato los necesita, los convoca y los muestra.

Parece que son conversos de las más extraña factura.

Son gente que descubrió asombrada que Piñera es sensacional, luego que terminó la primera vuelta. Es decir, personas a las que se les gatillaron sus compromisos valóricos una vez que actúan sobre seguro. Sorprendente, por decir lo menos.

Tarde y mal se acuerdan de los principios

No caben dudas de que los tiempos han cambiado.

En la primera hora, los mártires proclamaban su fe y convicciones apenas se les amenazaba con ser llevados a los leones; hoy existen quienes se presentan en sociedad apenas ven la posibilidad de ser llevados a La Moneda. No es que me caracterice la suspicacia, pero lo encuentro raro.

Lo cierto es que hay algo que no cuadra. Las personas pueden ser de reacciones lentas, pero nunca tanto.

Ciertamente, la situación es distinta en el caso de quienes optaron por el candidato de la derecha desde el momento en que su opción presidencial se presentó. Se puede criticar su decisión, pero no el procedimiento. Decidieron cambiar de bando y atenerse a las consecuencias. Se trata de una ruptura más política que humana. En este otro caso, estamos hablando de algo bien diferente.

Lo que molesta es la doblez con que se actúa, de la cual nada bueno se puede esperar en el futuro. En efecto, lo obvio es que quienes están dispuestos a cambiar de bando en segunda vuelta, en la primera ocasión ya habían votado por el candidato de su preferencia y no lo dijeron. Guardaron las apariencias y fingieron.

Los que tienen una militancia política saben que lo más habitual en un partido es absorber la crítica interna.

Son organizaciones hechas para debatir y tomar posiciones luego de que se presentan las desavenencias.

Pero nadie de buena fe puede sorprender a su partido, avisando en conferencia de prensa, dada desde la sede del adversario. Los pocos que se han prestado para ello saben que se han puesto al servicio de alguien que quiere causar el mayor daño posible para su propia conveniencia.

Me parece que esto es censurable. No importando la tradición doctrinaria en la cual uno se inscriba, no se conoce ninguna en que acciones como ésta sean aplaudidas.

Sin embargo, lo que realmente impresiona es la completa falta de conciencia que parecen tener quienes han actuado como instrumentos de una operación política que, cuando hablan pestes de la coalición a la que abandonan por sorpresa, no describen a sus ex compañeros y camaradas, sino a ellos mismos.

Como siempre, no se trata de juzgar las intenciones, sino que la coherencia con que se actúa en la vida pública.

Uno no puede reunir una gran mayoría nacional para derrotar una dictadura, ganar gobiernos con programas de amplio respaldo, apoyar tres presidentes de un partido u otro, y luego de década y media mirar para el lado a los socios y decirles: “he descubierto que somos doctrinariamente incompatibles”.

No lo puede decir, simplemente porque no es verdad. Los principios no son como un intermitente que se enciende de vez en cuando, cada cierta cantidad de años. Si la sensibilidad ética de estas personas se les activa tan de tanto en tanto, ¿alguien puede decir qué fue lo que los guió el resto del tiempo?

En política, como en la vida, se puede aceptar que las personas cambien, pero no es aceptable es que se enmascaren para respaldar sus decisiones.

El criterio de las bienaventuranzas

Para afirmar su posición, los doctrinarios de circunstancia, suelen agregar que la Concertación se ha izquierdizado y que Piñera es mejor Presidente. No son más que “variaciones sobre el mismo tema”. Se trata de un discurso prestado. Que repite la partitura pública de la derecha en campaña.

Como la oposición nunca ha logrado conformar una verdadera alianza, desconoce que la Concertación no tiene una existencia “por trocitos”. Actúa por confluencia, construye por integración, avanza por aproximaciones sucesivas. Existe porque es diversa, no a pesar de serlo. La Concertación no es de izquierda ni de centro, es… concertacionista; es decir, lo que se logra cuando están todos dentro entregando su aporte.

La Concertación no es un negocio de uno más otro, es lo que resulta de la convivencia de unos con otros por un Chile más justo y solidario. No a todos les gusta: a la derecha le parece muy de izquierda y a la izquierda extraparlamentaria le parece muy de derecha.

Está claro que a los tránsfugas los ha incomodado siempre, sólo que no estimaron necesario decirlo abierta y sinceramente. Es una lástima, sobre todo tratándose de doctrinarios.

Por otra parte, ¿se ha fijado que quienes apoyamos a Michelle Bachelet no necesitamos hablar mal de Piñera? La calificamos de mejor candidata sin tener que descalificar al candidato de derecha. Será porque los que van ganando hablan de lo que ellos mismos proponen, y los que saben que están perdiendo tratan de sacar de sus casillas a los que están ganando.

No quisiera alarmar a nadie pero debo confesar que soy un humanista cristiano; es decir, alguien para el que la defensa de los hombres, las mujeres y lo humano lo sustenta en la persona de Cristo y sus enseñanzas. No importando la posición política que adopte, un cristiano se deja guiar por su maestro.

Si alguien me pregunta cómo siendo cristiano apoyo a Michelle Bachelet, quien no lo es, mi respuesta sería la siguiente: Porque mientras la fe es un don, Jesús nos pidió que nos juzguemos a nosotros y a los demás según lo que hicieran. Su norma son las bienventuranzas. Los que están más cerca suyo son “los pobres de espíritu, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los perseguidos”. A lo mejor se equivocó, y lo importante son las etiquetas que cada cual se pone. De ser así, los fariseos de todos los tiempos nos están esperando en el cielo. Pero a lo mejor ocurre que lo que importa es como se vive. Si es así, podemos elegir tal cual lo estamos haciendo.