viernes, enero 13, 2006

La derrota de la prepotencia

POLÍTICA

La derrota de la prepotencia

Una vez más, la Concertación ha vuelto a validar la confianza y si lo logró es para usarlo lo mejor posible. En esta campaña ha sido derrotada la arrogancia. No sólo la de la derecha.

Víctor Maldonado



El cojo y el empedrado

La derecha ha dejado de buscar votos para empezar a buscar explicaciones.

Su derrota no es únicamente electoral. Está perdiendo una convicción profunda sobre qué es el poder y quién es poderoso. Sospecha, con razón, que su apuesta central estuvo equivocada, y eso no se lo puede endosar a nadie. Por si fuera poco, la derrota es más amarga porque, inmediatamente después de la primera vuelta, se alcanzó a ilusionar con una victoria inesperada y es bien difícil aceptar la frustración posterior.

En el concepto de muchos en este sector político, un empresario exitoso era lo mejor que se podía tener para gobernar. El modelo económico encontraba a su hijo más aventajado, e imitarlo era lo que todos querían. Enfrentado a cualquier otra oferta, sabría mostrar su superioridad. Es esa manera de pensar la que se está viendo derrotada.

Por que no fue la profesión o la ocupación lo que primó, tampoco la demostración del éxito de una persona. Lo que más se tomó en cuenta fue la correspondencia entre las convicciones que se declaran y la vida que se tiene. Lo que inclinó la balanza fue la posibilidad de conducir el país como una aventura colectiva, donde el ciudadano común se ve acogido y representado en la cúspide.

Lo que no resultó fue el intento de una subordinación general a una manera de entender el éxito que le permite a un aspirante al poder declararse superior al resto, agredir y descalificar a su oponente, dejando a los demás la obligación de tener que empalizar con él, en vez de actuar justo al revés.

Lo más triste de ver han sido las explicaciones que se adelantan a interpretar los resultados. Una especie de premio de consuelo está siendo buscada en las encuestas en las que Piñera habría “ganado” el debate presidencial, porque es visto como alguien “más capaz de gobernar”, claro que, por desgracia, estaría perdiendo la elección porque es Michelle Bachelet quien supera a su contendor a la hora de decidir “quién quiere que sea Presidente”.

La derecha prepara su derrota con una evaluación tipo: “Nosotros somos mejores pero, lamentablemente, la gente no se dio cuenta”. Los más autocríticos matizarán: “No supimos demostrar que somos mejores”.

Pero, en el fondo, se niega a enfrentar que si pierde es porque fue superada por una mejor candidata y un conglomerado que demostró ser una realidad efectiva, como ella nunca se pudo presentar.

El reacomodo opositor

Confirmando las causas de su intento frustrado, ha empezado a reaccionar de a uno o en pequeños grupos. Cada cual acomodándose a lo que vendrá. Y lo que viene no es el Gobierno sino la lucha por el predominio en la derecha. Lo saben aquellos a los que les fue bien en las parlamentarias y los otros a los que se le quieren cobrar deudas pendientes a la primera oportunidad.

Lo que demuestra que todo está claro antes de votar es que en las dos últimas semanas las declaraciones de los dirigentes de derecha se independizaron del monitoreo de la evolución del electorado.

Al fin y al cabo, ¿qué se hace cuando se llega al convencimiento de que, cualquiera sean las acciones que se definan, ello no alterará el resultado final? Lo que queda por hacer es dar libre curso a la inercia. Simplemente cumplir las obligaciones adquiridas, mantener el discurso de campaña tal cual se programó, los argumentos contra los adversarios en los mismos términos y, por supuesto, declarar una fe inquebrantable en el triunfo. Desde luego, no tiene nada que ver con lo que está efectivamente pasando pero, ¿qué otra cosa queda por hacer?

Los ataques ya no tienen correspondencia con lo que haga o deje de hacer Bachelet. No importa cuántas veces ella tome posición sobre un tema, desde la derecha se la sigue recriminando por no adoptar una posición al respecto. Es como si no se escuchara y, en verdad, no hay un interés real por escuchar, sólo por repetir las consignas. Al fin y al cabo, esto se está terminando y cada cual tiene la cabeza ocupada en lo que viene, no en lo que pudo ser.

La Concertación se reencuentra

Durante esta campaña, la Concertación ha revalidado las razones por las cuales está en el poder. Se vio en la obligación de hacerlo porque, en esta ocasión, no sólo se la enfrentó, también se lanzaron ataques a su línea de flotación. Desde la oposición se buscó demostrar que su tiempo había terminado. Estaban construyendo -se nos informaba- un conglomerado que superaba las diferencias del pasado. Se hizo de la deserción publicitada una herramienta importante de la campaña.

En las contiendas políticas se ve todo tipo de maniobras. Pero esta es la primera vez en que un partido confecciona banderas de otro y las reparte ente sus militantes para llamar al engaño. De la candidata de la Concertación se dijo nada menos que no era apta para el cargo.

Esta no ha sido una campaña más.

El conglomerado de Gobierno superó todo tipo de ataques. Para hacerlo, tuvo que cambiar, adaptándose a nuevas circunstancias. Exigida como en pocas ocasiones, al final, su “vieja guardia” tuvo la generosidad de ponerse al servicio de lo nuevo.

La adaptación a un estilo de liderazgo inédito no se logró de un día para otro. Incluso se puede pensar que no es un proceso concluido.

Y, sin embargo, Bachelet y la Concertación superaron una prueba difícil. Los unos terminaron por reconocer el nuevo liderazgo, y ella ha llegado a valorar más explícitamente lo que hay, que es sólido y mucho. Ahora habrá un triunfo y éste será compartido.

Cabe preguntarse sobre las causas que impidieron el éxito de este ataque tan decidido, y que se produjo en un momento delicado de transferencia de liderazgo.

La respuesta parece ser doble. La derecha atacó los puntos débiles de una coalición que no es pura debilidad y reaccionó con sus mejores virtudes; al mismo tiempo, el propio atacante no supo mostrarse como una coalición ampliada y potenciada. Hasta hoy la derecha sigue siendo vista como lo que es.

Por otra parte, la oposición esperaba de su adversario el tipo de comportamiento del que ella es prueba viviente: cuando va a perder, deserta. Pero la Concertación se consolida en el peligro; no huye y por eso gobierna.

Se puede decir que la Concertación termina está campaña con una alegría sana. Cada cual sabe que se ha estado esforzando mucho. Sabe que su candidata llegó a ser la mejor, incluso en el terreno que escogió su adversario. Pero no hay arrogancia ni prepotencia.

Tal vez este comportamiento se explique porque le tocó escuchar mucho en las diversas regiones y comunas. Sabe de sus aciertos, pero también de sus errores, omisiones y falencias. Sabe que queda mucho por hacer.

En este reencuentro, se adquiere plena conciencia de que tener el poder es un privilegio para servir bien y mejor. Una vez más, ha vuelto a validar esa confianza y si lo logró es para usarlo lo mejor posible.

En esta campaña ha sido derrotada la arrogancia. No sólo la arrogancia de la derecha.

1 Comments:

At 11:05 a. m., Anonymous Anónimo said...

Estimado Víctor

Hoy he leído tu artículo en La Nación. Me parece muy acertado, pero por sobre todo, me ha provocado recordar de donde venimos. Creo que muchas veces nuestros amigos -que asumen cargos de confianza presidencial o ministerial- suelen caer en la arrogancia y prepotencia que tu denuncias como algo casi inherente de la derecha. Lo he visto y espero no haber caído en dichas actitudes. Me acuerdo que en una de las tantas reuniones dijistes que la gente quiere seguir viéndonos como ellos, siendo parte de ellos, y no como pequeños dictadorcillos, que más se parecen a malas copias (derechistas) y que debemos volver a ser nosotros mismos. En los numerosos puerta a puerta de esta segunda vuelta me volví a reencontrar con los sueños de comienzos de los noventa: terminar con la miseria de que eramos testigo, hacer justicia y llevar dignidad a nuestros compatriotas, provocarles sueños e ilusiones de que juntos podíamos contruir una "patria justa y buena" como decía don Patricio. Hemos avanzado mucho y de ello hemos sido testigos y protagonistas de los esfuerzos que se han hecho, pero aún quedan grandes desafíos en materia de pobreza y de oportunidades reales para pararse ante al mundo nuevo que hemos ayudado a diseñar.
Muchas veces en El Bosque o en San Ramón me sentía incómodo al percatarme de que hay gente, como nosotros, que no se ha beneficiado, como nosotros, del desarrollo que hemos prometido para todos. No por que nos hemos aprovechado, sino por que existen nuevas formas -tal vez menos indignas que las que tenía la dictadura para favorecer a sus favoritos- sino por que discriminan de igual manera: postergando un mejor presente e hipotecando el futuro personal y de sus descendientes especialmente en nuestros jóvenes. La educación por sí sola no es capaz de promover más movilidad social, necesitamos ser más osados con políticas públicas menos ortodoxas, menos de mercado.
Bueno, a lo mejor me estoy desviando, pero te quería decir que esto debe ser una gran lección para nosotros también, ojalá nos sirva para derrotar nuestras propias prepontencias y arrogancias. Los nuevos directivos debieran tener un cursito sobre humildad antes de asumir sus cargos en marzo próximo.

Saludos,

 

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