viernes, marzo 10, 2006

El desafío de Bachelet: ¿Qué tan corto es el Gobierno?

El desafío de Bachelet: ¿Qué tan corto es el Gobierno?

El tiempo es corto, pero lo es para unos y otros. Lo que se haga depende de la visión de quienes dirigen el Gobierno. Si se actúa con displicencia, se sufrirá un retroceso electoral.


Víctor Maldonado


Se repite, constantemente, que este es un Gobierno corto. Eso se sabe. Lo que no se sabe es si es un Gobierno corto de tres o de cuatro años. Y eso será, políticamente, lo más significativo de la administración que empieza.

Ocurre que en estos días se han ido despejando incógnitas importantes sobre cuál será el curso del Gobierno que está por asumir. Desde luego, la mejor señal ha sido la del encuentro de dos días de las principales figuras de la futura administración.

Lo es tanto porque asumen colectivamente una misión exigente, que necesita de un trabajo mancomunado, como por el reconocimiento explícito de que para trabajar en equipo se requiere construir, previamente, un equipo real y efectivo. Se ha procedido de la misma manera como todos los seres humanos lo hacemos con lo que más nos importa: compartiendo y conversando no sobre las tareas sino sobre nosotros mismos.

Por esta manera de iniciar la gestión se sabe, desde ya, que el Gobierno va a partir con un espíritu de cuerpo que se irradiará hacia abajo de modo provechoso y rápido.

Uno de los mayores beneficios de constituir un grupo humano solidario entre sí es que se pueden sortear las crisis, puesto que ellas no llegan a ser consideradas insuperables. Como no se trata de un conjunto de individualidades que operan en compartimentos estanco, se trabaja experimentando la ayuda mutua. Esto, que una vez fue el resultado natural de la lucha común contra la dictadura, tiene que ser ahora un objetivo expresamente buscado y laboriosamente conseguido.

Por supuesto, es una empresa humana. Resulta imposible que todo funcione perfecto y que no se cometan errores. Pero, si se hace inevitable un cambio puntual, esto ocurrirá con cierta naturalidad y menos dramatismo que el -hasta ahora- habitual. Sobrevivirá la convicción compartida de estar cumpliendo tareas de importancia nacional, que requieren seguir siendo cumplidas y que sobrepasa los puros destinos individuales.

Puede haber cambios de personas, pero el espíritu de comunidad se mantiene. Es efectivo que el Gobierno de Bachelet será corto, pero también, que está haciendo rendir los días con mucha eficiencia.

En otras palabras, la nueva gestión puede que atraviese por muchas dificultades, pero cuenta con lo que se necesita para poder cumplir las metas programáticas que se ha propuesto.

El curso probable a seguir por la oposición

Esto es algo que la derecha debiera meditar con atención. Tarde o temprano, la oposición adquirirá conciencia de estar debatiendo para elegir entre alternativas falsas. Hoy, parece estar escogiendo entre adoptar una posición más dura o un diálogo constructivo con la nueva administración.

El error, por supuesto, está en suponer que lo decisivo es lo que suceda en su relación con el Gobierno que llega. En realidad, la clave de todo es lo que termine sucediendo con ella misma, no con otros.

Antes que nada, la derecha es derrotada por sus defectos. RN no tiene cuerpo ni disciplina suficiente a lo largo del país. Su presencia no es una constante sólida de norte a sur. Cada vez que la competencia política es exigente “el cuerpo no le da”.

La UDI tiene cuerpo, pero está perdiendo espíritu. Lenta, pero inexorablemente, se está pareciendo más a cualquier otro partido. Pareciera que sus reservas motivacionales primigenias están siendo consumidas sin ser repuestas. De lo mejor del gremialismo ya puede hablarse más en pasado que en presente.

En las últimas ocasiones, cuando la UDI ha llamado a emprender una cruzada, ha terminado ejecutando una operación política. Nada más. “El espíritu no de da”.

La derecha está obligada a reformar su organización y su modo de funcionar. En paralelo, si la Concertación quiere volver a ganar necesita prepararse para el escenario más exigente posible, es decir, para aquel en el que los adversarios hacen todo lo necesario para estar en óptimas condiciones de competir en la primera oportunidad que se les presente.

El mejor escenario para la oposición es aquel en que RN logra instalar a su generación de reemplazo en la conducción partidaria, se vuelve tarea prioritaria reforzar la organización y su liderazgo parlamentario se ordena detrás de Sebastián Piñera quien, de este modo, vuelve a ser la figura central de su alianza.

En seguida, en un buen escenario, la UDI integra su disidencia interna a la conducción, refuerza sus líneas de formación y capacitación de cuadros de reemplazo y se convierte en un actor habitual del diálogo democrático.

Parte importante de este óptimo que hemos descrito, será efectivamente conseguido en la oposición. Los partidos de derecha saben que tiene que reforzarse, evitar tendencias a la dispersión y ganar una presencia pública constructiva. Pero también saben que deben convertir la próxima elección popular en un claro avance respecto de lo que tienen hoy, si quieren ganar la presidencial de 2009.

Nadie consigue todo lo que se propone. El cambio adaptativo en RN y la UDI puede ser profundo o cosmético. Pero, sin duda, en el caso de ambos partidos se intentará en serio. Los principales encuentros en la derecha, en los que se tomarán las decisiones fundamentales, son posteriores a la asunción del mando de Bachelet y, a esas alturas, un Gobierno que se presentará como ordenado y con rumbo definido no dejará espacio a las dudas: o los partidos de derecha se reforman o no serán competitivos.

Preparándose para lo más exigente

Lo que tiene de corto este Gobierno es el tiempo a su disposición; no se ve por qué ha de plantearse metas de corto alcance. Por supuesto que tiene la obligación de mostrar resultados visibles que maduren en cuatro años. Pero, como los anteriores gobiernos de la Concertación, ha de poner las bases de procesos que rendirán fruto más adelante.

Sin embargo, no todo es gestión. Como hemos visto, la derecha se prepara para tener victorias políticas. No se quedará paralizada mirando lo bien que lo hace la administración de Bachelet y no se contentará con criticar con saña en cuanto tengan una oportunidad.

El momento de la verdad se presentará en tres años, cuando corresponda la realización de elecciones municipales.

Para entonces, el proceso de fortalecimiento de la derecha ya estará bastante avanzado. Lo que buscará es reconquistar territorios que perdieron por mala gestión, negligencia, o, simplemente, porque fue superada por la Concertación.

Entonces, pasará a la ofensiva puesto que es el oficialismo el que tendrá que defender los lugares hace poco recuperados. Tener éxito en la iniciativa requerirá que la Concertación supere todo lo hecho hasta ahora. ¿Se iniciarán desde ya preparativos mejores y antes de los que realiza de la derecha? Ésa es la pregunta política clave.

El tiempo es corto, pero lo es para unos y otros. Lo que se haga depende de la visión de quienes dirigen el Gobierno. Responder adecuadamente significa poner acento en descentralizar el poder, en la participación ciudadana y en tomar la delantera en mejorar la gestión local.

Si se actúa con displicencia, se sufrirá un retroceso electoral y este Gobierno duraría tres años. Al año siguiente de las municipales, el centro de gravedad se habrá trasladado fuertemente y sin contrapeso a la competencia presidencial. La administración de Lagos demostró que esto no es inevitable.

La tarea política hará converger al Gobierno y los partidos de la Concertación. Si se actúa desde el inicio considerando el ciclo político completo, Bachelet gobernará efectivamente hasta el último día de su mandato y habrá dado un paso decisivo para asegurar la continuidad de la coalición. Y, como se sabe, esa es la mejor medida para saber si se ha tenido éxito.