viernes, marzo 24, 2006

Sí, no y tal vez

Sí, no y tal vez

Como el gremialismo no está operando desde un solo centro y comienzan a despertar -dentro de él- otros centros menores con decisión política independiente, muchas cosas pueden suceder.

Víctor Maldonado


El miedo

La UDI salió de su Consejo Directivo Ampliado del fin de semana pasado, según se dijo, con la contundente victoria de Jovino Novoa y su mesa. No hay que dejarse engañar por las apariencias. Los periódicos han destacado que la disidencia fue “aplastada”. Y, desde luego, sufrió una derrota sin contemplaciones. Pero esto es sólo el inicio.

Es bien significativo que, apenas producido el triunfo del status quo, el encuentro del gremialismo haya adelantado su término. Es como si no quedara nada importante de qué conversar. Tal vez quienes actuaron de este modo han tenido más razón de la que se imaginan.

Pero la disidencia no ha sido dominada del todo. ¿Cómo puede ser aplastado el futuro? Los que la representaron ahora no dieron el ancho: entre uno que no soporta las críticas y se va, otro que se disculpa antes que lo culpen y otro preocupado de caerle simpático a unos y otros, no es mucho lo que se puede lograr.

Lo que sí sucedió fueron dos cosas: la democratización de la UDI experimentó un retraso y se comprobó que cuando la apertura llegue no será bajo el liderazgo de Joaquín Lavín, quien ahora jugó de moderado y terminó como un innovador arrepentido.

En el fondo, estas son malas noticias para el gremialismo. Cuando un sector mayoritario puede ganar con tranquilidad, pero necesita aplastar a la minoría, lo que demuestra es miedo. Miedo a lo que pudo suceder, a lo que teme se recupere después, a despertar cosas peores, pero miedo al fin.

Cierto que los disidentes no parecen practicar en exceso las nociones de urbanidad, pero ¿de quién aprendieron sino de sus mayores?

Quizás llegue el día en que en la UDI se arrepientan de no haber asimilado ahora las nuevas tendencias. Se contentan con saber que hoy son el partido más grande. Tal vez lo sean todavía, pero han renunciado a ser el mejor partido de pasado mañana.

El diálogo en la UDI se cortó antes de tiempo. De eso, sí, debieran tener miedo.

Cuando se instala la duda

La directiva de este partido opositor no ha vuelto a actuar de la misma manera después del fin de semana pasado.

Ya se vio que los disidentes fueron mucho más disruptivos que capaces de concretar sus amenazas. Pero si la dirección anuncia enseguida que no repostulará, luego que sí lo hará y después mantiene la duda, entonces no se puede decir que las tenga todas consigo.

Si los dirigentes conocidos no son capaces de justificar semejante curso errático, entonces lo único seguro es que las tensiones internas son más numerosas y más profundas que aquellas que se han podido expresar hasta ahora.

En estas condiciones, lo que se ha instalado es la duda. Piénsese bien en esto: Ha quedado claro quiénes (ahora) son mayoría, quiénes pueden ganar una elección interna en cualquier formato y sin embargo queda la sensación de una falla sistémica, de un resquebrajamiento de la factura original de la UDI, que parece sobrevivir a la derrota (ostentosa y sin gran dignidad) de los primeros y poco organizados descontentos.

Por si alguien tiene dudas al respecto, se le puede sugerir que tome atenta nota de que el núcleo duro de la UDI ha dejado de presentar un frente común de cara a los extraños. ¡Están expresándose como individualidades!

Tampoco Pablo Longueira parece capaz de aglutinar con rapidez, ante tanto comportamiento individual y disperso.

Peligroso y sorprendente fenómeno del gremialismo. Su problema no es electoral, no es de representación u organizativo. Simplemente, parece que se ha desconectado de su rumbo conocido, y que no sabe cómo volver a él. No dispone de mucho tiempo para recomponerse. Porque se puede recobrar como una mala copia de sí mismo. Formalmente, todo puede permanecer igual y, no obstante, haber cambiado de centro ordenador sin que muchos logren percibir lo que está pasando.

Al fin y al cabo, la UDI es una organización grande, una marca conocida a administrar, una “empresa solvente”. Una que no necesita la justificación original para seguir funcionando.

Si se llegó a un punto en que lo que prima es pura lógica de poder y técnicas de negociación, lo que sucede es que se ha muerto lo que justifica de fondo a un partido, sea que los implicados se den por enterados o no.

El asomo de las fracciones

Hay mucha gente contenta en el gremialismo. En verdad, no se sabe de qué se alegran. ¿Cuándo habían necesitado antes dominar una rebelión anunciada a los cuatro vientos?

Como lo que ha fracasado es nada menos que la forma en que siempre se habían hecho las cosas, lo que está oscilando sobre su eje es el partido mismo, tal como lo hemos conocido.

Por su parte, RN se encuentra también en elecciones internas. Aunque ellas despiertan un mínimo interés público, lo cierto es que están siendo mejor llevadas que las de sus socios.

Se trata de un partido de fracciones y grupos de poder reconocidos. Como su existencia no es un misterio, es un partido que se ordena en base a un juego interno de poder más abierto y con menos pretensiones de ser controlados. Como en muchas otras ocasiones, las diferencias se han salido de un cauce ordenado, en Renovación están muy contentos porque las diferencias se han mostrado acotadas y la disputa por el poder es todo lo compleja que se quiera, pero no ha llegado ni llegará a ser anárquica.

Sin embargo, algo ha cambiado en la derecha, y ahora pasamos por un periodo particularmente delicado debido a esta transición.

La UDI opera como un bloque monolítico, de opiniones políticas rotundas, que son llevadas a la práctica cueste lo que cueste y pese a quien le pese. De ahora en adelante, ya no será así.

Como el gremialismo no está operando desde un solo centro y comienzan a despertar -dentro de él- otros centros menores con decisión política independiente, muchas cosas pueden suceder.

Se trata de un partido de conducción homogénea, pero de composición social y territorial diversa. Debilitado el núcleo ordenador, cada cual tendrá mayor libertad para tomar iniciativas. Habrá que ver qué es lo que aflora.

En los sectores populares, o desde diversas alcaldías con un gobierno opositor, está apareciendo una preocupante propensión a acentuar los gestos populistas, que promueven las demandas sociales sin fijarse mucho en normas, posibilidades reales de darles respuesta. Al otro extremo, los grupos elitarios más integristas pueden verse impulsados a actuar por su cuenta, adoptando posiciones más extremas en materias valóricas.

Como sea que se mire a la oposición, lo que siempre se puede constatar es una vacancia de liderazgo y una disputa abierta por el predominio que está en pleno proceso. Los que están hoy a la cabeza de sus organizaciones no satisfacen, no controlan la situación o están dedicados a sofocar alzamiento. Mal por ellos. El desenlace puede tardar más o menos, pero la hora del reemplazo ha sonado.