viernes, abril 28, 2006

Las elecciones en el PS y el PPD: el costo del éxito

Las elecciones en el PS y el PPD: el costo del éxito

Víctor Maldonado


El costo del éxito

Una cosa es elegir una directiva y otra cosa, un rumbo. Lo primero puede ayudar a lo segundo, pero no son lo mismo.

Para elegir un rumbo se necesita la aceptación básica de un partido tomado en su integridad. Incluida sus minorías. De allí que no sea tan fácil tomar opciones de fondo, que trasciendan el nivel de las declaraciones bien intencionadas.

Por otra parte, está visto que las organizaciones se manejan muy bien cuando tienen que vencer resistencias para imponer puntos de vista. En la adversidad, se sostienen en el coraje y se unen para responder a lo que venga.

Pueden resistir los peores intentos externos de destrucción, como probaron los socialistas en dictadura, o de “disolución asistida” como bien saben en el PPD, cuando en democracia -alguna que otra vez- se les ha intentado subsumir en un todo mayor con el que terminen identificándose por completo.

Después de las experiencias acumuladas en todos los tonos e intensidades, no puede quedar más claro que los partidos no mueren por asesinato, aunque siempre cabe la posibilidad de que se extingan por suicidio. En cualquier caso, de esto último no le pueden echar la culpa a nadie.

Pero, para mantener la idea central, hay que decir que también es cierto que su situación se hace cuesta arriba cuando sus posiciones más características pasan a ser ampliamente aceptadas por la opinión pública. Cuando uno los supone celebrando, lo más probable es que se encuentren en largas deliberaciones internas.

Algo de esto ocurre tanto al PPD como al PS. Son dificultades del éxito, no de las frustraciones, por muy paradójico que parezca.

Si alguna vez ocurrió que las ideas y expresiones características del PPD fueron aceptadas como discurso oficial desde La Moneda, sin limitaciones previas, ese momento es ahora.

Sin ir más lejos, cuando se habla de un Gobierno ciudadano, cercano a las personas, que enfatiza la transparencia y que promociona la participación y la descentralización, cuando todo esto se dice, nadie de este partido puede dejar de sentirse identificado.

Pero cuando un estilo se impone con tanta fuerza, éste no se queda contenido en los límites de un partido.

Por el camino nuevo

Y allí reside el problema. Si lo que se propone es ampliamente aceptado y compartido como discurso oficial, entonces “¿qué seguimos siendo nosotros?”, “¿qué es lo que nos distingue?”, esto es lo que muchos se preguntan en la tienda que fundara Ricardo Lagos al inicio de la transición democrática..

También los socialistas tienen que pagar un cierto precio por el éxito. En efecto, en este caso es evidente que se ha completado un ciclo. Una actitud partidaria se está afirmando en el presente, mucho más de lo que es deudor del pasado.

Tal vez, hace un tiempo, el PS necesitaba probarse de un modo distinto al característico en el período previo al golpe militar, una etapa que ha sido objeto de la más insistente autocrítica. Pero éste ya no es el caso.

Ahora lo que sucede tiene que ver con el presente. Ya no es que se esté repitiendo el camino conocido “del modo correcto”, sino que no hay registro previo de la ruta que se sigue.

Hasta aquí muy pocos verían un problema. En cierto sentido tienen razón puesto que constituirse en un sólido y permanente respaldo político de Gobierno, permite mostrar una conducta por demás responsable.

Pero el problema radica en decidir cómo se mantiene la impronta de izquierda que justifica la razón de ser de un partido y, al mismo tiempo, se ha convertido en la encarnación misma del “oficialismo”.

En este caso el equilibrio es un producto difícil de conseguir. No por nada, si hay algo que le repele a alguien de izquierda es ser conformista, y estar de punto fijo en el gobierno requiere, por lo general, “ver el vaso medio lleno”.

Nuevamente aparece la pregunta, en otro contexto, pero igualmente acuciantes, “lo estamos haciendo bien, pero ¿seguimos siendo nosotros?”, “¿qué es lo que nos distingue de lo demás?”.

De modo que, cuando tenemos la derecha preguntándose por su identidad en el momento en que aparece que todo le hubiera fallado, de igual manera, quienes han triunfado y pueden presentar varios logros, llegan a la misma pregunta sobre su identidad, su proyecto y los pasos estratégicos que siguen.

El futuro también es identidad

Y, como quiera que se diga, cada cual se encuentra ante la evidencia de un nuevo comienzo. Es algo vivenciado, no sólo declarado. Nadie vive sin historia, pero nadie se mantiene solo para recordar sino para construir.

En un país donde recuperar el pasado es sinónimo de dignidad, no es cosa de dar vuelta la hoja, como tanto nos gusta decir en Chile. Pero ahora nos está pasando algo más rotundo: por más que queremos, el pasado (remoto o reciente) no nos da respuestas para abordar el día a día, para orientarnos en el futuro inmediato o para hablar con nuestros hijos. Se está cerrando la puerta de lo conocido y no será la nostalgia la que abra otra.

En estas condiciones por partidos “progresistas” no tienen más alternativa que intentar la más dura de las experiencias: la de la consecuencia entre lo que dicen y lo que hacen.

Probablemente no exista un desafío más exigente en el momento actual que intentar hacer un partido de ciudadanos. Cualquiera puede encantar por un rato, se pueden encontrar vetas interesantes para los medios de comunicación, se pueden romper esquemas y formatos conocidos, se puede hacer de la irreverencia un estilo.

Pero hasta ahora no se ha visto un partido en el cual el respeto y la promoción del ciudadano de origen a una auténtica democracia interna, sin grupos anquilosados de poder y peleas mezquinas. Hasta hoy los ideales son más fáciles de seguir en la calle que en las sedes partidarias. ¿Acerca más esta elección al PPD a la consecuencia en sus conductas? Por el bien de la democracia, esperamos que sí.
Los socialistas debieran reflexionar sobre el hecho de que el liderazgo de Michelle Bachelet les aconteció más allá de cuanto hicieron por promoverlo. Si estuvieran preparando para promover otras Bachelet, ya pueden empezar a abrazarse y celebrar. Si todavía no se reponen de lo que aconteció, entonces que no abandonen la revisión interna.

Desde luego, el tema nunca ha sido la incompatibilidad de ser de izquierda y estar en el Gobierno. El tema es ser de izquierda y no dejar de estar en otras áreas importantes que no son el Gobierno. Mientras más presencia social, mejor. El tema es ser de Gobierno, pero tener reflexión y aportes propios que muevan al Gobierno hacia delante. ¿Acerca esta elección el PS a la consecuencia en sus conductas? Por el bien de la democracia, esperemos que sí.

Es claro que poner el futuro en la mira, también es parte de la identidad.