jueves, junio 08, 2006

La derecha y su idea de no solucionar los problemas

La derecha y su idea de no solucionar los problemas

El conflicto con los estudiantes secundarios aún no tiene desenlace, pero está resuelto. Y si la derecha estuviera en el poder, ¿cómo actuaría ahora? Por lo que muestra, nada bueno hubiera podido esperarse.

Víctor Maldonado


En RN se privilegia el partido

La nueva directiva de RN no tendrá una relación sencilla con su candidato presidencial. Claramente, la apuesta es partidaria: no se jugará todo por una sola carta.

La esperanza no se ha puesto en un liderazgo pivote, que arrastre al resto tras de su estela triunfal. Simplemente, se está actuando como si hubiera alguien con ventaja inicial, nada más.

La apuesta real es potenciar un conjunto de liderazgos que den cuenta de la heterogeneidad interna, lo que significa que la decisión es potenciar la organización partidaria y el método de selección del liderazgo es la obtención de apoyo popular.

En otras palabras, abrir el abanico de posibilidades y el de alternativas a ofrecer.

Esto se justifica porque el principal interés es proteger a Sebastián Piñera de los ataques de la Concertación, aunque puede verse que tales ataques han brillado por su ausencia el último tiempo. Sospechosamente, lo están cuidando mucho más de lo que el propio interesado pudiera desear.

Es obvio que poner el acento en la recuperación partidaria es una necesidad urgente, no para contraponerse al Gobierno, sino para mantener el decoro.

Más si anuncia que no dejará pasar una en fiscalización, si acusa al resto de negligencia en el cumplimiento de deberes; entonces, hay papelones que no se puede permitir.

No hay nada más fácil para la oposición que interpelar a un ministro en el Congreso. El costo es inexistente y la publicidad, gratuita.

Le basta con estar en la sala. Sólo se requiere un mínimo de disciplina. Casi se podría decir que es un asunto de mínima educación… lo que no deja de ser irónico.

Pero a la derecha le están fallando cosas básicas. Tuvo que intentar dos veces lograr el mínimo, algo así como convocarse a sí misma. A esas alturas, lo que estaba en el banquillo no era el ministro, sino sus impugnadores.

UDI: la casa quedó grande

También la UDI parece abrirse a más de una opción presidencial. La forma anterior de comportarse, monolítica y desde un centro, es del pasado.

Hernán Larraín es una carta presidencial y está a cargo del partido. Pablo Longueira es otra lejos de ser descartada.

No hablamos de una sola alternativa. Y tampoco tiene por qué circunscribirse a estas dos.

Puede ser que la UDI haya evitado la competencia interna por su directiva, pero seguro no la evitará por la candidatura presidencial.

En RN y la UDI no hay conformidad con los liderazgos “predestinados” antes de una auténtica decisión partidaria luego de abrir las alternativas a la ciudadanía.

Pero aquí parece fallar algo previo a cómo operan las aspiraciones y las ambiciones.

En el gremialismo, el futuro secretario general, Darío Paya, criticó con fuerza al Gobierno por el manejo de la movilización estudiantil. Pero él mismo, al referirse a su partido, dijo que necesita dedicarse a “integrar a miles de dirigentes”, porque “es un desperdicio que muchos de ellos estén muchas veces muy solos y con comunicación insuficiente con nosotros”. Termina diciendo que a la UDI “la estructura del partido le quedó chica”.

Cuando no se ha estado en condiciones de integrar a los dirigentes de manera efectiva, no es que el partido haya quedado chico, al revés, le está quedando grande a su dirigencia para atender las necesidades internas.

Al parecer, el partido ha estado cambiando y la dirigencia ha pasado mucho tiempo sin variación. En casos así la aparición de desadaptaciones mutuas es una crónica anunciada.

Dicho en directo, quien haya seguido el debate del gremialismo habrá llegado a la conclusión que es muy extendida la opinión de que las cosas no están funcionando como debieran. La versión oficial niega la existencia de dificultades graves. Sólo que se anuncia a los cuatro vientos que el partido requiere “únicamente” dos cambios: su apertura y reforma. ¡Como si llegar a este convencimiento no fuera lo más fuerte que le puede ocurrir a un partido!

Estamos frente a una paradoja: los mismos que todavía no forman un conglomerado que merezca tal nombre, que no han podido recomponer a cabalidad su partido tras una derrota, son los que pueden dar lecciones de cómo se debe gobernar. De más está decir que un país es mucho más complejo de sobrellevar que una organización partidaria. La idea de que el que no puede lo menos, no puede lo más, es algo que no permea a la dirigencia opositora.

No podrían ni con la mitad de los problemas nuevos

Mirado con frialdad, se puede evidenciar -por lo que dice y hace la derecha- que el sector no está en condiciones de gobernar un país en cambio y que se apronta a experimentarlos en mayor amplitud. Como dijo hace poco la Presidenta Bachelet: “Estamos asistiendo a hechos inéditos. Vamos a ver muchas cosas que van a ocurrir por primera vez”.

En un ambiente así de dinámico no se puede ejercer el poder con tantas tareas pendientes como tiene la derecha. Menos con el “provincialismo” -en el peor de los sentidos- que le brota por los poros a la primera oportunidad, como cuando sus presidentes pidieron que la Mandataria no viajara a EEUU en visita de Estado porque había un movimiento secundario en proceso.

Hay una diferencia de envergadura política entre la Concertación y la derecha. La ha habido desde la recuperación de la democracia: en pleno Gobierno de Patricio Aylwin, éste realizaba una visita oficial por Europa cuando Pinochet movilizó militares en actitudes agresivas.

Pero Aylwin no era un personaje de opereta ni representaba un país de utilería. Actuó como lo que era, el Presidente de Chile y un estadista. Mantuvo la gira y la bravuconada del general quedó en eso.

La pérdida de las perspectivas de los dirigentes de derecha es indignante. Los que se asustaron cuando Lagos votó contra la guerra de Irak, hoy recomiendan actuar como timoratos. ¡Y después dicen que hay que tener la mano firme!

Éste es un país serio, que puede cumplir sus compromisos. Las instrucciones de la Presidenta son claras y precisas. Cada ministro sabe lo que tiene que hacer. El conflicto con los estudiantes secundarios aún no tiene desenlace, pero está resuelto. ¿Y si la derecha estuviera en el poder, cómo actuaría ahora? Por lo que muestra, nada bueno hubiera podido esperarse.

En cambio, con la Concertación se pueden tener certezas. Primero, que se encuentran soluciones a las demandas porque entre un Gobierno ciudadano y un movimiento por una mejor educación hay compatibilidad básica. Segundo, hay que terminar el conflicto, pero salvando la organización estudiantil porque es un capital del país. Existe el arte de empezar bien un movimiento y existe otro de saber terminarlo igual de bien. Llevar un movimiento a la extenuación es la peor opción disponible. Tal vez sea conveniente ayudar a recordarlo.