viernes, junio 02, 2006

Cuando hay que distinguir las voces de los ecos

Cuando hay que distinguir las voces de los ecos

Ahora se requiere algo más. Nuevamente entran en juego los liderazgos. Hay un punto en que escalar un conflicto ya no aporta. Es de esperar que los líderes del momento ayuden a los más nuevos a terminar bien lo que ha partido bien.

Víctor Maldonado


Todos en sus puestos

El círculo de la definición de los liderazgos políticos se ha cerrado al terminar de elegirse las directivas del PPD, RN y la UDI (con sus particularidades de estilo). Antes, ya se habían dirimido las conducciones en la DC y el PS. Es decir, todos están en sus puestos.

Se abre un escenario político caracterizado -en la Concertación- por la asunción de liderazgos fuertes, de alta credibilidad ciudadana, claro compromiso de respaldo al Gobierno y mandato de sus bases para el perfilamiento público de sus respectivos partidos.

En el caso de la derecha, la etapa de perplejidad también llega a su fin. Aquí, el desafío es más básico y, por lo mismo, más fácil de conseguir: se trata de recuperar el habla y de reaparecer como un actor visible ante la opinión pública.

En esta etapa, donde los ciudadanos parecen querer ocupar un papel central en la escena, le corresponde un puesto relevante a los líderes más que a las organizaciones. Son las figuras más destacadas las que hacen atrayente a los partidos mucho más que los partidos los que levantan figuras, dado su peso específico.

Por eso es tan relevante que se esté produciendo una especie de reconcurso de figuras relevantes. En las primeras fotografías de apoyo popular o de juicio sobre figuras “con más futuro”, tal como se preguntó en la última encuesta Cerc, es la Concertación la que sale ganando, con las menciones a Soledad Alvear, al ex Presidente Ricardo Lagos y a Ricardo Lagos Weber.

Por cierto, la figura más mencionada es Sebastián Piñera, más por inercia que por presencia. Dato revelador: a igual período del Gobierno anterior, el candidato presidencial de la derecha era, lejos, la principal figura proyectada en el país, luego del Presidente electo. Nada de eso ocurre ahora.

Así, la posición oficialista es comparativamente mejor. Los nuevos pero experimentados conductores de partido han ido marcando su contundente presencia desde el día en que asumieron. Por su parte, la Presidenta Bachelet y sus primeras actuaciones han encontrado un sólido respaldo.

La tarea de las principales figuras tiene ahora ribetes inéditos. Si algo ha quedado claro es que este no es el tiempo para administrar lo conocido, sino de dar dirección ante situaciones nuevas.

El populismo no dirige ni orienta

Los tiempos de acuerdos entre notables, conseguidos a puertas cerradas, ante la pasividad del conjunto de los implicados, parece ser una situación característica de un pasado remoto.

Los liderazgos están en revalidación continua y los que se quedan en las recetas aprendidas comenzarán a perder posiciones.

No hay manera de mantener un rumbo identificable si sólo se responde a los estímulos de la coyuntura.

Contamos con muchas figuras, pero con unos pocos líderes. Las apariencias engañan. No todo lo que comunica es oro. Estar a la altura de los acontecimientos en tiempos de cambio es bien difícil.

¿Cuál es la diferencia? Muy sencillo, la misma que existe entre seguir desde atrás los acontecimientos del día o poner los temas de la agenda pública que se está discutiendo.

No es ésta una buena época para los populistas. Ellos se orientan por aquello que saben despierta una mayor aceptación en la opinión pública del momento, sin una auténtica línea política definida.

Cuando el escenario político cambia con mucha rapidez, por un tiempo pueden seguir el favor del viento. Pero, tarde o temprano, se contradicen y no pueden mantener la credibilidad.

Los populistas se notan desde lejos. Están siempre donde esté la noticia, hablan mucho, pero sus declaraciones pueden ser perfectamente pasadas por alto.
Dicen lo obvio, lo dicen fuerte y el aporte es nulo. Llenan espacio, pero no agregan un valor que entregue un aporte. Son ecos de la exaltación de turno.

En cambio, los líderes (¡siempre tan pocos!) hablan menos, pero luego de que lo hacen parece que la situación la vemos menos confusa, tenemos la sensación de mirar más lejos y de mantener el equilibro en los juicios. Suman tranquilidad a la capacidad de decidir.

Dejarse interpelar, no conducir

El truco del liderazgo consiste en no dejarse arrastrar por las apariencias de los acontecimientos ni por las mareas de opinión oscilante.

El movimiento secundario es pródigo en lecciones. Lo ha sido desde la partida y lo será en su término. Lo más notable de lo que está aconteciendo es que es un movimiento contra el que no quedó nadie al frente, y ese es el dato clave.

En efecto, a los secundarios los apoyan padres, profesores, gremios, medios de comunicación, los partidos, el Gobierno y los que falten por mencionar. Se ha vuelto un rito nacional terminar cada intervención al respecto con una especie de mantra: “Los estudiantes nos han dado una lección”. Se termina una sesión con ellos y la “contraparte” señala sentirse orgullosos de estos hijos de la democracia y de la reforma educacional.

Precisamente, una de las dificultades para terminar con el episodio (en lo que tiene de episodio) es que no va contra nadie identificable de buenas a primeras.

Se trata del movimiento más popular y más respaldado de nuestra historia reciente. Así de simple.

Pero donde algunos ven sólo estudiantes, otros deberíamos ver sobre todo familias. Porque esta es una protesta familiar, y sobre eso se ha hecho poco hincapié.

Entre los elogios recibidos por el movimiento está el buen uso de la tecnología. Pero no está ahí lo fundamental. Los jóvenes usan chat y celular para todo, y eso no explica lo fundamental de lo que ocurre.

Las movilizaciones no tenían ni adeptos suficientes ni repercusión amplia mientras se quedaron en la calle, se confundían con los encapuchados y otros “que venían pasando”, mientras se diluían en un conjunto difuso y variable de demandas. Pero bastó que la protesta fuera pacífica y se estableciera dentro de los colegios para que todo cambiara.

Cuando los padres y madres vieron a sus hijos en lugares seguros, pidiendo mejor educación y mostrándose solidarios entre sí, entonces los apoyaron. Así los demás. Después de todo, no son pocos los que piensan que no haber tenido una epopeya en la juventud y, aún más, en secundaria, es como dejar trunca la plena formación de una persona.

En ese sentido la extensión del movimiento ha sido un éxito. Las manifestaciones han dado ya todo lo que pueden dar de sí, que es lo mismo que indica el término: ponen de manifiesto, llaman la atención, alertan sobre un asunto nacional de importancia.

Ahora se requiere algo más. Nuevamente entran en juego los liderazgos. Hay un punto en que escalar un conflicto ya no aporta nada. Hay un momento en que hay que dialogar, negociar y obtener logros para que a la euforia no siga la frustración.

Tengo el convencimiento de que este capítulo se soluciona no por cantidad de manifestantes y manifestaciones sino por la capacidad de llegar a acuerdo. En eso consiste la capacidad de conducción y es de esperar que los líderes políticos del momento ayuden a los más nuevos a terminar bien lo que ha partido bien.

1 Comments:

At 12:37 p. m., Blogger Unknown said...

Felicitaciones Victor, tu comentario no es un "hablar por hablar" del tema no solo de la semana, ni del mes, ni del año, pues puede, que sin haber estado en sus planes, el gran paso en Educacion se concrete en este Gobierno. Tu titulo del comentario, me recuerda el lema de nuestra Comunidad Claudio Orrego Vicuña: "Hablar cuando la moda es callar y callar cuando el coro de aduladores inicie su concierto". Un abrazo: Sebastian Morales.

 

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