viernes, junio 30, 2006

De cara al mañana

De cara al mañana


La coalición de Gobierno está pendiente de su desempeño. No del contexto. En este sector no hay un dirigente importante dedicado a buscar explicaciones para excusarse por lo que suceda. Las encuestas no han salido a colación ni por alcance de nombre.

Víctor Maldonado


Se gana jugando

Se pueden decir las cosas de muchos modos, en especial cuando se quiere justificar un fracaso. Así, por ejemplo, el senador RN Alberto Espina explica que la oposición está ganando “10 a 0”, porque Michelle Bachelet había caído diez puntos de apoyo en las encuestas. Ésta es una de esas frases en las que se dice mucho más de lo que se cree. Y no sobre la aludida sino sobre el opinante y su sector.

En primer lugar, el apoyo al Gobierno es algo que le pasa al Gobierno y no nos dice nada sobre la oposición. La política es una competencia de equipos y no se conoce el caso de un conglomerado que obtenga puntos sin presentarse a la cancha. No se gana por rebote.

En segundo lugar, para saber el estado de salud de un paciente hay que hacerle los exámenes a él, porque no se saca nada con hacer el diagnóstico para obtener alguna conclusión válida.

Los gobiernos tienen un grado de popularidad extraordinaria en el momento siguiente a asumir el poder. Luego se ajustan a su apoyo real y, durante todo el período, oscila hacia arriba o hacia abajo, según la contingencia, los méritos, los aciertos ajenos y los errores propios.

En la oposición han creído encontrar una mala noticia para el Gobierno y, a falta de logros propios para alegrarse, están encontrando un consuelo de dudosa calidad.

Pero aún es cuestionable la lectura que están haciendo de los datos disponibles. En efecto, ¿cuál es el grado de apoyo actual de Bachelet y de su administración?

Se puede discutir mucho sobre este particular, dependiendo de quién y cómo lo mida. En lo que todos parecen coincidir es en que el respaldo (luego de la euforia inicial) es superior al porcentaje de votantes que llevó a Bachelet a La Moneda.

Es decir, que el apoyo se ha estabilizado en una mayoría significativa, pero no apabullante. El apoyo a la actual Presidenta está en el rango de lo que ha sido siempre la Concertación. Tal vez un poco más que su promedio histórico.

Los ajustes de la consolidación

Pero la declaración que comentamos no es única en su especie. En realidad, hay un gran interés por saber en qué situación se encuentra el Gobierno al término del período de instalación.

La respuesta es sencilla: el Gobierno parece encontrarse en un período de ajustes finos dentro de una etapa de consolidación. De manera que el resultado final de su esfuerzo está por verse, pero el conjunto de las acciones emprendidas en las últimas semanas confirman una unidad de propósitos que está sirviendo de guía.

Por supuesto, cuando los ajustes son finos, estos de demoran un tiempo en afectar el desempeño y, a su vez, terminan por incidir en el grado de apoyo. Todo esto está “en proceso”.

Por lo mismo, no hay resultados predeterminados. El hecho de que se haya concluido en buena forma la etapa de instalación no significa la mantención automática del apoyo o su desgaste preanunciado. Lo único que se puede decir es que no se está actuando con precipitación.

Pero está claro que la decisión no va por los movimientos dramáticos. Es más, tampoco se está partiendo por un cambio de intérpretes, sino por un ajuste en las partituras.

En los días pasados, se ha visto cómo se ha realizado el chequeo de todos aquellos que se tienen que coordinar entre sí para las tareas salgan adelante: Bachelet con los líderes de la Concertación y los jefes de las bancada parlamentarias; el Comité Político con los presidentes de partido; Bachelet con sus ministros y subsecretarios. En cada instancia se establecen tareas, plazos y compromisos. En este modelo que sigue son instancias más específicas para marcar anuncios y tareas de importancia.

Como se ve, lo que menos se está haciendo es improvisar. En medio de este ajetreo pocos tienen tiempo como para sacar cuentas alegres en vista del mal estado general de la oposición.

Opiniones sobre cómo actuar puede haber muchas. Pero nadie piensa que el modo de evaluarse es comparándose con el estado de salud de la derecha. Ni para bien ni para mal.

Nadie en el conglomerado está por deslindar responsabilidades. Lo único cierto es que lo que suceda depende de Bachelet y la Concertación.

La coalición de Gobierno está pendiente de su desempeño. No del contexto. En este sector no hay un dirigente importante dedicado a buscar explicaciones para excusarse por lo que suceda. Las encuestas no han salido a colación ni por alcance de nombre. No se usa el estado de la oposición ni como excusa o consuelo. Está claro que el que no tiene el poder, tiene explicaciones. Pero eso no cambia el hecho que aún no muestra méritos para cambiar su posición.

La derecha ante el espejo

¿Y qué piensa la opinión pública de la derecha? Finalmente, se están conociendo los datos que la oposición ha tenido todo este tiempo sobre sí misma y no sobre los vecinos.

Lo que dice la información disponible es que la opinión pública y sus propios adherentes piensan que “no ha dado el ancho”, que no ha cumplido por completo con su papel y que tiene una deuda con sus propios votantes.

Una encuesta “de trinchera” -es decir, no tan precisa como sería deseable, pero útil- conocida hace poco en un matutino, muestra lo que decimos.

Nos encontramos con que menos de un tercio de los encuestados considera bueno o muy bueno el papel cumplido hasta ahora por la oposición. Los juicios llegan a ser lapidarios en el caso de las mujeres.

Peor todavía, si hay algo que se le pide a los opositores es que fiscalicen, y resulta que es justo en este aspecto donde se espera más ampliamente que despierten de un letargo que parece negligencia.

Esto es algo importante para todos, incluso para el oficialismo. De más está decir que una derecha con iniciativa siempre ha sido un gran aglutinador de la Concertación.

Por fin, la oposición tampoco es reconocida como generadora de ideas y sus líderes institucionales no coinciden con los mejor evaluados y más conocidos.

Es de esperar que la derecha saque las lecciones correctas de la opinión desfavorable que despierta en sus adherentes. Por ahora no parece esforzarse en pensar demasiado.

Parece haber concluido que se le pedía acentuar la crítica sin matices, con lo que arriesga pasar de una situación en la que no da el ancho y actúa con displicencia a otra en la que tampoco lo logra pero actúa siempre con el seño fruncido y es igualmente inefectiva. Salir del atolladero no es tan fácil como ponerse a gritar más fuerte.

Por sobre lo anecdótico, hay un aspecto que puede ser cuestionado. Y es la idea que la derecha todo lo tiene que hacer en conjunto.

Por cierto, la oposición va a confluir en una misma opción final en las presidenciales, pero antes debe escoger un liderazgo y definir un estilo. Eso aún no ocurre y no hay ninguna elección a las puertas. Es claro quiénes tratan de mantener en el corral al otro, y quiénes debieran ampliar los grados de libertad con que se mueven.

Si actúan siempre en conjunto, quien se está imponiendo -en la práctica- es la UDI porque está haciendo prevalecer su presencia parlamentaria por sobre los liderazgos más perfilados -por el momento- de sus socios.

Para prevalecer, el interesado se tiene que desmarcar en la derecha y no actuar ante cualquier evento como un coro a dos voces. No importando qué decidan hacer, descubrirán que es mucho más difícil ganar los partidos jugando que viéndolos desde la galería.