viernes, julio 07, 2006

En camino hacia el punto crítico

En camino hacia el punto crítico

Lo que se encuentra en disputa es saber quién predominará en la definición del rumbo. La Concertación está buscando ratificar que se ha escogido el camino correcto y la derecha está tratando de convencer que no hay nada parecido a un rumbo.


Víctor Maldonado

Fue como si la oposición hubiera sentido un campanazo. Todo se activó en pocos días, luego de develarse la mala evaluación pública por su magro desempeño tras su derrota presidencial. Cada cual trata de ponerse al día, tanto los líderes como los partidos. Hasta hoy, los resultados son desiguales pero, sin duda, hemos entrado en otra etapa. Así, por ejemplo, no es claro el papel de Sebastián Piñera en el debate sustantivo, partiendo por su apertura a discutir sobre el sistema binominal. Por cierto, sin preocuparse mucho por informar previamente a sus aliados.

Lo seguro es que Piñera disfruta mucho de ser un personaje central en su partido y en su sector. Tiene un evidente agrado en descolocar a sus cercanos con la presentación de ideas e iniciativas inesperadas. Falta por saberse si este esfuerzo por descolocar a otros no terminará por descolocarlo a él en una vuelta de este juego. Todo, porque parece no casarse con ninguna de sus ideas y no es inusual que las cambie en medio del debate. Ello le puede impedir tener aliados estables y sólo lo deja con incondicionales (aquellos que no necesitan explicarse la última posición de su jefe, sino que la aceptan sin chistar, porque es el jefe).

De momento, se ha instalado como interlocutor en la posible reforma del binominal. Está sacando a su directiva de un rol central en el tratamiento del tema. Está definiendo cómo y cuándo entran los interlocutores de su sector. En fin, hace y deshace, pero ¿por cuánto tiempo? ¿Con qué propósito que no sea la satisfacción personal? Aún se ignora, pero terminará por conocerse. Lo que tiene que demostrar es que tiene una coherencia en sus acciones que escapa a sus puros intereses o a la inspiración de sucesivos momentos.

Por ahora, como era esperable, el frente opositor se ha quebrado. Siempre las palabras suenan extrañas en la boca de Piñera. Ahora dice que la Alianza tiene “que aprender a respetar e incluso valorar las diferencias”. La discusión ha quedado abierta, pero queda por ver si RN va a converger en una propuesta con la cual negociar. Partido y ex candidato no tienen que coincidir por necesidad en una postura. Por ahora parecen en la misma opinión, porque es mucho más fácil unirse en el rechazo que decidirse por una alternativa.

A estas alturas, lo que no está quedando del todo claro es qué significa ser presidente de RN. En otros partidos, cuando el presidente habla, alinea a su organización tras de sí. En este caso parece tratarse de una sugerencia. Sus palabras pueden ser reinterpretadas y, de hecho, su significación es reinterpretada desde fuera por Piñera.

La UDI no se ha hecho problema. Al asumir la nueva directiva marcó de inmediato la crítica al Gobierno, centrándose en el tema de seguridad ciudadana. Pareciera, a simple vista, que el ataque agudo se centra en el combate contra la delincuencia pero, más que nada, apunta a poner en duda la autoridad del Gobierno y la idoneidad en el manejo de situaciones difíciles. Esta política de endurecimiento partidario no ha sido asumida para un período breve. Pero, ¿es esto sostenible?

La actitud del senador Jorge Arancibia de abrirse a discutir sobre el sistema binominal y apoyar cambios en la UDI no es la de alguien que ha dejado de ser un duro en política. Es la forma de proceder de quien sabe que la mantención de una oposición cerrada es insostenible en el tiempo. Por supuesto, puede que tras un proceso de conversación no se llegue a acuerdo, pero establecer barreras antes del diálogo no es justificable. El rechazo a una alternativa presentada no equivale a negarse de plano de analizar cualquiera. Algo malo sucede en un partido cuando al menos uno de cada cuatro integrantes de su más alto órgano resolutivo tiene que ser designado a dedo para mantener la gobernabilidad interna. Tamaña precaución no la toma nadie más. Quien coloca tantos cerrojos no las tiene todas consigo.

La UDI invierte cada vez más energía en conseguir la mantención del control interno. Lo evidente es que no hace tanto la autoridad partidaria se sostenía en un más amplio y sólido consenso de puertas a dentro, y esa situación ya es cosa del pasado. No es la mejor forma de afrontar la pluralidad de fuerzas internas, la de endurecer posiciones hacia fuera. Finalmente, aplicar un remedio en una zona sin daño no constituye ninguna solución. Puede ser un distractor pero ni siquiera le alcanza para ser un calmante.

La etapa de instalación del Gobierno ha terminado para todos, incluida la oposición. El cambio de etapa se aprecia por doquier. Pasamos de tener una derecha fragmentada a una centrada en la crítica de trinchera. Transitamos de una Concertación replegada en procesos electorales internos a una en que los partidos y las bancadas parlamentarias ocupan su espacio a plenitud. Partimos de un punto en que prácticamente no se apreciaban voceros críticos a la gestión de Gobierno y llegamos a otra en que, más naturalmente, existen una multiplicidad de dirigentes en abierta actitud de polémica.

Por supuesto, lo más obvio de los cambios está en que, al asumir el poder, lo que se tenía eran buenas expectativas futuras de desempeño y, ahora, lo que importa no es lo que se espera sino lo que acontece, el desempeño efectivo. Por un breve instante no parecían existir problemas graves y, por supuesto, hoy por hoy, hay problemas que se desmarcan del resto mostrando claras prioridades en el público. Pero lo interesante del momento es que estamos a medio camino de llegar al punto en el que se define cómo le va a ir a la gestión completa del Gobierno.

Al principio parecía que el Ejecutivo era el único que contaba; ahora pareciera que todos quieren mostrarse, pero ni lo uno ni lo otro corresponde a una situación normalizada. Eso está por constituirse. Lo que se encuentra en disputa es saber quién predominará en la definición del rumbo que ha tomado el país. La Concertación está buscando ratificar que se ha escogido el camino correcto y la derecha está tratando de convencer que no hay nada parecido a un rumbo sino que lo que existe es una falta de conducción. Esta polémica, decisiva por cierto, está recién en el inicio.

El escenario cambia si los debates dejan de ser múltiples, sectoriales, discontinuos y episódicos, y comienzan a ser vinculados detrás de estrategias a las que responden cuanta polémica aparece. Así que a lo que entramos es a una confrontación mucho más inteligente que puramente agresiva. La zona de disputa es la agenda pública, desde el presente pero con la mirada en el futuro.

Un caso muy interesante se está dando en la seguridad ciudadana, donde la derecha ha procurado tener un trabajo conjunto. Ha presentando 28 iniciativas como “contenido mínimo”, buscando encuadrar al Gobierno en sus términos. El Ejecutivo, por su parte, ha respondido como era esperable: descartando esta amable invitación a cogobernar, entregando sus propuestas y abriéndose a recoger iniciativas. Entramos, pues, a una etapa distinta. Hay que tener propuestas, argumentos, capacidad de respuesta rápida y, también, visión de conjunto. Como se ve, el debate público se está poniendo interesante.