viernes, abril 25, 2008

La oportunidad de la Concertación

La oportunidad de la Concertación

Longueira plantea que la derecha tiene una estrategia equivocada, que le impide ganar la presidencial, que este año experimentará un revés electoral, que una nueva mayoría no se ha consolidado aún.

Víctor Maldonado


Hablar desde el compromiso

LA CONCERTACIÓN Y el Gobierno están bajo ataque en busca de producir su desalojo. Se trata de algo más de lo que ha sido habitual en democracia. Constante y sin pausa se recibe una despiadada andanada de críticas y reconvenciones.

Esto pude ser todo lo duro que se quiera, pero es ya parte de la habitualidad. Más que una estrategia, la derecha ha adoptado una actitud más agresiva. Ya no se trata de que emprenda acciones previamente evaluadas en el conjunto de sus repercusiones, o de una planificación rigurosa y autorregulada.

A estas alturas se ha llegado a una cierta dinámica que a todos los arrastra en su inercia. Nos encontramos, entonces, ante un comportamiento recurrente que deberá ser considerado como un elemento estable de los próximos meses.

En vista de lo dicho, se puede esperar que los debates públicos ganen en emocionalidad y dejen cada vez menos espacio para los matices en la argumentación.

De manera que lo que queda por despejar es saber cuál será la actitud que asumirá la dirigencia de la Concertación ante este nuevo escenario en consolidación. Lo que se haga de ahora en adelante será un factor clave para explicarse lo que sucederá.

El punto básico no está en averiguar cómo opinan los líderes oficialistas respecto de los últimos acontecimientos, ni cómo ellos evalúan las actuaciones de tal o cual figura de Gobierno o al Gobierno su conjunto. Lo que importa es saber desde dónde es que opinan y se posicionan para opinar.

En la Concertación todo se empieza a ordenar desde el momento en que se usa el “desde dentro” y el “nosotros” para referirse a lo que está pasando. Por el contrario, la mayor evidencia de problemas en la coalición gobernante ha quedado patente cuanto se habla -desde el Gobierno en relación a los partidos o de los partidos en relación al gobierno- como quien mira todo desde fuera. Cuando se emplea un vocabulario ascético o crítico, exento de compromiso, se va por mal camino.

La derecha puede decidir cuándo y cómo atacar, pero es la Concertación la que ha de decidir cómo ha de defenderse. En esto no hay novedad ninguna. Ya en la antigüedad se decía -con razón- que “no son las murallas las que defienden a los hombres, sino los hombres los que defienden las murallas”. Así era y así es. Y este es el punto decisivo, porque la Concertación no está siendo atacada sólo por lo que hace, sino por lo que es y lo que representa.

Ante un escenario como el que vivimos se puede reaccionar de forma colectiva de la peor o la mejor manera. Buenos ejemplos de la actitud correcta se pueden encontrar siempre en todos los bandos políticos, y es bueno reconocerla cuando se presentan.

Un ejemplo de buen actuar político

Un ejemplo sobresaliente de buena política lo acaba de dar el senador Longueira. Éste ha hecho una explicitación pública de su posición en cuatro aspectos fundamentales.

En primer lugar, evalúa los errores de su sector político señalando que la derecha no gana jugando a la polarización. Lo que se logra -en su opinión- es entusiasmar hasta la euforia al 35% correspondiente a la derecha tradicional, pero no se consigue lo mismo con el porcentaje de la población que define una elección. De allí concluye que, por el camino que va, la oposición no está creciendo en materia electoral. Es, a su juicio, el personaje más criticado por la elite opositora quien, precisamente, consigue mejor evaluación como para ser candidato emblemático en la elección municipal. De allí que pregunte a su propio bando por qué creen que Joaquín Lavín es el único que hoy aparece con posibilidades de ganar la alcaldía de Santiago, siendo quien más se ha desembarcado de la estrategia del desalojo.

El segundo lugar, Longueira anuncia que a la Alianza no le irá bien en la próxima elección municipal. Esto porque el cambio del sistema electoral -en su momento apoyado por RN- ya consiguió, en 2004, que la derecha perdiera 62 alcaldías y, ahora, volverá a perjudicarla. Por eso vaticina que al final de año la Concertación estará nuevamente entusiasmada con sus posibilidades electorales.

En tercer lugar, el líder de la UDI afirma sin dudar que en el Senado no se ha constituido una nueva mayoría, que lo que ha sucedido es que el Gobierno la ha perdido, y eso debido sus propios errores. Del mismo modo, diagnostica que el manejo de la polarización ha estado y sigue estando en manos del Gobierno, porque es únicamente éste quien puede instalar un clima de entendimiento.

En cuarto lugar, el senador gremialista ofrece su apoyo para colaborar en la agenda de modernización del Estado, “aunque la oposición no quiera hacerlo” e, incluso, anuncia que presentará un proyecto de ley para que las acusaciones constitucionales requieran de un previo aviso, es decir, tengan que pasar con anterioridad por una interpelación; esto, para evitar excesos.

En resumen, Longueira plantea que la derecha ha asumido una estrategia equivocada, que le impide ganar la elección presidencial, que este año experimentará un revés electoral, que una nueva mayoría (tal como se ha presentado hasta hoy) no se ha consolidado aún y que es posible iniciar un nuevo trato de cooperación con el Ejecutivo a través de él y de Lavín.

Identificar y seguir el mejor camino

La entrevista ofrecida por el senador es notable en varios aspectos. De partida porque es capaz de identificar los errores de su propio sector, no con la finalidad masoquista de contemplar con deleite cómo las cosas van mal, sino para enmendar rumbos. En ningún momento abandona su posición de líder de la oposición, al contrario, ofrece un camino que le parece más apto para llevar a la derecha al poder. No está ofreciendo la cooperación al Gobierno para que al oficialismo le vaya bien, sino para poder mejorar su propia opción de triunfo.

Lo que hace es ofrecer una alternativa que le parece mejor para el país y para la derecha. El que habla no es un bacheletista-aliancista, sino un aliancista-aliancista. Su análisis es un análisis “comprometido”, en el sentido de que vincula un diagnóstico con la voluntad de producir cambios políticos en favor de la posición que asume como propia. Representa una apuesta política con sentido, hecha para guiar y conducir a un sector político, más allá de las dudas, los errores y las diferencias del momento.

Critica para construir, analiza las debilidades para fortalecer las posiciones de un sector, argumenta para ofrecer una opción viable aun cuando -lo sabe muy bien- le puede ir mal en el intento. Por eso digo que es un ejemplo de buen actuar político.

La derecha siempre ha tenido quien la advierta a tiempo de sus errores pero, a lo largo de casi dos décadas, siempre se ha ingeniado para cerrar los ojos y no ver las oportunidades que se le presentan. Siempre le ha resultado más atractivo el mensaje de sus fundamentalistas.

Álvaro Bardón continua diciendo, aún hoy, que “Longueira liquidó la opción de Lavín para dársela a Bachelet”, que estos líderes gremialistas “se apagaron por no atacar los errores e irregularidades izquierdistas”, que la derecha “sigue haciendo esfuerzos por perder”, lo que ya quedó demostrado en 2000 cuando a la oposición “alguien le vendió la idea de que no hay que ser confrontacional”. Hoy, claro está, se está enmendando el rumbo.

La derecha está desechando su opción más sensata, ¿ha de hacer lo mismo la centroizquierda? Todo lo contrario.

Si la Concertación se ha mantenido en el poder es porque, en los momentos decisivos, es la mayoría la que se aglutina tras la mejor alternativa política a disposición. El mejor camino a utilizar está claro: aglutinar mayorías para construir, y poner en debate las diferencias de fondo. Lo que hay que aislar es la insensatez, no la prudencia. Si se pone en práctica esta sana costumbre, el panorama se empezará a despejar a favor.

viernes, abril 18, 2008

Sobre acuerdos y disensos

Sobre acuerdos y disensos

Ahora le toca mover al Gobierno. Tiene que hacerlo con equilibrio, con capacidad de resolución y con prestancia en el debate. Es decir, tiene que moverse haciéndolo mucho mejor que su contraparte.

Víctor Maldonado


El día después

La derecha no debe ser seguida en sus errores. En estos días, la oposición ha mostrado un claro interés por reemplazar a la Concertación en el poder. Sin embargo, el camino escogido no la está calificando precisamente para esta posta política de marca mayor.

Para ejercer el Gobierno se debe tener la capacidad simultánea de lograr acuerdos nacionales y, al mismo tiempo, mantener el debate sobre las diferencias sustanciales que nos separan con los adversarios. Cada cosa en su tiempo y oportunidad.

La oposición ha mostrado, por meses, una falla sustantiva en lograr una combinación adecuada de estos elementos.

Su conducta en el caso de la acusación constitucional contra Yasna Provoste es la mejor demostración disponible al respecto. Pero lo más importante no es tanto cómo se comportó la derecha durante la acusación misma, como el hecho de que se dejó arrastrar por intereses menores, por la búsqueda de socios, por análisis de poco calado y por personajes de visión política limitada.

Lo que sucedió el miércoles en el Senado es una de estas situaciones donde se obtiene un triunfo el primer día y luego se tiene mucho tiempo para lamentar el haberse metido en semejante problema. La derecha acaba de consumir un veneno de efecto lento.

En momentos en que su propio electorado le está pidiendo que se privilegie el acuerdo y el entendimiento con el Gobierno en beneficio del país, la oposición ha movido en el sentido contrario. Está girando en torno a temas de confrontación, de corte negativo, de los que nada bueno y de provecho se saca para el conjunto del país. Temas estrictamente políticos, que no la conectan con la gran mayoría de la población. En otras palabras, está cometiendo demasiados errores en un período ya muy prolongado.

Aquí es donde se nota una falla política que ha acompañado a la Alianza de forma permanente. En la derecha no se tiene la costumbre de llevar los temas adelante: son los temas lo que se llevan por delante a todos, incluidos los líderes, los partidos y la misma coalición.

Se puede considerar un error político cualquier iniciativa que se emprende y cuyos efectos negativos sobrepasan con creces lo previamente esperado por sus impulsores. Es lo que está ocurriendo: la derecha empezó a jugar con fuego y está saliendo chamuscada.

El caso de Adolfo Zaldívar es un cuento aparte. Soy un convencido de que el senador no tiene la menor idea de lo que significa para mucha gente que simpatizó con él en algún momento el impacto que les causó verlo argumentar y votar junto con la derecha una acusación contra una mujer y una democratacristiana tan representativa de la falange. En política, muchas cosas se terminan por superar y olvidar. No ocurrirá así en este caso.

Si alguien quiere saber cómo se pueden echar por la borda 40 años de militancia en un solo acto, que mire a Zaldívar.

Cuando el ventilador se da vuelta

Pero aparte del episodio de la acusación constitucional, se puede decir que este no es un período exento de otros errores evitables o de dificultades amplificadas por el propio conglomerado de centroderecha.

Es ahora cuando se presentan, al mismo tiempo, los casos de probidad en municipios gremialistas, y, además es el período en que la derecha paga un costo enorme por una oposición poco dúctil e ideológica en el tema de la píldora. Los tres temas tienen en común que hacen pasar a la defensiva a la oposición en una materia vinculada con la ética.

El caso de la píldora es de antología. Tradicionalmente, son los adversarios los que tratan de poner en una posición incómoda a un actor político, pero aquí se trata de un grupo que ha buscado activamente autoinmolarse.

Esto no es de extrañar. Nuevamente es un grupo fundamentalista el que se lleva a todos por delante. Más allá de los intereses permanentes de un partido, de las visiones más moderadas y de consideraciones de largo plazo.

Se puede decir que los principales problemas de la derecha han provenido de la misma derecha. La Concertación no ha hecho nada por dar impulso a estas dificultades. Se ha encontrado con situaciones que estaban por completo en poder de la oposición para desactivarlas a tiempo o presentarlas de un modo mucho más depurado.

Ahora le toca mover al Gobierno. Tiene que hacerlo con equilibrio, con capacidad de resolución y con prestancia en el debate. Es decir, tiene que moverse haciéndolo mucho mejor que su contraparte porque el espacio para acentuar el dominio de la agenda política está abierto.

Tiene que acertar allí donde ha fallado reiteradamente la derecha, por falta de tino, de liderazgo y un exceso de sectarismo: deben construir acuerdos al mismo tiempo que se debaten las diferencias con altura de miras. Y, en ambos casos, ha de saber llevar la iniciativa.

Una estrategia ambidiestra

El ministro del Interior ha tenido un éxito notable en concitar la atención pública respecto de una propuesta de modernización del Estado. Ha tenido la virtud de unificar un conjunto significativo de iniciativas en curso, darles expresión pública y sentido de alcance nacional. Con razón ha despertado un alto interés. Algunos han respondido con entusiasmo y otros con dudas, pero nadie ha podido dejar de reaccionar.

Si el papel de un jefe de gabinete es priorizar temas y congregar esfuerzos para sacarlos adelante, no cabe duda que está cumpliendo con su misión. Lo importante ahora es que lo que ha empezado tan bien como conocemos, tenga debida continuidad.

Muy probablemente el grado de éxito de una iniciativa de tan amplio alcance sea concitar la más amplia cooperación y apoyo tanto dentro como fuera del Estado. Su éxito depende, además, de saber acotar desde el principio sus alcances y contenidos. Digo esto último porque así como Pérez Yoma fue muy preciso en su discurso en Icare sobre las iniciativas gubernamentales que le interesa promover, también se ha realizado un llamado amplio y pluralista a hacer algún aporte y, potencialmente, los temas a cubrir pueden llegar a ser de lo más variado y heterogéneo.

Al mismo tiempo, hay que pensar tanto en las iniciativas sobre las que se quiere tener amplio apoyo como la defensa pública de parte decisiva del proyecto de Concertación alternativo al de la derecha.

Este año tiene gran importancia en lo electoral y en lo político. Por una parte, se desarrollan las elecciones municipales y, por otra, se celebran 20 años del triunfo del No, el 5 de octubre. Es un momento para marcar la identidad de la coalición de centro izquierda. Es el momento de marcar el rumbo que da sentido a la Concertación.

Pues bien, uno de los elementos de mayor calado en la diferenciación entre alternativas de bloque es precisamente el rol del Estado. Algo que la Concertación ha asociado de modo permanente con un cambio profundo también en las relaciones de cooperación y complemento entre el sector público y el sector privado (donde también hay mucho que mejorar y cambiar).

La ampliación de la equidad, del respeto de los derechos ciudadanos, de la probidad, de la transparencia, de la promoción de la mujer y de la innovación tiene protagonistas al Estado, pero también al sector privado y a la sociedad en su conjunto.

Esto es mucho más que gerencia y gestión, que es el punto de consenso, pero que no es el punto de referencia. Y porque no hay quién no lo sepa, queda mucho por hacer.

En cualquier caso, es el gobierno quien ha mantenido la iniciativa, en pleno vendaval, y lo más probable es que siga haciéndolo. Todo depende de que consiga acuerdos y marque las diferencias, es decir, de que no deje de ser ambidiestro.

viernes, abril 11, 2008

Me gustas cuando callas, porque estás con la derecha

Me gustas cuando callas, porque estás con la derecha

¿De cuándo acá sancionar a una ministra, con la que tantas personas sencillas se podían sentir identificadas, es como para recibir aplausos? La derecha busca una victoria de incalculables efectos.

Víctor Maldonado


Cada cual en su papel

Desde hace tiempo, la derecha ya ha escogido un camino para llegar a La Moneda. La senda elegida consiste en concentrar sus esfuerzos en una candidatura única, respaldada por una Alianza que se amplía con la incorporación de los disidentes del oficialismo. Se trata de que el arco iris viaje de un polo a otro del espectro político.

La actuación de los partidos y sus principales figuras terminará por subordinarse a este objetivo. En la derecha a muchos no les gusta Sebastián Piñera, pero más les disgusta quedar de modo permanente fuera del poder. Por eso, compiten entre sí pero a medida que transcurre el tiempo se encaminan a tomar posiciones con vistas a la sucesión de Piñera, no de su reemplazo o de una competencia a dos bandas en la presidencial.

Sin embargo, el otro aspecto que no hay que olvidar es que a los partidos de la oposición les interesa abrir el espectro de su conglomerado atrayendo a los disidentes de la Concertación. Éstos, por su parte, se dejan querer y no han dejado de tender puentes y de actuar en conjunto de un modo ya sistemático y abierto. En realidad, el aporte de los recién llegados no consiste, en una primera instancia, en incorporarse oficialmente al conglomerado opositor. Si hicieran eso dejarían de entregar el aporte que se les solicita.

La misión encomendada es la de debilitar a sus antiguos socios, descalificar el discurso de la Concertación (algo que en un primer momento parece creíble, dado que ellos vienen de dentro), y transmitir en todo momento que el tiempo de la centroizquierda ha terminado.

Adolfo Zaldívar es quien más ha avanzado en esta línea; ahora, en su visita a Argentina no tuvo ningún problema para declarar: “Para mí, la DC y la Concertación ya son pasado. Cuando me echaron, no perdí un minuto en enfrentarlos, me preparé para un nuevo desafío”. Para él, su expulsión tiene motivos claros: “Me expulsaron de modo aberrante por las críticas a un Gobierno que se aleja de la gente y se aferra al poder”. Como se comprenderá, la derecha no tiene necesidad de agregar algo. Simplemente, no puede superar la crítica acérrima y unilateral del líder colorín. Y ese es el servicio que presta. En eso consiste el entendimiento entre ambas partes.

En este tipo de acuerdos, los entretelones y la letra chica no se conocerán sino hasta después de las elecciones. Pero no cabe duda de que este es el centro orientador de las acciones de todo este sector del espectro.

Nadie sabe para quien trabaja

En política se conoce la orientación y las intenciones de alguien tanto por lo que habla como por lo que se calla. Los disidentes de la Concertación hace mucho que dejaron de decir algo en contra de la derecha y desde hace mucho que han hecho el relevo de la oposición en la línea del ataque más fuerte y más constante.

En este caso, los pequeños son mucho más ambiciosos que los grandes partidos opositores.

La derecha siempre ha querido ganarle en las elecciones a la Concertación, pero da la impresión de que sus socios pequeños quieren demolerla. En realidad, quieren reemplazarla como la contraparte, de nuevo corte, con la que la derecha habrá de entenderse desde ahora en adelante. Desintegrada la actual mayoría, ya podrán llegar con tranquilidad los que buscan “recuperar el centro político” y, si las cosas van bien, hasta podrán, en la siguiente oportunidad, tener una nueva mayoría.

Para ser francos, nos encontramos ante una estrategia política del todo entendible, pero que sin duda no concursaría en parte alguna como ejemplo de lo más decoroso que se haya intentado en política. Quien hace de demoledor no se anda con remilgos y empieza por dañar a personas que, como Yasna Provoste, son vistas como etapas de un camino por el que se transita con gélida determinación.

La mantención de las buenas relaciones con los nuevos socios ha sido una prioridad para los dos partidos de la Alianza. Resulta ser un elemento básico para su estrategia. Están dispuestos a realizar muchos sacrificios y a hacer muchos gestos. El problema está en que esta actitud le está significando crecientes costos a la oposición, aspecto que no había estado considerado hasta ahora dentro de sus análisis. Y esto es algo de lo que en la derecha están adquiriendo creciente conciencia.

Quien haya visto a los personeros de derecha celebrar sus victorias se habrá dado cuenta de cómo expresan sus triunfos cuando son auténticamente sentidos: como no han tenido muchas oportunidades para celebrar, si consiguen algo que les importa la algarabía que arman es indescriptible. Aplausos, sonrisas, abrazos, euforia que va y que viene.

Pirro y sus seguidores de hoy

Si el lector recuerda ahora lo ocurrido con la acusación constitucional en la Cámara de Diputados habrá observado un gran contraste con lo anteriormente descrito.

Lo que la derecha mostró en esa ocasión fue disciplina y orden. Todos llegaron a votar, todos votaron “como debían”, se amenazó a los indecisos con perder dinero y arriesgar su distrito. No se dejó espacio a ninguna duda ni titubeo. La imagen del diputado traído en silla de ruedas para cumplir con su obligación no necesita de más explicaciones.

Pero los rostros de quienes ganaron no eran los propios de quienes están contentos por una victoria que les pertenece, que les es propia y de la cual no se tiene ninguna duda en cuanto a su efecto y oportunidad.

Era como si tuvieran que hacerlo pero no quisieran hacerlo. Algo parecía advertir por dentro -a más de uno- que la acusación constitucional no era tan buena idea cómo se habían visto obligados a convencer y a convencerse.

Nadie parecía desconocer que se había participado en la sanción de alguien inocente. O al menos de alguien que podría recibir críticas pero de ningún modo una acusación de esta envergadura. Sabían que no todo terminaba en la sala, que la opinión pública también evalúa, juzga y sanciona; que quienes estaban mirando por televisión los principales episodios no se harían cargo de los sesudos argumentos sino de la imagen de la destitución al momento en que se votaba.

No, nada bueno podía salir de aquí, al menos no de ahora en adelante. Demostrar al Gobierno que podían derribar un ministro era una demostración de fuerza, pero ¿era una demostración de sensatez? ¿De cuándo acá sancionar a una ministra, con la que tantas personas sencillas se podían sentir identificadas, es como para recibir aplausos?

Lo que ha conseguido la derecha es dedicar todo su esfuerzo a completar una victoria que tendrá incalculables efectos políticos, muchos más de aquellos que planificaron entregar sus promotores.

En la antigüedad, se hizo famoso el caso del general griego Pirro, quien intentó hacer frente a un pueblo que salía de las sombras de la historia y que era aún desconocido para muchos: los romanos. En una célebre batalla, Pirro logró derrotar a los romanos, los que no obstante se retiraron en orden y sin grandes pérdidas. En cambio el atacante había perdido soldados, recursos y tiempo en abundancia, por lo que el general dijo en un rapto de sinceridad: “¡Otra victoria como ésta, y perdemos la guerra!”. Y fue eso, exactamente, lo que ocurrió.

Lo extraño del caso de Pirro es que sigue teniendo seguidores a lo largo de la historia entre quienes suelen desconocer su nombre.

Los líderes más responsables de la derecha tienen razón al sentirse incómodos. Es lo que le ocurre a cualquiera cuando empieza a dudar de si está dirigiendo los acontecimientos, o si son otros quienes los están digitando.

Se trata sólo de una impresión, pero hay que decir que el comportamiento de la derecha más se asemeja a la ejecución de un encargo que al resultado de la íntima convicción expresada en tiempo y en oportunidad.

Los líderes del sector debieran pensar en esto antes de la votación constitucional en contra de la ministra de Educación: cuando uno se mueve y no sabe hacia dónde va, hay otro que sí sabe hacia dónde lo lleva.

viernes, abril 04, 2008

Cada cual a su puesto

Cada cual a su puesto

Vea bien: hay uno cerca suyo

Un candidato presidencial se detecta fácilmente: es aquel que no niega sus pretensiones. Cuando alguien no tiene la menor intención de llegar a La Moneda, tampoco tiene ningún inconveniente en descartar desde el principio tal posibilidad. Cuando no lo hace, es porque está interesado.

Que alguien avance más en la línea de hacer explícitas sus intenciones, tiene mucho que ver con el sentido de la oportunidad y el manejo de los tiempos. Ocurre que declarar abiertamente una candidatura tiene muchas consecuencias prácticas. Lanzarse antes de tiempo puede ser un gran error, o puede producir un desgaste anticipado que atente contra los planes del interesado. Por eso no se está actuando de mala fe, se está avanzando tanto como se puede y tanto cómo es posible.

Así, por ejemplo, Camilo Escalona está en lo cierto al decir que Ricardo Lagos está disponible. Porque cuando este último señala el mecanismo por el cual no le agradaría ser nominado candidato de la Concertación, lo que está afirmando es que, si se utiliza otro procedimiento más adecuado, entonces sí se puede contar con él. Pero, como todos sabemos, no es el único.

Naturalmente en política se acostumbra pensar que toda actuación pública de un líder se realiza midiendo con anticipación hasta el último detalle. Las personas que así piensan suelen vivir felices, están convencidas de todo es parte de un plan y que cada cosa acontece por estar prevista.

Lo más significativo es que las aspiraciones referidas a la próxima presidencia están rondando en la cabeza de los más directamente implicados. En otras palabras, la competencia por llegar a La Moneda, ya está entre nosotros.

En el caso que nos ocupa, hay que partir planteándose qué es lo mejor para el país y la Concertación, y, luego, dedicarse opinar sobre instrumentos y procedimientos pertinentes a ese objetivo. Todos los que corren tras la primera liebre que aparece, no están cumpliendo el papel de guías sino que están dejándose guiar.

Hay que ir directo al tema de fondo. A la pregunta de si es bueno que la Concertación cuente ya con candidatos presidenciales perfilados, la respuesta es, sin duda, que sí.

La igualdad de condiciones desde la partida

Un conglomerado de gobierno no puede actuar en el vacío. Al frente tiene una oposición encabezada por un candidato presidencial en campaña, la cual –por si alguien no se ha dado cuenta- incluye el uso frecuente de giras internacionales. El método ha sido probado en otras latitudes y no da malos resultados: consiste en asumir una estrategia en la que, literalmente, se sobrevuelan los problemas, mientras los demás discuten allá lejos, pegados a la tierra.

Además, se aproxima la elección municipal y, durante el transcurso de este año, los principales liderazgos nacionales se abocarán al respaldo de los candidatos locales. Los aspirantes a alcaldes y concejales que no estén acompañados, se encontrarán en desigualdad de condiciones con sus oponentes.

Por último, se necesitan personas que en concreto capitalicen el apoyo de la Concertación tiene a nivel nacional y que, de momento, sólo se hace sentir por su ausencia en las mediciones públicas.
Así que contar con figuras presidenciales destacadas no es un lujo o una impertinencia. Es lo que se necesita.

El problema no estriba en que existan personas que dan a conocer sus aspiraciones y que busquen apoyo y respaldo ciudadano. Lo decisivo está en escoger procedimientos integradores a los que todos se sujeten, en el momento en que se inicia la etapa previa a la competencia interna. Que esto se logre sólo en parte es tarea de los precandidatos. Es, sobre todo, responsabilidad de la coalición en su conjunto.

Los candidatos hacen su mejor esfuerzo para perfilarse. Esto quiere decir que se presentan en oportunidades escogidas, recorren el país y emiten mensajes que buscan obtener un alto impacto público. Pero no es posible que cada cual esté haciendo lo que quiera, del modo que le parezca y a la hora que se le ocurre. Un cierto reglamento de buenas formas y mejor tino ha de imponerse para todos.

Se ha repetido mucho la idea de que el lanzamiento de la campaña presidencial perjudicaría enormemente al gobierno y a la actual mandataria. Esto es algo tan repetido como falso.

En realidad, lo que puede perjudicar el buen funcionamiento del gobierno son dos situaciones a evitar. Por una parte, es deseable la aparición de un número plural de candidatos presidenciales en la Concertación, pero no lo es que se llegue a producir un desequilibrio entre los aspirantes por una partida desordenada en la que solo algunos de ellos entran en acción.

Lo que en todo momento ha de evitarse, como siempre se ha debido hacer con anterioridad, es no caer desde el Ejecutivo en la defensa unilateral de alguno de los aspirantes. El gobierno es y debe ser siempre la casa común de toda la Concertación. Mientras esto sea así todo estará en orden.

Por otra parte, es importante que no se produzca un contraste tal que el conglomerado de oposición sea el único con candidato en cancha, mientras todos los del otro bloque esperan para no arriesgar el desgaste anticipado.

Pues bien, no es esto lo que está ocurriendo ahora y lo que se proyecta en el futuro inmediato. Lo que tenemos es una situación desequilibrada.

Cuando se da la largada, todos parten

Muchos recordarán que en los anteriores comicios locales, la derecha cometió el desatino de “presidencializar” la campaña municipal, cuando contaba con sólo un candidato. Esto motivó a que la Concertación tuviera que hacer otro tanto. Pero en su caso se contaba con un número mayor de figuras de primer nivel, que concitaba el interés público donde quiera que fueran.
Los resultados están a la vista. Fue un ejemplo de manual de aquello que no se debe hacer.

La moraleja de toda esta historia es simple: si la carrera presidencial es iniciada por uno de los dos bloques políticos, el otro no se puede quedar atrás. Si todos quienes pueden ser abanderados de un conglomerado están en terreno, colaborando conseguir un buen resultado, con un mensaje positivo que aportar y explicitan su apoyo al gobierno, entonces no hay nada que temer.

Hay que aclarar, eso sí, que en ningún momento se está hablando de proclamaciones públicas y formales. Esta es una decisión optativa y propia de cada partido. Cada cual sabrá cuál es el mejor momento para oficializar la nominación de su candidato o candidata. Aquí no nos referimos a las formalidades sino de las acciones reconocibles por el ciudadano común.

Hay otra razón para apurar el paso. Y es que el mensaje de futuro necesita encarnarse en personas concretas. El gobierno debe especializarse en demostrar que la Concertación sabe cumplir con sus compromisos. Puede mantener la iniciativa política en todo momento. Puede prestigiar y elevar el tono del debate público. Puede hacer visible lo grandes avances que el país ha experimentado y acelerado los últimos años. Pero no es el Ejecutivo el encargado de señalar el rumbo más allá de su período.

El Ejecutivo tiene que llenar su propio espacio. Lo que el gobierno debe conseguir es la ejecución integral de su programa, entregar conducción política de calidad en el periodo electoral y la mantener un buen clima de convivencia democrática. Todo lo que garantice la prosecución de estos objetivos, son buenos para la administración Bachelet.

Al gobierno le conviene no estar solo en la entrega de mensajes positivos. Por eso tener primeras figuras en predisposición de campaña pública es una fuente de energía renovada puesta a disposición del país. Esto también se necesita y hay que trabajar para que se produzca.

La acusación constitucional contra Yasna Provoste causará muchos más efectos que los que imaginan sus impulsores. Una reacción se ve venir junto con un cambio en el estado de ánimo. En paralelo, ha empezado una tendencia hacia un mayor apoyo el oficialismo. Mucho va a pasar en poco tiempo.

Tras lo cual hay que decir que los candidatos les ha llegado su tiempo. Es algo que tienen que ver con las condiciones ambientales y con una necesidad real. Cada cual sabe que ha llegado la ocasión y que no hay que desperdiciarla. El que no se da cuenta de algo tan básico –y no llega a tiempo- no sirve para el puesto al que aspira.