Sobre acuerdos y disensos
Sobre acuerdos y disensos
Ahora le toca mover al Gobierno. Tiene que hacerlo con equilibrio, con capacidad de resolución y con prestancia en el debate. Es decir, tiene que moverse haciéndolo mucho mejor que su contraparte.
Víctor Maldonado
El día después
La derecha no debe ser seguida en sus errores. En estos días, la oposición ha mostrado un claro interés por reemplazar a la Concertación en el poder. Sin embargo, el camino escogido no la está calificando precisamente para esta posta política de marca mayor.
Para ejercer el Gobierno se debe tener la capacidad simultánea de lograr acuerdos nacionales y, al mismo tiempo, mantener el debate sobre las diferencias sustanciales que nos separan con los adversarios. Cada cosa en su tiempo y oportunidad.
La oposición ha mostrado, por meses, una falla sustantiva en lograr una combinación adecuada de estos elementos.
Su conducta en el caso de la acusación constitucional contra Yasna Provoste es la mejor demostración disponible al respecto. Pero lo más importante no es tanto cómo se comportó la derecha durante la acusación misma, como el hecho de que se dejó arrastrar por intereses menores, por la búsqueda de socios, por análisis de poco calado y por personajes de visión política limitada.
Lo que sucedió el miércoles en el Senado es una de estas situaciones donde se obtiene un triunfo el primer día y luego se tiene mucho tiempo para lamentar el haberse metido en semejante problema. La derecha acaba de consumir un veneno de efecto lento.
En momentos en que su propio electorado le está pidiendo que se privilegie el acuerdo y el entendimiento con el Gobierno en beneficio del país, la oposición ha movido en el sentido contrario. Está girando en torno a temas de confrontación, de corte negativo, de los que nada bueno y de provecho se saca para el conjunto del país. Temas estrictamente políticos, que no la conectan con la gran mayoría de la población. En otras palabras, está cometiendo demasiados errores en un período ya muy prolongado.
Aquí es donde se nota una falla política que ha acompañado a la Alianza de forma permanente. En la derecha no se tiene la costumbre de llevar los temas adelante: son los temas lo que se llevan por delante a todos, incluidos los líderes, los partidos y la misma coalición.
Se puede considerar un error político cualquier iniciativa que se emprende y cuyos efectos negativos sobrepasan con creces lo previamente esperado por sus impulsores. Es lo que está ocurriendo: la derecha empezó a jugar con fuego y está saliendo chamuscada.
El caso de Adolfo Zaldívar es un cuento aparte. Soy un convencido de que el senador no tiene la menor idea de lo que significa para mucha gente que simpatizó con él en algún momento el impacto que les causó verlo argumentar y votar junto con la derecha una acusación contra una mujer y una democratacristiana tan representativa de la falange. En política, muchas cosas se terminan por superar y olvidar. No ocurrirá así en este caso.
Si alguien quiere saber cómo se pueden echar por la borda 40 años de militancia en un solo acto, que mire a Zaldívar.
Cuando el ventilador se da vuelta
Pero aparte del episodio de la acusación constitucional, se puede decir que este no es un período exento de otros errores evitables o de dificultades amplificadas por el propio conglomerado de centroderecha.
Es ahora cuando se presentan, al mismo tiempo, los casos de probidad en municipios gremialistas, y, además es el período en que la derecha paga un costo enorme por una oposición poco dúctil e ideológica en el tema de la píldora. Los tres temas tienen en común que hacen pasar a la defensiva a la oposición en una materia vinculada con la ética.
El caso de la píldora es de antología. Tradicionalmente, son los adversarios los que tratan de poner en una posición incómoda a un actor político, pero aquí se trata de un grupo que ha buscado activamente autoinmolarse.
Esto no es de extrañar. Nuevamente es un grupo fundamentalista el que se lleva a todos por delante. Más allá de los intereses permanentes de un partido, de las visiones más moderadas y de consideraciones de largo plazo.
Se puede decir que los principales problemas de la derecha han provenido de la misma derecha. La Concertación no ha hecho nada por dar impulso a estas dificultades. Se ha encontrado con situaciones que estaban por completo en poder de la oposición para desactivarlas a tiempo o presentarlas de un modo mucho más depurado.
Ahora le toca mover al Gobierno. Tiene que hacerlo con equilibrio, con capacidad de resolución y con prestancia en el debate. Es decir, tiene que moverse haciéndolo mucho mejor que su contraparte porque el espacio para acentuar el dominio de la agenda política está abierto.
Tiene que acertar allí donde ha fallado reiteradamente la derecha, por falta de tino, de liderazgo y un exceso de sectarismo: deben construir acuerdos al mismo tiempo que se debaten las diferencias con altura de miras. Y, en ambos casos, ha de saber llevar la iniciativa.
Una estrategia ambidiestra
El ministro del Interior ha tenido un éxito notable en concitar la atención pública respecto de una propuesta de modernización del Estado. Ha tenido la virtud de unificar un conjunto significativo de iniciativas en curso, darles expresión pública y sentido de alcance nacional. Con razón ha despertado un alto interés. Algunos han respondido con entusiasmo y otros con dudas, pero nadie ha podido dejar de reaccionar.
Si el papel de un jefe de gabinete es priorizar temas y congregar esfuerzos para sacarlos adelante, no cabe duda que está cumpliendo con su misión. Lo importante ahora es que lo que ha empezado tan bien como conocemos, tenga debida continuidad.
Muy probablemente el grado de éxito de una iniciativa de tan amplio alcance sea concitar la más amplia cooperación y apoyo tanto dentro como fuera del Estado. Su éxito depende, además, de saber acotar desde el principio sus alcances y contenidos. Digo esto último porque así como Pérez Yoma fue muy preciso en su discurso en Icare sobre las iniciativas gubernamentales que le interesa promover, también se ha realizado un llamado amplio y pluralista a hacer algún aporte y, potencialmente, los temas a cubrir pueden llegar a ser de lo más variado y heterogéneo.
Al mismo tiempo, hay que pensar tanto en las iniciativas sobre las que se quiere tener amplio apoyo como la defensa pública de parte decisiva del proyecto de Concertación alternativo al de la derecha.
Este año tiene gran importancia en lo electoral y en lo político. Por una parte, se desarrollan las elecciones municipales y, por otra, se celebran 20 años del triunfo del No, el 5 de octubre. Es un momento para marcar la identidad de la coalición de centro izquierda. Es el momento de marcar el rumbo que da sentido a la Concertación.
Pues bien, uno de los elementos de mayor calado en la diferenciación entre alternativas de bloque es precisamente el rol del Estado. Algo que la Concertación ha asociado de modo permanente con un cambio profundo también en las relaciones de cooperación y complemento entre el sector público y el sector privado (donde también hay mucho que mejorar y cambiar).
La ampliación de la equidad, del respeto de los derechos ciudadanos, de la probidad, de la transparencia, de la promoción de la mujer y de la innovación tiene protagonistas al Estado, pero también al sector privado y a la sociedad en su conjunto.
Esto es mucho más que gerencia y gestión, que es el punto de consenso, pero que no es el punto de referencia. Y porque no hay quién no lo sepa, queda mucho por hacer.
En cualquier caso, es el gobierno quien ha mantenido la iniciativa, en pleno vendaval, y lo más probable es que siga haciéndolo. Todo depende de que consiga acuerdos y marque las diferencias, es decir, de que no deje de ser ambidiestro.
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