viernes, febrero 08, 2008

La política en vacaciones

La política en vacaciones

Un punto conflictivo marca la diferencia respecto de todo el resto. Es el caso de los activistas en el área mapuche que hacen uso de la violencia para promover sus reivindicaciones.

Víctor Maldonado


En el verano profundo

EL VERANO SE muestra inmisericorde con las noticias políticas intrascendentes. Esto tiene mucho sentido. Cada cual tiene plena conciencia de que es necesario aprovechar al máximo estas semanas para reponerse del ajetreo de un año intenso. Por eso, lo que importa -por el momento- son las novedades para distraerse y las noticias políticas de envergadura. Pero no una combinación de estas dos.

A nadie se le aparece todavía el “fantasma de marzo”, pero cada cual sabe que está allí a la vuelta de la esquina. El año político se inicia con muchos conflictos sociales preanunciados, con la posibilidad de restricciones energéticas, con el reinicio de la conflictividad política y con definiciones partidarias pendientes.

Ningún artificio puede competir con la realidad, y este año se prefigura con suficientes dificultades auténticas como para -además- hacerse cargo de juegos de artificios propios de la temporada.

Sabiendo que los acontecimientos nos atraparán con su consistencia dentro de poco, es natural aprovechar el paréntesis veraniego del mejor modo. Ésta no ha sido una buena temporada para los voceros de ocasión.

El Gobierno parece haberlo entendido perfectamente bien. Este verano se ha hecho presente con la campaña Verano en buena, que sintoniza con las necesidades, prioridades e intereses ciudadano. Nadie está pensando en el Ejecutivo en plantear densos planes y programas, aun de la importancia de la reforma previsional, que será tema del próximo mes. Se habla el lenguaje de las realizaciones concretas y en eso no habrá variaciones en el futuro cercano.

Claro que, ante las realizaciones de envergadura, hasta el más irreductible opositor marca la diferencia. A lo más dice que se trata de una excepción. Así, Andrés Allamand ha señalado que la reforma previsional es “el único logro duradero de la actual administración”. ¡Algo es algo! Hace poco ni siquiera esto habría sido considerado como un aporte indudable para el país.

En cambio, el mayor intento de quebrar la inercia del verano lo protagonizarán los partidos de oposición, cuando busquen reavivar el malestar ciudadano con el Transantiago, “celebrando” su primer aniversario (el 10 de febrero) con una actualización de todas sus críticas y una puesta en escena ad hoc.

Dos problemas bien diferentes

Me atrevo a pensar en un efecto escaso, y hasta puede llegar a ser bien distinto de lo buscado. No porque las críticas hayan sido inmerecidas una larga temporada, sino porque son indesmentibles las progresivas mejoras al servicio producidas de modo sistemático en los últimos meses. Lo que a la gran mayoría que preocupa es lo que está aconteciendo ahora, no el recuento histórico de los acontecimientos.

Además, el ministro René Cortázar no puede ser presentado como responsable de problemas que anteceden su llegada, sino como alguien abocado a la búsqueda de soluciones. Quienquiera lo puede ver, desde ya, explicando y mostrando el terreno los avances parciales obtenidos. Las deficiencias son soslayadas, pero los progresos son también prescindibles.

Siendo así, las críticas se asemejan al comportamiento de quienes, desde la galería, hacen todo tipo de sugerencias a quien está en el lugar intentando hacer lo mejor posible.

El aprovechamiento del “aniversario” no parece ser una gran idea para acercarse a los ciudadanos. Ni es un aporte ni tiene ningún destino. La idea de los dirigentes opositores de desplazarse a los lugares considerados conflictivos, para “solidarizarse con la gente”, puede llegar a ser muy contraproducente para los involucrados.

Mucho se dice de que, para el Transantiago, el regreso de las vacaciones será una prueba decisiva. No parece ser el caso.

La prueba fue decisiva el año anterior. Los cambios estaban recién realizados, se mostraron insuficientes en múltiples aspectos y los errores se vinieron encima todos a la vez. Nada de esto les espera a los santiaguinos al volver a casa. Lo que les espera es mucho trabajo acumulado, mucho por hacer y por ajustar, pero ninguna sorpresa.

Sin embargo, un punto auténticamente conflictivo marca la diferencia respecto de todo el resto. Es el caso de los activistas en el área mapuche que hacen uso de la violencia para promover sus reivindicaciones. En este caso, sí que las vacaciones no han existido.

Es un desafío importante para nuestro sistema de convivencia, primero, porque se trata de demandas radicalizadas; segundo, porque no se muestra interés por usar el diálogo y, tercero, porque se legitima el uso de la violencia como instrumento habitual de acción pública.

El desafío no está por el número de personas comprometidas. Se sabe que se trata de una ínfima minoría. Sino porque busca provocar una reacción de uso de fuerza excesiva, de manera de generar un escenario de confrontación total, que genere un espiral de violencia que les permita justificar la existencia del ataque como una tendencia en la zona mapuche, uno más en una serie, que se inscribe dentro de esta estrategia.

El Gobierno no puede convertir su relación con una etnia completa y con un pueblo multifacético en la relación con una expresión pequeña y extrema. Eso es lo que se pretende y eso es lo que no se ha de conseguir. Esto obliga a un tratamiento diferenciado de problemas de distinta envergadura, de diferente origen y de protagonistas claramente diferenciados.

Un año para el comportamiento responsable

Pero, aun considerando lo anterior, en general, el protagonista de este verano es la normalidad. La compañía permanente de las críticas a la Presidenta por los días de toma de vacaciones han estado ausentes en esta oportunidad. El ministro del Interior ha quedado al mando de un modo muy efectivo.

Pese a todo, éste no parece ser un año que se haya iniciado mal para el oficialismo. En igual fecha del anterior, el Gobierno había iniciado un proceso de baja en el apoyo ciudadano, incluso antes de la aplicación del Transantiago. En lo que llevamos del verano, y considerando las encuestas conocidas, la tendencia actual es a mantener o a aumentar el respaldo público.

Sin duda que éste no será un año fácil. Las condiciones internacionales y las proyecciones económicas internas ya no son las mismas. 2008 se hace presente con los efectos de la sequía y las limitaciones en el campo energético. De modo que el año electoral no podrá ser de promesas sin fundamento y sin referencia al comportamiento responsable que se requiere que las circunstancias que vivimos.

No es un mal escenario para la Concertación. Cuando las dificultades asoman, lo que se busca son medidas y soluciones, no lamentos y quejas. Lo que hay que hacer es mostrar que se está haciendo todo lo necesario, lo mejor posible, y que se trabaja con intensidad y eficiencia. Nadie espera milagros, pero tampoco resignación.

La oposición no puede pensar que de la sola crítica obtendrá el respaldo ciudadano que busca. Termina cansando el hecho de que su candidato presidencial a cada paso diga lo que “habría” realizado en el caso de que “hubiera” resultado elegido Presidente. El tema para el ciudadano común no es qué “hubiera pasado” si las cosas hubieran sido distintas. Hablar hoy de un Chile ficticio no tiene sentido. Tampoco de esta manera se concita interés.


En las comunas afectadas por la sequía se requiere ayuda. En las próximas semanas puede sea urgente, aún más que la emergencia que ya conocemos. Y eso requiere el despliegue efectivo de la administración central, regional y local. Todos trabajando coordinados y en equipo. Lo demás, si hay tiempo, quedará para después. Sólo cuando no se hace todo lo que se puede, se pasa de la preocupación al reclamo abierto. Pero éste no ha sido el caso hasta ahora.

De momento el oficialismo no ha dado campo a la crítica fácil. Sin duda, e incluso en pleno paréntesis estival, proyecta la imagen de estar completamente activo y, en ningún caso, de ser un “Gobierno ausente”. En realidad, se tiene la impresión de que el número de acciones efectivas que se muestra son superiores al de críticas que se recibe. Algo bastante anómalo aquí y en cualquier parte.