De lleno en la segunda etapa
De lleno en la segunda etapa
Víctor Maldonado
El cambio de gabinete expresa la ratificación de un rumbo. Se han cambiado personas, pero se han confirmado los propósitos centrales tal cual fueron presentados en el programa.
En el inicio de la nueva etapa
La segunda etapa de Gobierno ya está entre nosotros. La salida anticipada del ministro del Interior dio un carácter de alta expectación a los pasos que siguieron a su renuncia, lo que llevó a otorgar una atención pública amplificada al desarrollo del cambio que se completaba con el anuncio de los nuevos subsecretarios.
Sin duda, no han sido días fáciles para las primeras líneas del Ejecutivo, pero el gabinete ya se encuentra en pleno reordenamiento, luego de conocerse el desenlace.
En esta ocasión había que "apuntarle a la primera", porque simplemente no queda tiempo para rectificaciones mayores. De allí la importancia de lo que acabamos de presenciar. La impresión inicial de los cambios ha sido buena, pero es importante fijar criterios para formarse una opinión más fundada sobre el grado de acierto que se ha tenido en este momento decisivo.
Lo que hay que partir diciendo es que, en esta nueva etapa, se está demostrando como un factor decisivo la necesidad de difundir certezas y confianza. Por eso ha llegado a ser crucial tanto tomar decisiones correctas en los cambios de autoridades como concitar un significativo apoyo a las decisiones adoptadas por la Presidenta Michelle Bachelet. Para tener éxito, ambos aspectos debían ir de la mano, porque un equipo idóneo y adecuado requiere tiempo y oportunidad para poder asentarse, cumpliendo con las tareas que le encomiendan.
Por eso, mirado en retrospectiva, el test decisivo para el oficialismo consistía en que, tanto el Gobierno como su coalición, adoptaran a cabalidad sus funciones propias, sin confusión y sin titubeos.
El equilibro no era nada fácil, pero de lo que se trataba era de que la Mandataria ejerciera sus funciones privativas, sin presiones indebidas, aunque logrando que los partidos que la respaldan se sintieran plenamente comprometidos con sus resoluciones.
De allí la importancia que tuvo -previo al anuncio de los cambios- la reunión sostenida por la Presidenta con los timoneles de los partidos el fin de semana recién pasado. Los buenos observadores habrán advertido que aquí se consiguió un acuerdo de fondo, que luego se materializó sin replicas negativas de relevancia.
Por una parte, Bachelet pidió respaldo irrestricto a sus decisiones y, por otra parte, los timoneles solicitaron que se implementara una intervención profunda y a la brevedad.
Como se ve, ambas partes actuaron dentro de sus funciones propias. No se centró el debate en los nombres y los cargos, aunque es bien posible que nadie haya dejado de entregar sus sugerencias de manera oportuna y conveniente.
Lo que importa retener es que, tras el análisis de las condiciones del momento político y sus implicancias para la conformación de un nuevo gabinete, se pudo constatar que existía una amplia coincidencia en lo que se necesitaba realizar. Es decir, había perspectiva y piso para realizar los ajustes, tal cual se requería.
Con este punto de partida, el cambio de gabinete sólo podía ser exitoso, si se mira desde la Concertación.
El giro en la oposición
Otra forma de evaluar el mismo acontecimiento consiste en observar lo acontecido desde la vereda de enfrente. Y está claro que el ajuste ministerial no dejó indiferente a la oposición, sino que la obligó, a su vez, a ajustar estrategia y discurso.
Uno de los primeros efectos producidos fue la variación en la actitud pública de la directiva de RN y su candidato presidencial más posicionado. Da la impresión de que estaban esperando la primera oportunidad para hacer un giro hacia lo constructivo y hacia el centro.
Desde luego, hay aquí un reconocimiento de la imposibilidad de mantener una oposición cerrada y sin matices.
Sebastián Piñera se ha adelantado a reconocer que nos encontramos en una nueva etapa. Así es que su anuncio consiste en decir que la Alianza asumirá un rol más propositivo, dispuesto a concretar acuerdos, sin dejar de fiscalizar.
Muy de acuerdo con su estilo, Piñera no ha podido dejar de mencionar expresamente que esto es algo distinto de lo que realiza (el cual estaría actuando de un modo más "pasivo"). Eso quiere decir que cuando el que se acerca es Lavín entonces es malo, pero cuando el giro lo realiza él, es todo lo contrario.
Ahora resulta que se descubre que la "guerrilla y la descalificación permanentes no conducen a ninguna parte". ¡Como si esto no se lo hubieran estado diciendo desde hace tiempo desde el Gobierno y desde la oposición más moderada!
En definitiva, la tesis del desalojo aparece hoy como abandonada por sus autores. Esto es bueno para la política. Demuestra que la realidad y la opinión de los ciudadanos pueden llegar a ser más fuertes que la terquedad y el perjuicio en la actividad pública.
No es que este paso esté resultándole fácil a la derecha. Sigue insistiendo en mantener un vocabulario desfasado. Sigue siendo del gusto del presidente de la UDI hablar al referirse a la acción de Gobierno como de la "administración del caos", "marca el paso", "no más comisiones", etc. Pero, como siempre, las acciones son más importantes que las palabras.
El impacto
Como es obvio, un relevo ministerial no puede ser evaluado por sus efectos prácticos, aún por producirse. Ningún ministro ha tenido la oportunidad de hacer algo por lo cual pueda ser juzgado. Hay que esperar a los hechos y las suposiciones al respecto valen tanto como las adivinanzas.
Sin embargo, y como hemos visto, el solo anuncio del nuevo gabinete ha provocado efectos públicos que son de gran importancia y que permiten evaluar su funcionamiento inicial.
El gabinete ha tenido buena acogida tanto en la opinión pública como en el ambiente político. Lo primero era de esperarse: la gran mayoría quiere que todos se pongan de acuerdo para sacar el país adelante, y un cambio de este tipo es una promesa de nuevos bríos que parece ir de la mano con lo anterior. Las primeras declaraciones del ministro Edmundo Pérez Yoma justamente fueron destinadas a destacar la búsqueda de acuerdos y el espíritu de diálogo, lo que está en plena sintonía con lo que se espera de él.
En el mundo político, en especial en la Concertación, no se puede esperar más que buena voluntad. Al fin y al cabo, lo que se pedía que pasara fue justamente lo que terminó pasando.
Se pedía la instalación de un personaje fuerte, con experiencia y prestancia a cargo del gabinete, y lo tienen. Se pedía mayor sintonía fina con los partidos, y es lo que se obtuvo. Se sabía necesario una especial deferencia con el PDC, dada las dificultades del momento, y nadie podría denunciar en la falange algún maltrato en una ocasión tan importante como ésta.
El cambio de gabinete expresa la ratificación de un rumbo. Se han cambiado personas, pero se han confirmado los propósitos centrales, tal cual fueron presentados al país en el programa.
La novedad que se puede esperar del nuevo elenco es la efectividad con que combinan conducción política, capacidad de gestión y presencia comunicacional y en terreno. Se trata de saber cumplir, de saber mostrar y de hacer bien en trabajo. Esto tiene una gran ventaja que el Gobierno debe saber aprovechar: todo lo importante por lo cual se evaluará la gestión Bachelet está en manos de sus colaboradores para cumplirse a cabalidad. Espero que sepan aprovechar esta tremenda oportunidad que se les presenta.
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