viernes, noviembre 09, 2007

Apelaciones y provocaciones

Apelaciones y provocaciones

Se trata de saber si el impacto del Transantiago, en lo que le llega al ex Presidente, puede ser superado y si la confianza se restablece en plenitud.

Víctor Maldonado


La apelación a los ciudadanos

En estos días, se han producido dos tipos de intenciones políticas relevantes que se han dirigido a la opinión pública; ambas con la finalidad de provocar efectos políticos importantes que modifiquen la percepción de situaciones y de personajes.

Por una parte, se produjo la reaparición pública de Ricardo Lagos, quien abordó el debatido tema del Transantiago; por la otra, en la derecha, varios han intentado reposicionar la vocería de trinchera, incluso con un ataque directo a Bachelet.

En el primer caso, estamos ante una acción política fina, que enfrenta una situación compleja, donde lo que se busca es salir airoso, sabiendo que se dispone de acotados márgenes de maniobra. En el segundo, ante la demostración de que la derecha carece de línea común, porque cada cual intenta lo que le parece, a veces al mismo tiempo y en distintas direcciones.

El documento entregado por el ex Presidente Lagos y sus posteriores declaraciones tienen gran importancia para todos los actores. Desde luego, la derecha ha aprovechado la ocasión para dar su propia evaluación del texto y palabras del ex Mandatario.

Según la oposición, estaríamos frente a un intento de deslindar responsabilidades, en detrimento de la administración de la actual Mandataria. En esta materia, la prensa de oposición nos está acostumbrando a un modo de proceder que resulta ser fuente de confusiones: une indisolublemente la información que entrega con una interpretación tendenciosa de lo que está pasando.

Las intenciones que están detrás de tan súbito interés por Bachelet son perceptibles desde kilómetros y no han logrado desorientar a nadie; pero de todas maneras se intentan “por si acaso”.

Quien analice las actuaciones de Lagos verá que ellas están marcadas por los siguientes elementos: (a) asume la responsabilidad que le cabe en el diseño del plan; (b) no asume -como es obvio- la responsabilidad por lo que se decidió después de su período; (c) aclara que el diseño era básicamente correcto y requería una implementación cuyos prerrequisitos no se cumplieron antes de la puesta en marcha; (d) hace explícito su llamado a apoyar a la Presidenta Bachelet.

Hay que llamar la atención sobre el hecho de que Piñera siempre había podido hacer este tipo de coordinación “presidencial” de la derecha. Al menos desde el término de la campaña pasada.

El puro enunciado de las argumentaciones empleadas muestra lo complicado del intento. Lagos ha vuelto a tomar la palabra y se está jugando a fondo. Ha decidido empezar a hablar y ya no podrá detenerse, porque mover a la opinión pública desde una opinión ya consolidada no es cosa de un día. No se saca nada con una declaración y una entrevista radial sino se le da continuidad y esto ocurrirá en medio del inicio del ambiente electoral. El resultado no puede ser prejuzgado.

Lo que termine ocurriendo con Lagos tiene mucho que ver con su particular relación con los ciudadanos. Aquí lo que importa no es lo que diga la derecha, ni siquiera lo que digan los dirigentes oficialistas. Es algo que está más allá de las maniobras políticas que son tan del gusto de la oposición. Se trata de saber si el impacto del Transantiago, en lo que le llega al ex Presidente, puede ser superado y si la confianza se restablece en plenitud. Todo lo que siga depende de esto para no nadar amarrado a un ancla.

En el desorden, critiquemos

En la derecha se está ante algo completamente distinto. Tras las actuaciones de Lavín de las semanas anteriores, ya no se volvieron a tomar temas de fondo, en lenguaje positivo y dirigiéndose al conjunto del país. La oposición volvió a la política de trinchera.

En estos días, pareciera que la instrucción hubiera sido la de emplazar a la Presidenta por algún motivo: el Transantiago, los indultos de hace varios años o los que se presentaron en el Congreso en esta semana en beneficio de uniformados en retiro. En fin, lo único seguro es que en los próximos días nos encontraremos con nuevos requerimientos directos a la Mandataria.

Un problema son los emplazamientos de la Presidenta, pero un segundo problema es el variado peso específico de los emplazadores: van desde los que se dedican a la polémica de rutina hasta los reiterados intentos de un senador. Semejante desnivel no se produce por planificación, sino por ausencia de ella. Razón de más para no aceptar estas invitaciones a bajar el nivel del diálogo político.

Y esto no tiene nada que ver con tener o no argumentos suficientes. A veces se tienen las respuestas, pero no se tiene la necesidad de contestar. Hay errores que se cometen una vez. Se puede decidir entrar a un debate sin altura, pero ya no se puede saber cuándo y cómo salir de él.

Se tiene la impresión de que una de las motivaciones importantes de quienes entran en polémica dura desde la oposición no buscan nada trascendente, al menos nada importante en lo colectivo. Lo que parecen querer es, simplemente, que una autoridad entre en el juego de las respuestas y contra respuestas para tener protagonismo y lograr cobertura de los medios.

Pero cuando se está en el inicio de una campaña presidencial no puede estar ocurriendo que cada cual intente lo que le parece. Es evidente que estos movimientos no están coordinados.

Así, por ejemplo, la derecha se jugó -en los mismos días- por desautorizar la idea de indultar personas, buscó y censuró en público a los responsables de la recuperación de la libertad de uno de los implicados en el asalto al Banco Security y la muerte posterior de un carabinero. Al mismo tiempo, era la misma derecha la que pedía el cumplimiento de los acuerdos reservados para aplicar una medida similar a los militares implicados en violaciones de los derechos humanos. Lo que se consigue, en la suma, es una conducta altamente contradictoria.

Cada una de estas actuaciones por separado tiene una lógica que resulta comprensible. Pero, en conjunto, no se logra percibir cuáles son los objetivos que se están priorizando. En realidad, no hay un gran objetivo, sino pequeños objetivos particulares de actores.

Cuando falta liderazgo

En la derecha, todos intentan lo que pueden en la dirección que estiman conveniente. Esto puede tener muchos nombres, pero ninguno que sea halagador para sus protagonistas.

Nadie puede acusar a ese sector de extrema sofisticación. Ha formado una guerrilla que ataca a lo que venga. Nadie les dice cuando detenerse. Embisten sin preocuparse del momento ni del efecto, sólo del impacto. Es extraño que aún nadie perciba el profundo daño que causan a la imagen del propio sector que representan con su falta de ingenio estratégico y con su incapacidad de graduar sus actuaciones.

Parece que estamos entrando en una etapa en que lo que más se estila es decirle a los demás cómo es que deben comportarse. Piñera también está estrenando un nuevo estilo de comportamiento. Trata de mostrarse como el impulsor real de las iniciativas de la oposición. Es él quien está reservándose los anuncios de los próximos pasos a seguir.

El problema lo tendrá en el ejercicio mismo de su función, porque tiene una gran facilidad para exceder rápidamente el ámbito de una coordinación razonable. A poco andar, los demás tendrán la sensación de estar siendo sobrepasados con cierta regularidad, que no se les consulta y que el personaje privilegiado realiza actuaciones que repercuten al interior de los partidos y no siempre de buena manera.

Uno no puede dejar de preguntarse por qué tanta crítica a los liderazgos ajenos, y tanta búsqueda de su desgaste. No se actúa así cuando se tiene plena confianza en el líder propio. Tampoco Lavín debió ser atacado con tanta saña si se partiera de una mayor confianza en el candidato ya instalado. El protagonismo no necesita ser acaparado para sentirse seguro.

Habrá que seguir viendo lo que ocurra, pero está claro que una oposición que se dedica a provocar no es una derecha centrada en convocar nuevos apoyos.