viernes, febrero 22, 2008

La estrategia electoral de la derecha

La estrategia electoral de la derecha

No es la primera vez que la derecha se considera la próxima ganadora presidencial. Tal vez las municipales no la desengañen, pero dejarán de manifiesto que puede lograrlo si se esfuerza.

Víctor Maldonado


La estrategia y sus componentes

Siempre es bueno contar con un plan obvio y claro por el cual guiarse. Eso es lo que ocurre en este instante en la derecha. A punto de reiniciarse la actividad política habitual, sabe a la perfección cómo tiene que comportarse desde el primer día.

Ningún plan funciona de forma adecuada si no existe una buena distribución de las funciones entre los principales encargados de llevarlo a la práctica. En este caso, lo que permite el ordenamiento es la existencia de un candidato presidencial, que hace que la mayor parte de las acciones -de a lo menos un partido- giren en torno a él.

No es el único candidato posible, pero es el único candidato efectivo y proclamado. Si no aprovecha su actual exclusividad, terminará por poner en riesgo su condición. Y sabe que no la puede desperdiciar.

Sebastián Piñera es un candidato que se asigna a sí mismo tres tareas fundamentales: señalar las grandes líneas de conducción política; dirigir la campaña municipal; y ampliar la base de sustentación política de su candidatura.

Las tareas de organización partidaria quedan, en este contexto, a cargo de dirigentes internos. El debate político es de los parlamentarios. Los candidatos, los militantes y los comandos van a la campaña. La amplificación de sus puntos de vista queda en manos de los medios de comunicación, ampliamente controlados por el sector. Como en toda estrategia, se trata de que el éxito de una de las partes permita asegurar el éxito de los otros componentes.

En una planificación de estas características, lo importante es que cada cual se aboque a su función más propia, sin inmiscuirse en la que le corresponda a los demás. Así evitan duplicaciones, entrecruzamientos que entorpezcan y contradicciones públicas.

En cuanto a la tarea de dar conducción política al sector, la idea de Piñera es la de mantenerse en la primera línea de las propuestas y de los acuerdos que estén centrando el interés público. De allí que prepare, para marzo, la presentación de iniciativas tales como sus ideas en torno al sistema binominal, el voto voluntario, la inscripción automática y el voto en el extranjero (aunque con restricciones). Por cierto, en el paquete no podía dejar de presentarse el tema del "término de la intervención electoral", que es una de las constantes en las propuestas opositoras.

Al mismo tiempo, el empresario se ocupará fuertemente de presentarse como una figura reconocida internacionalmente y que se posiciona como estadista en el debate público. De allí la relevancia que se le asigna a sus visitas al extranjero, que lo muestran en instituciones de prestigio y junto a personajes ampliamente conocidos.

Darle a cada cual un espacio

Pero la actuación del candidato no agota una campaña. De lo que se trata es de integrarlos a todos a alguna tarea. Así que el propósito del abanderado es acotarse a lo que le es más propio.

En este sentido, la intervención de Sebastián Piñera en la campaña municipal ha de ser intensa, pero no traspasar determinados límites. En efecto, aunque la intención es la de "ayudar a todos los que lo necesiten y lo quieran", lo cierto es que se ha de concentrar en su participación directa en un número limitado pero selecto de municipios. Concretamente, en aquellos que tienen alto interés para el conglomerado de oposición, ya sea porque se considera necesario que se mantenga en sus manos o por la posibilidad de arrebatárselo al oficialismo.

Por último, la tarea de ampliar la base política de la derecha reviste una importancia decisiva puesto que, hasta ahora, se ha mostrado como una evidente falencia.

Los líderes opositores saben que se requiere proyectar la imagen de una Alianza fuerte, cohesionada y capaz de dar gobernabilidad. Pero, al mismo tiempo, no son escasos los que en la oposición se dan cuenta que esto es todavía insuficiente. Muchos perciben que se trata de una base estrecha, limitada y poco diversa. Por eso el interés de Piñera por abrir el conglomerado opositor a los desencantados de la Concertación y, en lo posible, a los "colorines".

Por supuesto todos los planes tienen puntos débiles. En este caso, la dificultad mayor estriba en que los intereses de la campaña presidencial no son idénticos a los intereses de los partidos en particular. Lo que es bueno para Renovación Nacional no necesariamente es bueno para la UDI.

Incluso al interior de las organizaciones políticas no es lo mismo la visión de los presidentes ante aquellas que puedan tener los líderes intermedios. Esto, sin considerar que una planificación en torno a una candidatura presidencial única dura hasta que aparezcan otros aspirantes, algo que no se puede descartar.

Extender la Alianza tampoco es algo sencillo. Está claro el interés de los presidentes de RN y la UDI para que sea bajo sus jefaturas cuando se logre la tan buscada y nunca conseguida unidad opositora. Mejor si consiguen ampliar el arco que cubre. Pero abrir campo a recién llegados no siempre es fácil.

Requiere abandonar el espacio que otros ya están ocupando. Así, por ejemplo, es evidente que asegurar el espacio parlamentario a los disidentes de la Democracia Cristiana es un modo óptimo de proceder para conseguir este objetivo. El único problema estriba en que eso requiere el sacrificio de potenciales postulantes de los partidos eje de la derecha y eso no es fácil de conseguir en ninguna tienda política.

En la práctica, nadie se puede negar en principio a la idea de incorporar nuevos socios a un conglomerado. Pero, por cierto, todo dependerá de las condiciones que se pongan para su ingreso a la "gran familia". Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional, es partidario de poner condiciones mínimas.

Todo esto porque es muy consciente de los anticuerpos que en los ex miembros del PDC genera la asociación explícita con la derecha. Pero es evidente que su postura no produce nada parecido al fervor en sus propias filas.

Los puntos débiles

Por lo dicho hasta aquí, quedará en evidencia que la actuación coordinada en la Alianza no se debe al dictamen de ningún genio político sino, simplemente, a un diseño bastante obvio, que se cae de maduro. Claro que otra cosa es que se logre cumplir con los objetivos. Al fin y al cabo, los otros también juegan.

Por eso, lo que importa es saber qué resultados espera conseguir la oposición con todo el esfuerzo que desplegará durante este año, en especial en cuanto al desafío más importante e inmediato: la elección municipal.

Porque hay resultados que pueden dejar contenta a la galería adicta, pero no mucho más.

Lo que la derecha puede dar por descontado, desde el principio, es mejorar las posiciones, comparándose con el número de municipios que gobierna en la actualidad.

La razón es muy sencilla. En la elección anterior, la Alianza cometió tal cantidad de errores que perdió todo lo que podía perder. Pasó de un número de municipios acaso equivalente a los de la Concertación a poco más de un tercio del total de las comunas que dirigía.

Y por lo mismo que perdió mucho, es casi imposible que lo haga peor ahora. Defender menos lugares es mucho más fácil que sostenerse en una variada gama de localidades. Lo que hoy tiene la derecha corresponde a sitios casi siempre seguros. Los puede defender bien y puede intentar -con altas probabilidades de éxito- recuperar parte de lo perdido.

De modo que plantearse como objetivo quedar mejor que hoy no es en verdad ningún desafío exigente.

Lo que importará en este caso será lo que ocurra con los lugares donde ambos oponentes se jueguen el todo por ganar. Son los puntos donde no se sabe por adelantado quién ganará o donde la variación de las circunstancias entregue ahora ventajas inusuales.

Esto quiere decir que el verdadero desafío para los grandes conglomerados es más político que exclusivamente electoral. Se trata de convencer, de motivar, de movilizar y de ganar.

Lo seguro es que durante el año más de algo cambiará. No es la primera vez que la derecha se ve a sí misma como próxima ganadora presidencial. Tal vez los comicios municipales no la desengañen, pero también le dejarán de manifiesto a la Concertación que puede lograrlo, si se esfuerza. Entonces nos encontraremos ante un nuevo escenario y un nuevo punto de partida.