Me gustas cuando callas, porque estás con la derecha
Me gustas cuando callas, porque estás con la derecha
¿De cuándo acá sancionar a una ministra, con la que tantas personas sencillas se podían sentir identificadas, es como para recibir aplausos? La derecha busca una victoria de incalculables efectos.
Víctor Maldonado
Cada cual en su papel
Desde hace tiempo, la derecha ya ha escogido un camino para llegar a La Moneda. La senda elegida consiste en concentrar sus esfuerzos en una candidatura única, respaldada por una Alianza que se amplía con la incorporación de los disidentes del oficialismo. Se trata de que el arco iris viaje de un polo a otro del espectro político.
La actuación de los partidos y sus principales figuras terminará por subordinarse a este objetivo. En la derecha a muchos no les gusta Sebastián Piñera, pero más les disgusta quedar de modo permanente fuera del poder. Por eso, compiten entre sí pero a medida que transcurre el tiempo se encaminan a tomar posiciones con vistas a la sucesión de Piñera, no de su reemplazo o de una competencia a dos bandas en la presidencial.
Sin embargo, el otro aspecto que no hay que olvidar es que a los partidos de la oposición les interesa abrir el espectro de su conglomerado atrayendo a los disidentes de la Concertación. Éstos, por su parte, se dejan querer y no han dejado de tender puentes y de actuar en conjunto de un modo ya sistemático y abierto. En realidad, el aporte de los recién llegados no consiste, en una primera instancia, en incorporarse oficialmente al conglomerado opositor. Si hicieran eso dejarían de entregar el aporte que se les solicita.
La misión encomendada es la de debilitar a sus antiguos socios, descalificar el discurso de la Concertación (algo que en un primer momento parece creíble, dado que ellos vienen de dentro), y transmitir en todo momento que el tiempo de la centroizquierda ha terminado.
Adolfo Zaldívar es quien más ha avanzado en esta línea; ahora, en su visita a Argentina no tuvo ningún problema para declarar: “Para mí, la DC y la Concertación ya son pasado. Cuando me echaron, no perdí un minuto en enfrentarlos, me preparé para un nuevo desafío”. Para él, su expulsión tiene motivos claros: “Me expulsaron de modo aberrante por las críticas a un Gobierno que se aleja de la gente y se aferra al poder”. Como se comprenderá, la derecha no tiene necesidad de agregar algo. Simplemente, no puede superar la crítica acérrima y unilateral del líder colorín. Y ese es el servicio que presta. En eso consiste el entendimiento entre ambas partes.
En este tipo de acuerdos, los entretelones y la letra chica no se conocerán sino hasta después de las elecciones. Pero no cabe duda de que este es el centro orientador de las acciones de todo este sector del espectro.
Nadie sabe para quien trabaja
En política se conoce la orientación y las intenciones de alguien tanto por lo que habla como por lo que se calla. Los disidentes de la Concertación hace mucho que dejaron de decir algo en contra de la derecha y desde hace mucho que han hecho el relevo de la oposición en la línea del ataque más fuerte y más constante.
En este caso, los pequeños son mucho más ambiciosos que los grandes partidos opositores.
La derecha siempre ha querido ganarle en las elecciones a la Concertación, pero da la impresión de que sus socios pequeños quieren demolerla. En realidad, quieren reemplazarla como la contraparte, de nuevo corte, con la que la derecha habrá de entenderse desde ahora en adelante. Desintegrada la actual mayoría, ya podrán llegar con tranquilidad los que buscan “recuperar el centro político” y, si las cosas van bien, hasta podrán, en la siguiente oportunidad, tener una nueva mayoría.
Para ser francos, nos encontramos ante una estrategia política del todo entendible, pero que sin duda no concursaría en parte alguna como ejemplo de lo más decoroso que se haya intentado en política. Quien hace de demoledor no se anda con remilgos y empieza por dañar a personas que, como Yasna Provoste, son vistas como etapas de un camino por el que se transita con gélida determinación.
La mantención de las buenas relaciones con los nuevos socios ha sido una prioridad para los dos partidos de la Alianza. Resulta ser un elemento básico para su estrategia. Están dispuestos a realizar muchos sacrificios y a hacer muchos gestos. El problema está en que esta actitud le está significando crecientes costos a la oposición, aspecto que no había estado considerado hasta ahora dentro de sus análisis. Y esto es algo de lo que en la derecha están adquiriendo creciente conciencia.
Quien haya visto a los personeros de derecha celebrar sus victorias se habrá dado cuenta de cómo expresan sus triunfos cuando son auténticamente sentidos: como no han tenido muchas oportunidades para celebrar, si consiguen algo que les importa la algarabía que arman es indescriptible. Aplausos, sonrisas, abrazos, euforia que va y que viene.
Pirro y sus seguidores de hoy
Si el lector recuerda ahora lo ocurrido con la acusación constitucional en la Cámara de Diputados habrá observado un gran contraste con lo anteriormente descrito.
Lo que la derecha mostró en esa ocasión fue disciplina y orden. Todos llegaron a votar, todos votaron “como debían”, se amenazó a los indecisos con perder dinero y arriesgar su distrito. No se dejó espacio a ninguna duda ni titubeo. La imagen del diputado traído en silla de ruedas para cumplir con su obligación no necesita de más explicaciones.
Pero los rostros de quienes ganaron no eran los propios de quienes están contentos por una victoria que les pertenece, que les es propia y de la cual no se tiene ninguna duda en cuanto a su efecto y oportunidad.
Era como si tuvieran que hacerlo pero no quisieran hacerlo. Algo parecía advertir por dentro -a más de uno- que la acusación constitucional no era tan buena idea cómo se habían visto obligados a convencer y a convencerse.
Nadie parecía desconocer que se había participado en la sanción de alguien inocente. O al menos de alguien que podría recibir críticas pero de ningún modo una acusación de esta envergadura. Sabían que no todo terminaba en la sala, que la opinión pública también evalúa, juzga y sanciona; que quienes estaban mirando por televisión los principales episodios no se harían cargo de los sesudos argumentos sino de la imagen de la destitución al momento en que se votaba.
No, nada bueno podía salir de aquí, al menos no de ahora en adelante. Demostrar al Gobierno que podían derribar un ministro era una demostración de fuerza, pero ¿era una demostración de sensatez? ¿De cuándo acá sancionar a una ministra, con la que tantas personas sencillas se podían sentir identificadas, es como para recibir aplausos?
Lo que ha conseguido la derecha es dedicar todo su esfuerzo a completar una victoria que tendrá incalculables efectos políticos, muchos más de aquellos que planificaron entregar sus promotores.
En la antigüedad, se hizo famoso el caso del general griego Pirro, quien intentó hacer frente a un pueblo que salía de las sombras de la historia y que era aún desconocido para muchos: los romanos. En una célebre batalla, Pirro logró derrotar a los romanos, los que no obstante se retiraron en orden y sin grandes pérdidas. En cambio el atacante había perdido soldados, recursos y tiempo en abundancia, por lo que el general dijo en un rapto de sinceridad: “¡Otra victoria como ésta, y perdemos la guerra!”. Y fue eso, exactamente, lo que ocurrió.
Lo extraño del caso de Pirro es que sigue teniendo seguidores a lo largo de la historia entre quienes suelen desconocer su nombre.
Los líderes más responsables de la derecha tienen razón al sentirse incómodos. Es lo que le ocurre a cualquiera cuando empieza a dudar de si está dirigiendo los acontecimientos, o si son otros quienes los están digitando.
Se trata sólo de una impresión, pero hay que decir que el comportamiento de la derecha más se asemeja a la ejecución de un encargo que al resultado de la íntima convicción expresada en tiempo y en oportunidad.
Los líderes del sector debieran pensar en esto antes de la votación constitucional en contra de la ministra de Educación: cuando uno se mueve y no sabe hacia dónde va, hay otro que sí sabe hacia dónde lo lleva.
1 Comments:
Nadie sabe para quien trabaja... El eterno dilema de muchos politicos...hacer lo correcto o hacer lo conveniente. La Derecha opta por lo segundo y eso le costara votos , que al final es por lo que viven muchos policos y politiquillos
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