viernes, marzo 31, 2006

Más allá de la instalación del Gobierno

Más allá de la instalación del Gobierno

La derecha se está ordenando por reacción. El esfuerzo que realiza es el mínimo y, sin embargo, los resultados pueden hasta ser positivos para el que se dedica a esta “especialidad”. Nada mal para un actor que está algo desconcertado, un tanto desorganizado y que viene de sufrir una fuerte frustración.

Víctor Maldonado


Los que se fueron hacia dentro

Sin duda, cuando un gobernante resulta electo, lo que ocurre de inmediato es que la oposición se eclipsa. Es como si desapareciera por un tiempo. No puede ser de otra forma porque toda la novedad se concentra en la figura de quien gana, y en cuanto la rodea.

Esto es lo que hemos vivido, hasta ahora. Cuanto se ha referido a la Presidenta concita amplio interés: las nominaciones de ministros, subsecretarios, intendentes y gobernadores crearon expectación, comentarios y evaluaciones. Eso, sin considerar que el momento más glamoroso fue la ceremonia de transmisión del mando, el discurso inaugural y las ceremonias con un amplio número de invitados internacionales.

Ante semejante avalancha, la derecha solo podía contemplar lo que pasaba, en un estado de ánimo que es fácilmente imaginable.

De modo que la oposición ha estado ausente. Lo que hay que recalcar es que su traslado a un segundo o tercer plano, no sólo se debe al copamiento de la agenda pública por parte del gobierno en instalación.

También se debe a que los derrotados en las elecciones presidenciales han entrado a una etapa de reajuste interno, que los ha tenido vueltos hacia dentro, desde enero en adelante.

La UDI y RN están inmersos en un proceso de renovación de su directiva, acompañado de una evaluación general y de su apresto para afrontar el porvenir. Este tránsito está caracterizado fuertemente por la ausencia de liderazgos capaces e indiscutidos, en condiciones de ponerse a la cabeza de estos dos partidos.

Por varios meses, la derecha se vio cohesionada por una competencia difícil pero posible por alcanzar el poder. Sin el imán de La Moneda, sin desafíos comunes inmediatos e impostergables, toda la tensión mantenido por largo tiempo se aflojó.

Por esto, hemos presenciado cómo un Gobierno se hace cargo del mando y, al mismo tiempo, cómo la oposición se vuelve hacia dentro.

Los que copan el escenario público

Pero hasta las situaciones difíciles tienen sus puntos a favor. Cuando hay un actor político (el Gobierno) que cubre toda la escena, entonces, al aumentar el espacio público que abarca, también aumentan los riesgos adosados a semejante situación.

No es que en la oposición exista un cerebro gris que maneje todos los hilos tras bambalinas. En realidad, se carece de un orden premeditado. Pero es precisamente la ausencia completa de sentido de unidad (ya no digamos como Alianza, si no ni siquiera como partidos) lo que permite presentar un frente común. ¿Cómo? Simplemente esperando.

En una situación normal (es decir más equiparada, menos “unipolar”), la presencia de la oposición ordenada y disciplinada, precisamente porque es el antagonista a enfrentar. Se tiene plena conciencia de los límites, y, a cada momento, hay quien ofrece el contrapunto respecto de lo que uno dice y hace. Obviamente, todos los sistemas de alerta disponibles se encuentran activados.

Pero ahora no es así. Es mucho más difícil estar alerta ante una ausencia.

Este no es un partido en el que se enfrentar dos equipos, es un match de exhibición. Por lo mismo, los espectadores pueden dedicarse a examinar con calma y criticidad minuciosa cada jugada y a cada jugador. Algo nada fácil de sostener en el tiempo para quienes están bajo doble lupa.

Para terminar de hacerlo difícil a los que dominan la escena, los adversarios no necesitan preocuparse de otra cosa que de coordinarse ante los tropiezos, las caídas o lo que se pueda presentar como tal. Es como si la ausencia de conducción opositora, se transformara en estrategia, y de la precariedad se llegara a algo semejante a una fortaleza.

En otras palabras: la derecha se está ordenando por reacción. El esfuerzo que realiza es el mínimo y, sin embargo, los resultados pueden hasta ser positivos para el que se dedica a esta “especialidad”. Nada mal para un actor que está algo desconcertado, un tanto desorganizado y que viene de sufrir una fuerte frustración.

Murió de tanto que lo aplaudieron

Pero nunca alguien está tan mal en política como para perder por completo un cierto grado de picardía o de maldad si se quiere (según donde uno se ubique). La derecha rara vez ha logrado presentarse como una unidad coherente y cohesionada, pero eso no significa que haya que comprarla por inepta.

De hecho, casi por instinto, sin tanto ponerse de acuerdo, ha optado una línea de conducta que podríamos denominar la “política de la saturación”.

De puro sencillo, el procedimiento es bien efectivo. Y es que a los opositores les ha ido pésimo cuando han enfrentado a la Concertación marcando unilateralmente la crítica. Tanto es así que en la UDI y RN es un requisito para postular a la dirección del partido asegurar una interlocución expedita con el Gobierno.

Varios han llegado a la conclusión que, si atacar les perjudica, a lo mejor aplaudir y mucho, los beneficia. Esto, porque otro método de desgastar a un actor político fuerte, desde una posición originalmente muy débil, es por exceso de apoyo.

En efecto, cuando a uno no se le ocurre nada mejor, se puede aplaudir las medidas más positivas y bien recibidas por la población, pidiendo siempre un poco o mucho más.

Si uno tiene el cutis con la tersura de la madera, puede incluso agregar cosas tales como: “esto lo teníamos incorporado en nuestro programa, y nos alegra que nos hayan hecho caso”.

En cualquier caso, la idea central, implementada en estos días (aunque insisto que no se debe a un genio articulador) es pedir siempre la ampliación de beneficios. Uno queda bien con todos, e incluso, puede dejar a los otros como unos mezquinos o poco ocurrentes que no han tenido la generosidad suficiente para dar más de lo que se puede.

Además, cuando el escenario político estaba más lleno de protagonistas, las cosas tenían una posición más natural y justa. Pero cuando el escenario está vacío, pequeñas caídas suenan con estrépito. En estricto rigor, no era para tanto, pero ¡por Dios que se hacen notar!

Si se examina el período de instalación se puede llegar a concluir que los errores de gobierno han sido ante todo verbales. Nada irreversible, ni que escape a un período de ajuste. Pero ante la ausencia de elementos dramáticos en juego, igual impactan.

Una cosa es instalarse y otra tomar plena posesión de un cargo. Este es, de verdad, un gobierno nuevo, en que las figuras emergentes no son una rareza sino quienes otorgan un sello característico a la administración entrante.

Con ello, lo que se gana es cercanía, pero lo que todavía no se tiene es experiencia en la función. Hay un período de ajuste entre la persona y sus nuevas responsabilidades. En el principio, casi siempre se habla no desde el cargo, sino desde la profesión, la convicción privada o la espontaneidad. Solo que ahora las palabras tienen la extraña virtud de crear de inmediato repercusiones amplificadas. Y a eso hay que acostumbrarse.

Solo se conoce una forma de sostener un éxito inaugural tan marcado. Primero, hay que gobernar siempre pensando en los días normales (que son los más y que llegan pronto), no únicamente en los excepcionales. Segundo, reconocer que el problema no estriba en cometer errores (¿quién no?) sino en coleccionarlos. Tercero, recordar que cuando se trabaja en equipo un Gobierno nunca pierde la iniciativa.

Si se logra lo anterior, se podrá sobrevivir a tanto aplauso excesivo.

viernes, marzo 24, 2006

Sí, no y tal vez

Sí, no y tal vez

Como el gremialismo no está operando desde un solo centro y comienzan a despertar -dentro de él- otros centros menores con decisión política independiente, muchas cosas pueden suceder.

Víctor Maldonado


El miedo

La UDI salió de su Consejo Directivo Ampliado del fin de semana pasado, según se dijo, con la contundente victoria de Jovino Novoa y su mesa. No hay que dejarse engañar por las apariencias. Los periódicos han destacado que la disidencia fue “aplastada”. Y, desde luego, sufrió una derrota sin contemplaciones. Pero esto es sólo el inicio.

Es bien significativo que, apenas producido el triunfo del status quo, el encuentro del gremialismo haya adelantado su término. Es como si no quedara nada importante de qué conversar. Tal vez quienes actuaron de este modo han tenido más razón de la que se imaginan.

Pero la disidencia no ha sido dominada del todo. ¿Cómo puede ser aplastado el futuro? Los que la representaron ahora no dieron el ancho: entre uno que no soporta las críticas y se va, otro que se disculpa antes que lo culpen y otro preocupado de caerle simpático a unos y otros, no es mucho lo que se puede lograr.

Lo que sí sucedió fueron dos cosas: la democratización de la UDI experimentó un retraso y se comprobó que cuando la apertura llegue no será bajo el liderazgo de Joaquín Lavín, quien ahora jugó de moderado y terminó como un innovador arrepentido.

En el fondo, estas son malas noticias para el gremialismo. Cuando un sector mayoritario puede ganar con tranquilidad, pero necesita aplastar a la minoría, lo que demuestra es miedo. Miedo a lo que pudo suceder, a lo que teme se recupere después, a despertar cosas peores, pero miedo al fin.

Cierto que los disidentes no parecen practicar en exceso las nociones de urbanidad, pero ¿de quién aprendieron sino de sus mayores?

Quizás llegue el día en que en la UDI se arrepientan de no haber asimilado ahora las nuevas tendencias. Se contentan con saber que hoy son el partido más grande. Tal vez lo sean todavía, pero han renunciado a ser el mejor partido de pasado mañana.

El diálogo en la UDI se cortó antes de tiempo. De eso, sí, debieran tener miedo.

Cuando se instala la duda

La directiva de este partido opositor no ha vuelto a actuar de la misma manera después del fin de semana pasado.

Ya se vio que los disidentes fueron mucho más disruptivos que capaces de concretar sus amenazas. Pero si la dirección anuncia enseguida que no repostulará, luego que sí lo hará y después mantiene la duda, entonces no se puede decir que las tenga todas consigo.

Si los dirigentes conocidos no son capaces de justificar semejante curso errático, entonces lo único seguro es que las tensiones internas son más numerosas y más profundas que aquellas que se han podido expresar hasta ahora.

En estas condiciones, lo que se ha instalado es la duda. Piénsese bien en esto: Ha quedado claro quiénes (ahora) son mayoría, quiénes pueden ganar una elección interna en cualquier formato y sin embargo queda la sensación de una falla sistémica, de un resquebrajamiento de la factura original de la UDI, que parece sobrevivir a la derrota (ostentosa y sin gran dignidad) de los primeros y poco organizados descontentos.

Por si alguien tiene dudas al respecto, se le puede sugerir que tome atenta nota de que el núcleo duro de la UDI ha dejado de presentar un frente común de cara a los extraños. ¡Están expresándose como individualidades!

Tampoco Pablo Longueira parece capaz de aglutinar con rapidez, ante tanto comportamiento individual y disperso.

Peligroso y sorprendente fenómeno del gremialismo. Su problema no es electoral, no es de representación u organizativo. Simplemente, parece que se ha desconectado de su rumbo conocido, y que no sabe cómo volver a él. No dispone de mucho tiempo para recomponerse. Porque se puede recobrar como una mala copia de sí mismo. Formalmente, todo puede permanecer igual y, no obstante, haber cambiado de centro ordenador sin que muchos logren percibir lo que está pasando.

Al fin y al cabo, la UDI es una organización grande, una marca conocida a administrar, una “empresa solvente”. Una que no necesita la justificación original para seguir funcionando.

Si se llegó a un punto en que lo que prima es pura lógica de poder y técnicas de negociación, lo que sucede es que se ha muerto lo que justifica de fondo a un partido, sea que los implicados se den por enterados o no.

El asomo de las fracciones

Hay mucha gente contenta en el gremialismo. En verdad, no se sabe de qué se alegran. ¿Cuándo habían necesitado antes dominar una rebelión anunciada a los cuatro vientos?

Como lo que ha fracasado es nada menos que la forma en que siempre se habían hecho las cosas, lo que está oscilando sobre su eje es el partido mismo, tal como lo hemos conocido.

Por su parte, RN se encuentra también en elecciones internas. Aunque ellas despiertan un mínimo interés público, lo cierto es que están siendo mejor llevadas que las de sus socios.

Se trata de un partido de fracciones y grupos de poder reconocidos. Como su existencia no es un misterio, es un partido que se ordena en base a un juego interno de poder más abierto y con menos pretensiones de ser controlados. Como en muchas otras ocasiones, las diferencias se han salido de un cauce ordenado, en Renovación están muy contentos porque las diferencias se han mostrado acotadas y la disputa por el poder es todo lo compleja que se quiera, pero no ha llegado ni llegará a ser anárquica.

Sin embargo, algo ha cambiado en la derecha, y ahora pasamos por un periodo particularmente delicado debido a esta transición.

La UDI opera como un bloque monolítico, de opiniones políticas rotundas, que son llevadas a la práctica cueste lo que cueste y pese a quien le pese. De ahora en adelante, ya no será así.

Como el gremialismo no está operando desde un solo centro y comienzan a despertar -dentro de él- otros centros menores con decisión política independiente, muchas cosas pueden suceder.

Se trata de un partido de conducción homogénea, pero de composición social y territorial diversa. Debilitado el núcleo ordenador, cada cual tendrá mayor libertad para tomar iniciativas. Habrá que ver qué es lo que aflora.

En los sectores populares, o desde diversas alcaldías con un gobierno opositor, está apareciendo una preocupante propensión a acentuar los gestos populistas, que promueven las demandas sociales sin fijarse mucho en normas, posibilidades reales de darles respuesta. Al otro extremo, los grupos elitarios más integristas pueden verse impulsados a actuar por su cuenta, adoptando posiciones más extremas en materias valóricas.

Como sea que se mire a la oposición, lo que siempre se puede constatar es una vacancia de liderazgo y una disputa abierta por el predominio que está en pleno proceso. Los que están hoy a la cabeza de sus organizaciones no satisfacen, no controlan la situación o están dedicados a sofocar alzamiento. Mal por ellos. El desenlace puede tardar más o menos, pero la hora del reemplazo ha sonado.

viernes, marzo 17, 2006

Cuando la UDI pierde el nombre

CUANDO LA UDI PIERDE EL NOMBRE

Víctor Maldonado


La democracia como invitada de piedra

La UDI se encuentra ante una situación inédita: la disidencia pública de parte de su dirigencia de reemplazo. No hay acuerdo sobre la distribución interna del poder, y la suma de los excluidos de la cúspide se está haciendo sentir.

Como la crítica recibida no es superficial ni coyuntural, ocurre que no ha podido ser refrenada, tal como hubiera acontecido en los viejos tiempos.

Lo que ocurre es que el arreglo original (que estableció dirección partidaria -pequeña y fija- con reminiscencias religiosas) ya no da para más.

Los actuales conductores son juzgados por sus resultados y, también, por su persistencia ininterrumpida en los puestos de poder, por varias décadas. Por supuesto, ellos son representativos de lo que la UDI es, pero mucho más de lo que la UDI fue.

Y lo que está en discusión no es nada que tenga que ver con el pasado, con “el legado de Jaime” o con un cuestionamiento de lo que se hizo. Lo que sucede es que en el gremialismo de han deteriorado muchas cosas, pero no la vocación de poder. Un partido que roza La Moneda, pero que nunca entre en ella no es algo que atraiga a las generaciones de reemplazo de la fundacional.

Por lo mismo, lo que los nuevos dirigentes quieren es que no se los termine tragando el pasado, por la objetable costumbre de poner a la cabeza del partido a rostros ligados a la dictadura militar.

Puede que, en el fondo, la dictadura militar le agrade a más de alguien en el partido, pero todos saben que mantener a flote su recuerdo inhabilita cualquier intento de superar barreras y constituirse en mayoría.

De modo que la polémica que tendrá un momento decisivo este fin de semana, es multifacético; es un corte generacional entre los que tienen menos de cincuenta y los que superan esta barrera por poco o por mucho; entre los líderes con base popular y los dirigentes partidarios; entre doctrinarios y pragmáticos; entre parlamentarios y alcaldes.

En fin, se dan las más variadas relaciones entrecruzadas. Ninguna corresponde a fronteras absolutas, y las combinaciones son múltiples. Pero eso es precisamente de lo que se trata: la UDI se ha vuelto heterogénea y cúpula es cualquier cosa menos eso.

La primera vez parecerá que nada pasó

Por primera vez, el debate se da a rostro descubierto, previa ventilación de las diferencias, buscada con intención manifiesta por parte de los grupos emergentes que son, al mismo tiempo, los que aparecen como menos preocupados de las formas protocolares.

De momento esto se puede confundir con una crisis de cierta gravedad. No lo es. Lo que sí es cierto es un partido que se llama UDI y, al mismo tiempo, esta en dificultades si no se ve muy unida, se reclama por la falta de democracia en sus filas y no puede ser independiente de los partidos, porque ella misma es un partido.

Ante la expectación creada con toda intención por una de las partes involucradas en la lucha por el poder, lo que pareciera que se prepara es algún tipo de sismo de intensidad variable. Pero esto es solo una ilusión.

Si bien es cierto que lo que hay es un malestar mal manejado, y un conflicto real, los antagonismos no se han desbordado ni mucho menos. Lo que pasa es que, como son novedosos, en una “familia bien” (orgullosa de no dar espectáculos), llama la atención.

Pero no es para tanto. Al fin y al cabo, si hay algo que caracteriza a este partido es una particular sensibilidad respecto del uso de los medios de comunicación para objetivos políticos. Inusualmente estos métodos se están ocupando para afectar la vida interna partidaria. Pero nada más. Algo de amistad se pierde, algo de frío profesionalismo se gana. De Jaime Guzmán no se ha vuelto a hablar desde hace tiempo.

Lo que terminará pasando en la UDI no es que los líderes de recambio reemplacen a los dirigentes tradicionales. En cambio, lo más probable que ocurra es un cambio de alianzas y de peso en la definición de las lealtades.

En otras palabras, parte de los líderes antiguos (los que entre ellos tienen mayor proyección futura) tendrán que compartir el poder con líderes emergentes para construir una mayoría estable.

El inicio de la otra transición

Lo que se necesita, y con cierta certeza se logrará, es un arreglo gremialista que represente mejor la realidad partidaria actual. Algo donde tengan cabida quienes pueden ganar una elección interna y no lo que ha sido usual, es decir, un acuerdo entre apóstoles vitalicios que es comunicado al resto, luego de un conclave a puertas cerradas.

Pero, junto con esto, la UDI se habrá transformado drásticamente y más de algo perderá en el camino, a cambio de asegurar una mayor adaptación a los tiempos nuevos.

De verdad, este partido habrá entrado en una transición profunda, aunque más lenta de lo esperable, hacia un partido más abierto y menor rígido.

En cualquier caso, el secreto –como práctica política- deja de tener militancia UDI.

No olvidemos lo central: lo característico de todo este movimiento, es lo insatisfactorio que resulta para los que se impondrán en el gremialismo, cualquier acuerdo que los aleje de los conflictos internos pero todavía más de La Moneda.

En el gremialismo se está acentuando un estilo de franqueza dura, que no respeta antiguos pergaminos.

De Novoa se ha dicho que le ha faltado mayor resolución para tomar decisiones, y que su inflexibilidad hacia dentro y hacia el gobierno no es lo que más le conviene al partido.

El caso del actual presidente es verdaderamente paradojal: acaba de ser reelecto senador (nada menos que por Santiago) y, sin embargo, todos lo ven como una supervivencia del pasado. Como para deprimir a cualquiera.

Está claro que en política una de las virtudes más escasas es la de identificar bien cuando es el momento de pasar del primer al segundo plano. Novoa ha tenido la oportunidad de dar un paso atrás en medio de ovaciones. Lo que está consiguiendo, en cambio, es que le digan en su cara que su tiempo “ya está cumplido”.

Como se puede ver el trato es explícitamente duro. Pero los modales institucionales de un partido, no se pierden de un día para otro. El mal trato que se ve, es el producto final de una tozudez previa que no se vio. Cuando la presión interna no se canaliza adecuadamente, sale a la superficie por donde puede, no por donde debe.

Cuando el liderazgo tradicional se agota, la pugna interna se intensifica. No puede ser de otro modo, porque el reemplazo a la cabeza de la organización puede llegar para quedarse por un tiempo prolongado.

En estas condiciones, lo más sano es transparentar la situación de los pesos y las diferencias internas y darles cauce, pare evitar los desbordes. Si mantienen un presidente equivocado, será la dirección interna la que pierda poder. Si cara visible cataliza la polémica intestina, mal puede llegar a acuerdos con otros, cuando no logra lo mínimo en casa.

Este fin de semana, en la UDI se llegará a una situación sorprendente: entran sus dirigentes a un encuentro en que todos saben cómo se comienza y no cómo se termina. Los demás llaman a esto democracia. Esperemos que no sea tratada como una invitada de piedra.

viernes, marzo 10, 2006

El desafío de Bachelet: ¿Qué tan corto es el Gobierno?

El desafío de Bachelet: ¿Qué tan corto es el Gobierno?

El tiempo es corto, pero lo es para unos y otros. Lo que se haga depende de la visión de quienes dirigen el Gobierno. Si se actúa con displicencia, se sufrirá un retroceso electoral.


Víctor Maldonado


Se repite, constantemente, que este es un Gobierno corto. Eso se sabe. Lo que no se sabe es si es un Gobierno corto de tres o de cuatro años. Y eso será, políticamente, lo más significativo de la administración que empieza.

Ocurre que en estos días se han ido despejando incógnitas importantes sobre cuál será el curso del Gobierno que está por asumir. Desde luego, la mejor señal ha sido la del encuentro de dos días de las principales figuras de la futura administración.

Lo es tanto porque asumen colectivamente una misión exigente, que necesita de un trabajo mancomunado, como por el reconocimiento explícito de que para trabajar en equipo se requiere construir, previamente, un equipo real y efectivo. Se ha procedido de la misma manera como todos los seres humanos lo hacemos con lo que más nos importa: compartiendo y conversando no sobre las tareas sino sobre nosotros mismos.

Por esta manera de iniciar la gestión se sabe, desde ya, que el Gobierno va a partir con un espíritu de cuerpo que se irradiará hacia abajo de modo provechoso y rápido.

Uno de los mayores beneficios de constituir un grupo humano solidario entre sí es que se pueden sortear las crisis, puesto que ellas no llegan a ser consideradas insuperables. Como no se trata de un conjunto de individualidades que operan en compartimentos estanco, se trabaja experimentando la ayuda mutua. Esto, que una vez fue el resultado natural de la lucha común contra la dictadura, tiene que ser ahora un objetivo expresamente buscado y laboriosamente conseguido.

Por supuesto, es una empresa humana. Resulta imposible que todo funcione perfecto y que no se cometan errores. Pero, si se hace inevitable un cambio puntual, esto ocurrirá con cierta naturalidad y menos dramatismo que el -hasta ahora- habitual. Sobrevivirá la convicción compartida de estar cumpliendo tareas de importancia nacional, que requieren seguir siendo cumplidas y que sobrepasa los puros destinos individuales.

Puede haber cambios de personas, pero el espíritu de comunidad se mantiene. Es efectivo que el Gobierno de Bachelet será corto, pero también, que está haciendo rendir los días con mucha eficiencia.

En otras palabras, la nueva gestión puede que atraviese por muchas dificultades, pero cuenta con lo que se necesita para poder cumplir las metas programáticas que se ha propuesto.

El curso probable a seguir por la oposición

Esto es algo que la derecha debiera meditar con atención. Tarde o temprano, la oposición adquirirá conciencia de estar debatiendo para elegir entre alternativas falsas. Hoy, parece estar escogiendo entre adoptar una posición más dura o un diálogo constructivo con la nueva administración.

El error, por supuesto, está en suponer que lo decisivo es lo que suceda en su relación con el Gobierno que llega. En realidad, la clave de todo es lo que termine sucediendo con ella misma, no con otros.

Antes que nada, la derecha es derrotada por sus defectos. RN no tiene cuerpo ni disciplina suficiente a lo largo del país. Su presencia no es una constante sólida de norte a sur. Cada vez que la competencia política es exigente “el cuerpo no le da”.

La UDI tiene cuerpo, pero está perdiendo espíritu. Lenta, pero inexorablemente, se está pareciendo más a cualquier otro partido. Pareciera que sus reservas motivacionales primigenias están siendo consumidas sin ser repuestas. De lo mejor del gremialismo ya puede hablarse más en pasado que en presente.

En las últimas ocasiones, cuando la UDI ha llamado a emprender una cruzada, ha terminado ejecutando una operación política. Nada más. “El espíritu no de da”.

La derecha está obligada a reformar su organización y su modo de funcionar. En paralelo, si la Concertación quiere volver a ganar necesita prepararse para el escenario más exigente posible, es decir, para aquel en el que los adversarios hacen todo lo necesario para estar en óptimas condiciones de competir en la primera oportunidad que se les presente.

El mejor escenario para la oposición es aquel en que RN logra instalar a su generación de reemplazo en la conducción partidaria, se vuelve tarea prioritaria reforzar la organización y su liderazgo parlamentario se ordena detrás de Sebastián Piñera quien, de este modo, vuelve a ser la figura central de su alianza.

En seguida, en un buen escenario, la UDI integra su disidencia interna a la conducción, refuerza sus líneas de formación y capacitación de cuadros de reemplazo y se convierte en un actor habitual del diálogo democrático.

Parte importante de este óptimo que hemos descrito, será efectivamente conseguido en la oposición. Los partidos de derecha saben que tiene que reforzarse, evitar tendencias a la dispersión y ganar una presencia pública constructiva. Pero también saben que deben convertir la próxima elección popular en un claro avance respecto de lo que tienen hoy, si quieren ganar la presidencial de 2009.

Nadie consigue todo lo que se propone. El cambio adaptativo en RN y la UDI puede ser profundo o cosmético. Pero, sin duda, en el caso de ambos partidos se intentará en serio. Los principales encuentros en la derecha, en los que se tomarán las decisiones fundamentales, son posteriores a la asunción del mando de Bachelet y, a esas alturas, un Gobierno que se presentará como ordenado y con rumbo definido no dejará espacio a las dudas: o los partidos de derecha se reforman o no serán competitivos.

Preparándose para lo más exigente

Lo que tiene de corto este Gobierno es el tiempo a su disposición; no se ve por qué ha de plantearse metas de corto alcance. Por supuesto que tiene la obligación de mostrar resultados visibles que maduren en cuatro años. Pero, como los anteriores gobiernos de la Concertación, ha de poner las bases de procesos que rendirán fruto más adelante.

Sin embargo, no todo es gestión. Como hemos visto, la derecha se prepara para tener victorias políticas. No se quedará paralizada mirando lo bien que lo hace la administración de Bachelet y no se contentará con criticar con saña en cuanto tengan una oportunidad.

El momento de la verdad se presentará en tres años, cuando corresponda la realización de elecciones municipales.

Para entonces, el proceso de fortalecimiento de la derecha ya estará bastante avanzado. Lo que buscará es reconquistar territorios que perdieron por mala gestión, negligencia, o, simplemente, porque fue superada por la Concertación.

Entonces, pasará a la ofensiva puesto que es el oficialismo el que tendrá que defender los lugares hace poco recuperados. Tener éxito en la iniciativa requerirá que la Concertación supere todo lo hecho hasta ahora. ¿Se iniciarán desde ya preparativos mejores y antes de los que realiza de la derecha? Ésa es la pregunta política clave.

El tiempo es corto, pero lo es para unos y otros. Lo que se haga depende de la visión de quienes dirigen el Gobierno. Responder adecuadamente significa poner acento en descentralizar el poder, en la participación ciudadana y en tomar la delantera en mejorar la gestión local.

Si se actúa con displicencia, se sufrirá un retroceso electoral y este Gobierno duraría tres años. Al año siguiente de las municipales, el centro de gravedad se habrá trasladado fuertemente y sin contrapeso a la competencia presidencial. La administración de Lagos demostró que esto no es inevitable.

La tarea política hará converger al Gobierno y los partidos de la Concertación. Si se actúa desde el inicio considerando el ciclo político completo, Bachelet gobernará efectivamente hasta el último día de su mandato y habrá dado un paso decisivo para asegurar la continuidad de la coalición. Y, como se sabe, esa es la mejor medida para saber si se ha tenido éxito.

viernes, marzo 03, 2006

Comienzo del Gobierno, inicio de la oposición

Comienzo del Gobierno, inicio de la oposición

El nuevo Gobierno empieza con empuje. Esperemos que la derecha no haga el papelón de responder con una política de tono menor. Del contraste no saldría favorecida.

Víctor Maldonado


Cuando el mayor temor es el aislamiento

Una de las primeras iniciativas del Gobierno entrante, que busca un acuerdo con la oposición para cambiar el sistema binominal, ha puesto a la defensiva a la UDI.

Ocurre de este modo porque los demás pueden llegar a buscar activamente un acuerdo si el diálogo se orienta a un acercamiento creciente en aspectos concretos. El intento gremialista se aboca, entonces, a convencer de que éste no es un tema prioritario ni urgente para ser abordado por la nueva administración.

El problema de esta postura es, desde luego, que la definición de lo que resulta importante para el Gobierno lo deciden sus autoridades, y no el parecer de una fracción opositora.

Esto, sin mencionar el hecho de que la UDI corre el riesgo de que un debate sobre esta materia tome vuelo y comience a concitar interés público. Lo que haría cada vez más difícil de sostener los argumentos evasivos de la discusión de fondo.

Mientras los demás parecen interesados en el diálogo constructivo, la UDI empieza a quedar fija en una posición repetitiva, dedicada a contener los avances. El mayor temor gremialista es evitar este tipo de escenario, en el que quede aislado y sus posiciones resulten derrotadas.

Con bastante habilidad, Andrés Zaldívar anunció que la presentación de un proyecto de ley está condicionada a conseguir un acuerdo con la oposición, con lo que logra poner más presión e interés público en esta materia. Si el acuerdo se logra, mejor que mejor puesto que se consigue la realización de una de las promesas emblemáticas de la campaña. Si no se logra, estará muy claro quiénes tuvieron toda la disposición para lograrlo y quiénes se negaron nuevamente a que sea posible.

Así está el cuadro para la oposición cuando el Gobierno entrante conforma el elenco de sus principales figuras y se apresta a dar inicio a su gestión.

En esta materia, como en varias otras de importancia, está quedando patente la necesidad de la derecha de establecer un plan estratégico que permita enfrentar la relación con el nuevo Gobierno en equiparidad de condiciones.

En el inicio, cada cual decide su camino

Como es lógico, el Gobierno (el actual y el que está en plena conformación) acaparó casi por completo la agenda del verano.

Pero no sólo se trata del obvio predominio en apariciones públicas, también de un casi completo control de la agenda, de la presentación de los temas de relevancia y de la planificación priorizada de lo que se hará de ahora en adelante.

Así que la oposición corre el riesgo de quedar a remolque de los acontecimientos, si no se pone al día. Primero como partidos, y luego como alianza.

De allí que la UDI esté inaugurando el año político con la preparación de un consejo programático, antes, incluso, de afrontar el cambio de su mesa directiva. En RN ocurre otro tanto.

Importa mucho el desafío que se proponga enfrentar la oposición durante el presente año. Para equilibrar la situación, se puede proceder de maneras bien distintas. En estos días, el rumbo básico debe decidirse en la derecha.

Algunos pecan por exceso. Todavía piensan que lo más importante es mostrar “capacidad de ser Gobierno”, por lo cual quieren establecer un programa que se pueda comparar punto por punto al de Michelle Bachelet.

Difícilmente sea éste un esfuerzo acertado. No se puede pasar de las vocerías con un mínimo de preparación a tener planteamientos para todo. Intentarlo es una buena carta de navegación para un instituto de estudios, pero no para un partido.

Lo que una organización política necesita es escoger las batallas que quiere dar y concentrarse en ellas.

Otros están pecando por estrechez de miras, y esto es todavía peor que excederse. Lo que proponen es retirarse por completo de las prácticas habituales de una oposición constructiva, haciendo que la tradicional luna de miel del inicio de Gobierno dure exactamente las 24 horas del día en que se asume el mando.

En este caso, la intención es evidente. Se trata de conseguir la más rápida desaparición de este halo de tiempos nuevos y optimismo generalizado que acompaña la partida de la administración de Michelle Bachelet.

La propuesta es la de dejar los mayores espacios a la Concertación para que cope los cargos oficiales, asuma toda la responsabilidad, a la espera de la aparición abierta de diferencias internas. Se trata también de operar, desde el primer día, con comisiones investigadoras de lo que se hizo y de lo que se está haciendo. Se apuesta a presentar un frente común desde el inicio, que marque fuertemente la frontera.

En pocas palabras, la apuesta de fondo que se propone es la del desgaste rápido del oficialismo, activamente promovido desde la oposición.

Este modo de proceder tiene -es evidente- dos problemas básicos. Por una parte, constituye una poco creativa forma de limitar el uso de las alternativas políticas combinadas. Se puede antagonizar o cooperar frente a una propuesta del Gobierno, pero decir de antemano que se pondrán obstáculos a lo que venga, haría que las acciones opositoras fueran un pobre y triste espectáculo.

Por otra parte, se corre el riesgo de que en el oficialismo no predominen las prácticas desintegradoras, sino que, efectivamente, ratifique su probada capacidad de darle gobernabilidad al país. Si este fuera el caso, no sólo la oposición no habrá avanzado nada, antes bien, ocurriría que objetivamente estaría retrocediendo.

Para decirlo de otro modo, está claro que la oposición tomará un camino distinto a los presentados si advierte, desde hoy, que el nuevo Gobierno se muestra sólido, afiatado y resuelto a cumplir con un programa de interés nacional. De allí la importancia de las recientes nominaciones.

Por qué las nominaciones son un éxito

Como todos sabemos, los gobiernos no son planes y propósitos, sino personas y equipos que encarnan planes y propósitos. Al escoger personas, Bachelet ha escogido tanto un sello como un destino para su Gobierno. ¿Acertó al hacerlo? Aunque el movimiento se prueba andando, creo que se puede afirmar, desde ya, que ha tenido un éxito notable.

Algunos tienen su evaluación en suspenso porque “los partidos no están conformes”, pero esperar otra cosa es un despropósito.

Las organizaciones políticas buscan el poder, mientras más mejor. Por eso el partido que se muestra conforme con lo que alcanzó, es porque llegó a donde nunca había estado o porque está cerca de la extinción. Pero contentos, lo que se dice contentos, nunca estarán. De manera que no es este un criterio que sirva para orientarnos.

En cambio, sí nos sirve saber si quienes llegan pueden cumplir las tareas que se encomiendan, si pueden mantener lo bueno y abordar lo nuevo, si puede pensarse en ellas y ellos como un equipo. Y, en este caso, así es.

Un gabinete paritario, que incorpora nuevos y calificados aportes, que baja el promedio de edad de la primera línea, prefigura el tipo de Gobierno, abierto y participativo, que se quiere tener.

Las últimas nominaciones rompen, en buena hora, la diferencia demasiado marcada, entre “caras nuevas” y quienes no lo son. La innovación ya se instaló como característica de esta nueva administración, pero no se puede llegar al punto en que alguien sea excelente, calificado y visionario y sea descalificado… sólo porque ya estaba haciéndolo bien.

Por último, los convocados saben que están allí por quien los convocó, no porque estuvieran en una lista previa. Fueron llamados para trabajar juntos y para colaborar entre sí. Probablemente esta característica se acentúe en las primeras semanas. Cuando eso sucede, se pueden llegar a sentir las tareas nacionales como responsabilidad colectiva y eso es una excelente noticia.

El nuevo Gobierno empieza con empuje. Esperemos que la derecha no haga el papelón de responder con una política de tono menor. Del contraste no saldría favorecida.