viernes, febrero 27, 2009

Fin de la exclusión, principio de la inclusión

Fin de la exclusión, principio de la inclusión

Víctor Maldonado

La DC tiene una generación de reemplazo capaz de interpretar a muchos, más allá de sus filas. Empezar a argumentar en pequeño sería un retroceso y el deterioro de una posición bien ganada.


El tema no es el PC, sino el pluralismo

La posibilidad cada vez más cercana de un acuerdo contra la exclusión entre el PC y la Concertación está produciendo alineamientos anticipados, y motivando diversos análisis.

Ante tantas reacciones, no se ha de perder de vista el hecho de que, por primera vez desde la recuperación de la democracia, la izquierda extraparlamentaria puede dejar de estar ausente de los puestos de representación en un decisivo poder del Estado.

Se trata de un suceso de primera importancia. Ante un cambio de esta magnitud se pueden adoptar, por parte de un actor político, dos perspectivas básicas: establecer cómo afecta este cambio a la democracia; y/o privilegiar cómo afecta esta reinserción tan postergada a los intereses propios o ajenos. Sobre lo primero no debieran existir dos opiniones en la Concertación: la democracia chilena sólo puede verse favorecida por la eliminación de una exclusión política injustificada.

Un demócrata no tiene que estar de acuerdo con las opiniones y los postulados de un sector para sostener que éste tiene todo el derecho a verse representado en el Congreso.

Es más, el peligro mayor para nuestra institucionalidad no ha estado nunca en incorporar a todo el arco de opiniones representativas de sectores importantes de ciudadanos. El peligro ha estribado siempre en que la exclusión por decreto otorgue una excusa creíble a quienes pudieran llegar a utilizar métodos violentos de expresión.

La democracia opone el diálogo al uso arbitrario de la fuerza. Pero cuando el diálogo se ve restringido, o cuando este diálogo no se produce en las instancias que permiten que él llegue a resultados vinculantes por la comunidad, entonces su defensa es menos efectiva y convincente.

Por eso es tan importante poner fin a la exclusión. No se trata de que los comunistas tengan un problema, sino de que todos tenemos un problema cuando el sistema democrático deja de ser sinónimo obvio de participación pluralista efectiva de un segmento significativo de la comunidad nacional.

Si algo ha quedado en evidencia (ahora que el debate gana en intensidad a medida que se aproxima el momento de las decisiones) es que la mantención de las exclusiones repugna a todos por igual en la centroizquierda. Pero, si a nivel de criterio no hay problema, sí lo hay a nivel de la implementación de pactos electorales.

Creo que sin tener en cuenta este aspecto, no se tendrá una visión equilibrada de lo que está en debate. Pero nadie en política se puede contentar con ver sólo el efecto general que comentamos. También tiene que tener muy claro cómo afectará a los actores específicos.

Debate en el PDC

No por nada los que han reaccionado con más fuerza y anticipación, mostrando una inequívoca oposición a la idea de un pacto con el PC, y aun volviendo -en algún caso- a un vocabulario que no se escuchaba desde el fin de la guerra fría, son aquellos que no perciben beneficio alguno en ninguna modalidad de acuerdo electoral con el PC. Todavía más, actúan en esta forma quienes en el oficialismo permean la votación conservadora y de derecha que aún reacciona emocionalmente a antiguos códigos políticos.

El argumento básico que han dado quienes se oponen a un pacto con el PC es que la exclusión comunista sólo favorecería al bloque PPD y al PS, nunca a la DC. Para ellos, cualquier tema de interés está en el centro, no en la izquierda del espectro político. Si un pacto -se nos dice- no resulta entendible para el electorado, entonces más se pierde que se gana al implementar una decisión de esta naturaleza.

Sin entrar en el mérito de lo que se argumentó, lo cierto es que combina dudas y temores que requieren ser contestados y despejados. Estamos ante el tipo de cosas en las que hay que actuar sólo después de haber pasado por un amplio debate. De manera que no hay que alarmarse por lo que hagan quienes han instalado el debate a nivel de opinión pública. Sin importar cómo se inicio la polémica, el PDC está obligado a llegar a conclusiones compartidas y vinculantes muy pronto, si no quiere dejar interrogantes en el aire que lleguen a ser nocivas.

Lo procedente es iniciar un análisis sereno de las distintas posibilidades antes de convertir la discusión de un asunto de principios. Lo cierto es que un pacto electoral con los comunistas puede materializarse de múltiples formas. Y no se ve por qué todas y cada una de ellas han de resultar perjudiciales para el PDC.

Lo que hay que evitar a estas alturas es adoptar el lenguaje de los fundamentalistas. En un partido como el PDC, la polémica no se ha instalado nunca entre aquellos que debilitan al partido y otros que quieran protegerlo. Eso sería absurdo.

Si alguien cree que tiene todas las respuestas a cualquier interrogante que se plantee, difícilmente encontrara útil al diálogo. Pero este punto de partida no se adopta nunca en un debate franco y leal donde, al final, los mejores argumentos se imponen.

Las reacciones ciudadanas no hay que suponerlas, sino que hay que comprobarlas. En todo caso, partir de un análisis de la sobrevaloración de los temores no parece una buena idea. Centrarse en el miedo no es el recurso natural de los progresistas -no importa dónde estén- menos en un año donde se debate sobre el futuro y se requiere conectar con los anhelos, las esperanzas de la mayoría y donde se busca ensanchar el terreno de lo posible.

Una mirada integral

Se ha de calibrar tanto el argumento que se emplea como el tono que se adopta y los medios que se emplean para darlo a conocer. Si desde la DC se amplifica el discurso de que el electorado de centro "puede" no verse representado en un pacto con los comunistas, se está haciendo mucho más que llamar la atención sobre un escenario factible. Se está dando pábulo a que se piense que esto es así, favoreciendo que se produzca lo mismo que se teme.

La equivocación mayor que se puede cometer en este caso es sacar los temas principales de la propia agenda y ponerse a discutir en un tono y una forma que favorecen a los adversarios, desorientan a los partidarios y descolocan a los socios.

Una mirada parcial en un asunto complejo es muy dañina. La falange tiene que velar por su interés, por la Concertación y por su candidato presidencial. En su debate se ha de argumentar pensando en todos ellos. La DC tiene una generación de reemplazo capaz de interpretar a muchos, más allá de sus filas. Empezar a argumentar en pequeño sería un retroceso y el deterioro de una posición bien ganada.

No hay que olvidar que nadie asegura su futuro político ni con pactos ni con tácticas ni con pura eficiencia en las campañas. Hay que vincular lo que se haga con un mañana mejor y una mejor democracia.

Quien quiera sobrevivir tendrá que adaptarse a una sociedad más compleja, pluralista y exigente. Todos están llamados a cambiar, a mejorar y a evolucionar.

No cabe duda de que el mayor efecto político del término de la exclusión parlamentaria se está produciendo al interior de los partidos y movimientos que verán levantado un veto político implícito a su incorporación.

Estamos hablando de un sector que cuenta con una larga tradición anterior de presencia en ambas cámaras. Es difícil pensar que haya desaparecido el anhelo de ser parte de la emergencia pública de nuevos liderazgos de quienes han estado forzosamente ausentes. Al contrario. Los cupos a llenar son pocos y reducidos los lugares donde se puede ganar. Y la competencia por estos reducidos espacios tendrá que ser igual de fuerte e intensa que lo sería en cualquier otro sector. Tal vez más.

Para el PC se encuentra entre el fin de la exclusión y el inicio de la inclusión. Lo que no se sabe, ni dentro ni fuera de sus filas, es cómo lo afectará esta transición.

viernes, febrero 20, 2009

La ausencia de Antonio

La ausencia de Antonio

Víctor Maldonado


Nuestro querido tábano

El 13 de febrero murió Antonio Cortés Terzi. Se había convertido en una presencia tan habitual en el debate de ideas que muchos, al enterarnos, no podíamos creer que alguien tan cotidiano, una persona con la que se contaba siempre para la reflexión del día y de nuestro tiempo, ya no estuviera entre nosotros.

En más de una oportunidad me tocó encontrarme en diversos grupos y, frente a un acontecimiento importante, no faltaba el que exclamaba al hacerse un silencio: "¡Qué irá a decir Cortés Terzi de todo esto!". Porque era seguro que nuestro amigo intervendría, y si ya había debate, después de su intervención se descubrían todavía más aspectos sobre los cuales debatir.

Analista político, escritor, articulista, polemista y, ante todo, un intelectual genuino, era un militante intensamente comprometido, pero que no le gustaba ir en la procesión. Iba siempre en el mismo rumbo, pero fuera de la fila y haciendo todo tipo de comentarios sobre la dirección que se llevaba, la velocidad con que se desplazan, lo poco informados que parecían los que iban en la primera fila, entre otras cosas.

Era un tábano y muchos le prodigaban el cariñoso afecto que suelen despertar los tábanos. Pero también muchos supieron entender que, al comportarse de este modo, Antonio mostraba el tipo de lealtad que dura toda la vida, la sensibilidad ante el peligro que suele despertar a los distraídos, el compromiso del que sacrifica su comodidad por el bien de los demás, la férrea voluntad de no rendirse a la banalidad y la complacencia.

En muchos casos escribió bien y escribió a tiempo. No tenía por qué tener la razón siempre, pero siempre tuvo razón en plantear un debate. En el fondo era un tábano bien intencionado y tan necesario para muchos como inquietante resultaba para algunos.

Siempre fiel a sí mismo, no andaba por el mundo adoptando poses o imitando a algún otro. De él se ha de afirmar, como el mayor elogio, que fue siempre y en donde estuviera, Cortés Terzi, a mucha honra. Se podría decir que era orgullosamente humilde. No era vanidoso pero tampoco se achicaba ante nadie. Tenía una opinión que entregar y no habría nadie que le impidiese darla a conocer primero y defenderla después. La polémica era su elemento y aceptó cuanto ellas le depararon.

Pertenecía a un partido en el que todos opinan, siempre y de todo. A los socialistas se les puede ver templados en las más difíciles circunstancias (dije "templados", no "de acuerdo"), pueden afrontar una crisis con tranquilidad y tratar una división partidaria (experiencias no faltan) con una notable capacidad de reconstitución que otros les envidian.

Pero donde se pierde la compostura es en los debates. Mirados desde fuera, a veces los socialistas dan la impresión de esas viejas películas del oeste en la que se arma una pelea en la cantina, y los que vienen llegando empiezan a repartir golpes a diestra y siniestra para, sólo después, preguntar de qué se trataba todo aquello.

Antonio era un "cabro de este barrio", así que sabía que así eran las cosas. De modo que se entenderá que su especialidad era algo más bien peligroso. En otros lados decir intelectual es lo mismo que decir alguien "quitado de bulla". Por estos pagos es precisamente lo contrario.

El ataque de los lectores de titulares

Se puede decir que su artículo más conocido fue, al mismo tiempo, el menos leído. Si en algún momento los lectores de titulares y poco más, se sintieron autorizados a opinar sin enterarse, fue a raíz de una publicación que ya es un mito. Tanto que hasta el nombre ha sido cambiado en la leyenda urbana.

Originalmente el artículo tenía un nombre largo, "Gobierno de Lagos: ¿proyecto histórico o ceremonia del adiós?", pero en la tradición oral pasó a llamarse simplemente "la ceremonia del adiós".

Era el inicio de 2000 y el Gobierno de Ricardo Lagos pasaba por un mal momento. Se dudaba de todo, hasta de que el Gobierno pudiera llegar a su término normal. En ese momento apareció el artículo de Cortés Terzi y los lectores (sobre todo los no-lectores), llevados a engaño por la fuerza del título, creyeron adivinar la afirmación pública de un fracaso anticipado y el augurio de una derrota inevitable. Al autor se le criticó como nunca y se le atribuyeron perniciosos pensamientos y la entrega de argumentos al adversario. Todo esto sorprendió mucho a Cortés Terzi, que había tenido, precisamente, la intención contraria.

Antonio, que se daba el tiempo para argumentar, lo que menos podía pedir era que lo leyeran bien. Pero no hubo caso y el prejuicio se impuso sobre el juicio sereno, en particular porque muchos pensaban lo mismo que supusieron había quedado escrito y, sin embargo, consideraban atroz que se dijera. En honor a la verdad hay que decir que la opinión de Cortés Terzi era tan lúcida como constructiva, aun cuando se hacía cargo de los peligros del momento. Recordando el título de un célebre libro de Simone de Beauvoir, que recogía conversaciones con Jean Paul Sartre, próximas a la muerte de ambos, es decir, de su despedida, Antonio decía que había quienes en el Gobierno de la Concertación se estaban despidiendo pero del poder y con mucha anticipación.

Ricardo Lagos -decía Cortés Terzi- tenía la ambición de realizar un proyecto de rango histórico, que proyectara a la coalición de centroizquierda en el poder. Pero otros pensaban de manera distinta en el propio oficialismo. Había pues, una tensión manifiesta y ella debía ser despejada.

El autor creía posible el retorno a "la lógica reconstructiva de la Concertación", pero había que reaccionar pronto, porque lo que estaba predominando era la tendencia a favorecer la "ceremonia del adiós".

Antonio afirmaba la necesidad de un "debate descarnado, abierto, libre tal cual supone la probidad intelectual", aunque lo más común entre nosotros fuera el tráfico mercantil de ideas cuyo resultado era "la precariedad en la creación de ideas, de diagnósticos, de previsiones trascendentes que le den un marco a la política para desenvolverse más allá del día a día". Eran las conductas acríticas y la falta de un "veraz acto de reflexión" las que trabajaban en beneficio de la citada lógica de la ceremonia del adiós.

Cortés Terzi no se rendía. Pedía que el proyecto histórico del Gobierno de Lagos ganara en explicitación más allá del estilo presidencial, quería que se aclarase la estrategia seguida hasta el momento, sugería abandonar la obsesión por el seguimiento del abanderado de derecha, abogaba por no dejarse atrapar por el inmediatismo.

Antonio veía un peligro evidente en imitar a la derecha en su "concepción puramente mediática y corporativista de la política" porque, a la larga, eso significaba la derrota. Su mayor temor estaba en la creciente influencia de los "tecnopolíticos", personajes a los que les faltaba pasión por lo que hacían y les sobraba indiferencia social y ausencia de compromiso político con la suerte del propio Gobierno.

El humo y la claridad

Lo que pedía Cortés Terzi era que la Concertación reaccionara a tiempo. La coalición de centroizquierda tenía que mantenerse unida, competir con una derecha dispuesta a ganar y para eso tenía que profundizar el proyecto histórico, la voluntad de cambio, que le eran propios.

Lo que no había que hacer era que los partidos se dejaran absorber en sus problemas internos, que el Gobierno dejara a la Concertación librada a su suerte y se abandonara la política, tecnificando la gestión a un extremo unilateral y malsano.

En fin, lo único que he querido decir con esta síntesis es que a Cortés Terzi se le atribuyó falsamente la defensa de una postura que nunca sostuvo. Su aporte está muy vigente y muchos de sus detractores podrían empezar a leerlo. Quiero decir que quienes lo conocimos le debemos un reconocimiento que no alcanzamos a hacerle. A Antonio uno lo aprendía a querer casi sin darse cuenta. Pero dejaba una marca en quienes lo conocían.

Muchas fotografías que se han publicado en estos días lo muestran en un segundo plano característico: Cortés Terzi es el que está detrás del cigarro encendido. Y como era leal y buen amigo, en su funeral hubo que incluir, en palabras de un cantautor, la defensa de su cigarro al que, injustamente, le "echarían la culpa", por lo sucedido. Él, en cambio, pedía que disculparan a su amigo porque, fiel a la tradición bohemia, era de aquellos que se rodean de humo para ver más claro. Así vivió, pensó y compartió. Así lo aprendimos a querer.

viernes, febrero 13, 2009

La diferencia política en el inicio del año

La diferencia política en el inicio del año

La impresión es que Piñera se ve tentado a un paso fatal: organizar su campaña como le gustaría que lo vieran (carismático líder visionario), mucho más que sobre lo que en efecto es (inversionista exitoso y político bien conocido).

Víctor Maldonado


Los míos, los tuyos y los de nadie

La entrega, con bastante retraso, de la segunda parte de la encuesta CEP, con información de noviembre y diciembre pasados, nos permite disponer de un conjunto de información útil para el análisis.

Como no podía ser de otro modo, en el inicio del año, la preocupación por el empleo empieza a ganar gravitación entre los aspectos principales que concentran la opinión del público.

Al mismo tiempo, cada vez son más quienes constatan que la situación economía del país es mala o muy mala y que, probablemente, empeorará durante el presente año.

Mientras los problemas aumentan, el creciente desinterés por la política parece sufrir una detención y, de nuevo, se prestan oídos para saber qué se está haciendo y qué medidas se pueden adoptar para protegerse de la crisis.

Sin embargo, no existen mayores variaciones en la adhesión ciudadana a la tradicional división de derecha, centro e izquierda.

Como se sabe, lo usual es que el Gobierno sea el que atraiga el malestar social de la crisis. Pero no es esto lo que se ha podido comprobar, hasta ahora.

De hecho, el inicio del año encuentra al Ejecutivo con mayor aprobación que desaprobación, algo que no había ocurrido en dos años.

El núcleo de la mayor aprobación del Gobierno se concentra en las regiones, entre las mujeres y en quienes se identifican con la izquierda y la centroizquierda. En la encuesta CEP son, todavía, más los que desaprueban el manejo que hace de la economía el equipo de Gobierno.

El centro del descontento está en la Región Metropolitana, entre las mujeres y entre quienes se identifican con la derecha, la centroderecha y, en menor medida, entre los independientes.

Respecto del oficialismo, las opiniones están divididas. "En general", se opina que el Gobierno actúa con debilidad y sin destreza ante las presiones de instituciones, grupos y personas.

Pero los mismos opinan que la Presidenta Bachelet "da confianza" aunque la ven más lejana que en otro tiempo. Lo que no despierta duda es la oposición.

Simplemente, se desaprueba el modo en que desarrolla su labor de una manera rotunda. La situación es bastante mala para la derecha, puesto que quienes la desaprueban se concentran en regiones, casi es rechazada por igual entre hombres y mujeres, y genera resistencia en los encuestados de todas las posiciones políticas.

De momios y momias

Incluso entre los que se identifican con la derecha o la centroderecha son casi tantas las opiniones favorables como desfavorables.

Semejante estado de postración política es difícil de encontrar, mucho menos por tiempo prolongado, pero es precisamente lo que le ocurre a la derecha. Durante el Gobierno de Bachelet ha pasado de todo.

El oficialismo ha tenido momentos buenos y malos. La economía ha experimentado subidas y bajadas. A momentos de efervescencia social le han sucedido otros de tranquilidad.

La Concertación ha estado desordenada, muy desordenada y ahora último ha ido recuperando la compostura. La única que no experimenta cambios es la valoración pública de la actuación de la Alianza.

En tres años ha seguido donde mismo. Igualmente olvidada, ordinariamente destemplada sin alterar a nadie, agitando la superficie sin conseguir nada en el fondo. Tiene el biorritmo de una momia y eso no es precisamente bueno cuando se inicia una campaña presidencial.

La derecha es un sector político que vive del oxígeno que le administra a diario la prensa de derecha. Pero a nivel de la vida cotidiana de la gente tiene una presencia que va entre poca y ninguna.

Éste es sólo un factor a considerar, pero es uno al que se le da poca atención desde el oficialismo.

Lo que dicen los datos es que la realidad mediática flota sobre cierta falta de conexión con la realidad cotidiana; dicen que la Concertación dispone de una pequeña ventaja respecto de su contraparte; que el Gobierno puede salir bien parado del enfrentamiento de la crisis internacional y que, en la derecha, el candidato de la Alianza se afirma sobre el feble piso que le prestan dos partidos mal valorados y peor evaluados.

Nos dicen los datos, además, que la política les importa a las personas por el lado de las soluciones palpables, más que por el de los puros planteamientos.

No hay apasionamientos previos desatados, lo que hay es interés según se logre o no una vinculación con los intereses vitales existentes.

En el inicio del año político estos datos, o más bien, la realidad política a la que hacen referencia, comenzarán a mostrar su peso. Así, por ejemplo, el candidato de la Alianza dará inicio a una gira nacional en que tratará de empalmar con las lecciones aprendidas en la afamada campaña de Obama en Estados Unidos.

¿Habrá que decir que se tratará de un itinerario planificado para la aparición televisiva; es decir, de concurrencia moderada y amplio despliegue en los medios?

¿Habrá que decir que nada de esto tiene nada que ver con una campaña que siempre fue creciendo de la mano del entusiasmo desinteresado, cívico y popular que vimos en el triunfo demócrata que impuso el talento sobre el prejuicio?

Habrá que esperar un poco para saber a qué atenerse. Pero la impresión es que Piñera se ve tentado de dar un paso fatal: el organizar su campaña tal cual le gustaría que los demás lo vieran (un carismático líder visionario), mucho más que sobre lo que efectivamente es (un inversionista exitoso y un político ya bien conocido).

Cosechando lo que se siembra

Mientras, el Gobierno seguirá en lo suyo, habiendo decidido su rumbo hace tiempo y confiando en una ejecución eficiente de un plan bien recibido al momento de su formulación.

De allí que el desplazamiento por el territorio tenga el sentido de verificar el cumplimiento de tareas y de estados de avance. Por eso serán de alto impacto local y de poca vistosidad mediática.

Pero a la larga, muchos y frecuentes impactos locales hacen un efecto nacional. Más que el método escogido, lo que importa es la consistencia que se aplique al esfuerzo desplegado.

El Gobierno habla de lo que hace mucho más que hablar sobre lo que opina. No especula, construye; no analiza, invierte; no proyecta, ejecuta.

De allí su gran ventaja, puesto que está manos a la obra en momentos que lo que se necesita es un salvamento y no una teoría sobre los incendios. En todo caso, los posicionamientos iniciales son sólo eso. Ventajas y desventajas que se puede aprovechar bien o mal. Señalan dónde estamos, pero no dónde llegaremos.

No sabemos cómo se ha de definir la disputa que se encuentra en el inicio de la competencia en regla. Pero sí sabemos quiénes serán los que terminen por definir la elección.

Sin duda, la diferencia la pondrán las mujeres, lo que ocurra en la Región Metropolitana y en la evaluación que hagan quienes estén recibiendo más fuertemente el impacto de la crisis.

De momento, la simplificación del mapa de presidenciables en la Concertación hace que su opción electoral vaya camino a personalizarse.

El proceso ya va a mitad de camino. Pero ha tenido por virtud mostrar visiblemente que no es lo mismo enfrentar a la Concertación sin candidato definido que teniendo uno.

Cuando este proceso se complete entraremos a la etapa definitoria. Por ahora tenemos una opción de Gobierno en ejercicio sin un abanderado conocido, y otro bien conocido que no ha especificado aún su opción de Gobierno.

Aún faltan piezas en este rompecabezas.

viernes, febrero 06, 2009

Gobernar es proteger

Gobernar es proteger

El Gobierno ha de hacer todo lo que puede, pero ha de mostrar con igual claridad que no lo puede todo. Que es un actor importante, pero no el único. Que el sector privado y el financiero han de hacer su parte.

Víctor Maldonado


Hasta aquí vamos bien

Las encuestas muestran con claridad que el Gobierno de Michelle Bachelet y la misma Presidenta han iniciado un camino, ya perceptible hace algunos meses, de recuperar popularidad y apoyo.

Con esto se podría creer que nos encontramos ante una tendencia que bien pudiera ser irreversible, tal como ocurrió antes con Ricardo Lagos.

En este último caso, sucedió que se tuvo un Gobierno difícil hasta pasada la mitad del período, pero todas las buenas noticias se concentraron en el final de la administración.

Como el final es lo que más se recuerda de su Gobierno, lo que queda en la retina es la enorme adhesión que llegó a despertar el ex Presidente. De verdad, se retiró del puesto entre vítores.
Pero esto no es aún lo que está pasando. Lo que se puede afirmar, sin lugar a duda, es que el Gobierno de Bachelet ha tenido un acierto notable al encarar con determinación la crisis internacional.

Sabiendo que lo que se nos venía encima era de proporciones inusuales, puso a la crisis en el centro de su agenda e hizo que todo girara en torno a una respuesta ordenada.

Se ha sido muy proactivo en el inicio de las dificultades. La crisis no ha sido enfrentada con puras ideas, sino con programas específicos, dirigidos a grupos específicos, en especial susceptibles de quedar desprotegidos en un período de retroceso económico.

Semejante grado de determinación ha sido bien recibido por la amplia mayoría del país. Cada cual sabe que el mal tiempo no puede ser evitado, pero sabe también que todo marchará menos mal de lo que se debiera si se toman las debidas precauciones y se está teniendo un manejo experto del problema.

En realidad, Bachelet no se ha beneficiado sólo de un buen manejo de la coyuntura, sino de un buen manejo de la economía en un período bien amplio.

Tal como ha dicho el ministro Andrés Velasco, todos los países saben que, en estos momentos, deben aplicar una política anticíclica (sus gobiernos tienen que imprimir dinamismo a sus economías para evitar el estancamiento y el retroceso en su desarrollo), pero lo que lo que diferencia a unos estados de otros es que algunos pueden aplicar políticas anticíclicas y otros no pueden.

Tampoco existe un país que desconozca que, para afrontar los malos momentos, ha de guardar reservas en los buenos momentos. En realidad esto lo sabe cualquier familia.

Pero una cosa es saber y otra muy distinta es practicar. Son muy pocos los que tienen la suficiente entereza como para resistir las presiones de los más diversos grupos, año tras año, para comportarse de un modo prolongadamente correcto. Pues bien, éste ha sido un mérito propio de los gobiernos de la Concertación y hoy se muestra en todo su valor.

Los meritos que hay que adquirir

Los gobiernos de centroizquierda en Chile no son un dechado de puras virtudes. En ocasiones han enfrentado grandes problemas (como en el caso del transporte público) metiéndose en dificultades igualmente grandes.

Pero lo cierto es que, en lo grueso, en la apuesta fundamental de conseguir desarrollo con equidad, han tenido aciertos reconocibles. En esto se puede tener un orgullo legítimo.
Claro que hay que decir que, en aquello que se ha tenido mayor éxito, es donde menos se ha invertido en destacar logros trascendentes. Se ha actuado como si esto fuera algo natural y obvio, justamente cuando se trata del comportamiento menos frecuente en cualquier parte.

Pero no hay que confiarse en las buenas noticias que nos traen las encuestas. Lo que hemos visto hasta ahora es la buena evaluación del Gobierno en el momento que nos empezamos a adentrar en la tormenta económica.

Para seguir siendo bien evaluado en lo peor de la crisis (que será prolongada, honda y amplia) se requerirá de virtudes adicionales que habrá que desarrollar en el tiempo.

Me contaban que hoy en Europa, aun los gobiernos mejor evaluados ante la crisis, estimaban con pesimismo que no habrá administración que pudiera resistir un desempleo de dos dígitos por espacio de un año.

Esto es bien comprensible. La paciencia tiene su límite y la opinión pública dirige su frustración hacia algún lado, incluso a aquellos que están haciendo algo por solucionar los problemas.
Para decirlo de un modo directo: se ha de tener una buena evaluación de la labor social de Gobierno, y no sólo de su destreza económica, para que se mantenga la tendencia positiva que hemos visto.

En paralelo, es bastante obvio que hacer una buena labor tampoco servirá de nada, si los ciudadanos no se enteran de que se está trabajando activamente por ellos y con resultados perceptibles.

Buena presidenta, buen gobierno

Para que al Gobierno de Bachelet le vaya bien se necesita capear la crisis, proteger a los más perjudicados y comunicar con eficiencia.
Todas estas son labores para equipos eficientes y motivados, que cuenten con una conducción acertada. Cabe preguntarse si esto es lo que se tiene hoy en día o, alternativamente, si hay que incorporar enmiendas, adquirir destrezas y mejorar en áreas clave para estar seguros de poder cumplir adecuadamente ante un desafío mayor.

Por supuesto que la respuesta "correcta" es que el Gobierno ha de mejorar su desempeño habitual para responder a la crisis. Para esto sirve leer las encuestas, pero todo lo que ellas contienen, incluyendo las pistas sobre dónde concentrar los esfuerzos para mejorar el desempeño.

Así, por ejemplo, la última encuesta Adimark señala, por un lado, que el 53,1% aprueba la gestión de la Presidenta Bachelet, lo que viene aconteciendo desde que apareció públicamente -en septiembre pasado- el tema de la crisis económica internacional.

Los atributos que se le reconocen a la Mandataria están en su mejor nivel desde el inicio de su administración, siendo en especial relevantes los atributos de "liderazgo", "autoridad" y "capacidad para enfrentar situaciones de crisis".

En la misma encuesta se detecta que la gestión de Gobierno recibe una evaluación positiva y en ascenso de 43,4%, por primera vez en mucho tiempo, una cifra superior a la evaluación negativa, pero muy por debajo de la buena calificación presidencial. Aun así, el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ha mejorado notoriamente su evaluación.

Para los encuestados, lo mejor del Gobierno son las relaciones exteriores y el manejo económico, lo peor es el tratamiento de la delincuencia, la corrupción y el Transantiago (aunque mejorando "dentro de su gravedad"); y, en la medianía, aunque con algo más de negativo que de positivo, se encuentra lo realizado en el cuidado del medio ambiente, vivienda, obras públicas, educación y salud.

Terminando el cuadro, nos encontramos con que la Concertación vuelve a tener una mejor evaluación de su labor que la Alianza, y que sigue generando más identificación que su contraparte.

Un último dato de interés -no presente en esta encuesta, pero sí bien conocido- es que los logros de Gobierno son poco atribuidos a la propia administración. Con todo esto, el oficialismo ya tiene suficientes pistas como para saber dónde requiere reforzar su labor.

En efecto, cabe esperar que la mejor conducción política interna sea tan útil como invisible para el gran público. Pero, en cambio, la labor de los ministerios sociales (hoy con más méritos que reconocimiento) es lo que debe salir a la palestra y ser mostrado con pertinencia y constancia.
En economía, el Gobierno ha de hacer todo lo que puede, pero ha de mostrar con igual claridad que no lo puede todo. Que es un actor importante, pero no el único.

Que el sector privado y el financiero han de hacer su parte. Que la responsabilidad social termina por ser más efectiva que la sola movilización social. En fin, que el esfuerzo por salir de la crisis es nacional y que nadie puede dejar de hacer su parte.

Esto quiere decir que el Ejecutivo ha de mostrarse parejamente eficiente, centralmente dedicado al bien común, capaz de hacer su trabajo y de informar a todos de su labor.

En otras palabras, ha de consolidar la adhesión al Gobierno junto con la de la Presidenta Bachelet. Si consigue convencer a la gran mayoría que, para el oficialismo, gobernar es proteger, entonces todo irá bien.