Gobernar es proteger
Gobernar es proteger
El Gobierno ha de hacer todo lo que puede, pero ha de mostrar con igual claridad que no lo puede todo. Que es un actor importante, pero no el único. Que el sector privado y el financiero han de hacer su parte.
Víctor Maldonado
Hasta aquí vamos bien
Las encuestas muestran con claridad que el Gobierno de Michelle Bachelet y la misma Presidenta han iniciado un camino, ya perceptible hace algunos meses, de recuperar popularidad y apoyo.
Con esto se podría creer que nos encontramos ante una tendencia que bien pudiera ser irreversible, tal como ocurrió antes con Ricardo Lagos.
En este último caso, sucedió que se tuvo un Gobierno difícil hasta pasada la mitad del período, pero todas las buenas noticias se concentraron en el final de la administración.
Como el final es lo que más se recuerda de su Gobierno, lo que queda en la retina es la enorme adhesión que llegó a despertar el ex Presidente. De verdad, se retiró del puesto entre vítores.
Pero esto no es aún lo que está pasando. Lo que se puede afirmar, sin lugar a duda, es que el Gobierno de Bachelet ha tenido un acierto notable al encarar con determinación la crisis internacional.
Sabiendo que lo que se nos venía encima era de proporciones inusuales, puso a la crisis en el centro de su agenda e hizo que todo girara en torno a una respuesta ordenada.
Se ha sido muy proactivo en el inicio de las dificultades. La crisis no ha sido enfrentada con puras ideas, sino con programas específicos, dirigidos a grupos específicos, en especial susceptibles de quedar desprotegidos en un período de retroceso económico.
Semejante grado de determinación ha sido bien recibido por la amplia mayoría del país. Cada cual sabe que el mal tiempo no puede ser evitado, pero sabe también que todo marchará menos mal de lo que se debiera si se toman las debidas precauciones y se está teniendo un manejo experto del problema.
En realidad, Bachelet no se ha beneficiado sólo de un buen manejo de la coyuntura, sino de un buen manejo de la economía en un período bien amplio.
Tal como ha dicho el ministro Andrés Velasco, todos los países saben que, en estos momentos, deben aplicar una política anticíclica (sus gobiernos tienen que imprimir dinamismo a sus economías para evitar el estancamiento y el retroceso en su desarrollo), pero lo que lo que diferencia a unos estados de otros es que algunos pueden aplicar políticas anticíclicas y otros no pueden.
Tampoco existe un país que desconozca que, para afrontar los malos momentos, ha de guardar reservas en los buenos momentos. En realidad esto lo sabe cualquier familia.
Pero una cosa es saber y otra muy distinta es practicar. Son muy pocos los que tienen la suficiente entereza como para resistir las presiones de los más diversos grupos, año tras año, para comportarse de un modo prolongadamente correcto. Pues bien, éste ha sido un mérito propio de los gobiernos de la Concertación y hoy se muestra en todo su valor.
Los meritos que hay que adquirir
Los gobiernos de centroizquierda en Chile no son un dechado de puras virtudes. En ocasiones han enfrentado grandes problemas (como en el caso del transporte público) metiéndose en dificultades igualmente grandes.
Pero lo cierto es que, en lo grueso, en la apuesta fundamental de conseguir desarrollo con equidad, han tenido aciertos reconocibles. En esto se puede tener un orgullo legítimo.
Claro que hay que decir que, en aquello que se ha tenido mayor éxito, es donde menos se ha invertido en destacar logros trascendentes. Se ha actuado como si esto fuera algo natural y obvio, justamente cuando se trata del comportamiento menos frecuente en cualquier parte.
Pero no hay que confiarse en las buenas noticias que nos traen las encuestas. Lo que hemos visto hasta ahora es la buena evaluación del Gobierno en el momento que nos empezamos a adentrar en la tormenta económica.
Para seguir siendo bien evaluado en lo peor de la crisis (que será prolongada, honda y amplia) se requerirá de virtudes adicionales que habrá que desarrollar en el tiempo.
Me contaban que hoy en Europa, aun los gobiernos mejor evaluados ante la crisis, estimaban con pesimismo que no habrá administración que pudiera resistir un desempleo de dos dígitos por espacio de un año.
Esto es bien comprensible. La paciencia tiene su límite y la opinión pública dirige su frustración hacia algún lado, incluso a aquellos que están haciendo algo por solucionar los problemas.
Para decirlo de un modo directo: se ha de tener una buena evaluación de la labor social de Gobierno, y no sólo de su destreza económica, para que se mantenga la tendencia positiva que hemos visto.
En paralelo, es bastante obvio que hacer una buena labor tampoco servirá de nada, si los ciudadanos no se enteran de que se está trabajando activamente por ellos y con resultados perceptibles.
Buena presidenta, buen gobierno
Para que al Gobierno de Bachelet le vaya bien se necesita capear la crisis, proteger a los más perjudicados y comunicar con eficiencia.
Todas estas son labores para equipos eficientes y motivados, que cuenten con una conducción acertada. Cabe preguntarse si esto es lo que se tiene hoy en día o, alternativamente, si hay que incorporar enmiendas, adquirir destrezas y mejorar en áreas clave para estar seguros de poder cumplir adecuadamente ante un desafío mayor.
Por supuesto que la respuesta "correcta" es que el Gobierno ha de mejorar su desempeño habitual para responder a la crisis. Para esto sirve leer las encuestas, pero todo lo que ellas contienen, incluyendo las pistas sobre dónde concentrar los esfuerzos para mejorar el desempeño.
Así, por ejemplo, la última encuesta Adimark señala, por un lado, que el 53,1% aprueba la gestión de la Presidenta Bachelet, lo que viene aconteciendo desde que apareció públicamente -en septiembre pasado- el tema de la crisis económica internacional.
Los atributos que se le reconocen a la Mandataria están en su mejor nivel desde el inicio de su administración, siendo en especial relevantes los atributos de "liderazgo", "autoridad" y "capacidad para enfrentar situaciones de crisis".
En la misma encuesta se detecta que la gestión de Gobierno recibe una evaluación positiva y en ascenso de 43,4%, por primera vez en mucho tiempo, una cifra superior a la evaluación negativa, pero muy por debajo de la buena calificación presidencial. Aun así, el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ha mejorado notoriamente su evaluación.
Para los encuestados, lo mejor del Gobierno son las relaciones exteriores y el manejo económico, lo peor es el tratamiento de la delincuencia, la corrupción y el Transantiago (aunque mejorando "dentro de su gravedad"); y, en la medianía, aunque con algo más de negativo que de positivo, se encuentra lo realizado en el cuidado del medio ambiente, vivienda, obras públicas, educación y salud.
Terminando el cuadro, nos encontramos con que la Concertación vuelve a tener una mejor evaluación de su labor que la Alianza, y que sigue generando más identificación que su contraparte.
Un último dato de interés -no presente en esta encuesta, pero sí bien conocido- es que los logros de Gobierno son poco atribuidos a la propia administración. Con todo esto, el oficialismo ya tiene suficientes pistas como para saber dónde requiere reforzar su labor.
En efecto, cabe esperar que la mejor conducción política interna sea tan útil como invisible para el gran público. Pero, en cambio, la labor de los ministerios sociales (hoy con más méritos que reconocimiento) es lo que debe salir a la palestra y ser mostrado con pertinencia y constancia.
En economía, el Gobierno ha de hacer todo lo que puede, pero ha de mostrar con igual claridad que no lo puede todo. Que es un actor importante, pero no el único.
Que el sector privado y el financiero han de hacer su parte. Que la responsabilidad social termina por ser más efectiva que la sola movilización social. En fin, que el esfuerzo por salir de la crisis es nacional y que nadie puede dejar de hacer su parte.
Esto quiere decir que el Ejecutivo ha de mostrarse parejamente eficiente, centralmente dedicado al bien común, capaz de hacer su trabajo y de informar a todos de su labor.
En otras palabras, ha de consolidar la adhesión al Gobierno junto con la de la Presidenta Bachelet. Si consigue convencer a la gran mayoría que, para el oficialismo, gobernar es proteger, entonces todo irá bien.
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