La tortuga y la liebre
La tortuga y la liebre
Víctor Maldonado
Habrá que reconocer que, para moverse tanto, y dejar a unos cuantos la tarea de asumir la defensa del candidato, igual ocurre que, desde hace un tiempo a esta parte, Piñera no está logrando ningún avance efectivo. ¡Y eso que es una liebre!
Contando candidatos
Lo que hay que dilucidar, en el caso de la Concertación, es saber si elegirá un candidato o quedará con un candidato a la Presidencia. Y ésta es una diferencia importante.
A veces pareciera que quienes más han trabajado para producir cambios culturales en nuestro país son también los que menos adaptan sus conductas a los nuevos escenarios que han ayudado a crear.
En el caso de la definición presidencial, no es cierto que sean los precandidatos los que fijen los tiempos en que han de tomar la decisión clave, que luego han de comunicar al país.
Los que fijan los tiempos son los ciudadanos, porque cuando ellos están en condiciones de elegir es cuando han de estar disponibles las personas para postular a representarlos. Si no saben distinguir cuándo es el momento oportuno, simplemente no sirven para la función a la que aspiran.
Al final, el sentido de oportunidad y la capacidad de aceptar el grado de incertidumbre (siempre presente en una auténtica competencia electoral), terminan por ser valorados primero, reconocidos después y ampliamente apoyados en el momento decisivo.
Creo que la Concertación ha de partir de la base de que el candidato que escoja no experimentará una empinada subida en las encuestas ni despertará el fervor propio de los grandes carismas. Al contrario, lo más probable es que el abanderado oficialista empiece a retomar apoyo popular de un modo tan pausado que llegará a ser casi exasperante.
La contrapartida a esta falta de espectacularidad es que se tendrá a favor el ir continuamente en ascenso, y que lo que se empiece a ganar en adhesión será siempre seguro y nada de dubitativo.
Haciendo el símil de la fábula de la tortuga y la liebre, hay que decir que, en esta ocasión, a la Concertación le toca el papel de la tortuga. El caso es que, en el relato clásico, es la tortuga la que gana no por ser en especial veloz, sino por ser en particular constante, porque supo mantener fijo su propósito de llegar a la meta, evitó distracciones y nunca dejar de ser fiel a su propio estilo.
La estrategia antes que el candidato
Es posible que la Concertación no haya definido aún su candidato, pero es también evidente que la derecha ha escogido, desde ya, a quien atacar de preferencia. En esto hay tan poco disimulo como, posiblemente, escasa efectividad.
Hay ciertos esfuerzos que son inútiles desde el principio; esto ocurre porque chocan contra un convencimiento amplio sobre las virtudes y defectos de una figura pública. Así, por ejemplo, sobre Eduardo Frei, aliados y adversarios coinciden en reconocer su probidad. Por eso, poner el acento en la demanda opositora de que transparente su patrimonio (sabiendo que han dejado esta misión en manos de un diputado fiscalizador) no parece la mejor idea a disposición de la derecha.
Sin embargo, este tipo de esfuerzo (presuntamente desgastador para el destinatario) termina por ser contraproducente. En realidad, una figura política puede empezar a destacar precisamente porque sus adversarios hablan de ella aunque sea de mala manera. Además, esto ocurre justo en el momento cuando se hace indispensable para la centroizquierda que alguna de sus figuras despegue en las encuestas. Justo ahora se produce el ataque menos ingenioso y más predecible del que se tenga noticia.
En estas condiciones a lo que debe responder cualquier candidato concertacionista -desde el momento en que se presenta- es por qué es no sólo bueno presentar una opción presidencial, sino que resulta indispensable hacerlo nada menos que ahora.
La respuesta es menos fácil de lo que parece. Cada cual tiene el derecho de presentarse como alternativa para encabezar la coalición oficialista en la próxima ocasión; de eso no cabe duda. También la postulación a la Primera Magistratura puede servir para destacar temas que, de otro modo, pueden caer a segundo plano; esto desde luego que es un aporte. Por último, competir al interior del bloque de centroizquierda puede ser bueno para todos, puesto que hace posible atraer la atención de muchos sobre lo que se dice y hace en su interior; tampoco sobre esto hay dudas.
Pero lo que hay que concordar es en resolver si el camino de la competencia interna es el mejor camino a disposición cuando no se está encabezando la opción actualmente ganadora, y se necesita recuperar mucho terreno en poco tiempo.
Incluso, antes que escoger a una persona, se ha de elegir un procedimiento, el más conveniente, para llegar a buen puerto, cualquiera sea la persona que resulte elegida al final del proceso.
Guiarse por el ataque
El inicio anticipado de las hostilidades es una demostración muy significativa de debilidad por parte de la candidatura de Piñera.
Este gesto significa varias cosas al mismo tiempo.
Quien ataca primero es alguien que reacciona de esta manera porque espera -a su vez- ser atacado y encuentra que es bueno anticiparse. También es alguien que ve un peligro inminente en un área donde le resulta difícil a él mismo responder. Ocurre, finalmente, que no quiere quedar solo respondiendo por sus actos en un aspecto que le resulta incómodo cubrir.
En realidad, lo único que devela este ataque es gritar a los cuatro vientos que la relación entre política y negocios no la tiene resuelta Piñera. Es la confesión pública de que su equipo cercano no ve, en el corto plazo, que su líder pueda resolver los cuestionamientos formulados, despejando por completa las dudas existentes al respecto.
Esto último resulta muy entendible. En un período de crisis financiera internacional, es bastante difícil para quien haya acumulado una gran fortuna que se desentienda de las mermas a su capital que asoman en varios frentes distintos.
Puede que a Piñera le importe mucho la actividad política pero, sin duda, le importa mucho el dinero y no quiere perder el control en ninguno de los dos ámbitos. Y eso es una debilidad.
Volviendo al tema de la fábula, está claro que estamos ante el caso de la liebre. Esta liebre se mueve mucho y se mueve rápido, pero ¿se mueve de un modo conducente al objetivo final? Al parecer no. Lo quiere todo y no desea renunciar a nada. Por eso pierde tanto tiempo en temas laterales. Si no puede hacer que sus problemas (y los cuestionamientos que generan) desaparezcan, al menos puede hacer que otros tengan problemas similares. Al menos lo pueden intentar y es, al parece, de lo que se trata.
Pero lo que es un gran problema en el caso del candidato de RN puede ser apenas una pequeña molestia para los demás. Es decir, se pueden realizar muchos esfuerzos para cubrir de sospechas a una persona con resultados magros. Y eso no es otra cosa que el inicio de los pasos en falso en una campaña y de la pérdida de la iniciativa.
Habrá que reconocer que, para moverse tanto, y dejar a unos cuantos la tarea de asumir la defensa del candidato, igual ocurre que, desde hace un tiempo a esta parte, Piñera no está logrando ningún avance efectivo. ¡Y eso que es una liebre!
Al mismo tiempo, y de manera imperceptible, una tortuga se le empieza acercar, haciendo gala de tanta lentitud como determinación.
Ahora se produce la incorporación de la UDI a la campaña del candidato inversionista. Se trata de una apuesta que este partido realiza por cálculo y sin auténtico entusiasmo.
Lo que quiere conseguir el gremialismo es influir y lograr giros significativos en la campaña presidencial de su poco querido socio.
Vamos a ver si está en condiciones de conseguirlo. Bien puede ser que Piñera no quiera o no pueda cambiar su modo característico de operar. Puede que se siga desmarcando de sus asesores y aliados de manera regular y constante. Siempre ha prometido enmendar su conducta y ahí están los resultados.
Cuando se lee la fábula de la tortuga y la liebre se la cree imposible. Entendemos el mensaje ético, pero no parece posible que exista alguno que actúe tan torpemente como la liebre. Pero, bien mirado, tal vez esto no sea tan inusual de ver, después de todo.
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