viernes, noviembre 14, 2008

Las resoluciones, a tiempo

Las resoluciones, a tiempo


Víctor Maldonado

Puede que haya gente que considera muy interesante todos estos entretelones. Pero no puedo dejar de pensar que se le está pidiendo demasiado al adherente de la Concertación. Porque se le solicita que mantenga el interés a todo evento.


Mala época para indecisos

La crisis internacional nos pone en una situación bastante extraordinaria. Parte importante de las variaciones de la opinión pública en torno a los candidatos presidenciales, bien pueden explicarse por este hecho de proporciones mayúsculas.

En momentos de incertidumbre, ampliación de temores, dudas sobre los caminos a seguir, valoración de lo que se tiene y confianza en el manejo experto, está muy claro lo que se necesita de los líderes. Y lo que se espera de ellos es que compensen la inestabilidad general aportando una capacidad de conducción serena y experimentada.

Por lo mismo, no creo que sea un alarde de perspicacia el llamar la atención sobre el hecho simple de que la presentación de dudas y demoras constantes de parte de un posible abanderado, es lo peor que le puede ocurrir.

Más que nunca, la capacidad de otorgar certeza es altamente valorada. La peregrina idea de que un país se deba adaptar a las necesidades de unos pocos para saber a qué atenerse resulta asombrosa.

Mucho antes de que estas personas tengan a bien informarnos sobre las conclusiones de su dilatado proceso, habrán perdido, ante los ojos de muchos, una característica reconocida (saber resolver cuando se necesita) que no habrán sabido poner en juego cuando corresponde.

Sin duda, el saber calibrar un estado de ánimo colectivo es algo básico en un líder. Eso no tiene que ver necesariamente con sus capacidades intelectuales, sino con su sintonía con los anhelos y necesidades ciudadanas.

No hay líderes que sean igualmente apreciados para todo tiempo y lugar. Pero hay personas a las que les llega su tiempo porque parece ser justo lo que se necesita, o se han sabido posicionar como la encarnación de "la respuesta que necesitamos".

Las dudas generan dudas y mientras más días improductivos se dejan pasar, más amplios son sus efectos.

Si no se toman las decisiones cuando se necesitan, entonces las circunstancias deciden por uno. Cuando la gente está lista para decir es cuando los candidatos han de estar listos para presentarse. Porque si esto no sucede habrá alguien que perdió su oportunidad.

¿Por qué no ganamos primero?

Parece increíble, pero a ratos se podría pensar que alguno espera que la situación se decante a su favor. Y cuando eso suceda quiere aceptar la responsabilidad de la conducción.

En realidad, lo más probable es que ocurra exactamente al revés. Es más fácil que una determinación firme despeje incógnitas a que éstas se disuelvan con el paso del tiempo.

Si las decisiones para que alguien se presente es que superen las mayores dificultades del momento, entonces algo no calza. Porque si ello fuera posible por anticipado, entonces el liderazgo es irrelevante, y si ello no es posible, la candidatura se declara a sí misma inviable.

El poder no se tiene… hasta que se tiene. No se puede ejercer desde antes basándose en las expectativas de alcanzarlo. Cuando se pide una subordinación anticipada, lo que se consigue es una resistencia anticipada.

La descripción que se hace en estos días del cargo de Presidente de la República es la correcta: Jefe de Estado, de Gobierno y de coalición. Pero los cargos no se pueden desempeñar con anterioridad a las victorias electorales.

El problema para la centro-izquierda no es el de darse por enterada de en qué consiste la Presidencia, sino en ganar la elección en que se elegirá el próximo Presidente.

Mientras más precondiciones se ponen, más lejos queda la Presidencia. Cuando la coalición de Gobierno se apresta a hacer frente a su prueba más dura, lo que importa más que todo es la predisposición a encabezar y a afrontar a todo evento lo que venga.

En anteriores ocasiones, se ha podido contar con la fuerte presencia de un abanderado que atraía más adhesiones que la coalición a la cual pertenece. Ese no es el caso actual. En esta ocasión, todos tendrán que trabajar para que alguien llegue a ese sitial, partiendo desde una base inicialmente insuficiente y más bien precaria. En anteriores oportunidades quien ponía el candidato presidencial debía compensar al resto con mayor presencia parlamentaria, amplia presencia en el comando y muchas otras cosas. Si hoy se planteara algo por el estilo habría más de una cara de extrañeza. Eso es lo que sucede cuando necesariamente se va de menos a más. Si ésta es la situación inicial, ¿a cuento de qué se ponen tantas precondiciones?

No es llegar y llevar

Ante las mencionadas circunstancias, los deseos de orden y unidad concertacionista se ven representadas en la búsqueda conjunta de un candidato único. Sobreexigir a los más disciplinados no parece prudente. Lo sensato para cualquiera es darse cuenta de lo que tiene y no pedir lo que no tiene ni se le puede dar.

Puede que haya gente que considera muy interesante todos estos entretelones. Pero no puedo dejar de pensar que se le está pidiendo demasiado al adherente de la Concertación. Porque se le solicita que mantenga el interés a todo evento. Y no por algo que esté sucediendo, antes bien por algo que se está demorando en producirse, sin una explicación razonable.

En vez de convocar a los ciudadanos afines a decidir entre candidatos, se les está pidiendo que asistan como espectadores a que los candidatos se decidan. Hay un cierto sentido del decoro colectiva que no ha estado muy presente en este proceso.

En realidad, los episodios que observamos tienen que ver con los diagnósticos pesimistas en los que se ha ido sumiendo la Concertación. Cuando se pasa mucho tiempo sin pensar en las posibilidades de ganar, se producen muchos efectos imperceptibles en el oficialismo. Se nota ante todo en las conversaciones en las que se transmite la sensación de pérdida anticipada. Nos encontramos ante un notable error de perspectiva, que se expresa de lleno en cierta elite, pero no tiene un reflejo equivalente en la calle. Hay más objetividad en el ciudadano común que entre los líderes concertacionistas.

Y, sin embargo, la necesidad de tomar decisiones apremia. Parece que no hay semana en que no se tenga alguna novedad de parte de los presidenciables. Se ha dado inicio a una dinámica de resoluciones de la que es imposible que algunos se escapen.

Lo cierto es que los electores de la Concertación no la tienen difícil. Si se presentan dos ex Presidentes se le está pidiendo a los electores que opten entre líderes a los que (en una amplia mayoría) ya antes les habían entregado su adhesión.

Muchas pruebas a las que los electores someten a personajes menos conocidos en esta ocasión son innecesarias, porque las naturales dudas que se presentan en estos casos ya se encuentran despejadas desde el punto de partida.

Por tanto, nadie se definirá en exclusiva por sus antecedentes. Si no es eso lo que desequilibra la balanza, lo que resulta determinante es -como dijimos- la capacidad de dar certidumbre, de agregar confianza, de señalar rumbos y de mostrar resolución. ¿A qué le suena a usted este escenario?