De la procesión a la primaria
De la procesión a la primaria
Víctor Maldonado
Si la Concertación llega a un rápido acuerdo para designar a su candidato y, al mismo tiempo, alcanza un acuerdo parlamentario que le permita recuperar visualmente su unidad, habrá hecho algo que el país espera de ella.
La espera llega a su fin
Es como si se hubiera dado una campanada inicial que todos escucharon. Lo cierto es que la actitud de los presidenciables en la Concertación ha cambiado por completo.
Lo que antes era todo dudas y compás de espera, se ha vuelto ahora disposición abierta, ductilidad para escoger la modalidad de competencia y negociaciones a todo nivel. Tal pareciera que el tiempo vuelve a ser considerado un recurso valioso y escaso de parte de todos los interesados. Y las cosas se toman con más seriedad, como ocurre cuando se acerca el momento de las decisiones. Por eso son cada vez menos las declaraciones y son cada vez más las acciones que se emprenden.
Por cierto, este ambiente era previsible una vez terminado el proceso municipal, pero no con esta intensidad y prontitud. Literalmente, los candidatos han sido sacados de su letargo calculado. A decir verdad, el punto de partida de este cambio de actitud está más que claro.
Si nuevamente triunfa la Concertación, sus integrantes tendrán mucho que agradecer a Soledad Alvear por la decisión que tomó al principio de la semana pasada. Al retirarse de la carrera presidencial y de la presidencia de su partido, lo que la senadora hizo fue poner a su coalición en un camino expedito hacia la elección del abanderado de la centroizquierda.
En un momento en que no abundan los gestos de grandeza, el oficialismo se encuentra con uno que llega en el instante oportuno y de la persona indicada. Quizás si la sorpresa general que acompañó a tal determinación sea representativa de lo inusual que ha llegado a ser esta clase de actos.
Se ha creado el espacio de tiempo necesario como para actuar con corrección y de cara al país. Si la Concertación llega a un rápido acuerdo para designar a su candidato y, al mismo tiempo, alcanza un acuerdo parlamentario que le permita recuperar visualmente su unidad, habrá hecho algo que el país espera de ella. Habrá dado un paso decisivo para abrirse una chance ganadora.
Más que procedimientos buenos o malos, lo que hay son procedimientos ampliamente aceptados o escasamente aceptados. Si se encuentra el mecanismo en el que todos compitan, lo que se hace es asegurar la legitimidad de una decisión que resulta transparente para una amplia mayoría. Cuando eso se logra, sus efectos benéficos se empiezan a producir incluso antes que la elección del candidato presidencial se materialice. Es esto lo que debe quedar resuelto antes de fin de año.
Dejando el espejo a un lado
La Concertación ha sido un grupo político que se ha dedicado en el último período a hablar sobre sí mismo. Para peor, ha estado reflexionando de manera pública sobre sus problemas, sus diferencias, sus menores posibilidades de ganar y sus dificultades de todo tipo.
Con un ejercicio así, es lógico que el optimismo no sea el rasgo preponderante en el oficialismo. Tal parece que, al comentar un suceso, si las noticias no son desalentadoras, no resultan creíbles.
En este instante han quedado dos cosas claras para todos: que sin apertura a la decisión ciudadana no hay candidatura presidencial creíble; y que el único método que no puede ser empleado para escoger Presidente es el de la procesión.
Abrir la decisión sobre el candidato tiene un sentido profundo de realismo y sensatez políticas. No se puede olvidar que el electorado ha tenido la posibilidad de escoger, en la elección municipal, entre la mayor variedad de candidatos antes vista. Y cuando los ciudadanos han ejercido su derecho haciendo uso del más amplio número de combinaciones posibles (sin necesariamente asumir la "lógica" política), entonces no es nada de fácil que se le entregue un candidato presidencial apareciendo de un sombrero partidario.
El procedimiento en concreto no está definido. Pero la apuesta de fondo sólo puede ser una: en el pasado se implementó el proceso de primarias con un resultado previamente conocido. Esta vez se ha de implementar un método cuyo desenlace ha de ser una incógnita para los propios organizadores y participantes. Ha de ser un proceso "de verdad" y dificulto que, en esta ocasión (y dados los posibles participantes) se mantengan rígidas las fronteras partidarias de los militantes al decidir.
Lo que puede cambiar el estado de ánimo predominante es que el que decide es, en serio, el que va a votar. Porque la Concertación sólo se llevará un triunfo si retiene los apoyos de que dispone hoy, si atrae a descontentos y enojados de centroizquierda (hoy en los más diversos sitios o en ninguno) y si logra que participen (ahora y el próximo año) electores que no han ejercido su derecho antes o han dejado de hacerlo.
En segundo lugar, está igualmente claro que se han acabado las condiciones especiales. Ir a buscar a alguien a la casa en procesión, dado lo difícil del momento, es impensable. Ofrecerle a alguien la dirección más amplia, incluida su consideración sobre candidaturas parlamentarias, no es posible. En fin, cuando ha estado predominando la lógica partidaria sin contrapeso alguno, entonces las soluciones a los problemas no se presentan con anticipación, sino que son parte de un proceso en el que todos tienen que colaborar y han de querer hacerlo. Con un poco más de humildad, todo es posible.
Qué dijo el otro
Por el lado de la derecha, también los preparativos se intensifican. En este caso tenemos una disputa entre las perspectivas posibles de asumir en el último año del Gobierno de Michelle Bachelet.
Aunque parezca increíble, la dinámica de fuerte conflicto y enfrentamiento desgastante con el Gobierno ha adquirido tales proporciones que los representantes menos lúcidos de la oposición no han notado las nuevas necesidades del momento.
Han seguido pensando, sueltos de cuerpo, en a cuál ministro acusar constitucionalmente, qué nueva comisión investigadora constituir, cuáles condicionamientos duros se pueden poner a la aprobación de la Ley de Presupuesto, dónde pueden presentar un escándalo renovado.
Lo que Piñera ha intentado es la preparación de una tregua en la política de desgaste. En realidad no es creíble que un sector político agudice los problemas de Gobierno si cree que se hará cargo del Gobierno a poco andar.
Hasta ahora la derecha ha usufructuado del desorden de la Concertación, pero si el desorden llega a su fin, entonces lo que queda del camino está en manos de lo que la derecha logre por sus propios méritos. Depende de su capacidad de aglutinarse, ofrecer alternativas concretas en las materias de mayor interés ciudadano y hacer una campaña que convenza de que puede ser gobierno y no sólo una oposición dura y sin matices.
La definición de un abanderado concertacionista de cara al país pone en problemas a la oposición. ¿Hará lo mismo o se concentrará en la negociación parlamentaria? ¿Cómo queda entonces la UDI? En caso de que se decida a hacer algo equivalente, entrará por primera vez en una dinámica que no está tan claro que puedan controlar.
Comparado con la etapa que termina, lo que viene es un período pródigo en decisiones y en cambios. No será una buena época para indecisos y para quienes tengan aversión a los riesgos.
Eso es lo que tiene de interesante la actividad política: cuando parece que ya está todo decidido, ocurre que recién está comenzando a decidirse.
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