Cuando unos ganan más que otros
Cuando unos ganan más que otros
Víctor Maldonado
Entre los partidos que sentirán fuertemente la presión interna está sin duda la UDI. La actitud de RN al no hacer ningún misterio de las pretensiones senatoriales de Lily Pérez, es un poco delicado aviso.
Lo que importa es el tamaño de los socios
La UDI es un partido en búsqueda de un candidato presidencial. Y esto marca una diferencia respecto de su actitud anterior. Se ha pasado del pleno respaldo al candidato de la Alianza a la posibilidad de presentar un candidato propio.
¿A qué se debe el cambio de actitud? Porque, como se recordará, una parte importante de este partido ya estaba analizando la posibilidad de presentar a Sebastián Piñera desde ya como su abanderado.
Según gustan decirnos con profusión los medios ligados con el candidato, el gremialismo está siendo informado de que puede recibir financiamiento empresarial para sus campañas, a condición de anticipar su adhesión presidencial entusiasta al postulante "correcto". Algo que, por lo demás, también tiene mucho de extraño, puesto que si se nos dice hasta el cansancio que las cosas van tan bien, ¿para qué apurarse?
Como sea, lo que explica la situación es que la UDI se ha dado cuenta que el predominio de Piñera y RN no es necesariamente el triunfo del gremialismo.
En realidad uno de los efectos más importantes que tendrán estas elecciones municipales no tiene que ver con lo que ocurrirá entre los grandes conglomerados políticos. Lo que puede llegar a tener un efecto mayor es la diferencia de resultados que se produzcan al interior de los pactos.
Y sabemos que en esta ocasión es si lo que ocurrirá entre los partidos de la derecha es que la UDI empezará a perder o a ver amenazada su predominancia en oposición.
RN está viviendo un buen momento, pero no a costa de sus adversarios, sino de su aliado.
No importa lo que se diga de labios para afuera: el peor escenario en la derecha es quedarse más o menos donde mismo está ahora, y, además, la composición interna de los apoyos partidarios cambiando de manera significativa.
Inevitablemente, esto hará que el gremialismo se replantee su destino en cuanto partido, no simplemente en relación con las posibilidades presidenciales de Piñera.
Por supuesto, lo que ocurre con la derecha tiene un correlato a nivel de la Concertación. También en tal caso lo que ocurra al interior de la centroizquierda tendrá repercusiones importantes.
La Concertación se reconfigura
Habrá que estar atentos a la diferencia de resultados obtenidos en los pactos en que hoy se presenta el oficialismo, porque las variaciones partidarias de peso específico pueden cambiar por completo la relación entre sus actores principales.
Hasta ahora, lo que ha predominado siempre al momento en que los resultados se han presentado en anteriores ocasiones es la imagen corporativa de la Concertación. Las diferencias entre los partidos eran cosas del interés de un número reducido de personajes ligados a la vida política partidaria.
Pero ahora no es así. Lo que más se verá es el comportamiento de los partidos, junto con su "rendimiento". Esto no será sólo visual, también se establece -por la fuerza de los hechos- un distinto modo de asimilar los resultados de parte de las dirigencias.
Esto es algo que ocurrirá tanto en la derecha como en la Concertación.
Lo que tienen pensado los partidos desde ya es reaccionar a partir de la noche del 26 de octubre, asimilar los resultados en vista de sus pretensiones presidenciales y parlamentarias. Es como si pensaran que lo que ocurra pasará de modo parejo a cada coalición y eso no va a ser así. Por eso, puede que tengan que acostumbrarse a la idea de intentar una mirada diferente.
La Concertación ya ha asimilado como un hecho que, lo más probable, es que baje su votación en relación con la que obtuvo en 2004. El mayor número de candidatos y la presencia activa y organizada de ex integrantes del conglomerado dan por resultado seguro una diferencia de votos menor al 48% que sostuvo hace ya cuatro años.
Contrariamente a lo que hemos escuchado en la derecha, cuando la Concertación observe las cifras no va a deprimirse por ver unos puntos menos en los resultados. Lo que de verdad le importará será estar por sobre la derecha en votos y en representantes elegidos.
La idea de la Alianza de presentar como una victoria el quedar a menor distancia del oficialismo, comparándose con la ocasión anterior, será un consuelo bastante pobre. En democracia se gana teniendo más votos y no menos. Aunque las distancias se estrechen. En una decisión presidencial no se han escuchado nunca altas frases tan tontas como "estamos contentos: salimos segundos".
Claro que los partidos cuentan con fortalezas diferentes para afrontar un momento de prueba. Conociéndolos un poco, ya se sabe por anticipado quiénes tendrán mayores dificultades para ponerse a tono con los datos que nos esperan a la vuelta de la esquina.
Una de las señales más fuertes que se da respecto de la debilidad partidaria es, obvio, el dedicarse a dar señales equívocas, secundarias o confusas a su alrededor. Dedicarse a temas laterales, desviando esfuerzos de la tarea principal, es sin duda una mala señal.
Lo es porque cuando se dan indicios anticipados quiere decir que los temores por lo que ocurrirá están ya presentes en la dirigencia. Por eso se actúa con el clásico "ponerse el parche antes de la herida". Pero de nada sirve. Sólo materializa los temores con semanas de anticipación. Así todos trabajan con dudas. Hace que todos se anticipen a pensar en lo que harán el día de pasado mañana.
Pero, ¿qué ocurrirá con la derecha? La verdad de las cosas es que la oposición ha hecho de la baja predecible de la coalición gobernante un automático aumento de su propio caudal electoral. En otras palabras, lo que espera es subir de votación significativamente. En eso basa la solidez de sus pretensiones electorales para ganar su eventual entrada a La Moneda.
¿Y si lo que ocurre es un aumento de la dispersión, y no un giro hacia la derecha? ¿Qué pasa si la derecha queda más o menos donde está?
Se encontraría ante una gran decepción que no podría ocultar. Estaría pasando que los electores mostrarían un enorme descontento respecto de la política tal cual se practica aquí o allá. Pero no un cambio de preferencias radical.
UDI: postulante a actor secundario
Lo que se puede estar preparando es un cambio de preferencias al interior del pacto. Hay socios, pero si uno de ellos saca muchos beneficios y el otro acumula las pérdidas, algo malo está por suceder.
En un escenario más desigual que el actual, las celebraciones no serán parejas. No pueden serlo.
Si el descontento ciudadano se expresa en una merma en la confianza de los dos bloques, aunque sea algo mayor en el caso de quienes gobiernan, estamos ante un gran revés opositor. Ello implicaría, en el fondo, una incapacidad importante de la derecha para capitalizar un momento que potencialmente la favorecía en forma significativa.
En otras palabras, si en esta elección la derecha está en torno a 40% de las preferencias, podrá festejar públicamente todo lo que quiera, pero sabrá en el fondo que habrá empezado a fracasar.
Para decirlo de otra manera: la competencia presidencial no va a ser lo único que se va a acelerar tras conocer los resultados municipales. Los partidos despertarán como actores que se preparan para fortalecerse ante el peligro de que les ocurre todo lo contrario.
Y entre los partidos que sentirán fuertemente la presión interna está sin duda la UDI. La actitud de RN al no hacer ningún misterio de las pretensiones senatoriales de Lily Pérez (enfrentando nada menos que al presidente del gremialismo), es un poco delicado aviso de lo que les espera a sus socios.
Por eso, se han vuelto a despertar las pretensiones presidenciales en la UDI. Pero esta vez no como una señal de fortaleza, sino una demostración de alarma. Y es muy lógico que se sientan alarmados. Lo estarán más a partir del 26 de octubre en la noche.
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