viernes, agosto 15, 2008

Cuando la Presidencia se ve pero no se toca

Cuando la Presidencia se ve pero no se toca

Víctor Maldonado

La complejidad del análisis de los resultados municipales que nos esperan será tal que requerirá más de una brújula para otorgarle algún sentido. Será una oportunidad para los liderazgos integradores.


Todavía no se sabe


¿Qué es lo que dicen las encuestas cuando se pregunta por los candidatos presidenciales? Lo que dicen (si se tiene algo de experiencia en leerlas) es que no se puede saber a ciencia cierta qué es lo que terminará por ocurrir.

Es demasiado pronto, porque sólo se conoce un candidato, que está en tal condición desde que se terminaran de contar los votos en la elección en la que fue electa Michelle Bachelet.

La candidatura de Sebastián Piñera ha sido una compañía cotidiana para los chilenos en todo lo que va de la actual administración. Cada día es más obvio que nadie le puede hacer sombra en la oposición. De ello nace el fuerte posicionamiento público de un nombre bien posicionado y ampliamente respaldado desde los partidos de la Alianza.

Dentro de su mismo sector no todos están contentos con esta solitaria preponderancia en el estrellato de Piñera. Pero quienes lo han tratado de enfrentar desde el gremialismo han tenido una suerte muy poco variada: a unos les ha ido mal y a otros les ha ido peor.

Los sondeos de opinión pública constatan este hecho conocido. Y detectan la cómoda posición que ha acompañado al empresario en su aventura sin amagos ni sobresaltos.

Pero, como todos saben, esta situación no se puede mantener por tiempo indefinido.

Lo que es cierto, y de allí lo medular de las esperanzas de la derecha, es que ningún candidato del oficialismo parece poder competir con éxito ante un candidato que ya ni siquiera necesita ser nominado para serlo.

Además, sin que se sepa qué fue primero, si el huevo o la gallina, el estado de ánimo en la Concertación es de los más malos que se han visto. Todo ello unido a una falta de control de las diferencias internas y una locuacidad desatada de moros y cristianos para exhibir las propias debilidades.

Así que, de momento, en la derecha reina el optimismo y lo contrario ocurre en la centroizquierda.

¿Carrera corrida? En absoluto, pero sí una señal clara de que la Concertación no se presentará a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias sin tener que pasar antes por una fuerte revisión de sus liderazgos y orientaciones.

Y sin embargo se mueve

Sin embargo, la realidad termina pesando más que los estados de ánimo. Contra la opinión general y del momento, no estamos ante un destino inexorable. De hecho, ni siquiera nos encontramos ante una situación inédita.

Como se podrá recordar, sin hacer un esfuerzo especial, en nuestro país las posibilidades electorales se han repartido ya en ocasiones anteriores de manera desigual.

De hecho, la derecha se ha estado especializando en ser el sector político que parece poder ganar las presidenciales antes y después de las elecciones, mientras que lo que ocurre con la Concertación es que gana en las elecciones mismas.

Eso ya ocurrió en los comicios en que se eligió a Ricardo Lagos y estaba ocurriendo también en la siguiente oportunidad hasta que emergió Michelle Bachelet como una carta novedosa y atractiva. Nuestra memoria suele ser muy frágil, pero nunca tanto como para olvidar que hubo un momento en el que Joaquín Lavín parecía candidato seguro, y que, luego de perder, fue lejos el mejor posicionado como futuro presidente algo que más de uno se quedó esperando.

Ciertamente ahora los tiempos que restan son muy cortos (una diferencia con el pasado), pero hay que decir con igual seguridad, que ahora -tras los cambios en las reglas del juego- todo está ocurriendo de un modo más rápido.

Por cierto, el piso de la competencia se consolidará rápidamente apenas concluyan las ya próximas elecciones de alcaldes y concejales.

A partir de ese momento unos y otros podrán hacer sus preparativos y definirán sus estrategias sabiendo cuánto pesa cada cual.

Pero los derroteros de cada bloque serán bien diferentes. La derecha no depende de las municipales para definir su candidato presidencial. Las decisiones fundamentales ya están tomadas. Será el abanderado el que acomodará su curso de acción a lo que ocurra y no mucho más. De modo que puede que se decepcionen un poco, porque éste es un sector político que no tienen fuerza suficiente para mejorar de forma significativa posiciones. Pero nada más.

En el caso de la Concertación es bien distinto. El período de definición del liderazgo será muchísimo más largo y complicado.

Casi con seguridad el resultado municipal será desconcertante para los partidos oficialistas. En especial, ocurrirá de esta manera porque ninguna cifra despejará por sí sola las pretensiones presidenciales de ninguno de los aspirantes.

Lo único que quedará en principio despejado ha de ser cuáles de los partidos socios de la Concertación pueden proporcionar una base lo suficientemente sólida como para sostener aspiraciones presidenciales. Pero se trata más de un descarte que de una acción positiva.

Del cálculo a la decisión

Lo primero que han de resolver los partidos es saber si concentrarán sus esfuerzos en la competencia parlamentaria o asumirán la campaña presidencial como el desafío principal. Ese será el momento del sinceramiento interno y como coalición.

Los dirigentes con mentalidad de partido mirarán primero a la situación de los distritos, pero no serán ellos los que definan qué se hará en último término.

En realidad, el liderazgo que la Concertación necesita se identifica con quien pueda enfrentar de mejor forma un escenario inicial con una fuerte tendencia a la dispersión. Lo que se demandará será alguien capaz de aglutinar.

Lo que no se puede perder de vista, y que se expresará ya pronto a nivel de las definiciones locales, es que los conglomerados están acumulando (ambos, desde luego) un creciente grado de insatisfacción.

El abanico de posibilidades de no-alienados, independientes, candidatos "por fuera", candidatos con voto cruzado, etc. es tan amplia que, sin duda, todo este ancho y heterogéneo abanico recogerá más adhesiones que de costumbre.

Pero será eso y no mucho más: una no despreciable zona de descontentos, cansados de las disciplinas partidarias, de personas que han soltado amarraras. Sin embargo, en política nadie se define por lo que no es, sino por el proyecto que se representa. Serán -en muchas ocasiones- más un síntoma que una alternativa que se ofrezca a nivel país.

Salvo que el mundo haya cambiado mucho, una mayor "oferta" de candidatos de toda laya, calado y orientación, debiera quitar algo del apoyo del bloque mayoritario, pero también del bloque opositor. Solo la soberbia les impide ahora ver un dato tan básico como obvio.

La derecha ha apoyado a muchos personajes, pensando en debilitar a la Concertación, pero no parece haber aquilatado el efecto que todo esto tendrá sobre ella misma. Ha calculado el flujo pero no el reflujo.

Como sea, la complejidad del análisis de los resultados municipales que nos esperan será tal que requerirá más de una brújula para otorgarle algún sentido.

Entonces será una oportunidad para los liderazgos integradores. De momento han predominado los movimientos de estudio, las fintas y los amagos. Pero dentro de poco no habrá quien tenga paciencia para más demoras. Habrá bajado la señal para mostrar resolución y capacidad de convencimiento.

Básicamente el panorama empezará a resolverse cuando alguien que uno cree conocer, avanza con más decisión, más tino y mirando más lejos que el resto. Solo entonces sabremos a qué atenernos.