viernes, junio 13, 2008

Los pasos para llegar a acuerdos

Los pasos para llegar a acuerdos

Mejorar la calidad de la política requiere unidad interna, liderazgo, manejo político y aprender de los errores. Quien mejor lo consiga estará demostrando capacidad para conducir el país.

Víctor Maldonado


El apagón político

LOS ÚLTIMOS DÍAS han dado muestras de lo que sucede cuando la fragmentación política es lo que predomina en la agenda nacional. Cada cual está haciendo noticia por algún hecho de coyuntura en el que predominan el conflicto, la falta de acuerdos y las diferencias personales.

El número de conflictos en diáspora creciente es notable y variopinto: paros de transportistas; movilizaciones secundarias y universitarias; debates parlamentarios en que las posiciones de bloque parecen haberse perdido; cuestionamiento de la Contraloría a la actuación de la alcaldesa UDI de Huechuraba y su defensa de parte de la UDI, etcétera.

Cada cual parece estar en lo suyo, demanda la completa atención de los otros y sus temas puntuales se le presentan como lo más importante.

Todo el mundo está capacitado para poner obstáculos. Son muchos los que pueden describir las dificultades que existen para encontrar soluciones. Pero no se eligen a las autoridades públicas y representantes populares para constituir un coro de lamentos o para conseguir quien nos explique por qué es que no se avanza. Si alcanzar acuerdos se ha hecho ahora cuesta arriba eso no se explica porque las diferencias de opinión sean particularmente importantes.

Es una falla atribuible a la responsabilidad de los encargados de encabezar las negociaciones, que se está haciendo parte de un clima general, propenso a la dispersión y a la nada notable actuación para la galería.

Es necesario recuperarse de este apagón político del que nada bueno se puede esperar.

No es efectivo, por ejemplo, que el acuerdo en educación se haya detenido, a último momento, porque alguien lo alteró de tal modo que no quedara otra alternativa que dejar al país sin avances en una materia de importancia estratégica para la nación.

Los argumentos para explicar el impasse han sido encontrados en el camino, pero no convencen, aunque cuando se les trate de revestir de gran seriedad y aires de importancia.

Esta forma de presentar las cosas no consigue hacerse creíble. No, al menos, en la opinión pública, porque el ambiente de desorden y el creciente predominio de las agendas individuales y de grupo, tienen su foco en el ambiente político, pero no despierta ninguna simpatía en la opinión pública.

Los desacuerdos tienen límite

Cuando la derecha argumenta que se desentiende del acuerdo porque incorporó una indicación que explicita la importancia de la educación pública (lo que iría “en contra de la libertad de enseñanza”), todos sabemos que se está ante una impostura.

Si de verdad un conglomerado político tuviera la intención de atentar de manera grave contra un consenso básico de nuestra convivencia, estaríamos ante una crisis institucional. Nada más y nada menos.

Este tipo de crisis se presenta en varios campos a la vez, y a nadie se le puede ocurrir detonar tamaña insensatez proponiendo párrafos, más o menos, en un proyecto que requiere ser aprobado por consenso. No se anuncia una revolución en las páginas sociales. Tampoco se está buscando la crisis cuando se precisan puntos implícitos en los acuerdos. Puede debatirse sobre su pertinencia, oportunidad y forma, pero no más allá.

Sin embargo, dejar de producir acuerdos (o demorar mucho en llegar a ellos) no se puede hacer de forma impune. Lo que se consigue es un rechazo ciudadano que, a cada paso, adquiere más peso y más profundidad. No por nada nos encontramos al inicio de un período electoral, y el tiempo corre en contra de quienes quieren tener, este año y el próximo, buenos resultados en las urnas.

Quedarse estancado en los conflictos, los desacuerdos y las polémicas no resultan ser conductas duraderas y apropiadas ni para un partido ni para un líder, aunque se le mire desde el más estricto de los egoísmos.

Por eso, este momento de declaraciones altisonantes y rotundas, de cerradas negativas a establecer coincidencias, terminará por dar paso a salidas pactadas. Que así suceda es del interés de los candidatos presidenciales, del Gobierno, de las direcciones de los partidos y de los líderes más responsables.

Un relevo cruzado se hace necesario

Por cierto, hay reacciones de larga duración que están sólo comenzando, mientras que otras han de ser implementadas en lo inmediato.

En cuanto a los procesos de fondo, estamos en el inicio de un cambio. No cabe duda que ha llegado la hora de la renovación de liderazgos políticos. Es un reclamo por ausencia. No son pocos los que tienen la percepción de que se dispone hoy del número suficiente de políticos que den envergadura a las tareas que se están emprendiendo.

La gran mayoría de los dirigentes partidarios y parlamentarios están haciendo noticia por defecto. Al tratar los temas de mayor importancia están reduciendo su óptica a las consideraciones de corto plazo. Lo que están consiguiendo es poner los temas grandes en envases demasiado pequeños y eso se está notando a cada paso.

Pero los cambios de fondo no se realizarán en pocas semanas. Y, sin embargo, hay que actuar de inmediato para conseguir acuerdos significativos en el caso de la Ley General de Educación, la aprobación del Fondo de Estabilización del Petróleo, el subsidio al transporte público y la definición del salario mínimo. Materias muy variadas entre sí, pero que afectan de manera significativa a un gran número de personas.

Por eso, en los próximos días, mejorar la calidad de la política que practicamos es una necesidad para el oficialismo y para la oposición, y que se expresa en cuatro pasos bien concretos.

El primer paso de la recuperación de la buena política es retomar la práctica del trabajo en equipo. Se debe tener la sabiduría y prudencia suficientes como para saber que las diferencias de opinión se han de ventilar hacia dentro, y que son los acuerdos y los márgenes de negociación disponibles lo que se explicita públicamente.

El segundo paso es dotar de suficiente autoridad a los interlocutores, como para representar un punto de vista común ante otros. Llegar a acuerdos requiere tener posición propia y presentarla, de manera inequívoca y sin contradicciones, en las mesas de negociación.

El tercer paso implica mostrar la capacidad de incorporar a los acuerdos lo esencial de los puntos de vista que se defienden, teniendo la flexibilidad necesaria para ceder en los demás. Sólo de esta manera todos ganarán con un acuerdo integrador de perspectivas diferentes. El que intenta ganar en todo no consigue nada.

El cuarto y último paso es sacar las principales lecciones de cada experiencia de negociación y de los acuerdos que se emprende. Con esto se consigue perfeccionar las prácticas y los estilos que permitirán, en el futuro, llegar antes a más y mejores acuerdos.

En el fondo, mejorar la calidad de la política requiere unidad interna, liderazgo reconocido, manejo político y aprender de los errores. Quien mejor lo consiga estará demostrando capacidad para conducir el país.