La derecha en la encrucijada
La derecha en la encrucijada
Víctor Maldonado
En el caso de Lavín es cierto que un retorno a la candidatura por la alcaldía de Santiago no es una mejor opción que obtener una senaduría por la Quinta Región. Pero aquí hay algo más.
Quién junta a quién
Hernán Larraín ha propuesto un "nuevo consenso" para integrar a la derecha con los grupos escindidos de la Concertación. Al hacerlo, ha puesto a la derecha en la obligación de tomar decisiones en las que se medirá su solidez como coalición que quiere ampliarse a nuevos socios.
¿Por qué la sola mención de una propuesta que aún se desconoce causa este efecto? Sencillo: porque obliga a definir posiciones a los partidos ancla de la oposición y a sus posibles nuevos socios.
Todos saben que este es un aspecto central para la conformación de las candidaturas presidenciales futuras, así como para definir los pactos electorales (u omisiones) más significativos. Pero, antes que todo, lo que se empieza a debatir es el tipo de coalición que es capaz de conformar la derecha junto a independientes y movimientos regionalistas.
Una dura prueba para un sector que sabe que, en esto, ha tenido un serio déficit desde la recuperación de la democracia. Quien define los términos en los que se constituye la nueva coalición es -a no dudarlo- quien terminará por dirigirla. Por eso nadie en la derecha esperó que el presidente gremialista dé a conocer su propuesta para opinar. No quieren ceder terreno antes de empezar la aventura.
La respuesta de los interesados ha sido de lo más reveladora. En el caso de ChilePrimero, su secretario general, Jorge Schaulsohn, ha dicho que no le encuentra mayor novedad. Como es lógico, prefiere su propia nomenclatura para referirse al anuncio. El ex diputado habla de "alternancia no traumática".
Estas palabras son muy decidoras del tipo de conversación que ha sostenido con la dirigencia de RN y la UDI. La idea es que hoy le toca gobernar a la derecha (alternancia), pero siempre se necesita un sector que permita asegurar la gobernabilidad del sistema (de allí lo "no traumático").
Todo parte de un pronosticado debilitamiento de la Concertación y la potenciación de nuevos referentes. El senador Fernando Flores ha afirmado que "en ChilePrimero vamos a llevar candidato presidencial en la próxima elección. Eso es muy claro". Su anhelo es el de inscribirse como partido en diez o más regiones.
Pero una cosa es lo que se planifica y otra lo que se hace. Schaulsohn, adquiriendo una costumbre que no hará más que ampliarse, ha terciado en una discusión interna de la derecha, permitiéndose aclarar que el presidente de la UDI está equivocado al sostener que su tesis (aún no dada a conocer, insistimos) tendría cierta originalidad.
El otrora presidente del PPD cree del caso informar que lo que plantea Larraín no se contrapone a la teoría del desalojo de Allamand, sino que "está planteando exactamente lo mismo pero con otras palabras".
Me ofrezco de estadista
Lo que Schaulsohn rescata como la interpretación correcta es que todos coinciden -incluyendo a Jovino Novoa y Sebastián Piñera- en que "la candidatura de Piñera se pueda sustentar en una coalición que trascienda a la Alianza por Chile". Puede que a algunos esto le parezca muy coincidente con lo que dice Flores, pero a mí me parece tan distinto como para pensar que uno de los dos está sirviendo a los propósitos del otro sin imaginarse a dónde lo llevará esto.
Habrá que darle tiempo al tiempo. Lo evidente desde fuera es que en los nuevos referentes se está jugando ahora el liderazgo y los rumbos al mismo tiempo, y que éstos pueden ser muy diferentes. Los más sensatos o experimentados se dan cuenta de que el espacio es bien acotado como para pensar en constituir clubes de buenos amigos orientados sólo en las mejores intenciones. Si alguien lo piensa así estará próximo a decepcionarse.
Para algunos el tiempo lo es todo. Tienen que aprovecharlo ahora porque después será demasiado tarde. Lo saben muy bien. Por eso algunos se concentran en potenciar su imagen, aprovechando cuanta oportunidad se presente.
De momento y por cómo está empleando su puesto de presidente del Senado, nadie puede dudar que Adolfo Zaldívar haya tenido oportunidad de mostrar al país su modo de entender la política.
Trata de unir el prestigio del cargo con las necesidades más sentidas por sectores movilizables de la población. La estrategia de Zaldívar consiste en la representación simbólica de demandas de sectores de clase media. Por cierto, no es que pueda satisfacer las demandas de las que se muestra cercano, pero se ofrece para hacerlo en el futuro. Se puede decir que se trata de una estrategia correcta.
Es el tipo de cosas que ha llevado a líderes carismáticos y llenos de buenas intenciones a altas posiciones en Chile y en otros países. Pero lo importante, tanto ayer como hoy es saber si el mismo Zaldívar es la persona correcta que encarna mejor su propia estrategia.
No, muchas gracias
El espacio para los nuevos referentes será, ni más ni menos, aquel que les permita tener la derecha. Algunos piensan que ya hay suficientes problemas entre los que están como para hacerle el trabajo electoral a quienes no salen por sí mismos.
Para que esto pase se requiere un factor ausente desde antes en la oposición. Y es que uno de los factores que más pesan en política -por presencia o ausencia- es la confianza. Es también algo que lleva mucho tiempo construir y no cuesta nada perder.
En política la confianza se basa en la capacidad de los personajes públicos de orientar su conducta por algo más que sus intereses. Cuando alguien gana confianza quiere decir que es un líder al que se le atribuye la capacidad de llevar adelante un acuerdo aun teniendo que soportar presiones y oposiciones, algunas muy cercanas.
Muchas de las decisiones y acciones que vemos emprendidas por los líderes de la derecha se explican mucho más por la ausencia de confianza que por la mala voluntad, el individualismo o la pura mezquindad.
Aquí nadie quiere quedar librado a la buena voluntad del socio. En el caso de Joaquín Lavín es cierto que un retorno a la candidatura por la alcaldía de Santiago no es una mejor opción que obtener una senaduría por la Quinta Región. De seguro hay algo más.
Es aquí donde opera la confianza. El líder gremialista tenía que estar seguro de que iba a contar con el apoyo irrestricto no sólo del presidente de Renovación Nacional sino de toda su militancia. Porque de no ser así, sus socios tenían la mejor de las oportunidades para entregar un apoyo tibio y, de este modo, deshacerse del único adversario potencial del que Piñera puede esperar una sorpresa.
Una campaña senatorial depende del candidato, una municipal depende de la adhesión de los socios. Sobre lo primero se tiene control, sobre lo segundo, una esperanza. Al decidir, opera el grado de confianza que tiene en los compañeros de ruta. Lavín optó sin dudarlo. Y esto es muy significativo.
Desde su partido y desde RN se solicitaba de Lavín su plena adhesión a la estrategia presentada por Piñera. Se le pedía que dejara de ser él mismo en vista de la representación formal de su sector. Aparte de que eso significaba una especie de autocensura, implicaba el reconocimiento público de haberse "equivocado" en sus últimas actuaciones conocidas.
Es por eso que en la carta que explica su conducta, Lavín asocia directamente su candidatura senatorial con su línea "gestar los grandes acuerdos" en los que ya se encuentra embarcado. Por si quedaban dudas, reiteró su compromiso de "una línea de unidad, por lograr acuerdos en los temas en que el país necesita avanzar" contribuyendo así a "la creación de este nuevo clima político".
Está claro que para Lavín se puede llegar al Senado con un perfil conciliador, pero no está claro que se puede llegar a La Moneda con uno confrontador. La derecha está en una encrucijada en que tiene que decidir quiénes son los socios, cuánto aportan y cuánto se les da. Algo nada fácil de definir porque las diferencias son bien nítidas.
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