viernes, mayo 23, 2008

El mensaje después del 21 de mayo

El mensaje después del 21 de mayo

En pocos momentos Bachelet antagonizó con actores políticos. En cambio rechazó actitudes, como un clima de confrontación, la práctica de la exclusión y la aceptación de las desigualdades.

Víctor Maldonado


Contenido y puesta en escena

EL MENSAJE presidencial del 21 de mayo es varias cosas, entre ellas una cuenta de gestión, el enunciado de una pauta política y una puesta en escena.

En el momento en que se lee el discurso de parte de la Presidenta, todos saben a qué atenerse respecto de los principales temas políticos y económicos. Al momento mismo de su presentación, cada cual sabe de inmediato si sus demandas, intereses y énfasis han sido atendidos o se ven representados.

Sin embargo, nadie reacciona de un modo directo y sencillo a lo que se dice. Antes y después, sobre todo en las reacciones públicas de los principales actores políticos, lo que predomina es la puesta en escena.

Cada cual dice lo que tiene que decir, y lo que ha planificado decir desde hace mucho tiempo. En el caso de la derecha esto puede llegar a extremos. Pero lo cierto es que los planteamientos de la oposición no se ajustan a lo que escucha, sino que -oficialmente- escucha aquello que se amolda a sus planteamientos, y el resto lo desestima o lo interpreta de un modo que resulta funcional a lo que se ha decidido decir.

Este año, quien hubiera querido saber cuál era la partitura que habría de interpretar la derecha, sólo debía poner atención a las orientaciones de Sebastián Piñera y los líderes del sector.

Por eso se podía saber desde antes que, sí o sí, la derecha iba a decir que el Gobierno había demostrado que ha desaprovechado la oportunidad de mostrar al país un rumbo claro por el cual dirigirse y que, por lo tanto, lo que teníamos ahora era un tiempo perdido.

Por tanto, estamos retrocediendo en todos los planos. Es decir, la calidad de la democracia se deteriora y las políticas públicas se degradan, el espíritu innovador se debilita y Chile ve postergada su esperanza de ser un país desarrollado.

Siempre siguiendo el relato opositor, ni el Gobierno ni la Concertación saben para dónde van. En estricto sentido, lo que se tendría es una agenda basada en el gasto, y la modernización de la gestión y la innovación que nos acerca a los países de mayor crecimiento brillan por su ausencia.

Para terminar, donde había anuncios la oposición veía “ofertones”; donde venían aciertos, se consideraba que el oficialismo no había hecho otra cosa que hacerle caso a lo que se le había planteado (algo tarde por lo demás); donde hay ideas, ven generalidades; y donde hay procesos bien hechos, no hace otra cosa que “cumplir con su deber”.

Los ojos del cristal con que se mira

Queda claro que lo importante de las reacciones de la derecha no es lo que dice, sino lo que pretende. Premunida de una partitura concordada antes, la Alianza busca desahuciar a la Concertación como alternativa política y fortalecer su propia opción presidencial.

Ciertamente, el Gobierno sabía desde antes de esta motivación de fondo, entre otras cosas, porque los líderes de la derecha no habían hecho de sus intenciones ningún misterio.

El Ejecutivo podía calibrar el tono y el contenido del mensaje para hacerle frente a una estrategia bien obvia, pero de la que no podía desentenderse.

El verdadero problema estaba, desde el principio, del lado de la coalición oficialista. Como siempre, la dificultad se relacionaba con las expectativas que se habían ido desarrollando en los días previos.

El razonamiento de los parlamentarios y líderes partidistas de Gobierno es fácil de entender: El momento económico es difícil, no se saca nada con guardar recursos cuando se puede aliviar la situación de quienes más lo necesitan. Por otra parte -continúa el razonamiento- es el momento de marcar las diferencias con la derecha y entrar con mucha fuerza en la campaña de este año.

Más aún, esta argumentación resultaba tan convincente que ya se daba por hecho que los anuncios constituirían el hilo conductor del discurso presidencial. Tanto así que la medida de más alto impacto (la eliminación del 7% de la cotización de salud de los pensionados), ya se daba como un hecho y, casi, como un piso a partir del cual se podía empezar a conversar otras cosas.

Por eso no tiene nada de raro que, unánimemente, la dirigencia política de la Concertación hubiera “echado de menos” la presencia del esperado “7%” en las palabras de Bachelet.

Dicho de otro modo, la Concertación esperaba que la intervención presidencial produjera un alto impacto de efecto inmediato en la opinión pública con miras a la contienda electoral. Al parecer, esta consideración no estuvo ausente en la Presidenta, pero pareciera que la apuesta fundamental fue otra.

Apuesta por la ética y la equidad

Bachelet tuvo en mente no los dos días que seguían al mensaje sino los dos años que le restan de su mandato. Se trataba de mostrar la apuesta política de fondo que representa su gestión y la de la centroizquierda.

Para Bachelet, éste, lejos de ser un tiempo perdido, es uno para una mejor democracia y una mayor equidad. Es posible que eso la motivara a agrupar su exposición en tres grandes rubros: el crecimiento sustentable en un período difícil; el sello social; y la gobernabilidad.

En el aspecto económico, destacó su decisión de reforzar la innovación como camino al desarrollo y la idea de compartir la prosperidad y crecer para compartir. En el área social resaltó, por cierto, el sistema de protección social, junto con la constatación de que los chilenos tienen hoy una vida más digna y tendrán un mejor futuro. Y, en cuanto a la gobernabilidad, identificó a su Gobierno y a la Concertación como constructores de acuerdos nacionales, al tiempo que se mostraba partidaria de una reforma del Estado orientada a generar más equidad.

Pero la política vive también de las diferencias. Si todos opinan lo mismo, da lo mismo quién gobierne. Por eso, la Presidenta establece como diferencia básica en encabezar un cierto concepto de ética pública centrada en el respeto al pluralismo y la diversidad.

En pocos momentos Bachelet antagonizó con actores políticos o aludió de manera indirecta a personas. En cambio rechazó de plano ciertas actitudes, como el fomento de un clima de confrontación, la práctica de la exclusión y la aceptación de las desigualdades.

Enfrentó de lleno a quienes tratan a los ciudadanos como menores, les indican cómo deben pensar o comportarse.

A la confrontación, la imposición de valores y el crecimiento desigual opuso el camino del acuerdo, de la garantía de derechos y el progreso equitativo. A cada momento, hacía referencia a los planteamientos y convicciones de fondo que daban sentido a las políticas y, tras aclarar ese contexto, mostraba los grados de avances obtenidos y por obtener.

Lo que hizo no fue irse por lo fácil. Lleva tiempo explicar y definir alternativas. Asumió costos también. Posiblemente quienes gustan de la política de trinchera no tendrán mucho que sacar. Pero puede que haya apelado a practicar lo que pide a los demás (tratar a los ciudadanos como mayores de edad) y, por lo que sabemos, no lo hizo en vano.

Este parece ser el 21 de mayo más escuchado de los que se tiene registro, contó con una aceptación mayoritaria de sus planteamientos y, en el discurso, los temas que más llamaron la atención, hacían -cada uno- referencia directa a aspectos valóricos y éticos de nuestra convivencia. En esta condición caben la inclusión política, el respeto a la palabra empeñada, el derecho a voto de los chilenos en el extranjero, el tratamiento de la píldora y la responsabilidad personal y la protección de especies en peligro de extinción, entre otros.

Nunca un discurso llena todas las expectativas, porque es imposible abarcar el infinito. Lo que sí se puede esperar de un momento solemne en que se habla al país, que se señale lo esencial, darle sentido a lo que se hace y mostrar que se hace todo lo que se puede. Bachelet cumplió su objetivo.

Pero, claro, sólo el tiempo dirá si se dio inicio a una nueva etapa de Gobierno y se aprovechó la oportunidad. Hay que darle al futuro lo que es del futuro.