Al inicio de la competencia electoral
Al inicio de la competencia electoral
Como pocas veces, el debate nacional de fondo gira en torno a temas de profundo contenido ético. El problema de la derecha es que está justo en la dirección inversa a la de la gran mayoría.
Víctor Maldonado
En los puestos de salida
LAS ESTRATEGIAS para enfrentar las elecciones ya están definidas en sus líneas gruesas, tanto por los candidatos presidenciales como para los partidos. Ahora es el tiempo en que empieza la ejecución de acciones como parte de un diseño general destinado a conseguir una creciente distancia de los adversarios. Al inicio, en apariencia, las diferencias son pocas, pero a la larga llegan a pesar de manera decisiva.
No es que los preparativos estén adelantándose demasiado. Lo normal es que los actores den los primeros pasos en la competencia bastante antes que la mayoría ciudadana comience a prestar atención. Pero sabemos que se ha llegado a un momento decisivo porque los lugares comunes empiezan a ser cuestionados. Lo primero que muestra ser una falsedad es suponer que ya hay un ganador en la carrera a La Moneda.
Hace no demasiado las primeras evaluaciones parecían favorecer a la derecha: su candidato predominaba en las encuestas (muy lejos de cualquier posible contendor); la Concertación se veía sumida en conflictos o competencias internas que la alejaban de las preocupaciones ciudadanas; y, por si fuera poco, el Gobierno obtenía una baja evaluación.
Todo ello sin considerar los estados de ánimo, que en el caso de la derecha se acercaban a la euforia y en el de la coalición de centroizquierda se parecían mucho a la depresión.
Sin embargo, el transcurso del tiempo está terminando por demostrar algo que cualquier observador sereno hubiera podido constatar: que lo que hemos tenido, y seguiremos teniendo, son competencias políticas estrechas, sin resultado prefijado, el que depende -en grado muy alto- de los desaciertos acumulados de unos y otros.
Está todo por definir y probablemente el resultado final que se empieza a configurar desde ya es al menor número de errores, evidentes y ostensibles que cada cual tenga en los próximos meses.
Se puede decir que en el futuro próximo lo que importa, en el caso de la Concertación, son tres cosas: la demostración de su capacidad de llegar a acuerdos; la reorientación de los partidos para hablarle a los ciudadanos y no a los adversarios internos o escindidos; y aprovechar la oportunidad de explicitar un discurso aglutinante -de parte del Gobierno- en su momento estelar del año: en el mensaje presidencial del 21 de mayo.
Por el lado de la oposición, un mejor desempeño consiste en dar pruebas de que con un Gobierno de derecha se puede mantener todo lo bueno que hoy tenemos y agregar más y mejores resultados; superar la inclinación excesiva por el conflicto táctico y coyuntural; y demostrar que el liderazgo de Piñera puede congregar a todo su sector y a quienes han salido del oficialismo.
Las pruebas de la Concertación
Las tareas de la centroizquierda son fáciles de explicitar. Tiene que imprimir el sentido de urgencia a la definición de sus acuerdos. El más imperioso de alcanzar es un aceptable acuerdo municipal. Como los días y las semanas que siguen son importantes, se trata de llegar a un pacto admisible antes que óptimo. Ganar y conservar alcaldías es una meta que moviliza a la coalición y es necesario que las energías se dediquen, desde ahora, a tratar de ganarle… a los adversarios.
Se puede comprobar que todos los partidos de la Concertación han tenido algún grado de conflicto interno. Pero, por intensa que sea la pugna, ésta no llega a ser destructiva a menos que una organización se quede pegada en el procesamiento eterno de las heridas.
No cabe duda que la responsabilidad mayor de superar un período amargo lo tiene la DC. Sin exagerar, la recuperación pronta de la Falange es de importancia para toda la Concertación, porque ella vive del equilibrio entre sus componentes y nada bueno puede venir de una pérdida de vitalidad de la DC.
Este partido ha sufrido (esta es la palabra más indicada) una escisión por etapas, la peor de todas. Es como tener una herida que se niega a cerrar. Al mismo tiempo, los que se van en las etapas posteriores lo hacen calculando los costos que causan. Y eso, cuando se ha compartido una vida política, no puede dejar indiferente a nadie.
Pero la DC sabe de rupturas y que ellas se superan regenerándose desde dentro y afrontando desafíos externos. Tiene que levantar una opción presidencial, y eso parte consolidando presencia en las comunas. Para afrontar tareas grandes hay que dejar de pensar en pequeño y volver a lo propio. La Falange es más que sus problemas y, aunque algunos ni siquiera se lo planteen hoy, se debe tener el valor y la sabiduría de recuperar gente. Alguna nueva y otra ya conocida. Al fin y al cabo, la DC tiene hoy militantes que ya un día se fueron para nunca más volver...
Por último, respecto del 21 de mayo sólo hay que decir una cosa: que éste tiene que ser el más político de todos los cuatro mensajes de la Presidenta Michelle Bachelet. Ello en el sentido de que es ahora cuando se requiere que dé la orientación política con la que se enfrentarán tres elecciones (municipal, parlamentaria y presidencial). No hay mejor oportunidad, y después ya no habrá más tiempo.
Los anuncios y las medidas del mensaje duran en cartelera dos días: pero el rumbo que se defina ha de iluminar los dos años que quedan.
Piñera es el candidato pero ¿va a ganar?
En nuestro país se pueden hacer muchas maniobras políticas a condición de no olvidar la gobernabilidad y de mantener una sólida base de convivencia social y política contra viento y marea. No cabe duda de que en esto ha fallado la oposición, y por eso en las encuestas tiene una baja calificación ciudadana. Y aun la poca que tenía parece estar menguando. Ha hecho lo que está en sus manos para desgastar a la Concertación y se está terminando por debilitar ella misma.
Tal vez la derecha empieza a descubrir que uno de los puntos débiles de su estrategia está en contribuir a un efecto de desgaste de lo que, hasta ahora, han sido las sólidas bases de consenso político sobre las cuales se ha edificado un sistema sólido y estable del que todo el mundo se beneficia.
Pero éste no es el único problema. La afición de la derecha por el conflicto y la polémica le está costando caro.
Como pocas veces habíamos visto, el debate nacional de fondo gira en torno a temas de profundo contenido ético. El problema de la derecha es que está justo en la dirección inversa a la de la gran mayoría.
Siempre ronda la idea de que cuando la derecha actúa de corazón resulta ser siempre más autoritaria de lo deseable. Lo que la detiene, por ahora, son las consideraciones electorales pero no las convicciones. En el tema de la píldora, los diputados tuvieron cancha libre para llevar una propuesta extrema al Tribunal Constitucional.
Durante meses los líderes no hicieron otra cosa que respaldarlos. Pero cuando vieron las encuestas, tomaron distancia. Lo que medió entre uno y otro momento no fue de un solo argumento ni una advertencia previa, ni una consideración de ética pública. Lo que conmocionó a la derecha fue un rotundo rechazo nacional de una envergadura que no se había visto prácticamente en materia alguna hasta ahora. Pero lo que importa no es cuando la derecha se detiene o se desentiende de sus propias iniciativas, sino el hecho de que estas iniciativas vienen genuinamente de lo más granado y representativo de sus filas.
Por último, no cabe duda que Piñera es el candidato opositor pero, ¿están ahora seguros en su sector de que ganará?
El punto clave estriba en saber si se está limitando a dirigir su campaña en vez de dirigir a la oposición. La duda es mayor si se toma en cuenta que el candidato aspira a encabezar un conglomerado amplio y heterogéneo cuyo objetivo común sea producir la alternancia.
La prueba de fuego de la candidatura de derecha está a varios meses de producirse, mientras que la Concertación vive su momento decisivo en estos días. Pronto veremos si aprovecha esta ventaja.
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