viernes, mayo 09, 2008

Mucho ruido y poco liderazgo

Mucho ruido y poco liderazgo

Lo verdaderamente importante no consiste en saber si se preparó o no una trampa, sino en interrogarse por qué están resultando tan fáciles de atrapar.

Víctor Maldonado


Una propuesta en negativo

EN ESTOS DÍAS, Sebastián Piñera ha dado a conocer su perspectiva central sobre la marcha del país. Y lo medular del planteamiento del candidato de la oposición es que Chile, desde hace más de una década, está perdiendo el tiempo con los gobiernos de la Concertación.

Esto implica -según el abanderado de RN- que en estos años la calidad de la democracia se ha deteriorado; que estamos retrocediendo en la calidad de las políticas públicas; que el espíritu innovador se ha debilitado; y que se está postergando la posibilidad de ser un país desarrollado.

En resumen, estamos sin rumbo, y el Gobierno estaría sosteniendo a duras penas una agenda basada en el gasto, sin conseguir avances significativos en modernización o en innovación, que es lo que verdaderamente se requiere.

Ante esto lo que propone Piñera es concentrarse en mejorar la calidad de capital humano; derrotar la pobreza; incentivar la inversión y la innovación; mejorar la calidad del Estado; adecuarse al mundo globalizado con mayor flexibilidad y ofrecer como proyecto compartido el convertirnos en un país desarrollado.

En definitiva, lo que se nos señala es que -en cuanto país- “no estamos haciendo ni lo que podemos ni lo suficiente para fortalecer estos pilares básicos”.

Como se puede apreciar, habrá que esperar todavía más para que la derecha presente un programa propositivo más desarrollado y específico. Algo que sea un poco más que simplemente decir “nosotros podemos hacer todo lo que ustedes hacen, y mucho mejor”.

En cualquier caso, ya podemos darnos por enterados del tono central que tendrá la reacción opositora al mensaje presidencial del 21 de mayo. Con lo dicho, habrá quedado claro que, esta vez, predominarán las apreciaciones generales sobre la situación del país (calamitosa, por cierto), más allá de los juicios puntuales sobre esta o aquella medida o anuncio puntual.

Lo que la derecha hará será declarar a esta administración y a la Concertación como caso perdido. Se dirá que se han agotado las ideas, que se carece de proyecto de alcance nacional, que se hace sentir la falta de un liderazgo que solucione los problemas, y que, en general, el país va más hacia atrás que hacia adelante.

En pocas palabras, la oposición se apresta a ampliar y fortalecer la crítica política, no sólo a Michelle Bachelet sino al conglomerado que gobierna. El proyecto propio, al menos en esta etapa, no está en la médula de lo que se plantea, sino que es un complemento del mensaje principal.

Y, por cierto, éste consiste en algo negativo: señalar que el país está perdiendo la posibilidad de llegar a ser uno desarrollado porque las tareas esenciales que llevarían a ese resultado no se están cumpliendo como se debe.

El club de la pelea

Sinceramente, no parece el modo más indicado para enfrentar la coyuntura política. Se trata de acentuar la crítica para llegar a una esperanza difusa de un porvenir mejor. Pero, al final, se es mucho más preciso en criticar que en proponer.

De este modo lo que se consigue es girar en torno a lo que el Gobierno haga o deje de hacer, proponga o deje de proponer, cumpla o deje de cumplir. Es un modo seguro de perder la iniciativa.

La instrucción de la campaña presidencial para el conjunto de la derecha será atacar con fuego a discreción mientras, por supuesto, el candidato conservará su comportamiento personal de potenciar su imagen internacional. Deja a todos en tierra peleando mientras él, literalmente, sobrevuela el país y habla sobre los grandes temas y se reúne con gente destacada.

Se apuesta al fortalecimiento de un liderazgo individual haciendo que los costos del desgaste del debate pequeño sea pagado tanto por amigos como por adversarios.

Pero el punto está en que el liderazgo no sólo hay que predicarlo sino que hay que demostrarlo. Aunque sea en lo básico. Aunque sea cumpliendo con la palabra empeñada y haciendo que los más cercanos respalden las propuestas que se realiza para el conjunto de un sector político.

Pero no es esto lo que está pasando en la práctica. Una muestra de ello lo hemos presenciado al momento de tener que jugarse por el cumplimiento del compromiso asumido de hacer modificaciones del sistema electoral.

En la práctica, la derecha rechazó en la Cámara de Diputados la alteración del sistema binominal, al menos en lo que permitía la incorporación de los grupos que han quedado excluidos de la representación parlamentaria.

Por cierto, la derecha ha sostenido que no existen diferencias apreciables entre la opinión de Piñera y las de los parlamentarios opositores. Se trataría más bien de un malentendido propiciado por los ministros de La Moneda.

Ante esto habría que decir que, luego de largas conversaciones y negociaciones con el Partido Comunista de parte del candidato de Renovación Nacional, ellos y el oficialismo entendieron lo mismo: que alinearía a su sector para que el cambio fuera posible. Nada de eso ocurrió.

De modo que nos encontramos hoy con explicaciones de todo tipo, pero el mismo sistema binominal que rige la elección de autoridades electas. Es decir, que se habló durante meses y no se consiguió absolutamente nada. Mucho ruido y poco liderazgo.

La “trampa” de la coherencia

La Concertación es fácil de criticar, pero es igualmente difícil de reemplazar. Si en el pasado cada vez que se intentó una reforma el oficialismo hubiera entregado explicaciones en vez de resultados, a esta hora el “desalojo” sería un hecho histórico más que una tesis política. En cambio, lo que se puede mostrar ahora es una persistente búsqueda de objetivos que se alcanzan, con gradualidad, pero en una dirección reconocida.

Mal que pese, la Concertación muestra coherencia en lo que hace. Puede ser criticada, pero respalda con hechos lo que dice. Y, de momento, eso es mucho más de lo que se encuentra al frente.

¿En qué queda aquello de “perfeccionar el sistema binominal… terminando con la exclusión de los grupos políticos emergentes significados”, que dio a conocer Piñera en un documento aparecido justo cuando “sus” diputados votaron en contra del proyecto de ley?

En RN han explicado que no se votó a favor de modificar la Constitución porque el Gobierno no aceptó otras modificaciones, esta vez referidas a “intervención electoral”. Ante esto, uno se pregunta cuántos cambios legales hubiera concretado el oficialismo en cuatro gobiernos si en cada caso concreto hubiera condicionado su voto al cumplimiento de sus exigencias políticas.

La derecha piensa que le han tendido una trampa para poner en dificultades a su candidato. Suponiendo que tuvieran razón, no cabe duda de que se tuvo éxito. Pero lo verdaderamente importante no consiste en saber si se preparó o no una trampa, sino en interrogarse por qué están resultando tan fáciles de atrapar.

Y lo cierto es que esto ocurre porque la oposición no tiene la costumbre de unir las resoluciones del liderazgo presidencial al necesario respaldo político.

Un candidato puede proponer algo, los partidos pueden opinar en contrario, y a todos les parece lo más natural, porque nada de lo que dicen o hacen tiene consecuencias prácticas. Tampoco se tienen que dar pruebas a diario de consecuencia, perseverancia y efectividad. Todo se disuelve en el mundo de las declaraciones de intenciones.

Sin embargo, semejante impunidad no se puede preservar en un período de competencia electoral. Porque los adversarios tienen pleno derecho a reclamar coherencia y consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Uno no puede acusar a los demás de ser unos perversos sólo porque le piden que responda por sus dichos y se comporte en consecuencia.

La derecha quiere ejercer más poder (es a esto a lo que llama “alternancia”), pero para que ello sea factible, ha de poder mostrar que está ejerciendo con responsabilidad la capacidad de decisión que hoy tiene. Porque el que no cumple en lo poco, menos podrá cumplir en lo mucho.