viernes, septiembre 19, 2008

Cuando el mundo es ancho y ajeno

Cuando el mundo es ancho y ajeno

Víctor Maldonado

Alguien tiene que decirle a la derecha que no todo es plata en la vida. Que existen cosas más importantes que establecer el chantaje como forma de proceder. En estas circunstancias no se sabe si es peor el ridículo o lo intrascendente.


El despropósito

La derecha ha dejado en estos días muchas interrogantes acumuladas y sin despejar.

Su candidato presidencial se vio vinculado a la entrega de información (profusamente difundida) y enfrentó la reunión extraordinaria de Unasur en La Moneda con una miopía poco usual. Vale la pena detenerse en ambos casos.

¿De cuándo acá a la información de inteligencia de un país se puede convertir en moneda de cambio de favores políticos? Cuando eso ocurre, ¿no se trata acaso de anteponer los intereses personales y de un sector a los intereses de la nación?

La información de inteligencia siempre es información reservada. Quien la hace pública sabe que está cometiendo una falta. Si lo hace por conseguir un provecho político, entonces la falta es mucho mayor.

Los involucrados quisieran que todos los demás se hicieran parte de su falta, que temas como estos se traten de ahora en adelante por los periódicos.

Pero el caso es que aquí ha habido personas que han servido de recaderos de "fuentes bien informadas" de otro país ante su propio Gobierno. Bien pudieron solicitar en casa una versión de nuestros organismos equivalentes antes de adoptar un punto de vista ajeno.

Todo esto daba para muchas reuniones y aclaraciones, pero para ningún trascendido. El gusto por figurar ha de tener un límite.

En este caso, las consideraciones de lealtad no han estado presentes en su justa medida. Quienes se hicieron parte de esta operación sabían perfectamente que de lo que se trataba era de presionar al Gobierno de Chile. Actuaron más por aproximación ideológica que por criterios de nacionalidad.

Todo esto puede ser entendible cuando se trata de particulares sin mayor formación política. Pero cuando los que realizan esta operación aspiran a la Presidencia entonces estamos en graves dificultades. De más está decir que el tratamiento hacia Chile de parte de alguna estructura gubernamental de un país amigo resulta completamente inusual.

Pero hay que agregar, enseguida, que nada hubiera sido posible sin la participación de chilenos colaborando con los elementos de presión que vienen del exterior.

Una candidatura presidencial tiene todo el derecho de realizar giras internacionales buscando establecer una figura de "estadista" para su abanderado. Pero abrir canales diplomáticos o de inteligencia paralelos al oficial es algo completamente diferente.

El tropiezo con la misma piedra

Ninguna nación se puede ver beneficiada por el empleo de canales alternativos, que pueden ser usados a gusto o interés de la contraparte. El riesgo es mucho y la distorsión es grave. En esta manera de proceder queda patente la mucha inexperiencia de la derecha, o de quienes la representan hoy en esta área.

Los errores ajenos no hay que imitarlos ni profundizarlos. Lo que nuestro país haga o deje de hacer con la información que entregan de otros gobiernos no ha de ser materia que se ventile en los diarios, tal como si se tratara de un resultado deportivo del último domingo.

Por ahora, cómo hay que proceder en adelante no ofrece misterio alguno: los canales diplomáticos han de ocuparse para normalizar la situación con Colombia; y, en política interna, los involucrados deberán tomar nota de la torpeza cometida con el ánimo de no reincidir.

Piñera ha tratado de desviar la atención, diciendo con displicencia que "lo importante no es el origen de la información" publicitada. Pero sí lo es. O, al menos, es un aspecto relevante que no se puede soslayar. Como en tantas ocasiones el problema está en el origen y, también, en el uso insensato de la versión recibida. Simplemente se están metiendo temas grandes en marcos estrechos de análisis.

Se está tratando de sacar provecho personal e inmediato de este episodio y eso no puede ser una buena guía en un tema trascendente. En definitiva, hay gente que no quiere perder sus malas costumbres y que ve lo que viene como una oportunidad más de hacer negocios.

Si uno se cree el discurso de derecha, es partidario de creer que la alternancia en el poder (léase, de lo bueno que sería entregarle el poder a la oposición) y estima que eso es una garantía de mejoramiento de la calidad de la política que practicamos, habrá salido del error por la reacción aliancista en el caso del encuentro extraordinario de Unasur en La Moneda.

Mientras la Presidenta Bachelet mostraba una capacidad de convocatoria continental fuera de lo común, lograba acuerdos unánimes, los presidentes del subcontinente se unían en un propósito altruista y la diplomacia de América Latina trabajaba intensamente por promover la paz de Bolivia, la derecha apuntaba a cualquier lado.

Donde otros veían a la OEA, la derecha veía a Insulza y la posibilidad de perjudicarlo. Donde otros veían la posibilidad de reunirse con rapidez y eficiencia para ir en ayuda de Bolivia, la derecha veía la posibilidad de votar en contra de la partida de Unasur en nuestra ley de presupuesto.

Donde otros veían la posibilidad de hacer pesar en el continente los liderazgos moderados (que fue lo que ocurrió), la oposición chilena sólo veía a Chávez. Todo mal. Todo a contracorriente. Todo desmarcado de los intereses permanentes de Chile. Llega a ser molesta la completa subordinación de la vocería opositora a la contingencia de alcance más corto, cuando lo que requería era lo contrario.

Lo peor, visto del estrecho punto de vista que está campeando en el terreno opositor, es que sus dirigentes hablaron más que nunca, y nadie los tomó en cuenta, concentrados -como estaban- en la escena principal.

Cuando se nota la diferencia

Uno se pregunta qué iniciativa hubiera tomado la Alianza de estar en La Moneda en una crisis como la que hoy presenciamos.

La verdad es que posiblemente ninguna. Primero, porque dada la composición de los presidentes del continente nunca hubiera tenido la presidencia de Unasur. Segundo, porque el temor por lo que haga o deje de hacer Chávez la paraliza. Tercero, porque hay que hacer alianzas sobre temas más trascendentes que la filtración de informes de inteligencia, manejados de manera poco inteligente.

Por último, ¿se imagina usted a un Presidente de derecha, al término de una cumbre, mostrando a los mandatarios latinoamericanos el despacho de Allende en La Moneda?

En otras palabras, Chile habría ido a remolque de los acontecimientos y no hubiera sido -como acabamos de ver- determinante en la búsqueda de una difícil pero indispensable salida para Bolivia. También es preocupante la advertencia opositora de rechazar los recursos a Unasur en el Senado si ocurre que se llegara a intervenir en los temas internos de Bolivia y relevara la posición de Chávez en el continente.

De nuevo nos encontramos ante el peor de los caminos. Uno no puede ponerse en el peor escenario siempre y como por convicción y doctrina. Nada puede ser tan malo por anticipado. Como diría Lennon, "démosle una oportunidad a la paz", aunque sea para variar.

Uno no puede poner el grito en el cielo por la intervención en asuntos internos del país altiplánico, cuando el Presidente de ese país agradece la forma y oportunidad con que se apoyó su esfuerzo por asegurar el diálogo con los sectores opositores en conflicto.

Está claro que la forma de enfrentar a Chávez no es siguiéndolo en su verborrea sino estableciendo una agenda común, moderada y temperada. Tal como lo hicieron los presidentes presentes, actuando como cuerpo y por amplia mayoría.

Alguien tiene que decirle a la derecha que no todo es plata en la vida. Que existen cosas más importantes que establecer el chantaje como forma de proceder. Cuando vienen del continente a Chile, lo único que pueden decir es cómo piensan negar recursos en el Congreso si no se hace lo que ellos quieren. En estas circunstancias no se sabe si es peor el ridículo o lo intrascendente.