Del acuerdo parlamentario al acuerdo presidencial
Del acuerdo parlamentario al acuerdo presidencial
Víctor Maldonado
Parece ser que el oficialismo ha logrado sintonizar con la creciente preocupación ciudadana por los efectos que está teniendo la crisis financiera internacional. En general se está teniendo una buena labor y eso está siendo reconocido.
Las bases del entendimiento
Las demandas políticas y puntos de vista de un partido, cuando son expresados abiertamente, pueden ser procesados. Algo de esto está ocurriendo con el PDC luego del cambio de directiva.
En su primera actuación pública como presidente de su colectividad, el diputado Juan Carlos Latorre ha explicitado una condición conocida de permanencia en la coalición que, sabemos, interpreta claramente a su partido: el considerar que la unión de los otros tres partidos en un bloque cerrado que aísle al PDC pone en riesgo la continuidad de la Concertación.
La verdad es que esta es una consideración que la puede hacer suya cualquiera de los partidos coaligados en la alianza de centroizquierda. Cada partido de la Concertación ha dicho algo similar, cada cual en su estilo y dependiendo de las características del vocero en particular a lo largo de estos años.
Si se llegara a dar el caso de que todos se unieran en perjuicio del miembro restante, el entendimiento básico que ha existido durante dos décadas dejaría de operar.
Pero esta es una manera "en negativo" de expresarlo. Dicho en positivo la base del acuerdo concertacionista se puede expresar así: somos socios porque mantenemos un espacio común de acuerdo y entendimiento que supera nuestros intereses particulares, sean éstos los de uno o de varios partidos.
En otras palabras, la Concertación existe porque mantiene propósitos compartidos que sólo pueden ser alcanzados en conjunto, que constituyen puntos de referencia para todos. Este propósito se expresa en acuerdos explícitos de lo que se hace y de lo que no está permitido hacer para mantener la unidad del conjunto.
En cualquier caso hay que tomar precauciones. El lenguaje político tiene una serie de sobreentendidos, que resultan de ser compartidos por quienes están en el día a día de la política partidista, pero no por muchos más. Se ha emitido un mensaje para otros partidos, pero como se emplearon los medios de comunicación para difundirlo, entonces hay que precisar su sentido, para que en la opinión pública no se amplifiquen falsas interpretaciones.
El lenguaje de la negociación parlamentaria
Cuando se habla de la oposición falangista al "tres a uno", se hace referencia a la forma en que los partidos se presentan en la elección parlamentaria. En una ocasión anterior, la DC se presentó sola mientras que sus socios compitieron agrupados en un subpacto. Es eso lo que la falange quiere evitar.
Pero esto en nada se relaciona con que más de una organización política presente un mismo precandidato presidencial a una eventual primaria de la centroizquierda. En este sentido la definición presidencial está separada de la parlamentaria y nadie las está presentando unidas, aunque pueda "sonar así" a primera vista.
Sin embargo, lo que tenemos por delante no es un conflicto, sino la delimitación de un rayado de cancha, dentro del cual es posible la convivencia sana y la cooperación activa entre socios.
Que no hay conflicto queda demostrado por el hecho de que ya existe un documento firmado por los cuatro jefes de partidos de la Concertación donde se concuerda, explícitamente y desde el principio, en que el acuerdo parlamentario en esta ocasión no dejará a un partido aislado del resto. Pero en política las cosas se saben y también se "escenografían", es decir, se muestran de manera adecuada. Y eso es lo que acaba de pasar.
A veces los avances más importantes en política tienen el aspecto de lo más cotidiano, algo que casi ni mereciera ser consignado en las noticias del día. Pero la decisión de la dirección del PS y el PPD de aclarar que lo decisivo hoy es mantener cohesionada a la Concertación, más que por reconstruir un "eje progresista", es de la mayor importancia.
Este orden de prioridades se explica porque se reconoce que lo central es derrotar a la derecha en las presidenciales de 2009 y para eso se necesita de la unidad de la Concertación. Esto parece algo obvio, pero hacer de lo obvio algo central en el comportamiento de los partidos es el primer paso para ganar. Y esto no es algo que se dé todo el tiempo.
Este paso, además, tiene el mérito de hacer un gesto de deferencia hacia la directiva recién asumida del PDC. Y, ya se sabe, cuando se cuida a los socios es uno mismo el que sale beneficiado.
¿Y si nos ponemos de acuerdo?
Esta recuperación de los gestos, el trato deferente, las reuniones amistosas de ida y vuelta, las declaraciones mesuradas, un ambiente de mayor distensión en la relación entre los partidos oficialistas no parece ser casual. En realidad, van a tono con un buen momento vivido por el Gobierno y con la aparición de los primeros frutos de un mayor orden concertacionista. No es todavía una recuperación del buen ánimo y del optimismo, pero sí de todo lo que antecede al momento en que se sale a recuperar terreno.
Ya es un hecho de que el Gobierno ha entrado en un proceso ascendente en su popularidad. Así lo detectan las últimas encuestas. Pero, sobre todo, parece ser que el oficialismo ha logrado sintonizar con la creciente preocupación ciudadana por los efectos que está teniendo la crisis financiera internacional en nuestro país.
En general se está teniendo una buena labor y eso está siendo reconocido. Lo que antes se había visto era una buena percepción de las cualidades personales de la Presidenta Michelle Bachelet, pero no así de la gestión de la administración pública.
Se ha expandido la certeza de que afrontaremos grandes dificultades y que la situación económica empeorará. Al mismo tiempo crece la buena evaluación de Bachelet y de su Gobierno. Los datos disponibles evidencian que en tiempos de incertidumbre los chilenos buscan el apoyo del Estado, y que es eso lo que están encontrando hasta ahora.
En paralelo, no se puede decir que la derecha esté en un proceso de reflujo, pero sí en una etapa en la que parece encontrar límites para su crecimiento y vallas cada vez más difíciles de remontar. No es que Sebastián Piñera haya perdido su ventaja respecto de los candidatos de la Concertación, pero sí que la diferencia que lo separa de los postulantes concertacionistas sumados es perfectamente remontable en una campaña.
A todo esto se suma el mayor ordenamiento concertacionista. Más que acuerdos ya logrados, lo que se tiene es la decisión de llegar a acuerdos a todo evento. Se sabe que se llegará a un candidato único, a una sola lista parlamentaria y que se dispondrá de un programa común.
Lo que se sabe también es que una vez que se logren estas tres tareas, recién se estará en condiciones de poder competir. El nudo es el acuerdo parlamentario, puesto que esta es la forma como se materializa el reclamo inicial de un entendimiento equilibrado entre partidos. El programa, como corresponde a una coalición que lleva en el poder un tiempo prolongado, siempre tiene un desarrollo inicial bastante avanzado y lo más importante será fijar las prioridades con que se emprenderán las tareas.
Pero donde se parte desde más abajo es en el caso del posicionamiento de un candidato presidencial. Aquí todo tendrá que ganarse a pulso. Se requerirá el esfuerzo de todos, porque no bastarán los méritos del candidato. Se requerirá mostrar convergencia, tenacidad, disciplina y, como siempre, trabajar mucho.
En estas condiciones las primarias resultan ser un medio útil a emplear, entre otros alternativos. Escoger el candidato es sólo el primer paso. Lo decisivo vendrá siempre del trabajo conjunto. Mientras más tiempo se disponga para el esfuerzo de coalición, mejor. Sabiendo esto, bien pronto estaremos preguntándonos "¿y no será mejor ponernos de acuerdo?".
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