viernes, diciembre 12, 2008

La decisión es ahora

La decisión es ahora

Víctor Maldonado

Es ahora cuando hay que decidir. El tiempo de decidir tiene que ver con el momento en que los electores dan el paso de entregar apoyo, no con la disposición personal de cada cual de ponerse a disposición.


Primero el candidato, luego las condiciones

Cuando de lo que se habla es de las condiciones necesarias para que exista una candidatura presidencial, más que de la candidatura misma, estamos en problemas.

Las postulaciones presidenciales existen con el propósito de adicionar la fuerza y la determinación necesarias para hacer viable la aspiración de ponerse al mando del país. Las apuestas seguras no son apuestas, las candidaturas seguras no son postulaciones, lo que buscan son meras ratificaciones y eso le quita toda la gracia al asunto.

Únicamente las personas dispuestas a arriesgar son las que consiguen un respaldo sólido, no es el respaldo sólido el que genera las candidaturas. El espíritu navideño no puede llegar a este extremo en la entrega de regalos.

Por eso lo que va a pasar en la Concertación no tiene ningún misterio. Simplemente se reconocerá el hecho de que hay que escoger entre candidatos dispuestos a arriesgar. Cuando hay muchos aspirantes, eso se nota, y cuando no los hay, también. El resto es anecdótico.

Hay tiempos oportunos para tomar decisiones. Tal vez sea en el percibir los momentos adecuados para cada cosa donde se reconozca el liderazgo político más que ninguna otra cosa. Los líderes identifican muy bien cuándo corresponde hacer cada gesto importante.

Puede que las definiciones formales respecto de nombres se hagan a partir de enero de 2009. Pero ya no tendrá mayor importancia. Porque es ahora cuando hay que decidir.

El tiempo de decidir tiene que ver con el momento en que los electores dan el paso de entregar apoyo, no con la disposición personal de cada cual de ponerse a disposición.

Todavía menos se relaciona con los ritmos de cualquier burocracia partidaria o con la suma de ellas. Si de algo ha de servir el revés municipal, que sea -al menos- para reconocer un dato tan básico como éste. Y ocurre que lo importante está sucediendo ahora. Tomarse la situación con tranquilidad puede ser una buena práctica en la vida, pero, definitivamente, no tiene nada que ver con lo que se necesita en las actuales circunstancias. En todo caso, habrá que concordar que no es bueno que se esté volviendo una costumbre denunciar a candidaturas que ni siquiera se han alcanzado a formalizar. Pero hay que reconocer, asimismo, que para bien o para mal se trata de resoluciones definitivas que despejan incógnitas y ayudan a ir decidiendo por descarte.

Cuando esté todo listo, me avisan

Sin duda hay buenas razones para que cada cual se comporte como lo ha hecho. Nadie puede sentirse autorizado a juzgar a una persona sin conocer su fuero interno y las consideraciones que tiene para actuar en la forma en que lo hace. Lo que sí se puede juzgar es el efecto político de tales decisiones.

Un líder puede asociar su postulación a la aceptación previa de su respectiva estrategia. Escoger un planteamiento político sería escoger a su autor. Pero, ¿por qué pedir al inicio lo que debiera ser el producto de una campaña concebida como un proceso de convencimiento y acumulación de adhesiones? Lo más usual en política no es que el candidato se presenta sólo después de que su visión de lo mejor para el país sea ampliamente aceptada. Más bien se presenta para representar un consenso sobre sus ideas que llegar a ser un convencimiento para la mayoría sólo en el punto de llegada. Nunca antes.

No se puede esperar que los demás hagan lo que les corresponde para tomar las decisiones que a cada uno competen. "Pórtense bien para que me presente", parece ser la consigna. Pero el orden correcto no parece ser ése. Las ausencias no producen ordenamiento. Cada cual debe tomar su decisión, no partir de la decisión ajena. Si se espera que los demás partan para hacer lo correcto, lo que se consigue se asemeja más a un parque lleno de estatuas que a una animada convención.

En todo caso, lo que importa es lo que está en nuestras manos resolver. Dedicarse a ser intérpretes de aquello que no alcanzó a suceder no tiene ningún sentido en política.

Al parecer estamos con los papeles cambiados. Aquellos que tienen que respaldar candidaturas con viabilidad se dedican a presentar candidaturas con cierta periodicidad.

Se está llegando al convencimiento de que no se pueden delegar las responsabilidades, y de que mucho menos se puede llegar al extremo de esperar que sean las encuestas las que terminen por revelarnos lo que debemos hacer. Entre otras cosas, esto es imposible porque las cifras no hablan por sí solas ni saben de cambios de escenario ni de voluntades en juego. Las encuestas informan e ilustran pero no resuelven; porque no dicen para dónde hay que ir sino dónde uno se encuentra en un instante determinado.

Salir de competencia de bostezos

Lo que sin duda corresponde a un error es considerar que entramos en una etapa en la que se puede adoptar un compás de espera, estimar que de ahora en adelante lo que importa es la capacidad de negociar en ambientes elitarios.

La capacidad de negociar será siempre importante, pero se trata -ante todo- de empezar a ganar posiciones de cara a la opinión pública.

Porque la oportunidad para crecer se presenta cuando el bloque con el cual se compite entra en un período en que poco nuevo puede mostrar.

Éste es el caso en que nos encontramos. En oportunidades como ésta, cualquier novedad que se presente debe correr por cuenta de la centroizquierda. Lo que aquí ocurra debe ser interesante para muchos, no la obsesión de unos cuantos negociadores.

¿Por qué hemos llegado a este escenario? Sencillamente porque la derecha ya ha escogido a su candidato. No le queda competencia interna en pie y, no importando cuanta escenografía se fabrique para poner en escena los apoyos formales, todos saben que las decisiones ya están tomadas. En este cuadro no pueden pretender atraer la atención ciudadana.

Peor aún. La UDI está haciendo todo lo posible para no sorprender a nadie. Está siguiendo una pauta que evitará salirse de una rutina ya acordada, permitir la negociación parlamentaria, mantener los equilibrios entre los partidos, y adaptarse al ritmo del más lento del convoy.

La impresión que deja todo este esfuerzo es que busca mantener la diferencia favorable que ha conseguido la derecha hasta hoy, pero con ello es mucho lo que se sacrifica.

Si uno quiere saber con quién ha de conversar en la derecha para tomar decisiones es claro que no debe hacerlo con el gremialismo. Ese partido está funcionando como apoyo, pero no como director de orquesta. En estas condiciones nadie puede saber cuánto se puede mantener este equilibrio inestable si todas las ventajas del comportamiento adoptado redundan en beneficio sólo de uno de los socios.

Por eso, en los próximos meses, y luego de la proclamación más anunciada de los últimos tiempos, la derecha tendrá que hacer un esfuerzo notable para no caer en el aburrimiento y producir aburrimiento.

Claro que, en una guerra de bostezos, no ganan los que tienen que recuperar posiciones. Así que para la Concertación estas semanas no son para maniobras de salón sino para volver a conectarse con sus electores. Desde el principio ha de reflexionarlo todo pensando en despertar el interés general. Si lo hace, en pocas semanas, los resultados pueden ser sorprendentes.