viernes, enero 16, 2009

Una muestra evidente de inquietud

Una muestra evidente de inquietud

Víctor Maldonado

Lo que está denotando la derecha con su incomodidad, tan ampliamente difundida, es su preocupación por un efecto político fácil de prever, que no deja de percibir como bueno y malo al mismo tiempo.



La segunda reacción que está encontrando el anuncio gubernamental del plan económico para enfrentar la crisis internacional es muy representativa de lo que ocurre con la derecha de un tiempo a esta parte.

Por cierto, la primera reacción no pudo ser otra que la de apoyo. Las medidas anunciadas son las pertinentes; la envergadura del esfuerzo comprometido es la mayor de la historia registrada en nuestro país, y el destino central de los recursos permite asegurar la mantención del empleo para una gran cantidad de chilenos. No hubo quién pudiera oponerse a nada de esto. No se podía objetar nada importante.

Por eso el empresariado, los trabajadores y representantes de todos los sectores políticos entregaron un apoyo entusiasta y desacostumbrado ante una medida gubernamental.

Pero, en una mirada posterior, la oposición se ha empezado a interrogar sobre el impacto político que pudieran tener estos anuncios. Es decir, lo que ha empezado a inquietar es el efecto benéfico que pudieran tener las medidas sobre la administración Bachelet y, posiblemente, sobre la candidatura presidencial de la Concertación.

Los medios de comunicación opositores (casi todos, como se sabe) ya están empezando a divulgar encuestas en que -como ya es costumbre- las preguntas se centran sobre este aspecto. Es el modo aséptico que han encontrado los desconocidos de siempre para hablar a través de las preguntas, más allá del número de encuestados que las responden e, incluso, de cómo responden.

El intento de identificar su efecto político posible como un problema ciudadano está condenado al fracaso. En realidad, parece bien evidente que este tipo de consideraciones no está en la primera línea de la preocupación de ninguna de las personas que corren el riesgo de quedar desempleadas, las que no pueden sino mirar con buenos ojos que alguien se preocupe de entregar un aporte efectivo y contundente que va en su directo beneficio.

Antes no hubiera importado

Lo que está denotando la derecha con su incomodidad, tan ampliamente difundida, es su preocupación por un efecto político fácil de prever que no deja de percibir como bueno y malo al mismo tiempo.

Lo interesante de observar es que este tipo de consideraciones quedaba fuera de su campo visual, cuando consideraba -no hace mucho- que la suerte electoral estaba echada y nada podría impedir su victoria.

La crisis en la que estamos recién adentrándonos es de tal dimensión, que a nadie en su sano juicio puede sino alegrarle que nuestro país se encuentre bien preparado para enfrentar el temporal.

Un sismo económico mundial no puede sino impactarnos negativamente, pero no deja de sorprender que un país pequeño como el nuestro mostrara una igual capacidad de previsión y la fortaleza necesaria para actuar en consecuencia. Nada de esto se improvisa, sino que sólo se puede deber a un período amplio en que se han hecho las cosas como se debe.

La campaña presidencial de la derecha se basa en la capacidad del candidato de demostrarle al país que este Gobierno, y la Concertación en forma coincidente, ya no son capaces de entregar respuestas válidas para el país, que ya no lo pueden conducir en forma alguna y que estamos perdiendo terreno en todas las áreas más significativas de la gestión.

Pero si un Gobierno se muestra capaz de enfrentar el mayor desafío al que se puede hacer frente por parte de las naciones hoy, y si puede irle bien, en similares condiciones ante las cuales a los vecinos y los países más poderosos se los ve tambalear, entonces algo de lo que dice la oposición no tiene asidero en la realidad.

Eso es lo que le preocupa a la derecha. Lo que tendría que hacer es acondicionar su estrategia ante las nuevas condiciones. Mostrando que una cosa es el presente y otra bien distinta son los desafíos del futuro.

Pero no parece que este paso de audacia y creatividad sobresaliente esté siendo preparado por la derecha. Más bien lo que le pasa es que se está empezando a desconcertar.

Mala señal para sus adherentes. Pero también es la demostración de que lo que termine ocurriendo con la derecha no tiene que ver de forma inmediata con lo que esté haciendo, sino con lo que ocurra con la Concertación y su Gobierno.

Lo cierto es que ante el desempeño del Ejecutivo no hay nada de fondo que objetar. El plan económico de Gobierno es eso mismo que dice su nombre. Las medidas que están comprendidas en él no pretenden otras cosas que cumplir las acciones que se han identificado como pertinentes ante la crisis. Si son aplaudidas es porque representan bien lo que hay que hacer.

Pero tienen razón los que piensan que el éxito económico (que hoy no es el crecimiento, sino la protección) tiene efectos políticos.

Quejarse de esto sería lo mismo que renegar de un tratamiento médico que nos restaura la salud sólo porque ello prestigia al médico que nos atiende.

La duda creciente

Pero no es la autoconfianza la que dirige las acciones de la derecha. Excusas se pueden encontrar y, sin embargo, éstas no terminan de convencer. Puede pensarse que no es éste el momento en que hay que imprimir mayor fuerza a las acciones, que hay que esperar al regreso de vacaciones para emplearse a fondo. Y ciertamente no lo es.

Pero el punto está en que la candidatura opositora no está logrando mantener la mínima presencia que le permita mejorar sus posiciones. Es como si su actuación estuviera quedando bajo la línea de flotación mínima. Más aún si se lo compara con la energía con la que ha emprendido Frei el despliegue de su campaña.

El resultado se está haciendo sentir a un ritmo casi imperceptible, pero siempre en la misma dirección. Piñera no se mueve de su sitio y hay quien se le acerca sin prisa ni pausa.

En el área del estado de ánimo, el cambio es mucho mayor. Día a día los adherentes a la Concertación recuperan seguridad, mientras entre sus contrincantes la certeza original es reemplazada por el cálculo de probabilidades.

Pronto se descubrirá que lo que impedía una competencia política real no tenía nada que ver con las posibilidades electorales. Pasaba mucho más por la cabeza que por los números.

Lo cierto es que no se ve a la derecha a la ofensiva. De hecho ha tenido que enfrentar tropiezos completamente innecesarios, como el de la diputada Karla Rubilar. Con episodios como éste sólo se puede retroceder.

En fin, la derecha tendrá que sostenerse más en sus méritos que en los errores o en el desaliento ajeno (hoy en retroceso) y no es del todo seguro que esté en condiciones de hacerlo.