viernes, agosto 28, 2009

Todos somos bacheletistas

Todos somos bacheletistas

Víctor Maldonado

Es sorprendente la cantidad de personas que interpretan lo que la Presidenta dice y hace. Algunos han llegado a afirmar que estaría “obligada” a apoyar a un determinado candidato, pero que “en su corazón” tiene otro… o no tiene ninguno.


Cuando no se aplica la regla básica

No hay que dejar pasar las acciones más básicas de las candidaturas presidenciales. Son las que más nos enseñan cómo van las campañas. En lo obvio suelen ocultarse los aspectos más relevantes de una competencia de estas características, sólo que por estar a la vista de todos es difícil prestar la atención que merecen.

Lo que no hay que dejar pasar es una aparente anomalía sobre lo que es habitual. Si se sigue cualquier contienda presidencial, en este país o en cualquiera, lo que se ve regularmente es un debate de fondo entre oficialistas versus opositores. Unos representan la continuidad de las políticas, otros buscan convencer que la línea seguida ha sido perjudicial y es necesario cambiar de rumbo.

Lo que se presenta como prueba de buen gobierno en el momento en que se produce la elección son los logros del Ejecutivo. Lo que justifica a los opositores es destacar a cada paso los defectos de la gestión del Presidente en ejercicio. Sin ir más lejos, Obama hablaba mucho más de sacar a Bush y lo que él representaba que sobre McCain (su contendor directo). El actual Mandatario se dedicó a mostrar a Bush como la imagen más evidente de algo agotado y no deseable para la nación.

La única diferencia que se conoce de esa regla general es cuando se tiene conciencia de que el gobierno en ejercicio está bajando en popularidad y aceptación. En ese caso, hasta el candidato oficialista se distancia del Mandatario y trata de mostrar que "ahora sí", con él, se retomará el camino correcto. A nadie se le ocurre, en este caso, poner propaganda con la foto del denostado.

Con el gobierno o contra él, con el Mandatario o contra él, ésa es la definición inicial de la campaña.

Pero todos sabemos que éste no es el caso. Si un visitante hubiera llegado al país esta semana, tendría dificultades para saber quiénes son candidatos de la oposición o, al menos, quién está más distante de la Presidenta. No es para menos. El dato más importante es que todas las candidaturas se presentan como bacheletistas, todas consideran que lo ha hecho muy bien y, por si fuera poco, todos se muestran partidarios de ampliar y continuar las políticas más representativas de su administración.

¿Para qué cambiar?

Como se puede comprender, éste es un escenario que plantea dificultades inéditas a las diferentes candidaturas, pero en especial a la derecha.

La oposición ha de explicarnos cómo es que si la Concertación lo hace tan bien, la Presidenta merece tanto apoyo y lo que hace debe seguir realizándose desde el gobierno, ¿qué es lo que justifica que la derecha llegue al poder?

Esta pregunta no tiene nada de baladí. El tema de fondo ha sido escabullido por Piñera. Pero las razones para sostener su postulación se basan en dos aspectos aludidos de múltiples maneras. Por una parte, trata de convertir a Bachelet en una especie de caso aislado, de persona desvinculada de su entorno, una anomalía que no tiene ni precedente ni heredero natural. Por otra, a lo que ha puesto mayor énfasis es presentar a la Concertación agotada, carente de ideas y dinamismo, atrapada en sus conflictos internos, algo que hay que retirar de la escena por el bien de todos.

En otras palabras, de Bachelet no hay de qué preocuparse, porque es un caso irrepetible, del que se puede hablar bien sin ver en eso un problema. Es casi de hacer una educada venia y reconocer méritos indiscutibles, porque "nobleza obliga".

Y si Bachelet "no será", ocurre -en el trasfondo de lo que dice la Alianza- que la Concertación "ya no es". Mirando en retrospectiva, puede que haya existido un momento en que el conglomerado gobernante tuvo algún tipo de mérito y, quién sabe, hasta le pudo hacer bien al país, pero ya no.

Si uno pudiera describir la estrategia de derecha para no tener que vérselas con un gobierno con respaldo mayoritario y, sobre todo, con una Presidenta querida y reconocida, se pueden emplear pocas palabras: se trata de confrontar a Frei con Bachelet (mostrándolos como diferentes en todo) y confrontar a la Concertación consigo misma (mostrándola como un conglomerado incapaz de conglomerar).

De más estará decir que si la Alianza es capaz de instalar esta interpretación en la mente de los electores se facilitarían enormemente sus posibilidades de llegar a La Moneda. Es de esperar, sin embargo, que los aludidos no guarden silencio y entreguen su propia versión sobre lo que son y lo que hacen.

Bachelet según Bachelet

Es sorprendente la cantidad de personas que interpretan lo que la Presidenta dice y hace. Algunos han llegado a afirmar que estaría "obligada" a apoyar a un determinado candidato, pero que "en su corazón" tiene otro o no tiene ninguno a la espera de una nueva oportunidad para ella. En fin, la timidez y la prudencia no han estado muy presentes en este caso.

Lo cierto es que la Mandataria no necesita que la interpreten o se intenten adivinar sus preferencias, puesto que ha dado una serie de razones de por qué apoya a Frei.

Limitándonos a reproducir sus palabras, ha dicho que respalda al senador DC porque es el candidato único de la Concertación; representa al conglomerado que quiere construir el tipo de sociedad en que se ve representada; lo considera el candidato que antepone los intereses colectivos a los protagonismos personales; lo cree una garantía de continuidad del proyecto que han llevado a cabo los cuatro gobiernos de la Concertación; y si el país necesita cambios, importa sobremanera la dirección en que estos cambios se proyectan. Estima que Frei ya lideró cambios que le hicieron bien a Chile y su experiencia presidencial es muy importante en momentos de crisis.

No hay ninguna ambigüedad en sus declaraciones, las que, por lo demás, ha reiterado con frecuencia. Por si a alguien le quedara una duda, Bachelet sostiene que su opción será la ganadora por tres razones fundamentales: porque la gran mayoría de los chilenos es de centroizquierda, y la Concertación representa a esta opción política; porque no da lo mismo quién gobierne, y el proyecto de país que representa la Concertación le hace bien a Chile; y porque en su gobierno se cumplirán los compromisos adquiridos con los ciudadanos y eso valida la promesa de continuidad y cambio.

Más allá de una afinidad de personalidades o cercanía de caracteres, la Presidenta marca una afinidad política con Frei: logros compartidos, respaldo mutuo, afirmación del mismo proyecto político, opción progresista, necesidad de proyecto, el buen trabajo hecho. De modo que la sintonía existe porque ambos la afirman con fuerza, así que éste no es un tema en el que la derecha vaya a tener éxito.

En cuanto a la Concertación, hay que decir que la derecha suele confundir una amplia expresión política del progresismo confluyente con las actitudes más vistosas de su capa dirigencial.

Un conglomerado es, al mismo tiempo, un conjunto de problemas reales y una amplia capacidad de regeneración. Lo importante es lo que predomina y la capacidad de ordenarse tras objetivos de interés común.

En este momento tan significativo, quien tiene la palabra es la Concertación completa en sus múltiples facetas. Al final, lo que importa es lo que demuestre ser, no lo que los demás opinen de ella. Lo que pase en las próximas semanas será muy relevante para formar la opinión pública. Hay mucha más gente atenta a lo que pase que lo que se observa a primera vista. Esperemos que todos lo comprendan así.

viernes, agosto 21, 2009

Cuando hay que saber llegar

Cuando hay que saber llegar

Víctor Maldonado

Si fuera por dinero, la Concertación nunca habría tenido un Presidente. Pero quienes adhieren a la Concertación pueden entrar a las casas y conversar sobre la protección que se tiene y antes no.


Una competencia de equipos

Lo que diferencia a una buena campaña de una que no lo es, es la forma como enfrenta los conflictos internos y externos. Es imposible que una candidatura le apunte a todo en todo momento. Es improbable que su desarrollo sea un continuo movimiento ascendente sin altos ni bajos.

Lo que importa es no perder el norte, no tentarse en discusiones laterales y superar roces entre personas en pos del objetivo superior. Si no se define un rumbo, hay otro que lo impone.

Nadie puede hacerse una idea cabal de cómo actuará un Presidente únicamente por la campaña. Muchas pruebas a las que se verá enfrentado si es elegido, ni siquiera se asoman. No por necesidad un buen candidato es un buen Mandatario. Tampoco hay nada a priori que impida que sea ambas cosas a la vez. No hay que orientarse por prejuicios, sino reconocer que subsistirá una incógnita hasta el momento en que el intérprete tome la guitarra.

Pero si bien no sabemos hasta dónde puede llegar alguien, sí podemos saber qué es lo que no puede hacer.

Mantener la cohesión de un grupo con mucho en común, pero que no deja de tener diferencias, es una prueba en un espacio acotado de lo que podemos esperar cuando un líder se proyecte en un espacio amplificado.

Cada campaña tiene distintos biorritmos. No todas demoran lo mismo en adquirir madurez. Mientras más elementos haya que combinar, más difícil será llegar a un funcionamiento aceptable.

Una campaña pequeña, con gran sensibilidad mediática, puede iniciar una competencia con bastante agilidad y alcanzar notoriedad pública. Una con fuertes medios y recursos puede sostenerse sin problemas, aun cuando sus méritos no sean excesivos.

Por uno u otro motivo, cada cual puede tener por seguro que dispondrá de una temporada de gloria, fama y fortuna. Pero en una carrera de fondo, lo que importa es la capacidad de sostener un esfuerzo regular, constante, sobre todo en el tramo final. Eso no es fácil de conseguir a menos que se sostenga sobre bases más sólidas que el entusiasmo inicial y tenga más argumentos que el poder del dinero.

Todo en su punto

A primera vista, la contienda es entre individuos que aspiran a la Presidencia. Pero en la práctica, los equipos también compiten, porque nadie llega solo a La Moneda.

El comando que ha tardado más en adquirir su conformación más definitiva ha sido el de la Concertación. Esto no ha dejado de presentar un costo en las encuestas, pero, como sea, la conformación ya se ha producido. Desde ahora se terminan las posibilidades de tantear terreno, experimentar, intentar combinaciones novedosas "por si acaso" o dejar las coordinaciones indispensables para después. Importan los movimientos de precisión, las acciones colectivas guiadas por una visión estratégica y la capacidad de cohesionar a los integrantes tras propósitos comunes.

Se puede decir en términos negativos. Hay que evitar las acciones precipitadas, la tentación de enredarse en debates secundarios y en el espejismo de pensar que se avanza más rápido si se asumen públicamente iniciativas sin haberlas concordado en las instancias internas.

Un comando puede no parecer muy grande ante ojos inexpertos, pero demanda un uso intensivo de amplia capacidad acumulada de experiencia, sentido de realidad, autoridad y efectividad operativa. Nada que puedan desarrollar aficionados o personas con dificultades para aprender con la velocidad necesaria.

Si usted duda, haría bien en consultar a quienes tengan experiencia en dirigir campañas de envergadura. Sin diferencia según su ubicación en el espectro, todos a quienes consulte podrán informar que nadie gana exclusivamente por el apoyo externo que se pueda recibir, del tipo que sea. Ganan los equipos que se muestran capaces de absorber el apoyo recibido, el entusiasmo despertado, las ideas entregadas y los recursos movilizados.

En un contexto como el chileno, donde no cualquier conducta está permitida y no faltan las normas que todos han de respetar, no hay quien pueda pretender ganar mediante una guerra sucia. Se pueden denunciar conductas que parezcan reprochables y poner el acento en errores, caídas y omisiones. Pero no por mucho. Quien es atacado en demasía termina despertando una amplia solidaridad y el agresor termina por cansar a la mayoría.

En otras palabras, nada puede reemplazar a los méritos propios. Se gana alimentando esperanzas, no resquemores.

Imponiendo el ritmo

Está claro que la mejor campaña es la que logra imponer sus términos, pone en sintonía a su abanderado y atrae la atención sobre su proyecto de gobierno y de país.

En el caso de la campaña de Eduardo Frei, está muy claro lo que se necesita que ocurra para tomar la delantera: ofrecer un personaje real y entusiasmado con el desafío que le toca requiere que se centre la atención en su programa como cambio visionario y posible para Chile, y que la campaña llegue a las casas así como la derecha llegará a copar la vía pública.

Los adversarios de Frei se detienen siempre a mostrar las diferencias de personalidad con su apoyo más importante: la Presidenta Bachelet. Tienen razón en marcar las diferencias, no obstante, no es esto lo que más importa. Bachelet es hoy la Mandataria más popular de nuestra historia. Hasta sus detractores reconocen su carisma y, ahora, su liderazgo y efectividad. Nunca le va mejor que cuando es extrovertida y espontánea.

En lo que hay que imitar a Bachelet no es en su personalidad irrepetible, sino en capacidad de aceptarse a sí misma y mostrarse tal cual es.

Tal como me dijera hace un tiempo un amigo, "este país tiene hambre de gente auténtica y con contenido". Gente transparente y con profundidad. Líderes sinceros y con algo que decir que no parezca extraído de un manual norteamericano del buen candidato. Porque todos sabemos que el que siempre dice lo correcto no está diciendo lo que piensa, sino que actúa un papel aprendido, ficticio. En este sentido, Frei sí puede parecerse a Bachelet. Eso, además de convencerse de que un personaje naturalmente serio no tiene por qué ser uno grave y sin sonrisa.

En seguida, importa mucho que el candidato de la Concertación haga gala de "la especialidad de la casa", la capacidad de proponerle al país un desafío exigente pero alcanzable, un sueño colectivo capaz de animar la construcción de la comunidad en el futuro próximo. Tengo la certeza de que ese proyecto ya está en manos de la Concertación. De que es capaz de entusiasmar y animar a muchos. Y que vale la pena cualquier esfuerzo por ponerlo al alcance de todos en un lenguaje y forma accesibles, pero que apelen a la inteligencia y al corazón de los ciudadanos.

La centroizquierda no debiera aceptar como algo natural que la derecha trasgreda la ley, adelantando el gasto de campaña, echándose al bolsillo normas vigentes que deben ser respetadas, más en tiempos de austeridad. Sobre esta base hay que decir que si fuera por dinero, la Concertación nunca habría tenido un Presidente y estaríamos gobernados por un sucesor de Pinochet.

Sin embargo, quienes adhieren a la Concertación y a su candidato pueden entrar a las casas de muchos y conversar sobre la protección que se tiene y antes no, los adelantos que se ven y que antes brillaban por su ausencia, la mejor calidad de vida que antes se soñaba. Tal vez esta campaña se gane dialogando en vez de empapelando.

viernes, agosto 14, 2009

Ahora es cuando

Ahora es cuando

Víctor Maldonado

El comando de Frei no ha aportado hasta ahora un valor agregado a su candidato. Se han ido sumando nuevas personas a un trabajo cooperativo, pero no consigue una expresión pública poderosa.


Curso de acción definido

Sebastián Piñera y la derecha ya decidieron desde qué posición enfrentar la elección presidencial. Lo que buscarán marcar en estos meses es una imagen de optimismo asociado a su ascenso al poder, combinándolo con un fuerte ataque a la Concertación y a Eduardo Frei.

El ataque a Frei es tanto moral ("yo nunca voy a deslindar responsabilidades") como político (cuestionando su manejo de la crisis asiática). El ataque a la Concertación se concentra en sus resultados ("el estancamiento económico lleva años").

El optimismo ha tratado de encarnarlo en un programa donde destacan tres aspectos: las reformas en educación y salud; la lucha contra la delincuencia; y la mantención y perfeccionamiento de la red de protección social del gobierno. Lo que presenta como propuesta es una combinación entre los temas de interés ciudadano y un intento de validarse como continuador eficiente (aunque no deseado) de la Presidenta Bachelet.

La campaña de Piñera parece ordenada y la combinación que quiere establecer de propuestas y ataques parece tener sentido. En otras palabras, él y sus partidarios están realizando su mejor esfuerzo.

Hay una sintonía entre la estrategia definida por el candidato y la ejecución que realiza el comando. Otra cosa es la calidad y la efectividad del trabajo realizado, en especial de la labor territorial, pero lo que se hace -bien o mal- se realiza con coherencia. Algo similar, aunque con sus peculiaridades propias, se puede decir de Enríquez-Ominami. Del caso de Frei hablaremos enseguida.

Pero adelanto que algo está conspirando contra el logro de los objetivos de las campañas. Y es que esta campaña no parece estar conectándose con las capas profundas del interés nacional. No está llegando a la vida cotidiana.

Da la impresión que el desplazamiento de los candidatos está siendo seguido con más atención que entusiasmo, más responsabilidad que pasión, más distancia que cercanía.

Es como si nadie negara la importancia de lo que se está por decidir, pero al mismo tiempo no hay muchos interesados en prestar excesiva atención. Es posible que el destinatario real de los mensajes del momento sea el bando contrario más que los ciudadanos. De ser así, las decisiones de estos últimos deberán poco a las campañas y mucho a la reflexión propia y familiar. Tal vez sea lo mejor, pero no habla bien de la calidad de la política.

Disueltos en la nimiedad

Esto podría explicar el extraño inmovilismo en las posiciones de las candidaturas. Las más recientes encuestas muestran que Piñera sigue donde mismo, sin avanzar ni retroceder, Frei parece afianzado en el segundo lugar, pero también donde lo teníamos antes, y Enríquez-Ominami ha ido eliminando candidaturas pequeñas, aunque sin alterar su tercera posición.

Pero el inmovilismo general no es un dato neutro. Significa que quien va en punta está lejos de ser triunfador seguro, no causa adhesión creciente ni siquiera resignación. Es de hecho, un candidato alcanzable.

Pero no hay que engañarse. Piñera no dejará piedra sin mover por su objetivo. Por esfuerzo y dedicación no se va a quedar. No se puede esperar que pierda por algún proceso natural o fatalidad histórica. No tiene suficientes merecimientos reconocidos para ganar sin más, pero está lejos de merecer perder.

Al candidato-empresario hay que derrotarlo superando su desempeño en campaña. Ni más ni menos. No hay atajos.

Un inicio tan anticipado (y tan ilegal) del gasto en propaganda muestra que Piñera sabe que tiene que mejorar sus expectativas de triunfo. Para conseguirlo confía en el poder del dinero. Es lo que ha tenido siempre la derecha y, sabemos, no le es suficiente.

Tampoco tiene que esperar que el candidato de la Alianza se vea afectado por una exhibición de sus debilidades y por enrostrarle sus actuaciones pasadas más cuestionables. Hay que recordar que si no se mueve para arriba en las encuestas, tampoco baja de modo significativo.

Quien tenga interés en la actividad política habrá observado que los diferentes actores parecen avanzar sin foco de un tiempo a esta parte. Los acontecimientos parecen disolverse en un sinfín de hechos menores, sin que los unifiquen grandes propósitos.

No da la impresión de que alguien esté guiando los sucesos con mano segura o, a lo menos, que esté logrando que el desarrollo de la coyuntura lo favorezca de modo sistemático.

Se está confiando en que el activismo supla por sí lo que la presencia de un diseño debiera entregar. Los principales actores dan la sensación de que están siendo traídos y llevados por los sucesos, tal como si estuvieran esperando que éstos se despejen por propia iniciativa.

Por supuesto, los períodos de campaña no son pródigos en materia de reconocimiento de los méritos ajenos. No obstante, lo que sí se puede encontrar es un reconocimiento extemporáneo. Piñera ahora reconoce que la Concertación fue una coalición pujante al inicio de la transición, lo hace para agregar de inmediato que hoy no es así. Pero hay que decir que, en cada época, las declaraciones que la derecha hacía sobre el oficialismo siempre han sido calamitosas.

No hay que ser pitoniso para saber que si la Concertación pierde, de inmediato la Alianza sinceraría su opinión sobre sus méritos. Es aquí donde hallamos el mayor problema, porque la Concertación no ha estado usando el tiempo en hablar de sus virtudes (porque nadie más lo hace), sino de sus defectos (que es algo que hacen todos los demás).

El mejor camino

La exhibición pública de diferencias es un problema más importante que el motivo explícito esgrimido. Un programa de gobierno es una guía para la acción, nunca deja de ser consensuado internamente y siempre se hace más que lo que un documento dice. Además se elige y vota por una persona, por la confianza que se le tiene pensando en cómo actuará ante imprevistos, crisis y conflictos (es decir, la mayor parte del tiempo), no sólo en lo formalmente programado.

El comando de Frei no ha aportado hasta ahora un valor agregado a su candidato. Últimamente se han ido sumando nuevas personas a un trabajo cooperativo, pero aún no consigue una expresión pública poderosa. Es indispensable que ocurra sin demoras, porque un candidato que reta al que va en la punta necesita ser el primero en romper la tendencia general al estancamiento.

Una propensión a la polémica de trinchera sin propósito definido y sin enlace directo con la estrategia definida debe evitarse. No se han de convertir las propias palabras en una trampa en la cual quedar cogidos, sin ninguna necesidad.

La definición de tiempos es crucial. Se nota cierto retraso en la presentación de la propuesta central de la candidatura. Se ve porque se deja la posibilidad de que se esté haciendo del debate de los candidatos un tema muy anticipado, cuando lo que importa es que den a conocer las líneas centrales de su programa.

Todo ello se puede hacer y rendir buenos frutos si se actúa de inmediato y sin perder tiempo. Si el comando se coordina bajo una conducción ejecutiva eficiente, los resultados serán asombrosos a poco andar.

Si se ha de preguntar cuándo hay que hacer el mejor esfuerzo para ganar una elección, habría que decir de inmediato que, en el caso de Frei, ahora es cuando.