viernes, diciembre 18, 2009

Los siete mensajes de Frei

Los siete mensajes de Frei


Las apariencias engañan

Hay que recordar siempre que en nuestro sistema no gana la Presidencia el que queda mejor posicionado en primera vuelta. El que gana es quien logra obtener la mitad más uno de los votos válidos.

Por eso, la competencia está abierta y tanto Frei como Piñera pueden ganar el 17 de enero y ello puede ocurrir por un margen estrecho. Visualmente, la lucha parece desigual y a favor del empresario RN, pero ni con eso está todo resuelto.

Ya hemos tenido dos elecciones anteriores definidas en dos vueltas y eso debiera acostumbrarnos a ver las cosas en perspectiva, comparando los datos anteriores con los resultados del 13 de diciembre.

Lo que más salta a la vista es que, sea con uno o dos candidatos, la derecha obtiene en primera vuelta alrededor de 3 millones cien mil preferencias. El peor resultado ha sido el conseguido ahora por Piñera.

En seguida, si se compara la votación parlamentaria de la oposición con la presidencial, lo que se ve es que ella es extraordinariamente coincidente. Lo que ha sucedido es que la derecha completa, sin divisiones y sin dudas, ha votado por su candidato ya en primera vuelta.

Incluso si se compara la última encuesta CEP con los resultados electorales vemos que ellos coinciden casi por completo, excepto en una variación importante. Se espera un Enríquez Ominami en el 22 por ciento de los votos y a Piñera en el 42 por ciento. Lo que terminó por ocurrir es que MEO perdió dos puntos y el empresario los obtuvo.

Quienes seguían las encuestas de los comandos habían detectado una baja de las preferencias del diputado, pero no se sabía hacia dónde se dirigían. Lo que se supuso fue que Arrate captaría más votos, ya que había sido un candidato sólido, elocuente, con gran desempeño en televisión.
No fue así, la votación de los derechistas por MEO estaba “volviendo a casa”, y eso es bueno y malo para Piñera: Bueno porque se le ve por ganador en la oposición y malo porque disminuye los que se agregan a su opción el 17 de enero.

Frei, en cambio, puede crecer y mucho. Queda espacio para crecer en el mismo mundo de la Concertación, puesto que los candidatos parlamentarios del conglomerado suman más que lo obtenido por la derecha. Puede crecer hacia el Juntos Podemos, quienes han tenido la comprobación práctica que la exclusión podía ser derrotada y lo fue efectivamente. Y puede crecer hacia el votante MEO, definiéndolo todo un porcentaje acotado que puede decidir abstenerse o votar.

En las ocasiones anteriores la derecha ha llegado a tres millones y medio de votos. La Concertación a tres millones setecientos mil preferencias.

La derecha unida le gana el progresismo fragmentado, pero la centroizquierda unida es más que la derecha unida. La recomposición de un conglomerado representativo del progresismo es sinónimo de triunfo electoral, y eso es algo que se debe lograr en pocas semanas.

Las adaptaciones de segunda vuelta

Para poder ganar hay que producir cambios de precisión en la forma como se ha trabajado. Ha terminado una etapa de la campaña que, en el caso de la candidatura de Eduardo Frei ha tenido algunas notas distintivas.

Antes que nada, se puede comprobar que, hasta el 13 de diciembre, la campaña de Frei centró su esfuerzo en la promoción de las cualidades personales del candidato. Lo que se mostró fue un estadista con experiencia, capacidad de conducción, y honradez a toda prueba. Una persona que nos puede asegurar que se vivirá mejor en el futuro próximo.

En seguida, es evidente que el discurso de campaña fue el de la continuidad de Michelle Bachelet. No podía ser de otro modo tratándose de la mandataria más popular de nuestra historia y de un gobierno bien evaluado. Todavía ha sido más necesario cuando la derecha ha tratado de mimetizarse con el legado de la Concertación.

Otra característica ha sido la desigual relación de las campañas parlamentarias específicas con la campaña presidencial. La autonomía de movimientos fue la regla en el caso de las competencias en distritos y circunscripciones, lo que en muchos lugares se expresó en una menor visibilidad de Frei.

Por último, el comando oficialista fue el único que hizo noticia en cuanto comando, tuvo una rotación de figuras que adquirieron figuración en distintos períodos, pero que nunca dieron cuenta del total de las funciones del comando.

En un tiempo increíblemente breve, las variaciones y mejoras en estos puntos muestran cuanto se ha potenciado la opción Frei. Si se quiso dedicar los días siguientes a realizar los cambios necesarios sin duda se logro.

La segunda vuelta está siendo tratada como una elección distinta. Habiéndose superado la etapa de la pluralidad de candidatos que enfrentaban a la derecha, los ajustes de precisión que se están implementando pueden ser bien especificados.

En primera vuelta todos votamos por el candidato que más nos gusta; ahora votaremos por el país que más nos gusta y en contra de aquello que no queremos que le ocurra. De aquí al 17 de enero se necesita que la campaña centre el esfuerzo en destacar el país que queremos construir con la mayoría progresista. El lema de esta etapa ha sido bien escogido “Todos por Chile, todos por Frei”, aunque aun sería más convocante para lo que se necesita que adhieran a la candidatura si la frase terminara con un “todos con Frei”, puesto que para votar por él no se necesita atribuirle dotes extraordinarias sino la legitimidad de conducir a la mayoría.

En esta etapa, entonces, el discurso ha de centrarse en la gobernabilidad que le puede dar a Chile una nueva mayoría. La mayoría ciudadana ha de ser mayoría en las urnas y expresarse en el nuevo gobierno. Tiene que ser un discurso aceptado por los seguidores de tres candidaturas, quienes ven recogidos sus planteamientos complementarios con los de Frei. El mensaje de los ciudadanos en primera vuelta es muy simple: únanse y renuévense.

Por eso también ahora corresponde comprometer sumar al conjunto de liderazgos políticos y sociales más significativos, porque el descontento de muchos es también el maltrato y la queja de dirigentes que quieren recomponer lazos, a condición de un buen trato y abrir mucho el abanico de los que deciden y mejorar el modo como se decide.

En fin, el comando ha de expresar visiblemente los rostros y la imagen del Chile que se quiere construir. Eso implica un ejercicio de generosidad política porque implica que muchos, con meritos y trayectoria de sobra, dan tres pasos para atrás a fin de que destaque una nueva generación. Eso implica que a algunos se les escoge para ser voceros y los demás nos gratifican con su inestimable silencio. Implica, también, que los políticos mejor dotados hacen el trabajo interno y le otorgan a la campaña la coordinación interna del conjunto de los esfuerzos que tanto se necesita.

Toda esta adaptación estratégica quedó expresada en las principales ideas del discurso de Eduardo Frei en el court central del Estadio Nacional:

1. El progresismo es mayoría en Chile. En las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias, los chilenos demostraron con sus votos que las fuerzas progresistas son superiores a las de la derecha.
2. Estamos abiertos a otras fuerzas políticas. Vamos a sumar y no restar.
3. Hay muchas semejanzas políticas y programáticas entre las distintas fuerzas progresistas del país. Vamos a sumar esas visiones e invitar a todos los chilenos porque vamos a construir un gobierno para todos los chilenos.
4. Un gobierno de la derecha sólo beneficiará a unos pocos. No se trata de agredir a nadie, pero hay dos visiones de Chile. La mayoría de centroizquierda derrotará al poder del dinero.
5. La candidatura del progresismo representa el único camino para continuar las políticas sociales impulsadas por la Presidenta Michelle Bachelet, mantener el respeto hacia las minorías y darle estabilidad al país.
6. Somos herederos de una gran historia. Recibimos el legado de los presidentes de la Concertación, de Presidente Aylwin, del Presidente Lagos y de la Presidenta Bachelet.
7. Reafirmamos nuestros grandes compromisos con Chile. La primera tarea que vamos a hacer será impulsar una educación pública de calidad. Vamos a implementar una reforma laboral, un cambio al sistema binominal y tendremos una nueva Constitución.

viernes, diciembre 11, 2009

Cuando el país queda en primer lugar

Cuando el país queda en primer lugar

Víctor Maldonado

Los líderes emergentes también se encuentran en los municipios y tendrán un nuevo espacio en las elecciones de consejeros regionales. En fin, todo cambia, pero no todo perdura; al final, los que se apresuran demasiado en llegar no tardan tampoco en salir sin dejar huella ni continuidad.



La dispersión como actor

La mayoría ciudadana no experimentará esta elección presidencial como la persistencia en una opción inicial, que se mantiene desde el principio. Muchos tendrán que cambiar de candidato en segunda vuelta. Para una importante cantidad de ciudadanos, Eduardo Frei es una opción a la que se llega, no una opción con la que se parte.

Este tipo de aproximación a los candidatos en disputa ha dado ese particular ambiente despolitizado que ha tenido como nunca este período electoral. Decisiones personales de votar por un candidato se ven en todas partes, fervor por la opción asumida, en ningún lugar.

Las típicas discusiones familiares por las preferencias cruzadas entre presidenciables, antes temidas por el efecto que pudiera dejar en la convivencia, se han mantenido en esta oportunidad en el decoro más exquisito.

Nunca antes se había tomado la primera vuelta como una expresión ciudadana tan libremente asumida. En las conversaciones cotidianas es frecuente escuchar que el voto es empleado para apoyar al candidato que más gusta, pero que en segunda vuelta no se tienen dudas de votar “como se debe”, es decir, confluyendo.

Pero está claro que la pasión no aflora por ninguna parte, y hasta las candidaturas alternativas a los bloques mayoritarios parecen haber iniciado una especie de letargo.

Los únicos que parecen escapar al tono general son los directamente involucrados en las campañas parlamentarias emblemáticas. Y, aún así, tanto en las regiones de Valparaíso y del Maule, el foco de atención se concentra en la competencia al interior de los bloques y casi no han existido roces dignos de mención entre la Concertación y la Alianza.

El gran actor de la primera vuelta en la centroizquierda no es un candidato, sino la dispersión. Al aparecer una segunda candidatura -con personas que originalmente se identificaban con el oficialismo-, ello provocó en la práctica que se legitimara desde muy temprano la pluralidad de opciones para el entorno menos militante entre quienes no se identifican con la derecha.

Si la disciplina no era la norma de conducta que guiaba la acción de las personas más activas en política, entonces cada cual tenía licencia para expresar sus puntos de vista o, al menos, su descontento en los más diversos ámbitos.

Por eso ha ocurrido que la dispersión ha sido la nota característica fuera de la derecha y la oposición ha estado permanentemente presentando un frente unido tras una candidatura presidencial sin competencia en su zona de influencia.

Nadie sabe para quién trabaja

Hay que decir que la derecha siempre consideró este escenario como el ideal para alcanzar el poder. Siempre consideraron sus estrategas que la victoria les vendría de la partición en partes iguales del otrora oficialismo. Mantuvieron esta creencia hasta el momento en que se dieron cuenta de que ellos mismos estaban siendo permeados por la alternativa que indirectamente fomentaban.

Ahora ya no es el tiempo en que podamos saber si el efecto de una tercera candidatura con importante respaldo ciudadano fue más contraproducente para el oficialismo o para la oposición. Elementos de juicio hay para pensar cualquiera de las dos cosas.

A nivel parlamentario es claro que la tercera opción resultara perjudicial para la Concertación. Ocurre que los candidatos al Congreso presentados por Enríquez-Ominami casi siempre perderán sus respectivas elecciones, salvo un par de casos. Pero en distritos muy importantes habrán evitado que se produjera un doblaje progresista. En otras palabras, y sin atribuir intenciones de ningún tipo, lo que habrá pasado a nivel parlamentario es que esta opción permitirá a varios aspirantes de derecha llegar al Congreso.

A nivel del sistema político esto tendrá una mayor repercusión todavía: es posible que el próximo gobierno, sea cual fuere, se constituya en el primero que parte su mandato sin contar con una mayoría que lo respalde en el Congreso. Por eso el Presidente que asuma en 2010 tendrá una vida muy dura desde el inicio, sin luna de miel, con múltiples partidos en recomposición, y con demandas sociales renovadas tras darse por superada la crisis económica internacional. Por eso no faltan los que piensan que un tema recurrente para la administración entrante no será simplemente el cumplimiento de su programa, sino el esfuerzo constante por asegurar la gobernabilidad del propio sistema.

El significado de la candidatura presidencial de MEO tiene múltiples enfoques. Desde luego, un sistema bipolar entre dos grandes bloques está siendo rebasado desde hace un tiempo, y ésta no es más que una de sus expresiones.

Pero también ocurre que la organización del descontento habrá tenido una vía de tratamiento de conflictos que se venían larvando y que no lograron aflorar hasta ahora. Esto puede ser considerado un aporte. Lo que es notorio es la necesidad de una renovación política general. De otro modo no se explica que el electorado haya sido tan comprensivo con una opción que se presentó como más dinámica y original que coherente y sistemática.

Sin embargo, hay que adelantar que la candidatura de Enríquez-Ominami ha dejado en la trastienda un fenómeno más profundo y contundente de renovación generacional y de cambio en el modo de practicar la política cotidiana.

Al término de esta campaña, el Senado experimentará una renovación notable en sus integrantes y el promedio de edad de los recién llegados será sensiblemente inferior a los que partan. También en la Cámara de Diputados se consolidan figuras ya fogueadas y llegan otras de interesante futuro. Es decir que la renovación se estaba produciendo de antes y seguirá después de esta campaña, sea como fuere que le vaya al candidato más joven pero con menos seguidores electos de que tengamos memoria.

Cambiar o perdurar

Los líderes emergentes también se encuentran en los municipios y tendrán un nuevo espacio en las elecciones de consejeros regionales. En fin, todo cambia, pero no todo perdura; al final, los que se apresuran demasiado en llegar no tardan tampoco en salir sin dejar huella ni continuidad.

Quizá por todo lo anterior sea entendible lo que ocurre con el electorado. El momento de la decisión no llegará sino en el momento de la segunda vuelta, donde lo único que esté en juego sea el destino del país y todo lo demás ya haya tenido oportunidad de expresarse, decirse y asimilarse.

Por eso la elección no será lo único importante que pase el domingo 13. Antes del fin de la jornada se habrá vivido otro hecho decisivo. Y es que la derecha sabe que no le basta con que Sebastián Piñera llegue primero en los cómputos de primera vuelta. Lo que tiene que hacer para ganar es que la televisión muestre que ese triunfo es inapelable, contundente y sin vuelta atrás. Lo que intentará es apabullar al resto con una representación cinematográfica de un candidato que ya ganó. “El cambio ya llegó” será el lema de fondo de esa noche. Y la fiesta -que no escatimará recursos en la producción- tratará de ser memorable.

De lo que se trata es que a los demás no les queden ganas de “seguir concursando” y generar el efecto de identificarse con el ganador seguro.

Por su parte, la Concertación también se jugará fuertemente su opción en las primeras horas tras conocerse los cómputos. Todo depende de cómo el candidato se dirija al país en el primer momento. Esa noche, Frei tiene que ser más que Frei. Tiene que hablar como el candidato de brazos abiertos que ha sido escogido en las urnas para convertir una mayoría ciudadana en mayoría en las urnas. La derecha no habrá ganado ni se ha de convertir en mayoría sólo porque puede inundar una ciudad de globos, serpentinas y el sonido de cornetas de cumpleaños.

Lo que se ha de mostrar esa noche es la firme voluntad, la serena fortaleza, de que la decisión sigue en manos de los ciudadanos. Porque si todos votan, porque si votan más que los que han sufragado en la primera oportunidad, porque si la mayoría se expresa, entonces se puede vencer. Al final, no sólo importará el resultado numérico, la entereza también cuenta.

viernes, diciembre 04, 2009

Mayoría ciudadana, mayoría en las urnas

Mayoría ciudadana, mayoría en las urnas

Víctor Maldonado

Lo que se sabe, desde ya, es que no bastará la apelación al carisma de los contendores para dirimir la disputa. Si así fuera, eso ya se hubiera expresado en la primera vuelta. Más bien, lo que quedará patente es que en la primera oportunidad habremos votado por el candidato que más nos gusta y, en la segunda oportunidad, tendremos que optar por el tipo de país que más nos gusta.


La competencia continuará abierta

La primera vuelta de estas elecciones terminará sin un ganador obvio. Lo que se podrá decir la noche del próximo domingo es que hay dos candidatos en competencia, voto a voto, hasta el recuento final.

Los resultados no dejarán despejada la incógnita principal, sino que entregará tareas políticas y electorales perentorias para dos competidores reales: Piñera apostará todo a dar la imagen de triunfo asegurado, para hacer de esta imagen una realidad de la mano de los que apuestan a ganador; Frei se jugará por atraer el voto progresista, en todas sus facetas, con una campaña de brazos abiertos a las ideas, acentos y rostros de las candidaturas fuera de competencia.

No será verdad que aquel que esté primero en las preferencias iniciales esté más cerca del triunfo. Esta competencia se define por el que consigue la mitad más uno de las preferencias. Si el que tiene un porcentaje mayor de votos (al inicio) tiene poco más a que echar mano en el repechaje y, por el contrario, su contendor resulta ser una opción aceptable para los que tienen que decidir, entonces será este último el que se imponga.

En otras palabras, si los candidatos están en el porcentaje de adhesiones que les conocemos, Piñera ganará si y sólo si, en segunda vuelta, una fracción importante de los votantes de Enríquez-Ominami y Arrate se van para la casa; y ganará Frei si ellos deciden volver a las urnas y optan por marcar preferencia en vez de anular su voto.

Dicho de otra forma, Piñera gana si convence al país de que la opción real está entre cambio y continuidad y ya optó por el cambio, dado que su contendor está separado de él en primera vuelta. Por el contrario, Frei gana si convence a los votantes de que el 13 de diciembre quedó demostrado que la derecha es minoría en Chile y que la convergencia de los progresistas (es decir, de la mayoría) los volverá a vencer una vez más.

Como se puede ver, ambas maneras de presentar un mismo resultado tienen sustento. Así también, terminar por imponerse en poco más de un mes tiene importantes dificultades para ambos postulantes.

Lo que se sabe, desde ya, es que no bastará la apelación al carisma de los contendores para dirimir la disputa. Si así fuera, eso ya se hubiera expresado en la primera vuelta. Más bien, lo que quedará patente es que en la primera oportunidad habremos votado por el candidato que más nos gusta y, en la segunda oportunidad, tendremos que optar por el tipo de país que más nos gusta. Por eso no es poco lo que está en juego.

Lidiando con el descontento

Estando así las cosas, Piñera insistirá en su apuesta inicial y será Frei quien tenga que hacer un giro para atraer a las urnas a una mayoría progresista. Esto implica una apertura generosa, el reconocimiento de insuficiencias y la asimilación del descontento que ha tenido expresión política en esta oportunidad.

Los adherentes a Enríquez-Ominami tendrán que superar una cierta frustración antes de optar. Romper los grandes bloques y ganar pareció posible en un tramo de la competencia y eso no se olvida de buenas a primeras.

Las limitaciones e insuficiencias no resultaron ser un patrimonio exclusivo de los demás. La habilidad para dar cauce al descontento no es sinónimo de la habilidad para poder estabilizar el apoyo y darle proyección en el tiempo.

En realidad, lo que hemos visto en las últimas semanas es el peso que tiene la consistencia política, la experiencia acumulada y la presencia territorial de un fuerte contingente de voluntarios.

No sólo la Presidencia resulta un terreno inapropiado para la improvisación, tampoco lo es el tramo final de una campaña presidencial. No todo puede ser sobrevuelo comunicacional, tarde o temprano hay que llegar a terreno para instalarse en él. Si no se consigue, entonces lo que sucede es que se pierde terreno conquistado en medio del entusiasmo.

Algo de esto es lo que le está pasando a la candidatura de Enríquez-Ominami, quien ha desarrollado una campaña de indudables méritos, pero también de notorias carencias. Que sostenga una alta votación es producto de los aciertos propios, pero también de los errores de sus contendores. Sin embargo, la carencia de estructura está pasando la cuenta a un candidato que se tiene que sobre-demandar para cubrir la ausencia de institucionalidad de apoyo.

Sólo el cansancio acumulado puede explicar la reacción del diputado ante las declaraciones de Frei sobre el próximo esclarecimiento de la muerte de Frei Montalva: “A mi padre lo acribillaron y yo jamás he utilizado su figura para conquistar adhesiones”. En una campaña pasan muchas cosas y se dicen muchas más, pero lo que definitivamente no puede ocurrir es que empecemos un concurso para saber quién ha sufrido más y cuál es la muerte más atroz cometida en el pasado.

En política, el orden de los factores sí altera el producto. La creación de un referente en esta etapa de la carrera -como la a medias anunciada “Nueva Mayoría El Copihue”- es terminar en lo que debiera haber sido el principio. Como sea, lo que ocurra en el futuro con esta posible organización política va a depender de sus adherentes y de nadie más. Habrá que encontrar puntos de confluencia que rebasen la coyuntura y no reducir lo principal a un estado de ánimo colectivo ni a un líder.

En realidad, la prueba de fuego para MEO es la de mantener cierta disciplina en sus filas en una segunda vuelta en la que él no participará como protagonista. Pasar esta prueba es bien difícil si se toma en consideración un dato básico: la heterogeneidad del apoyo actúa positivamente en campaña pero se torna un factor negativo al momento de negociar o de maniobrar.

Mi segunda mejor opción

La recolección de apoyos de derecha, de izquierda, de no matriculados y de personas aún por clasificar o imposibles de clasificar, sólo resiste el éxito para poder mantenerse. Pero si debe escoger una “segunda mejor opción disponible”, entonces salta por los aires una unidad que no es tal, porque las confluencias de coyuntura nunca se han caracterizado por tener sólidos ensambles.

Cuando cada cual llega por las más diversas razones, cada cual se va por los más diversos motivos. Algunos, los más entusiastas y menos informados, los que esperaban la caída de los muros de Jericó al primer trompetazo, se sorprenderán de las dificultades y volverán a su apatía inicial. Otros son de derecha y, propiamente, no es que vuelvan, sino que nunca han salido de allí. Los de más allá son y se sienten de centroizquierda, son críticos de la Concertación, pero no se les pasará por la mente dejarle el poder a la Alianza.

En todo caso está quedando claro que construir es mucho más difícil que criticar y que establecer un nuevo referente puede hacerse de muchas maneras distintas. Concordar la forma concreta que adopte el movimiento requiere un gran esfuerzo. En realidad, este paso no se desarrolla sin pérdidas ni rupturas.

No es difícil mostrar descontento con la Concertación, pero para producir su reemplazo no basta sólo con tener el propósito.

En política, algunos pueden pasar todo el tiempo entusiasmados con un liderazgo y, durante una campaña, la imagen puede reemplazar a los contenidos. Pero llegará un momento en que hay que pronunciarse y escoger entre alternativas. Porque los líderes que perduran se prueban en el decidir y en el optar.

Es con esta realidad con la que tendrá que lidiar Frei y su reconformado comando. Probablemente lo más importante no sea apelar a los que encabezaron el descontento, sino a los descontentos mismos. Por eso no será la arrogancia ni la autosuficiencia lo que permitirá ganar. Habrá que apelar a lo que nos une y a una opción compartida de país. Sólo de esta forma la mayoría ciudadana progresista se convertirá en mayoría en las urnas.