Cuando el país queda en primer lugar
Cuando el país queda en primer lugar
Víctor Maldonado
Los líderes emergentes también se encuentran en los municipios y tendrán un nuevo espacio en las elecciones de consejeros regionales. En fin, todo cambia, pero no todo perdura; al final, los que se apresuran demasiado en llegar no tardan tampoco en salir sin dejar huella ni continuidad.
La dispersión como actor
La mayoría ciudadana no experimentará esta elección presidencial como la persistencia en una opción inicial, que se mantiene desde el principio. Muchos tendrán que cambiar de candidato en segunda vuelta. Para una importante cantidad de ciudadanos, Eduardo Frei es una opción a la que se llega, no una opción con la que se parte.
Este tipo de aproximación a los candidatos en disputa ha dado ese particular ambiente despolitizado que ha tenido como nunca este período electoral. Decisiones personales de votar por un candidato se ven en todas partes, fervor por la opción asumida, en ningún lugar.
Las típicas discusiones familiares por las preferencias cruzadas entre presidenciables, antes temidas por el efecto que pudiera dejar en la convivencia, se han mantenido en esta oportunidad en el decoro más exquisito.
Nunca antes se había tomado la primera vuelta como una expresión ciudadana tan libremente asumida. En las conversaciones cotidianas es frecuente escuchar que el voto es empleado para apoyar al candidato que más gusta, pero que en segunda vuelta no se tienen dudas de votar “como se debe”, es decir, confluyendo.
Pero está claro que la pasión no aflora por ninguna parte, y hasta las candidaturas alternativas a los bloques mayoritarios parecen haber iniciado una especie de letargo.
Los únicos que parecen escapar al tono general son los directamente involucrados en las campañas parlamentarias emblemáticas. Y, aún así, tanto en las regiones de Valparaíso y del Maule, el foco de atención se concentra en la competencia al interior de los bloques y casi no han existido roces dignos de mención entre la Concertación y la Alianza.
El gran actor de la primera vuelta en la centroizquierda no es un candidato, sino la dispersión. Al aparecer una segunda candidatura -con personas que originalmente se identificaban con el oficialismo-, ello provocó en la práctica que se legitimara desde muy temprano la pluralidad de opciones para el entorno menos militante entre quienes no se identifican con la derecha.
Si la disciplina no era la norma de conducta que guiaba la acción de las personas más activas en política, entonces cada cual tenía licencia para expresar sus puntos de vista o, al menos, su descontento en los más diversos ámbitos.
Por eso ha ocurrido que la dispersión ha sido la nota característica fuera de la derecha y la oposición ha estado permanentemente presentando un frente unido tras una candidatura presidencial sin competencia en su zona de influencia.
Nadie sabe para quién trabaja
Hay que decir que la derecha siempre consideró este escenario como el ideal para alcanzar el poder. Siempre consideraron sus estrategas que la victoria les vendría de la partición en partes iguales del otrora oficialismo. Mantuvieron esta creencia hasta el momento en que se dieron cuenta de que ellos mismos estaban siendo permeados por la alternativa que indirectamente fomentaban.
Ahora ya no es el tiempo en que podamos saber si el efecto de una tercera candidatura con importante respaldo ciudadano fue más contraproducente para el oficialismo o para la oposición. Elementos de juicio hay para pensar cualquiera de las dos cosas.
A nivel parlamentario es claro que la tercera opción resultara perjudicial para la Concertación. Ocurre que los candidatos al Congreso presentados por Enríquez-Ominami casi siempre perderán sus respectivas elecciones, salvo un par de casos. Pero en distritos muy importantes habrán evitado que se produjera un doblaje progresista. En otras palabras, y sin atribuir intenciones de ningún tipo, lo que habrá pasado a nivel parlamentario es que esta opción permitirá a varios aspirantes de derecha llegar al Congreso.
A nivel del sistema político esto tendrá una mayor repercusión todavía: es posible que el próximo gobierno, sea cual fuere, se constituya en el primero que parte su mandato sin contar con una mayoría que lo respalde en el Congreso. Por eso el Presidente que asuma en 2010 tendrá una vida muy dura desde el inicio, sin luna de miel, con múltiples partidos en recomposición, y con demandas sociales renovadas tras darse por superada la crisis económica internacional. Por eso no faltan los que piensan que un tema recurrente para la administración entrante no será simplemente el cumplimiento de su programa, sino el esfuerzo constante por asegurar la gobernabilidad del propio sistema.
El significado de la candidatura presidencial de MEO tiene múltiples enfoques. Desde luego, un sistema bipolar entre dos grandes bloques está siendo rebasado desde hace un tiempo, y ésta no es más que una de sus expresiones.
Pero también ocurre que la organización del descontento habrá tenido una vía de tratamiento de conflictos que se venían larvando y que no lograron aflorar hasta ahora. Esto puede ser considerado un aporte. Lo que es notorio es la necesidad de una renovación política general. De otro modo no se explica que el electorado haya sido tan comprensivo con una opción que se presentó como más dinámica y original que coherente y sistemática.
Sin embargo, hay que adelantar que la candidatura de Enríquez-Ominami ha dejado en la trastienda un fenómeno más profundo y contundente de renovación generacional y de cambio en el modo de practicar la política cotidiana.
Al término de esta campaña, el Senado experimentará una renovación notable en sus integrantes y el promedio de edad de los recién llegados será sensiblemente inferior a los que partan. También en la Cámara de Diputados se consolidan figuras ya fogueadas y llegan otras de interesante futuro. Es decir que la renovación se estaba produciendo de antes y seguirá después de esta campaña, sea como fuere que le vaya al candidato más joven pero con menos seguidores electos de que tengamos memoria.
Cambiar o perdurar
Los líderes emergentes también se encuentran en los municipios y tendrán un nuevo espacio en las elecciones de consejeros regionales. En fin, todo cambia, pero no todo perdura; al final, los que se apresuran demasiado en llegar no tardan tampoco en salir sin dejar huella ni continuidad.
Quizá por todo lo anterior sea entendible lo que ocurre con el electorado. El momento de la decisión no llegará sino en el momento de la segunda vuelta, donde lo único que esté en juego sea el destino del país y todo lo demás ya haya tenido oportunidad de expresarse, decirse y asimilarse.
Por eso la elección no será lo único importante que pase el domingo 13. Antes del fin de la jornada se habrá vivido otro hecho decisivo. Y es que la derecha sabe que no le basta con que Sebastián Piñera llegue primero en los cómputos de primera vuelta. Lo que tiene que hacer para ganar es que la televisión muestre que ese triunfo es inapelable, contundente y sin vuelta atrás. Lo que intentará es apabullar al resto con una representación cinematográfica de un candidato que ya ganó. “El cambio ya llegó” será el lema de fondo de esa noche. Y la fiesta -que no escatimará recursos en la producción- tratará de ser memorable.
De lo que se trata es que a los demás no les queden ganas de “seguir concursando” y generar el efecto de identificarse con el ganador seguro.
Por su parte, la Concertación también se jugará fuertemente su opción en las primeras horas tras conocerse los cómputos. Todo depende de cómo el candidato se dirija al país en el primer momento. Esa noche, Frei tiene que ser más que Frei. Tiene que hablar como el candidato de brazos abiertos que ha sido escogido en las urnas para convertir una mayoría ciudadana en mayoría en las urnas. La derecha no habrá ganado ni se ha de convertir en mayoría sólo porque puede inundar una ciudad de globos, serpentinas y el sonido de cornetas de cumpleaños.
Lo que se ha de mostrar esa noche es la firme voluntad, la serena fortaleza, de que la decisión sigue en manos de los ciudadanos. Porque si todos votan, porque si votan más que los que han sufragado en la primera oportunidad, porque si la mayoría se expresa, entonces se puede vencer. Al final, no sólo importará el resultado numérico, la entereza también cuenta.
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