Acoger y confluir
Acoger y confluir
Víctor Maldonado
Un número decisivo de electores tendrá la inclinación de la balanza, optando entre mantener el castigo o dar una nueva oportunidad a la coalición encabezada por Frei.
Ratificando líneas
Da la impresión de que las candidaturas presidenciales están marcando y remarcando los puntos que ya les conocemos. Por eso será difícil que nos entreguen sorpresas en lo que queda de campaña.
No es para menos. La información sobre los candidatos, tanto de su lado humano como político, ya se ha entregado en lo fundamental. En lo sucesivo no es posible esperar mayor atención ciudadana sobre un material que ya empieza a ser redundante.
Como es natural, cada quien está insistiendo en sus posibilidades de pasar a segunda vuelta, pero es como si ya no quedara más que terminar con la parte del proceso para el cual todos tienen libreto.
Todos quieren preparar la segunda vuelta y saben que, para tomar las medidas del caso, se necesitan los primeros resultados y, sin embargo, si alguien espera conocerlos habrá perdido miserablemente el tiempo. Es decir, cada cual tiene que anticipar resultados para responder oportunamente, pero si se han equivocado en sus predicciones, habrán hecho un poco efectivo ejercicio de imaginación política.
A lo anterior hay que agregar que las principales diferencias no se encontrarán a nivel programático (al menos no las más importantes al decidir el voto), ni siquiera en aquellos puntos que se anticipaban como los más conflictivos.
Así, por ejemplo, como todas las campañas presidenciales han optado por poner el acento en avanzar hacia una sociedad más tolerante y más consciente de su diversidad, lo que importa ahora es más la credibilidad de los proponentes que las diferencias en lo que se propone, al menos en lo relacionado con la agenda valórica.
La credibilidad que importa es tanto la del candidato como la de los partidos que lo respaldan. Por ejemplo, en el caso de la derecha, es importante responderse algunas interrogantes básicas: ¿se ha sometido la UDI al liberalismo valórico de Piñera? ¿Tendrá el gremialismo capacidad de veto en un gobierno de la Alianza? ¿Renunciarán los herederos de Jaime Guzmán a sus convicciones más reiteradamente declaradas? ¿La campaña es una tregua de conveniencia entre posiciones irreductibles? Hasta ahora todas estas dudas siguen vigentes.
El segundo aspecto que estará pesando al terminar la vuelta inicial es la capacidad de llevar a cabo el programa que se declara como el mejor para el país. Importa sostener propuestas que tengan respaldo en la propia coalición y también que ellas tengan consenso mayoritario.
Hasta ahora sólo la Concertación ha mostrado fehacientemente esa capacidad desde el gobierno, los demás sólo pueden comprometerse a hacerlo.
La renovada capacidad de acogida
Pero la similitud de los desafíos llega hasta aquí. Porque la derecha sabe que tomará la delantera el 13 de diciembre, por lo cual no tiene razón suficiente para convertir al comando en un tema de discusión. Por lo demás, no hay a quién más integrar, salvo a individualidades de última hora.
En cambio, para la Concertación, la reorganización del comando y el giro en la campaña es un tema obligado. En cualquier circunstancia hay que ampliar la convocatoria y abrirse a otras ideas y perspectivas.
Esta renovada capacidad de acogida ha de ser obviamente visible en los rostros de primera línea. Reitero que esta necesidad política se hace presente aun cuando el resultado obtenido en las urnas sea evaluado como muy positivo, tanto a nivel presidencial como parlamentario.
Además, la reestructuración es obligatoria, porque enfrentar la segunda vuelta requerirá de una amplia capacidad de adaptación a realidades muy diferentes a lo largo del territorio nacional.
En efecto, el resultado general no se diferenciará mucho de lo que nos señalan las encuestas. Pero eso no significa que el resultado sea parejo localidad tras localidad.
Habrá lugares donde los resultados obtenidos estén por sobre el promedio y otros en los que ocurra al revés. En cada caso se tendrá que actuar distinto. Habrá que producir acuerdos, reconocer liderazgos, sumar personalidades influyentes, superar incordios dejados por la competencia parlamentaria, agregar al esfuerzo nacional una importante cantidad de cuadros calificados que han estado abocados casi en exclusiva a obtener una victoria regional o provincial.
En fin, este esfuerzo de confluencia ha de ser rápido y requiere de conocimiento de personas y de territorios concretos, mucho trabajo y poco reconocimiento personal.
Descontento y rectificación
Un aspecto muy importante a considerar, y que no se había enfrentado en oportunidades anteriores con igual amplitud, es la desarrollada capacidad crítica de los electores. La mayor criticidad de los votantes no tiene nada de malo, pero hay que saber responder a ella.
En opinión de los exigentes electores de hoy, la forma como se hace política, en general, así como la opinión sobre conglomerados y partidos, deja mucho que desear. Esto, por supuesto, incluye a la Concertación, pero también a la derecha. A las candidaturas que han buscado expresar este descontento -perceptible en el ambiente cotidiano- no les ha ido mal y han mantenido un apoyo estable hasta la etapa más intensa de la campaña.
Ésta es una realidad, pero por sí misma no define el resultado final de la contienda. Todo depende de cómo se reaccione desde el instante mismo en que se conocen los resultados.
Puede que, a la postre, la expresión organizada del descontento sea algo positivo y digerible para la Concertación. De hecho, en esto radica su posibilidad de ganar. Hay que entender que descontento y rechazo no son lo mismo, al menos no lo son para una amplia mayoría de quienes se identifican con la centroizquierda.
Lo contrario de la adhesión no es el descontento, sino la indiferencia. El que está disgustado con la Concertación espera que ella reaccione adecuadamente para tomar su decisión final.
Se puede optar por otras alternativas presidenciales que quedan en el camino, y todavía querer expresar un “voto castigo” a la Concertación en la oportunidad siguiente o, por el contrario, se puede considerar que ya ha sido suficiente con la señal que se ha dado. En otras palabras, el “voto de castigo” puede ser asimilado durante el proceso electoral.
En el momento crítico, un número decisivo de electores tendrá en sus manos la inclinación de la balanza, debiendo optar entre mantener el castigo o darle una nueva oportunidad a una coalición encabezada por Frei.
A su vez, la decisión de estos ciudadanos va a depender de cuán convencidos lleguen a estar de la capacidad concertacionista de enmendar su conducta. En otras palabras, en la misma noche del 13 de diciembre el país va a estar atento a la respuesta de Frei al mensaje recibido en las urnas. De la sintonía con el sentido común predominante dependerá lo que termine por ocurrir. La elección no se definirá antes.
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