viernes, octubre 23, 2009

En la hora del despliegue

En la hora del despliegue

Víctor Maldonado

Los bostezos se contagian, pero la alegría también. La Concertación quiere jugar a ganar y para eso tiene que hacer sentir su presencia. El oficialismo no ha ganado nunca una elección multiplicando las reuniones o los análisis, sino la presencia en terreno y en la calle. Parece que ya recordó esta constante.


Cada cual en lo suyo

La suerte está echada. Las apuestas políticas ya se han realizado, lo que queda es esperar que se haya hecho blanco en los anhelos y necesidades del país y actuar con coherencia.

Cada candidatura presidencial puede perfeccionar el camino escogido, pero ya no es posible empezar a oscilar, “tentando cómo nos va” con otras opciones. Las candidaturas han de ser fieles a lo que son y al enfoque que han decidido libremente asumir.

Lo que siempre se puede hacer es el acomodo de los equipos humanos. Se puede ganar en dinamismo, en conquistar espacios y se puede perfeccionar en trabajo coordinado con las campañas parlamentarias. Pero, en el fondo, se trata de “variaciones sobre el mismo tema”.

¿En qué consiste la apuesta de cada cual? La más obvia es la que está implementando Piñera desde la derecha. Ella consiste en presentarse simultáneamente como una alternativa de gobierno y como el continuador de la protección social de Michelle Bachelet.

En eso consiste su fórmula ganadora. En mostrarse como un buen emprendedor, con mentalidad empresarial e intérprete de la cultura de “hacer bien las cosas”. Al mismo tiempo, ha decidido anticipar sucesivos anuncios de medidas de beneficio social para sus posibles electores, con un desprendimiento y generosidad envidiable.

Se trata de un candidato que cree haber encontrado el camino que lo llevará a La Moneda. Por eso está repitiendo a diario la misma pauta de presentación, sin salirse de un marco bien delimitado.

Piñera, y sobre todo su entorno, tienen más que claro que cada vez que su candidato ha entrado en polémicas gratuitas, ha salido más que trasquilado. Debido a la detección de este problema, se han dedicado todo este tiempo a proteger a su abanderado de sí mismo y a presentarlo como amistoso, cercano y confiable.

Por eso el candidato de derecha es un candidato contenido. Sabe que no tiene que hablar de más, que no debe mostrar sus tics y que no puede repetir la misma idea una y otra vez. En el fondo, el mayor problema de Piñera consiste en hacer aquello que le sale más espontáneo.

Debido a lo anterior, nadie podrá acusar al empresario durante todo esta campaña de ser excesivamente sincero. Cada cosa que dice es sacada de una fábrica de frases hechas, repetidas textualmente hasta que le entregan la frase de reemplazo. Este mismo espíritu se ha contagiado a su comando, donde cada cual repite -a todo evento- la frase del día como si fuera un mantra colectivo. Casi se llega al convencimiento de que, si apareciera un personaje original e innovador en el comando, lo expulsarían pronto por desleal.

En el fondo, lo que está haciendo es tratar de convencer que el modelo Bachelet de gobierno se puede implementar sin Bachelet y sin la Concertación. Que los demás vayan a mirar de manera contemplativa cómo esto ocurre, es otro cuento. Lo cierto es que nos encontramos ante una apuesta tomada y en implementación. En la derecha la suerte está echada.

El estilo convertido en contenido

En el caso de Enríquez-Ominami también nos encontramos con un enfoque muy preciso de cómo enfrentar la campaña. Se trata de convertir un estilo directo, de comunicación continua y en formato televisivo, en el auténtico protagonista.

El mismo candidato lo dice en un libro escrito para esta oportunidad: “La comunicación permanente involucra más que sólo un estilo. Incluye también la idea de participación, la rendición de cuentas, la transparencia… Al estar tan expuesto, al ser tan accesible, demuestro que estoy dispuesto a escuchar, y que no temo a que me pillen en mis errores y que me enjuicien por ello”.

En el centro de esta estrategia política está la generación de una empatía dinámica que conecte a las personas con el candidato no tanto por lo que piensa, sino por lo que hace o tiene expresión visual.

A quien visite la página web de la candidatura le quedará claro, al primer golpe de vista, el mensaje central de la candidatura: “Chile cambió”. “Marco por ti. Sigue el camino”. “Queremos un país alegre y solidario”.

También aquí se cree haber encontrado el camino del triunfo. Éste consiste -empleando nuestras palabras, no las de la candidatura- en “desactualizar” a los competidores. En dejarlos convertidos en piezas desadaptadas ante un país que tiene mucho que criticar a la política y a los políticos. En el fondo, lo que se quiere es reemplazar a Bachelet en lo que representó al momento de ser elegida candidata, y que se interpreta como una crítica a las jerarquías políticas tradicionales.

El candidato independiente sabe que se le critica falta de experiencia, desconocimiento de áreas importantes de la gestión gubernamental, ausencia de discurso “de fondo”, carencia de equipos, etc. Eso lo lleva a estar siempre en la actitud de quien está probando y demostrando que tiene medidas concretas que implementar, que puede hablar de economía, y que su base de apoyo se expandirá -con la Concertación- apenas pase a la segunda vuelta.

Pero, por una vía u otra, siempre llega a “la especialidad de la casa”; es decir, a las comunicaciones. Las críticas a Enríquez-Ominami tienen base y sus debilidades son reales, pero el diputado es un buen candidato y ha sabido cultivar una imagen atractiva para una parte del electorado.

Algunos creen que esto permite el “ninguneo” y ello constituye un grave error. Los que creen que cultivar una imagen es una tarea menor no saben de lo que hablan. Pero lo que sí se puede decir es que el problema de esta candidatura es, tal vez, el inverso de la candidatura de derecha: aquí se tienen todas las virtudes de lo espontáneo y también todos los defectos de lo espontáneo.

Hasta el momento, y sin ser exigido en demasía por la competencia, el diputado independiente ha tenido un buen desempeño, habrá que ver cómo sigue esta historia.

Yo soy yo y mi nariz

Eduardo Frei tiene muy claro su base de apoyo: la Presidenta Bachelet, el gobierno y la Concertación. Sabe que se necesita una transferencia de respaldo desde Bachelet y está convencido de que tal proceso ya se ha iniciado.

Al menos el comando se ha adaptado a este propósito con el ingreso de nuevos miembros que refuerzan esta opción explícita, y son pocos lo que dudan que estas acciones se podrían acentuar conforme la elección se acerque.

Darle continuidad a la actual Mandataria y, al mismo tiempo, volver a la Presidencia no es fácil, pero se puede lograr. Frei tiene, por cierto, una ventaja programática, puesto que sabe qué ha hecho la Concertación en el poder, cómo se ha logrado y cómo puede proyectarse en el futuro.

Pero ser tan conocido es bueno y malo. Por un lado, se le reconoce capacidad y experiencia; por otro, no se espera ninguna sorpresa de su parte. Incluso Piñera le ha hecho la mala crítica de que “ya tuvo su oportunidad, lo que no hizo como Presidente ya no lo podrá hacer”.

Ésta es una mala crítica, porque el empresario es también un repostulante, también tuvo su oportunidad y fracasó ante Bachelet. Y no se ve por qué el fracaso ha de tener algún tipo de ventaja respecto del que postuló y ganó ya una vez.

El punto es otro. Nadie tiene razones para estar en contra de Frei, pero han de ser más los que encuentren razones para estar a su favor. Es decir, el senador tiene que continuar y motivar, representar la experiencia y la energía renovada.

La campaña de Frei no puede ser “a su imagen y semejanza”. Ha de ser “a su imagen y complemento”. Porque tiene que ser como es el candidato cuando representa a cabalidad a su equipo, que es la Concertación. Un equipo pluralista que tiene fuerza, convicción y alegría. Que se mueve por convicción; que sale a conquistar terreno y al que no le gusta ni quiere estar a la defensiva.

Los bostezos se contagian, pero la alegría también. La Concertación quiere jugar a ganar y para eso tiene que hacer sentir su presencia. El oficialismo no ha ganado nunca una elección multiplicando las reuniones o los análisis, sino la presencia en terreno y en la calle. Parece que ya recordó esta constante.

En otras palabras, la suerte está echada y las apuestas principales ya se hicieron. Cada cual se despliega en lo propio. De las dudas saldremos pronto.