Del repunte a la consolidación de tendencia
Del repunte a la consolidación de tendencia
El conflicto extremo no está siendo premiado, si bien se ve que las polémicas se centran en la pertinencia de expresiones verbales, de contra respuestas acaloradas, fenómenos de superficie. Pero nada decisivo.
Víctor Maldonado
De lo que se habla y de no que se dejó de hablar
EN POLÍTICA, HAY que estar atento a dos tipos de señales: a aquellas cosas sobre las que se habla y a aquellas cosas sobre las que se deja de hablar. De ambas se pueden obtener lecciones importantes.
Así, por ejemplo, de un tiempo a esta parte se ha dejado de mencionar la capacidad de conducción del Gobierno o de su manejo de crisis.
Simplemente, dejaron de ser temas de los comentarios o éstos están en abierto retroceso. Quienes insisten en mencionarlo se hallan entre los que hablan sobre los comentarios, además con cierto retraso.
No es que los problemas desaparecieron. Al contrario, el número de los conflictos con los que debe lidiar cada día no bajan de la media docena. Además, septiembre, donde siempre se produce todo tipo de expresiones sectoriales, parece que se ha adelantado.
Algunos de los actores importantes de las movilizaciones de temporada están bien interesados en extender las manifestaciones como parte de un ciclo que funciona como una posta.
Pero, con todo, aun sabiendo que los conflictos son múltiples, afectan a sectores importantes, son vistosos y no piensan en terminar, la duda de si el Gobierno podría llegar a verse sobrepasado por las dificultades ya no está en la escena.
En efecto, no obstante se mantiene un elevado número de conflictos en la cartelera, estos son distintos. Algunos ya han sido resueltos (demandas municipales, trabajadores de la salud), otros están en vías de solución (Escondida), mientras algunos más se van agregando. Pero sin saturar el sistema en el que se toman las decisiones.
Esto no podría estar ocurriendo sin que el Ejecutivo hubiera ganado en capacidad de anticipación y en pericia en el manejo de situaciones complejas. En una actividad donde no se pueden esperar elogios muy seguidos, este silencio equivale a un reconocimiento.
Pese a que le cueste reconocerlo a los más recalcitrantes detractores (y que son algo más que simplemente los opositores), lo cierto es que también se puede apreciar un cambio respecto de la imagen presidencial. También, en este caso, se ha terminado la etapa de instalación. Se nota una mayor comodidad en el cargo.
La piedra al inicio del camino
Cuando llega alguien a La Moneda, la primera duda es si sabrá ejercer su puesto. Como el Gobierno tuvo una partida difícil con el conflicto secundario -mal llevado en su inicio y largamente pagado hasta hoy-, el término de este dilema no significó el despeje inmediato de las incógnitas sobre la conducción.
Esto es explicable. Después de todo, el problema había sido superado, una vez que el Gobierno destinó a sus principales figuras a ocuparse de él y la misma Presidenta tuvo que encabezar los movimientos decisivos.
Hay victorias sumamente costosas: ésta había sido una de ellas. Nada irreparable, pero sí preocupante. Se había terminado el momento difícil, sí. Pero el punto delicado estaba en que si tal comportamiento gubernamental se repetía hacia delante y otros conflictos nuevos iban apareciendo, no era sensato que cada vez se emplearan procedimientos similares de resolución.
Al revés, sin intención se podía estar haciendo que los manifestantes ingresados recién en la escena nacional se vieran incentivados a producir actos de alta intensidad para ser muy vistosos y ver tomadas en cuenta sus demandas.
Así que no sólo la opinión pública había quedado expectante, sino que estaba más que atenta a las siguientes señales importantes en el difícil campo del tratamiento de los planteamientos sociales ampliamente sentidos.
Pues bien, a partir del cambio de gabinete, las señales dadas han sido ampliamente tranquilizadoras. Como la propia Presidenta Bachelet lo ha señalado recientemente ante los empresarios, el tratamiento del puente en el Canal Chacao era todo menos fácil. Pese a lo dolorosa de la situación y si se ven sobre todo sus efectos nacionales, no cabe duda de que fue bien resuelta.
Lo mismo ha sucedido en los movimientos posteriores en el caso económico, donde destaca el encuentro en el CEP y los anuncios de políticas de largo aliento, como ha sido el caso de los planes para las pymes, la muy significativa de vivienda, los avances en los tratados de libre comercio con China y dos países latinoamericanos, etc.
Las semanas que siguen también están jalonadas de anuncios importantes en políticas públicas. En cuanto al tratamiento de las demandas sociales, da la impresión de que está resultando mejor para los demandantes llegar a un acuerdo conveniente y de largo plazo con el Ejecutivo que enfrascarse en interminables disputas para alcanzar un resultado menos conveniente.
En otras palabras, el conflicto extremo y sin regulación no está siendo premiado, si bien se ve que las polémicas se centran en la pertinencia de expresiones verbales, de muestras de deseos, de intenciones, de críticas fuera de tono, de contra respuestas acaloradas, es decir, de fenómenos de superficie. Pero nada decisivo.
El cambio escondido
La consolidación de estos cambios no debiera extrañar. La modificación de gabinete fue un acierto y además habría que agregar que fue lo suficientemente efectiva como para producir una evolución apreciable en sentido positivo, sin canjear unos desbarajustes por otros.
Y lo que acontece cuando se acierta es que las percepciones no cambian de inmediato, sino que se expresan de modo acumulativo. El Gobierno ha ganado en envergadura, pero su traducción ante la opinión pública tiene una expresión retardada.
Durante un tiempo, las opiniones mayoritarias se mantienen tal cual se habían forjado en una primera etapa. Ocurre lo mismo que si no hubiera pasado nada. Pero esto termina por variar si la nueva conducta de la gestión gubernamental se manifiesta como una tendencia y no como un breve respiro.
Eso es lo que ha acontecido en este caso. Lo que haría que un repunte de una temporada se convirtiera en una tendencia a firme sería la ocurrencia de dos cosas simultáneas: que la Concertación persistiera en la búsqueda de acuerdos finos en la implementación de las principales políticas públicas, y que el Ejecutivo tome las medidas necesarias para que la ejecución de dichas políticas sea eficiente, homogénea y oportuna.
Con todo, el foco de atención ha pasado de las líneas gruesas a las dudas específicas. Ya no es tema el de la toma de decisiones. Lo que se plantea a nivel de los empresarios, por ejemplo, es la capacidad de implementar con rigurosidad aquello que ya se decidió. En esto estriban las dudas de hoy.
Pero estas alteraciones en lo que se conversa y lo que se deja de conversar es muy decidor. De la oposición, en cambio simplemente no se dice nada. Simplemente no es tema de conversación ni para bien ni para mal. Salvo que se considere un asunto los argumentos dados a favor y en contra de los “chupasangre”. En general, nada que horade la superficie.
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