miércoles, abril 14, 2010

Cuando volvamos a decir “nosotros”

Cuando volvamos a decir “nosotros”

Víctor Maldonado


Un buen diálogo de inicio

La Concertación tiene que hacerse cargo de todas las tareas que acompañan su rol de oposición a un gobierno de derecha. Ya el solo hecho de adaptarse a su nueva condición representa un reto exigente, pero si quiere retomar el liderazgo político eso no le puede bastar.

Aunque no sea nada de popular ni central para la ciudadanía en pleno proceso de reconstrucción, ha de emprender el proceso de autocrítica que le permita digerir los errores cometidos y replantearse su obligación para renovarse.

Pero si ha de hacerse cargo de las tareas del presente y del ajuste de cuentas con su pasado reciente, está claro que no puede darle igual tratamiento a ambas cosas. Si la Concertación se va a dedicar a definir su estrategia para el presente, ya cuenta con las instancias para hacerse cargo del cometido. Al menos, puede hacer que entren en funcionamiento. Si va a evaluar su propia actuación, la centroizquierda ha de partir con consultas concéntricas que permitan iniciar la reflexión con puntos de vista comunes y compartidos.

En este proceso, hay etapas que un conglomerado no se puede saltar. No se parte por el final. Ni reduciéndose a los notables. Ni con prensa. Ni debatiendo sobre los invitados y los excluidos.

Por eso se tomó una gran decisión cuando los presidentes de partido cambiaron un cónclave destinado a analizar las causas de la derrota presidencial, por un evento de inicio para consensuar propuestas para la reconstrucción.

Siempre resulta positivo identificar grandes consensos, como ocurrió en este caso.

El primero de los acuerdos alcanzados es que no hay una sola forma de entender la reconstrucción. La centroizquierda entiende este proceso como reconstruir vidas en comunidad, no sólo como la reposición de bienes y servicios.

En seguida, se advertía en este primer evento que no hay que confundir la colaboración activa en la reconstrucción con el apoyo o subordinación al gobierno. La centroizquierda es y seguirá siendo oposición y ejercerá su rol asumiendo, ante el gobierno, la perspectiva y las demandas de las comunidades afectadas por la catástrofe.

En realidad, la posición asumida es bastante crítica al considerar que en la reconstrucción el Estado no puede renunciar a su papel de promotor del bien común, ni el gobierno dirigir la reconstrucción desde la desconfianza al Estado.

Para la oposición es bastante claro que Chile cuenta con recursos propios, como nunca antes en nuestra historia y que puede disponer de los recursos necesarios para financiar la reconstrucción. Por lo mismo, no hay que reconstruir a costa de los programas sociales o de los más débiles o afectando a otras regiones.

Tras la catástrofe hay que replantearse el desarrollo de diferentes regiones, ciudades y localidades. Esto no se puede hacer con espíritu patronal sino con la participación de las comunidades que han de decidir cómo vivirán de ahora en adelante. Y a la cabeza de las comunas hay reconocer el papel fundamental que juegan las municipalidades. A ellas hay que dotarlas de mayores recursos humanos, materiales y financieros para que puedan afrontar en mejores condiciones las consecuencias de esta crisis.

Contra los artistas de la distracción

Pero en el evento concertacionista pasó algo más importante que el haber consensuado las definiciones ya señaladas. En su primer encuentro tras la derrota presidencial, la Concertación identifica sus principales fortalezas.

El resumen de lo que se dijo en el encuentro, por parte de los principales oradores, es que nuestros problemas como coalición se derivan del deterioro de la cohesión interna. Por eso, el propósito expresado por todos es, ante la nueva etapa, responder con mayor unidad y no con mayor dispersión.

A lo que nos enfrentamos en conjunto es a la mayor concentración de poder de nuestra historia. Corremos el riesgo de una evolución regresiva, y por eso la misión de la centroizquierda consiste en la construcción de un auténtico contrapeso político y social. Por definición, contrapeso es algo que nadie puede lograr por sus solas fuerzas sino que es producto de la unidad.

De manera que podrán existir todos los matices que se quiera, las renovaciones partidarias están a la orden del día, pero la Concertación seguirá siendo necesaria y ella vive de respetar el pluralismo de opiniones y se propone prolongar su trayectoria común de entendimientos, acuerdos y proyectos de futuro sostenidos en conjunto.

Este tipo de aproximación estratégica llega justo a tiempo, porque ya se estaban produciendo las reacciones espontáneas de algunas figuras de la Concertación, que estaban realizando una autocrítica tal como si el espacio público fuera el living de la casa, como si todo se pudiera decir por la prensa y cada cual se enfrascara, sin consecuencias, en la interesante ocupación de dedicarnos unos a todos los más fuertes ataques.

Cuando hay que concentrarse en lo importante, no faltan los encargados de quedarse contemplando las ramas. Son los que hacen mucho ruido, pero se excusan a la hora de concretar un aporte que permita mejorar las situaciones que denuncian y en las que se suelen enredar ellos mismos.

Es un artista de la distracción todo aquel que escoge, como el principal de sus blancos, a otro miembro de la Concertación, al que le atribuye todo tipo de errores cometidos en el pasado.

Y es un distractor el que encuentra que la principal causa de la derrota de la centroizquierda se debe a todos los demás, pero no a él mismo, cuya única falta consiste en haber tenido siempre la razón… sin haber podido convencer de sus magnificas ideas al resto.

Todos los análisis de la derrota presidencial que parten señalando con el dedo a algún otro u otra (según los gustos), yerra por definición. Los procesos colectivos que terminan en una derrota importante, no se explican por fallas individuales. Es más, es posible que quien analice la situación en estos términos siga siendo él mismo parte del problema y, para nada, identifique los caminos de salida.

El problema somos nosotros

Lo que más asombra es que sean señalados como culpables de los mayores errores, justamente aquellos que más dieron la cara en los momentos difíciles. Lo que se les atribuye, además, es que no lograron por sí mismos revertir la situación. ¡Como si aparte del esfuerzo que hicieron tuvieran, además, que garantizar resultados, contra viento y marea!

Creo que la derrota puede ser enfocada desde otro punto de vista. Abriendo la mirada más allá del último episodio.

Lo que explica la derrota, más allá de algún suceso aislado y de una responsabilidad personal, es el largo tiempo consumido por la centroizquierda en convencer al país de que ya no era una mayoría estable y sólida capaz de dar gobierno al país. Lo que terminó por perder a la Concertación fue la falta de unidad y las permanentes muestras de divisiones internas. Esta es la verdad que hemos vuelto a encontrar.

Puede que ahora no se destaque, pero no hay que olvidar que tres partidos importantes de la Concertación sufrieron procesos de ruptura: el PPD generó el Chile Primero; la DC al PRI y el PS fue pródigo en generar candidatos presidenciales, que abandonaron sus filas.

Antes de las rupturas, se vivieron muchas inconsistencias con quienes se preparaban para emprender rumbos propios. Después de las rupturas, los partidos de la Concertación no dieron la imagen de haber recuperado la disciplina interna. Más bien, se llegó a dar la impresión de que la disciplina misma era mucho más un comportamiento excepcional que la norma que guiaba a la mayoría.

Cuando a lo anterior se le agregó la presentación oficial de listas separadas en las elecciones municipales, ya nada podía agregar la derecha con sus críticas que no estuviera siendo confesado por el comportamiento práctico de la Concertación.

Comparativamente, el año previo a la elección presidencial fue el de mayores muestras de unidad por parte de la derecha. Por cierto, las diferencias existieron y no dejaron de presentarse, pero no fueron alimentadas. Discurrieron básicamente por instancias internas y evitaron presentarse principalmente por los medios de comunicación.

¿Cuál es el comportamiento que llevó a la derrota? El que abandona las tareas principales dejándose llevar por la irresponsabilidad de los distractores. Persistir en el error es seguir intentando endosarle la responsabilidad compartida a otro.

¿Cuándo nos vamos a recuperar? Cuando frente victorias y derrotas, virtudes y defectos, volvamos a decir “nosotros”.