viernes, febrero 05, 2010

En busca del tiempo perdido

En busca del tiempo perdido


Víctor Maldonado


Muchas transiciones

Los medios de comunicación tienen una manera de decir que no hay novedades políticas: giran en torno a las especulaciones sobre la composición del nuevo gabinete. El ejercicio ha durado tanto tiempo, que lo único que se comprueba es que hay que esperar a que se conozcan las nominaciones para saber a qué atenerse.

Y hablando de las “noticias” que se consumen a si mismas, está la invitación en el aire a una nueva “democracia de los acuerdos”. A poco andar, los comentaristas a favor y en contra notaron que de nuevo se estaban moviendo en círculos sin avanzar un milímetro.

La verdad es que no hay gobierno que deje de desear conseguir amplio apoyo a sus iniciativas. Pero la política no es el reino de los deseos sino el del trabajo práctico por alcanzar objetivos importantes para una comunidad. Siendo así, los acuerdos son el resultado de un intenso diálogo y de negociaciones bien hechas.

El movimiento se prueba andando y la voluntad de concordar iniciativas de importancia nacional se prueba con gestos. Por lo demás, la política es una actividad realizada por personas de carne y hueso, y éstas aún no han sido nominadas, resulta que el ejercicio teórico de anticipar lo que viene carece de mucho sentido.

Lo que sí se puede anticipar es que la implementación directa de acciones será desigual y matizada según sectores y reparticiones.

En realidad, tal parece que hay de todo en la viña del Señor. Lo que se verá en su primer momento es aquello que había venido acumulándose en el seno de la derecha por largo tiempo, tanto para bien como para mal.

Por el lado de lo mejor, tras tanto tiempo fuera del Ejecutivo hay una parte de los personeros de derecha que quiere probar que tienen un proyecto propio que aportar al país. Por lo tanto, esperan concentrarse en la construcción de una alternativa sólida y viable. Por este lado, pues, podemos esperar un período de ajuste a las nuevas funciones, de inevitables errores iniciales, pero básicamente de una apuesta a la continuidad y al perfeccionamiento.

Pero esto no es lo único que guarda la derecha en su interior. También existen los nostálgicos de Pinochet, los que se han llegado a convencer que la Concertación no es que gobierne distinto sino que gobierna mal y para el mal, buscando intereses mezquinos o subalternos. Estos vendrán “en busca del tiempo perdido”, y están ansiando enderezar cuanto la centroizquierda haya estado “pervirtiendo”.

La derecha no está acostumbrada a tener mandos centralizados y, por eso, no habrá una sola línea de conducta. Lo que cabe esperar es que en cada repartición pública se viva una transición distinta. Dependerá de cuál mentalidad predomine en cada caso concreto. Pero, sin lugar a dudas, se dará el abanico completo de respuestas posibles.

La segunda mirada al “cuoteo”

Lo que la Alianza comprenderá de entrada es que resulta mucho más fácil criticar al gobierno que hacer gobierno.

El caso paradigmático se dará en relación al denunciado “cuoteo” político. Cualquiera podrá recordar que, respecto de la repartición de cargos por partidos, se dijo las peores cosas… que ahora se tendrán que practicar.

Si no fuera por la incoherencia explícita, pudiera ser hasta divertido ver el acomodo que ya se está produciendo a nivel de los discursos. Así el senador Longueira ya ha declarado que en el gobierno de Piñera no habrá “cuoteo” sino que habrá “equilibrios”, lo que no suena lo mismo pero es igual.

Al final se consagra la maniquea costumbre de considerar que, cuando algo lo realiza el adversario no puede ser por otra cosa que por una motivación reprochable; y, cuando lo realiza el propio bando, el mismo comportamiento se puede justificar por la más noble de las causas.

Debido a lo anterior, una de las acciones inaugurales de la recién estrenada oposición será la de pedir consistencia entre lo que se dijo y lo que se hará.

Sin embargo, hay que decir que en un régimen como el nuestro, el que pone el tono es el Presidente. Su estilo de gobierno marcará el rumbo, tanto en cuanto al abanico de posibilidades que se abre, como al de las oportunidades que se cierran.

Piñera sabe que en el Estado se requiere delegar capacidad de decisión a los ministros. El mismo ha declarado que los jefes de cartera ejercerán sus funciones a plenitud. Pero más de una señal nos indica que ni sus colaboradores más cercanos saben si logrará contener su impulso característico de tener el control directo. Si no se contiene, lo que puede conseguir es una parálisis del proceso de decisión interna porque las más diversas materias quedarán supeditadas a su venia y, por mucho que se quiera instalar la imagen de un gestor incansable y multifacético, la verdad es que si no se delegan responsabilidades, una administración como la del Estado puede quedar estrangulada en su cúspide.

De momento, este parece ser el período en que todos los sueños individuales parecen posibles en la derecha.

En forma inédita se está dando el caso de personas que se acercan a las reparticiones públicas, particularmente en regiones, afirmando –sin más- que ellos serán de seguro las próximas autoridades nominadas. Así que pasan a ver sus nuevas dependencias y a pedir información. Ha habido ocasiones en las que se le ha debido informar al más entusiasta que ya había aparecido otro, diciendo lo mismo respecto del mismo puesto.

Puede que se trate de un exceso de iniciativa personal, pero no deja de ser sintomático. No todos tienen por qué saber cómo funcionan las instituciones republicanas y que la transferencia de poder sigue un cierto protocolo bien distinto a un “llegar y llevar”.

Pero la ignorancia no excusa la necesidad de mantener un cierto decoro cívico muy cercano a los buenos modales.

En fin, esperamos que estos sean episodios inconexos sin mayor importancia. Habrá que esperar a que lleguen las señales fuertes.

La creación de un fantasma

Lo que no debe hacer el nuevo gobierno es partir peleando con fantasmas. La reacción de Piñera ante la última encuesta que deja a Bachelet como la Presidenta más querida y popular de nuestra historia, francamente, deja mucho que desear.

En efecto, ha señalado de modo lateral, que se puede gobernar para ser popular o se puede enfrentar los problemas lo que tiene costos que hay que saber asumir.

En realidad la crítica no apunta a ningún blanco preciso, puesto que Bachelet no es bien evaluada como persona simpática a título personal, sino como Presidenta. Los chilenos y las chilenas no sólo sienten afecto por la Presidenta, sino que la respetan, consideran que supo enfrentar exitosamente la crisis y que tiene liderazgo. Bastante más que lo que se consigue con una campaña de marketing o con un buen uso de los medios de comunicación (los que, por lo demás, están prácticamente en su totalidad en manos de simpatizantes de derecha).

Lo que no se dice pero que se trasunta, es que el nuevo mandatario no puede ni podrá alcanzar un nivel de popularidad tan inusual como el que tiene la actual mandataria. Eso no tiene nada de raro porque esto es algo excepcional dentro y fuera de nuestras fronteras.

La costumbre de compararse con otros no es buena consejera y es una peor guía de nuestra conducta. Porque si predomina, lo que veremos a poco andar de la nueva administración es una campaña de desgaste de Bachelet. Si esto aconteciera, desde todos los lados del gobierno entrante comenzarían a encontrar todo malo y mucho de irregular y los dardos apuntarían a la anterior mandataria. Esperemos no ver nada de esto, porque los que invocan fantasmas terminan prendidos de ellos y los vuelven más presente que nunca.