La prueba de la duración
La prueba de la duración
Víctor Maldonado
Hay que ver la tendencia en su ciclo completo. Hace un año parecía el tiempo de cambiarlo todo. Ahora resulta que la continuidad es muy valiosa y la derecha no tiene ni siquiera los derechos exclusivos para Chile de la idea de “cambio”.
Después de la primera impresión
En política hay que tratar de seguir una tendencia en su ciclo completo, no quedarse en el impacto inicial que una novedad produce en esa superficie turbulenta que es la contingencia.
Quien observe las principales noticias de los últimos días, lo que verá es el quiebre de las disciplinas partidarias y los cruces de frontera entre personajes bien conocidos de los antiguos alineamientos.
Son tan frecuentes las licencias que se están tomando ciertos dirigentes (respecto de acuerdos partidarios que los comprometen), que en cada ocasión se les está preguntando a algunos a cuál candidato presidencial apoya ese día, y éstos responden con acrobacias verbales cada vez más difíciles de mantener.
No cabe duda de que en la derecha han alentado este movimiento, suponiendo que el río revuelto les hará jugar el papel de pescadores. En todo caso, hay que decir que la pesca es una actividad para expertos, no es cosa de andar por allí tirando redes y anzuelos, porque cuando no se sabe hacer bien, termina uno mismo enredado.
Pero las muestras de indisciplina no son el fin del movimiento, sino sólo su comienzo. Es evidente que se están removiendo diferencias, pero no es seguro que estén desapareciendo todas las diferencias.
El caso del senador Flores es tal vez extremo, pero también resulta ilustrativo. Por mucho que el candidato de RN intente poner esto en el centro de la escena, lo cierto es que pasará rápidamente a ser un elemento lateral y accesorio. No por nada la incoherencia es el camino más corto hacia el olvido. La Presidenta Bachelet lo ha dicho de un modo que ahorra palabras: "Él apoyó mi candidatura el año 2005 y ahora apoya la candidatura de quien fue mi adversario". Hay ciertas actitudes que son tan chocantes que no dejan espacio para las explicaciones de ocasión.
Por otra parte, la derecha se ha visto en el extraño caso de tener que defender los exabruptos de su nuevo aliado, alguien que no se enmienda ni se calla. Nadie en la oposición sabe qué, en concreto, están ganando con tanta incomodidad. Pero se puede asegurar que sus dolores de cabeza sólo se han iniciado.
En realidad, los cambios radicales de postura política no harán otra cosa que acelerar el paso a retiro de un grupo, no muy reducido, que un día representaron posiciones sólidas y que hoy hacen de la oscilación su "guía" de conducta.
Candidatos y disidencia
A cada paso nos encontramos con señales de una transferencia general de poder desde los lugares tradicionales a otros más acordes con los tiempos que corren. Eso lo captan muy bien quienes han roto las disciplinas partidarias.
Sin embargo, no siempre los cambios se expresan del modo espectacular que quieren imprimirles quienes son los primeros que quieren montarse sobre la ola. Los que se anticipan en partir no son por necesidad los que llegan antes que los demás. Las carreras largas requieren consistencia, fortaleza interior y capacidad de perseverar, no es únicamente un asunto de imagen y de buen manejo de medios.
Por eso nos encontramos con una doble verdad: las opciones presidenciales siguen siendo las mismas; y, además, quien quiera que sea el ganador de la competencia presidencial, ya no podrá apoyarse sin más en las estructuras tradicionales de poder. Simplemente ya no tienen esa capacidad.
En un momento de cambios se acrecienta en la partida una tendencia a la dispersión y las discrepancias. Esto impacta a las candidaturas presidenciales de las coaliciones principales. En la Alianza y la Concertación es en los partidos que no cuentan con un candidato presidencial de sus filas donde se concentra la posibilidad de disentir.
Por eso no ha de extrañar que el senador Pablo Longueira haya dicho en estos días que "para la UDI no es fácil proclamar a Piñera". Aun así, llama la atención que el líder gremialista haga siempre notar la falta de credibilidad del empresario-candidato y su demora en obtener un "compromiso con la pobreza". Por su parte, en la Concertación ha sido más de un senador el que más ha matizado en público el status de candidato único que tiene Frei.
Pero si la tendencia a la dispersión está presente en ambos bandos, la gran diferencia estará en la capacidad política de encauzar las diferencias y evitar las siempre fáciles disputas entre dirigentes. Más aún, lo que importa para efectos de la definición presidencial es lograr que diferencias que tienen implicancias parlamentarias e internas en los partidos no contaminen el desafío mayor.
Las disputas partidarias son un agujero negro que todo lo atrapa en su campo gravitacional. De allí que los candidatos presidenciales quieran escapar de ellos a como dé lugar. Por eso es que Piñera está intentando concentrar la atención en algo más positivo, como los avances programáticos. En este sentido se pueden mencionar sus propuestas en cuanto a mejorar la productividad, la modernización del Estado, el fortalecimiento del empleo y la adaptabilidad laboral.
Una relación privilegiada
Estamos ante un caso de diálogo preferente entre la Presidenta Bachelet y el senador Eduardo Frei. La Mandataria emplazó a los candidatos a pronunciarse a favor o en contra de la mantención de las conquistas sociales consolidadas o iniciadas en su mandato. Y quien responde primero y afirmativamente es Frei, que se comprometió a dar continuidad al sistema de protección social. Enseguida, Bachelet ha identificado a Frei como su candidato y como aquél que da garantías de continuar lo fundamental de su gestión. Enríquez-Ominami se declaró expresamente a favor del Gobierno de Bachelet.
Piñera se vio cazado entre dos aspectos de su campaña que entraban en colisión. Él basa su propuesta en la idea genérica de "cambio", al mismo tiempo tiene plena conciencia de que no se puede enfrentar sin daño a la Presidenta con mayor popularidad desde la recuperación de la democracia. Incluso, se vio obligado a reconocer la importancia de la red de protección social, que se ha convertido en un logro nacional reconocido.
Por supuesto, no había una buena solución que permitiera salvar igualmente bien ambos aspectos, por lo cual el candidato de la derecha buscó una solución de compromiso, defendiendo la idea de cambio, pero evitando cuestionar directamente a Bachelet. Ciertamente, no es un derroche de imaginación declarar como receta el "mantener lo bueno, cambiar lo malo".
Pero esta ambigüedad se seguirá presentando en el futuro y responder bien bajo presión cada vez más difícil de sostener.
De manera que la interpelación presidencial dividió aguas entre los que la respaldan y los que son opositores. De todo esto Frei es quien sale más beneficiado. En la oposición algunos lo han entendido al vuelo. Por eso el diputado Alberto Cardemil, de RN, reaccionó diciendo que la Presidenta "se equivoca al defender la continuidad, que es lo único que le puede servir a Frei". Está claro que éste es su efecto, pero no está claro que sea una equivocación.
Y en este punto nos encontramos. Hay que ver la tendencia en su ciclo completo. Hace un año parecía el tiempo de cambiarlo todo. Ahora resulta que la continuidad es muy valiosa y la derecha no tiene ni siquiera los derechos exclusivos para Chile de la idea de "cambio".
Si para ganar se requiere unir garantía de gobernabilidad, continuidad de Bachelet y capacidad de enfrentar nuevos desafíos junto con la generación de reemplazo, entonces seguiremos discutiendo mucho, pero lo claro es que la derecha ha perdido todas sus ventajas iniciales.
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