La adaptación al cambio
La adaptación al cambio
Víctor Maldonado
El ataque permanente y sin matices es del gusto de los partidarios a todo evento, pero suele alejar al ciudadano que busca decidir su conducta política. Para el que duda, es mejor un argumento que diez gritos.
La apuesta por la equivalencia
El cambio de gabinete sorprendió a la opinión pública pero no cabe duda que, una vez asimilado, ha tenido una buena recepción de parte de todos los sectores. Lo que había que decir sobre el desempeño y la evaluación de las personalidades salientes ya fue mencionado por la Presidenta Michelle Bachelet en la ceremonia de juramento de los que llegaban. No hay nada que agregar al respecto sin que resulte innecesario o contraproducente.
Los elogios y las críticas hay que hacérselas a un ministro mientras está en el cargo. Después es un ejercicio inútil o inoportuno. Pero sí se puede decir algo de provecho sobre las nuevas autoridades que asumen para intentar aclarar el significado de su llegada.
En ocasiones anteriores habíamos visto que los cambios de gabinete en el último año de administración tenían algo de rutinario y de lenta despedida. Cuando una figura conocida salía de la un ministerio, le tocaba asumir al segundo en la línea. Con ello se dejaba de manifiesto que lo que se pretendía era la continuidad por sobre una apuesta por personajes de alto perfil, que ni querían ni se veía propósito a que llegaran.
No es éste el caso. Asumen personajes de reconocido prestigio y mérito equivalente al de sus antecesores en áreas clave. Llegan a sus cargos, además, con la ventaja de no tener que arrastrar con el inevitable desgaste que lleva el ejercicio del puesto en períodos de intensas y frecuentes tensiones.
En estos días se ha discutido mucho sobre la pertinencia e implicancia de nombrar a una diputada en ejercicio como parte del gabinete, e igual suerte ha corrido la nominación partidaria de su reemplazante.
Pero, a lo menos, se concordará en que es más que claro que la Presidenta Bachelet sabía exactamente lo que quería al tomar la decisión. Y que si aceptó las variadas polémicas por el paso que daba, era porque valía la pena. ¡Qué lejos parecen ahora los días en que se la acusaba de falta de liderazgo y de dificultades al momento de tener que tomar decisiones!
Para completar el cuadro, hay que decir como nota característica de los recién llegados que son personas acostumbradas al trabajo en equipo, con capacidad de integrar en las tareas que se les encomiendan y que, a su vez, en otras ocasiones se han mostrado capaces de integrarse con el resto en tareas comunes de importancia.
Los pasteles del pastelero
Cada cual llega a un ámbito que conoce muy bien, por lo que el período de aclimatación se puede ver reducido al mínimo. Por lo anterior, y sin que ello implique ningún juicio sobre los antecesores, me parece que en la etapa que se abre, las nuevas figuras del gabinete representan un claro reforzamiento de la primera línea de Gobierno.
Queda también en evidencia que el Gobierno ha decidido hacer frente al año electoral centrándose en un rol más propio.
La polémica de trinchera quedará ligada al desarrollo de la campaña. Los ataques serán contestados como corresponde, pero los conflictos no serán buscados por resultar atractivos en sí mismos.
Esto puede entenderse a la perfección. El oficialismo no puede caer en el permanente error de la derecha de responder con dureza a cuanta iniciativa se le presente por delante.
El ataque permanente y sin matices es del gusto de los partidarios a todo evento, pero suele alejar al ciudadano que busca decidir su conducta política. Para el que duda, es mejor un argumento que diez gritos, y este año el que duda es la niña bonita de la fiesta, porque es él o ella quien define la suerte de los que compiten por el favor popular.
Según los indicios a disposición, lo que la administración Bachelet va a sostener y defender serán los compromisos asumidos en el programa, los que se sumaron durante la gestión y aquéllos destinados a enfrentar la crisis. Al parecer, el acento está más en construir que en polemizar, pero mostrando firmeza cada vez que se quiera poner en duda la eficiente ejecución de sus tareas.
Se puede decir que, desde ahora, un cierto estilo presidencial que combina cercanía, asertividad y mesura puede encontrar réplica en un tono en el equipo de Gobierno. Con ello, los resultados pueden ser notables.
Desde ya es evidente que la oposición tendrá que adaptarse a las nuevas condiciones. De hecho, en la Alianza no pueden seguir dándose el lujo de mantener actuaciones tan descuidadas en sus principales figuras partidarias.
Puede que la derecha disponga de mucha información de encuestas, pero lo que es seguro es que no la está procesando de una manera medianamente aceptable. La oposición está acostumbrada a planificar sus pasos mientras golpea. Pero hay veces en las que golpea más rápido de lo que piensa colectivamente. Eso se nota.
No vamos a la pelea, vamos al debate
La inercia mental en este sector es enorme. Lleva tanto tiempo polemizando y cuestionando las iniciativas de Gobierno que no ha estado prestando suficiente atención a la reacción ciudadana.
La completa disparidad de reacciones entre beneficiarios de la entrega de computadores a escolares modestos de buen rendimiento académico, y lo que dijo la derecha sobre este suceso, ha establecido la diferencia más grosera hasta el momento. Pero no es que se tenga un error episódico, es que aún no sabe qué hacer con un Gobierno potenciado, centrado en las prioridades ciudadanas y que consigue mayor respaldo popular.
Pero éste no es el único caso ni el más importante. Lo más notable e ilustrativo de la situación interna de la derecha ha sido su zigzagueante reacción ante la puesta en debate del aborto terapéutico.
La primera respuesta muestra a las claras el predominio de los tácticos en la campaña opositora. Primero se la presentó como el sacrificio de los principios a las ventajas políticas en el caso Frei; luego, el candidato de RN se presentó como un defensor de la vida; otros se acoplaron al intento de cambiar un debate por una conveniente mordaza colectiva, para terminar alabando las virtudes del debate luego que las declaraciones del obispo Goic dejaran sin piso el despacho demasiado burdo de un tema por demás complejo. Da la idea de un grupo llevado por el debate según el favor del viento antes que un equipo que sabe bien en lo que cree. Pareciera que, más allá del marketing, al momento de las definiciones de fondo empiezan las dificultades. Ésta es una veta que no hay que dejar de explorar.
El gran problema de la derecha es que no está acostumbrada a ser exigida en el debate. Está acostumbrada a atacar, no al diálogo continuo y renovado. Por eso es capaz de caer tan fácilmente en el fundamentalismo. Confunde lo ético con lo estático. Estima que la falta de flexibilidad es una virtud. Cree que considerar la realidad tal como se vive es caer en la inconsecuencia y por eso son tantos los que no viven como piensan ni piensan como viven (aunque no por ello dejan de predicar a los demás cómo han de comportarse).
Por eso pienso que a nuestro país le convendría entrar en un debate valórico de fondo. Tal vez importe menos quién gane una elección como que todos vivamos con algo más de sinceridad. Sin embargo, no pareciera que ambas cosas estén muy disociadas. Quizá quien mejor sintonice con el Chile real y con nuestros compatriotas de carne y hueso, no esté tampoco muy lejos de representar a una mayoría ciudadana.
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