Mensaje no recibido
Mensaje no recibido
Víctor Maldonado
El candidato, el comando, los partidos de la oposición, han retomado su agenda como si tal cosa. Sus intelectuales han fallado a la hora de influir y de presentar cara al mal momento. Están adormeciendo en vez de estar alertando.
Cuando falla la adaptación
Quien siente la necesidad de iniciar una nueva fase de su campaña, reestructurando su estrategia o comando, reconoce que ha tenido errores de fondo. Nadie reforma lo que está funcionando bien. Piñera tiene la obligación de reestructurar la orientación de la campaña y su equipo si no quiere que la derecha se vea en la necesidad de cambiarlo a él o de ponerle compañía.
La necesidad de la reestructuración se debe tanto a la información disponible luego de la encuesta CEP como al estado de ánimo en el que ha empezado a sumirse la derecha, incluso en el entorno del candidato de la oposición. En realidad, se ha declarado un amplio estado de duda constante.
En tales circunstancias, la capacidad de reacción resulta vital y, también, el tiempo que se toma en producir los ajustes. La rectificación se ha de producir en días, no en semanas, porque si no, se consolida una tendencia negativa difícil de revertir.
El error básico que lo aqueja consiste en un menosprecio del fondo de la gente común. Si Frei está bien posicionado en el grupo más popular de la población, la dirección de derecha considera que el problema consiste en que éste es el sector menos informado y eso explica tamaña "equivocación".
Si la oposición estuviera confiada en sus propias capacidades no estaría calificando a los electores, sino que estaría tratando de conquistarlos.
En el fondo, la receta de la derecha es: que cambien todos los demás. Lo que en verdad se está diciendo es que un retroceso no se esperaba, y cuando se verificó, básicamente la oposición se quedó sin una conducta colectiva creíble que asumir. Ha detectado un mal, una falla central, pero no ha podido acertar en saber en qué consiste y, menos, en decidir cuál tratamiento adoptar: algo bien parecido al peor de los escenarios.
Lo que ha sucedido con la derecha es, simplemente, que no ha podido asimilar los acontecimientos. Creía estar haciéndolo todo bien. Creía tener la estrategia ganadora. Creía que estaba manejando a sus adversarios. Juraba que estaba manejando los tiempos con maestría. Estaba convencida de que los resultados en las encuestas la iban a favorecer. Sólo era cosa de continuar en lo que estaba.
Y ahora resulta que sabe que no es así. Que los errores que había cometido no son pequeños. Que los resultados no la están acompañando. No se lo dicen unos a otros, pero es evidente que en el fuero interno cada cual sabe que no llegarán a buen puerto. Y para saberlo no se necesita que otro despistado mande un correo electrónico interno de la campaña a quien no debía recibirlo.
El problema son los otros
Lo que tienen ahora es un gran desconcierto colectivo. El desconcierto se produce no tanto porque los resultados de sus esfuerzos no sean los esperados. Eso puede ocurrir, y de una falla de apreciación un sector político se puede reponer.
Lo indispensable para reaccionar es saber que los errores son propios y no ajenos. Al menos los errores que cuentan -los que explican el estancamiento y el retroceso- no son atribuibles a terceros.
Sin embargo, reconocer las propias faltas requiere de una gran fortaleza que no es fácil de encontrar, y que no es la típica actitud que adoptan los subordinados ante su jefe. Para salir adelante se requiere de confianza mutua, la que proviene de estar unidos por algo más que la expectativa de ganar. A quienes sólo reúne la victoria, nada los sostiene en la adversidad.
En otras palabras, enmendar la conducta requiere un grado de sinceridad que sólo puede tener un grupo que comparte una visión política de fondo y, por sobre todo, afectos humanos que van mucho más allá del utilitarismo inmediato.
De modo que, tras la encuesta, lo que se ha producido es un gran silencio. El candidato, el comando, los partidos de la oposición, han retomado su agenda como si tal cosa. Sus intelectuales han fallado a la hora de influir y de presentar cara al mal momento. Están adormeciendo en vez de estar alertando.
Todo esto es signo premonitorio de una derrota. Han llegado al convencimiento de que los problemas y los errores están en los demás y no en ellos mismos. No parecen capaces de enmendar la conducta. Lo más osado que le han dicho a su candidato es que se necesita que sea más empático y cercano, pero éste es el dato más básico de todos, se ha sabido desde el inicio y ya se ha intentado enmendar. Así no se llega a ninguna parte.
¿Qué se puede esperar del futuro inmediato? Sencillamente que empiecen a operar los factores determinantes de esta etapa. Los datos nos dicen que la Presidenta, su ministro de Hacienda y el gobierno gozan de amplia popularidad. Dicen que la Concertación está mejorando su evaluación. Dicen que la transferencia de apoyo hacia el candidato se está dando en forma lenta pero segura. Dicen que Piñera está perdiendo ventajas en cuanto a atributos reconocidos para ejercer la presidencia. Señalan que entre los personajes con mayor reconocimiento público predominan con amplitud los de Concertación y del gobierno.
En otras palabras, encontramos factores que pueden incidir en la campaña que favorecen todos al candidato oficialista. Lo favorecen no de un modo que establezcan un efecto dramático y rápido, sino lento y constante.
No vamos bien, pero sigamos
En este cuadro, mantener la línea de conducta seguida por Piñera hasta ahora, hacer como si nada importante se hubiera detectado, seguir con la planificación inicial, no puede tener un buen pronóstico. Fue haciendo eso que se consiguió un retroceso en toda la línea.
Sin embargo, eso es precisamente lo que se ha decidido seguir como línea de conducta en la derecha. Primero, porque no parece posible alterar en una característica de fondo la imagen del abanderado. Segundo, porque el comando ya es lo que es y sus componentes partidarios no se pueden reinventar y sus expertos en comunicación y marketing no pueden cubrir más aspectos que los de su especialidad. Tercero, porque no han encontrado una estrategia alternativa a la seguida.
Por eso, lo único que ha quedado por hacer es acelerar el curso de las acciones. Aplicar todo el esfuerzo a la presencia en terreno, iniciar el copamiento de la vía pública con propaganda, hay mayor uso -si cabe- de los medios de comunicación, acentuar la elaboración programática.
Pero eso, desde luego, no ha de ser suficiente. Todos van a intensificar su presencia territorial. El predominio de la derecha en los medios de comunicación es grande, pero no al nivel de alterar las principales preocupaciones ciudadanas, que es precisamente en aquello en lo que está centrado el gobierno. La elaboración programática es importante, pero ella vale tanto como la credibilidad que despierta el candidato y es allí donde radica su problema.
Moverse más no es moverse bien, es sólo llenar el vacío con muchas actividades. En el fondo, lo que se puede estar perdiendo es la iniciativa, algo que queda en manos de los adversarios y, en particular, de la Concertación.
Es de esperar que las buenas noticias iniciales no sean motivo para el relajo en la centroizquierda. Lo que se tiene es la vía abierta para alcanzar la meta, pero sólo eso. Lo demás lo dará la constancia, el tesón y mucho esfuerzo.
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