viernes, julio 06, 2007

Sobre alojos y desalojos

Sobre alojos y desalojos


Tras medio siglo desde que se ganó por última vez, ya ha tenido suficiente tiempo de reflexión. Tenemos derecho a encontrarnos con resultados más exigentes luego de esta meditación.

Víctor Maldonado


La interpretación es lo primero que se gana

EN CHILE se va a entrar en un debate político de fondo. De lo que se trata es de saber quién impondrá su interpretación acerca de cómo le ha ido al país durante los gobiernos de la Concertación.

La derecha intentará mostrar lo mal que lo ha hecho el oficialismo, así como lo necesario que resulta cambiar la coalición gobernante.

Con este propósito se ha instalado una especie de competencia en la oposición por lograr el liderazgo intelectual. El esfuerzo más destacado ha sido encabezado por el senador RN Andrés Allamand, quien ha publicado un libro al que, por si alguien tuviera dudas sobre sus propósitos, llamó simplemente “El Desalojo”, seguido del subtítulo (algo innecesario) de “Por qué la Concertación debe irse el 2010”.

La afirmación de base de este autor es que la Concertación se encuentra lejos de lograr el desarrollo y derrotar a la pobreza.

El crecimiento económico se ha ido desacelerando y, como la disminución de la pobreza depende del mayor crecimiento, esto último también se había estancado. “No cabe duda -afirma enfático el senador RN-, mientras más gobierna la Concertación, más lento es el crecimiento y más se ralentiza la reducción de la pobreza”.

En cada capítulo Allamand va mostrando a un conglomerado de Gobierno sobreideologizado, anclado en lo pretérito, extremadamente dividido y carente de ideas útiles, salvo cuando se las copia a la oposición o a otros.

Por cierto, siempre es lícito esquematizar la posición del adversario, con la finalidad de presentar las diferencias básicas de un modo más pedagógico.

Pero, en este caso, se utiliza este recurso más allá de lo aceptable. Lo que hace el autor es confeccionar un mono de paja al que llama Concertación. Le atribuye toda clase de opiniones simplonas y trasnochadas. A continuación se lanza como caballero andante envistiendo al monigote.

En todos los casos derriba al muñeco sin dificultad, tras lo cual celebra exuberante su fácil victoria.

¿Qué gana con todo esto? ¿Qué sentido tiene convencer a los ya convencidos? Por eso, la finalidad expresa del libro no parece coincidir con su objetivo de fondo. Aquí lo que se está procurando es ganar la vocería de un sector político completo a un nivel más refinado que el debate de trinchera.

Mérito en las partes, interpretación simplista

Por supuesto, la publicación tiene méritos indudables si se lo compara con la argumentación frecuente empleada por la mayoría de la dirigencia opositora.

Existe información reunida y sistematizada por cada tema tratado. Existen referencias a autores y teorías vigentes que son empleadas en la argumentación. Se hace uso de estadísticas presentadas en series temporales que resultan muy ilustrativas.

Todo esto denota un trabajo de equipo muy interesante, y al que se le debe atribuir gran parte del interés que el libro puede tener. Es una lástima que al autor-editor no se le haya ocurrido hacer una referencia explícita a sus jóvenes colaboradores.

Pero el problema no está ni en la información ni en la presentación de las ideas de otros ni tampoco en las críticas concretas ante las fallas de la Concertación. Todo esto está muy bien.

El problema se encuentra en que el conjunto de estas piezas, valiosas en sí mismas, es hilvanado con una argumentación política mucho menos refinada, que no tiene intención alguna de mostrar un cuadro ponderado de la realidad chilena.

Se trata de un análisis completamente subordinado a objetivos políticos. La argumentación cede el paso en sus mejores momentos a la petición de principios, a los lugares comunes, a las hipótesis de trabajo convertidas en algo parecido a dogmas. El espíritu de secta toma la delantera, pese a la cubierta académica que lo recubre todo, menos el fondo de lo que se dice.

El problema con este libro es que queda atrapado en sólo una alternativa para validar el análisis completo: las cosas tienen que ir de mal en peor.

Como la Concertación es mostrada como una maquinaria en progresiva oxidación, lo único que queda es que vaya mostrando cada vez peores resultados.

Imagínese lo que sucede cuando poco después de la aparición del libro se dan a conocer algunos datos centrales: la drástica disminución de la pobreza, el decrecimiento de la parte extrema de ésta y el ajuste positivo del crecimiento del PIB para este año.

Cuando las predicciones no concuerdan con la realidad, sólo quedan dos caminos: o se enmiendan las predicciones (reconociendo que no se consideraron adecuadamente todos los elementos) o se responde ¡negando la efectividad de los datos!

Lamentablemente fue este último el camino escogido. Y esto es doblemente lamentable, porque en la misma publicación que comentamos se describía con mucha precisión a este tipo de actitud en política. Al hablar sobre “los ungidos”, siguiendo a un conocido autor, señala que para ellos “los hechos importan poco.

Mucho más relevantes son sus opiniones acerca de los problemas. Y cuando los hechos y visión no coinciden, peor para los primeros. Como los hechos no interesan, los errores tampoco son significativos. Así, entre los ‘ungidos’ abundan los profetas”. Nunca mejor dicho.

Lo se está alojando

En la derecha se está alojando una actitud que no le hace bien al país. Lo que sorprende no es la crítica, sino el tono. Uno puede identificar todo aquello que le parece errores, insuficiencia y carencias de los adversarios. Y no hay nada que objetar al respecto.

Lo que resulta más infrecuente de ver es que se adopte el tono de quien posee todas las respuestas, las que, por lo demás, son siempre “obvias”.

Ante la natural pregunta de a qué se puede deber que un grupo de personas que se las sabe todas y que conoce las respuestas a la pregunta que sea, hayan sido desplazadas por una tropa de ineptos, incompetentes y desorientados, la respuesta parece estar en que éstos últimos, no obstante echar a perder cuanto tocan, “están dispuestos a todo por quedarse en el poder”.

En este punto es necesario hacer un alto. Hasta el más derechista puede aspirar a ganar la Presidencia sin necesidad de afirmarse en un análisis tan parcial. En algún momento la inteligencia exige una mayor autocrítica.

En poco tiempo, se cumplirán 50 años desde la última vez en que la derecha ganó una elección presidencial. De allí en adelante, nunca más volvió a llegar al poder por las buenas.

La última vez que se alojó en La Moneda fue después de un bombardeo. Mal que les pese, en cuatro ocasiones, la Concertación ha solicitado el apoyo popular y ha obtenido un respaldo mayoritario. Sólo un obtuso puede creer, de verdad, que esto se debe a pura perfidia y a nada de méritos.

Tras medio siglo transcurrido desde que se ganó por última vez, ya se ha tenido suficiente tiempo de reflexión. Varias generaciones lo han tenido. Los demás tenemos cierto derecho a encontrarnos con resultados más exigentes luego de esta meditación. Es lo menos que se puede pedir.

La derecha utiliza bien todo tipo de instrumentos, encuestas, sondeos y estadísticas. Pero el más básico y antiguo no acostumbra a usarlo: el espejo. Cuando lo utilice quizá descubra por qué gente tan individualmente capacitada ha terminado siempre por ser colectivamente una decepción.