¿Cómo estamos por casa?
¿Cómo estamos por casa?
Las cosas cambian cuando el fiscalizador pasa a ser medido con la misma vara con que midió al fiscalizado. Resulta hasta humorístico ver a la derecha empezar a tartamudear apenas se empieza a analizar aunque sea un poco los gastos electorales... de su propio sector.
Víctor Maldonado
¿Por qué ocurre que el Gobierno está mejorando en las encuestas si estamos en medio de tantos problemas? Ésta es una pregunta importante de responder porque nos permite entender mucho de lo que ocurre en nuestro país.
Al parecer, nos encontramos ante una tendencia. Al menos eso parece deducirse de la última encuesta dada a conocer por reputados profesionales de la recientemente creada Imaginacción: cuando a los consultados se les conmina a decidir entre aprobar o desaprobar el Gobierno de Michelle Bachelet, 55,5% opta por aprobar. Otras mediciones apuntan en la misma dirección.
Por ejemplo, todos los sondeos de opinión conocidos muestran una extraordinaria coincidencia en la identificación de las necesidades más sentidas. Es posible que el Gobierno esté siendo evaluado de modo positivo porque es al actor político al que le resulta más obvio y obligatorio responder las necesidades y demandas que se le hacen todos los días.
Por cierto, el Ejecutivo no las tiene todas consigo. Su labor no resulta ser vista con benevolencia en todas las áreas. Por una parte está evaluado con las mejores notas en relaciones exteriores, crecimiento económico y equidad entre hombres y mujeres. Por la otra, sigue siendo mal cotizado en el desempeño en seguridad ciudadana y el combate de la corrupción.
Pero, haciendo suma y resta, el resultado es abiertamente positivo. No sólo porque más de la mitad de la población se declara “partidaria” del Gobierno. Hay que añadir tres elementos complementarios: que la ciudadanía espera una oposición que colabore; que el desorden y la confrontación son altamente penalizados como conducta de quien sea y, entre los quince personajes mejor evaluados, doce son de la Concertación.
Este escenario corresponde al de una administración que ha alcanzado una anticipada si se la compara con los Gobiernos de Frei y Lagos, aunque hay que decir de inmediato que eso se explica en parte importante porque esos dos presidentes cumplieron en fortalecer y modernizar el Estado de un modo que ha resultado perdurable. Esto es algo que queda demostrado en los momentos críticos.
Por sus crisis los conoceréis
Un Gobierno se calibra mucho mejor por cómo reacciona en los momentos difíciles que por cómo lo hace en los de celebración o cuando se cortan cintas.
La gestión de Bachelet ha sido pródiga en ellos, pero en particular ha tenido que enfrentar conflictos de gran magnitud y casos emblemáticos de probidad. En todos, hoy por hoy, se está desempeñando con solvencia.
En este último caso, el Gobierno encabezó la indignación nacional frente a un brote de corrupción. Actuó pronto, directo y sin titubeos. Todo esto tuvo máxima visibilidad por la acción de la propia Mandataria, lo que ha pasado a ser un comportamiento habitual y esperado en estos casos. Los sondeos muestran que esa conducta ha sido particularmente valorada por las mujeres, por los más modestos y por los mayores de edad.
Las claves de un estilo propio de liderazgo han empezado a ser identificadas por el ciudadano común y se está estableciendo una sintonía fina entre una y otros, ahora desde el ejercicio del poder.
Es bien necesario consignar que se ha podido responder de buena forma, en parte importante por los avances en probidad y transparencia realizados en los últimos años. Así, en el Gobierno de Ricardo Lagos se lograron reformas importantes, que han empezado a entrar en operaciones.
Los mecanismos de defensa ante este tipo de embates ya están operando y se pueden activar con prontitud. Hay procedimientos bien establecidos que permiten la intervención rápida. La incertidumbre y el desconcierto inicial -tal vez lo peor en situaciones de esta naturaleza- tienen ya poca cabida.
En cualquier caso, ponerse en el papel del que ataca sin recibir réplicas siempre ha resultado cómodo, no sólo en política. Pero las cosas cambian cuando el fiscalizador pasa a ser medido con la misma vara con que midió al fiscalizado.
Resulta hasta humorístico ver a la derecha empezar a tartamudear apenas se empieza a analizar aunque sea un poco los gastos electorales... de su propio sector. Porque, ¿quién ha estado fiscalizando a la oposición todo este tiempo?
Cuestionadores cuestionados
Aun cuando no lo vean así, quienes están siendo cuestionados son los cuestionadores. Lo propio de los liderazgos constructivos es el mejoramiento de la situación que encuentran antes de que empiecen a actuar. Y lo que estamos observando es una manifiesta dificultad de los liderazgos políticos por mejorar el prestigio de sus organizaciones a los ojos de los ciudadanos.
De manera que asistimos a la paradoja de ciudadanos cada vez más conscientes del poder de resolución que tienen en sus manos y de dirigencias partidarias cada vez menos conscientes de estar detentando cuotas decrecientes de poder e influencia.
Si es por la capacidad de adaptación rápida y preclara frente a las nuevas circunstancias, no hay partido político que salga particularmente bien librado en la actualidad.
Y ése es un problema, puesto que cuando todos los actores políticos se desplazan simultáneamente, alejándose de las preocupaciones cotidianas de la gente, muy pocos perciben el movimiento general. Al fin y al cabo, se siguen mirando unos a otros, y como cada cual sigue más o menos donde mismo, nada parece haber cambiado.
Peor, no hay incentivos para enmendar conductas que han quedado obsoletas. Pero hace tiempo que debiera haberse prendido todas las alarmas posibles.
No parece ser casual que hoy la mayoría de las personas no se identifiquen ni con la Concertación ni con la Alianza, sino que se declaren independientes de unos y otros.
Por supuesto, hasta ahora han optado, en cada ocasión, entre lo que hay. Más por necesidad que por convicción. Pero ¿siempre será así? ¿No llegará el momento en que la disconformidad se llegue a expresar de un modo más enérgico?
Por ahora una reacción de este tipo no parece viable. Pero tal vez lo parezca porque hemos transitado por un período amplio de “vacas gordas”. Sin embargo, eventualmente esta situación podría modificarse. Eso, unido a la aparición de liderazgos carismáticos bien pueden producir vuelcos significativos en períodos relativamente cortos.
En verdad, parece irresponsable esperar a las crisis para producir rectificaciones enérgicas.
La opinión pública presta poca atención a lo que sucede en los partidos. Efectivamente, no tienen muchas posibilidades de resultar atrayentes y glamorosos. Pero eso no significa que lo que ocurra puertas adentro deje de ser importante.
Lo más significativo que puede decirse de ellos es que, en general, tienen directivas legitimadas. Sin embargo, es raro el caso en el que dejen de existir grupos internos o fracciones que están actuando con tanta autonomía que ya resulta difícil hablar de estas organizaciones pura y simplemente como de una unidad.
La lógica de fracciones se ha ido acentuando. Por lo mismo, frente a embates externos como los que hemos visto en estos días pueden llegar a situaciones que ponen en riesgo sus sistemas de convivencia interna.
El Gobierno marcha bien, pero nuestra democracia corre peligros poco advertidos que requieren de la colaboración de todos para superarlos. El verdadero punto débil está en los partidos y en necesario empezar a fortalecerlos ahora cuando es tiempo.
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