Dos polarizan, dos convergen
Dos polarizan, dos convergen
Piñera propone la realización de primarias para elegir candidatos y Longueira informa que sólo será candidato si el abanderado se escoge en primera vuelta. Se puede pensar en pocos dilemas más extemporáneos.
Víctor Maldonado
La competencia presidencial en la derecha
La competencia presidencial se ha lanzado en la derecha. En adelante, las acciones de Pablo Longueira y Sebastián Piñera estarán fuertemente motivadas por qué haga o deje de hacer el otro, por la intención de ganar la iniciativa y la necesidad de adelantarse a su contendor en las preferencias de un sector político que hoy no decide cómo se enfrentará a las próximas elecciones presidenciales.
En relación directa con esto, los respectivos presidentes de los partidos no tuvieron otra cosa que hacer que ponerse a encabezar un proceso que les lleve a la agenda común y que tiene respaldo parlamentario.
Es un escenario entre cuatro actores: hay dos que trabajarán para polarizar posiciones (sea su intención o no) y otros dos que se dan cuenta que sólo si sus partidos convergen tienen algo que decir en la escena nacional.
En lo que ambos pueden coincidir es en su necesidad de atacar al Gobierno a fin de perfilarse para cualquiera de sus propósitos. Y esto en dos variantes gruesas: polemizando con la Presidenta o confrontándose con las figuras del Ejecutivo. Estas líneas de confrontación tienen nítidas diferencias entre sí.
En cuanto al comportamiento a seguir ante la Mandataria, veremos la aparición de una conducta típica. Cada vez que ella dé a conocer una opinión política, los candidatos presidenciales opositores le responderán de manera rápida y rotunda.
Se establecerá una competencia entre ambos para ver quién lo hace mejor. La idea básica, por supuesto, es intentar “ponerse a la altura” de la Jefa de Estado.
Cualquiera se pondrá feliz si es capaz de establecer una polémica a este nivel, porque significaría que se les reconoce como figura única, insustituible y privilegiada.
A los ministros, intendentes y demás figuras de Gobierno, en cambio, se les tratará de otro modo. La confrontación es mucho más directa y la búsqueda de la polémica no se caracterizará por los matices. Lo sabe muy bien la ministra de Salud, Soledad Barría, interpelada por petición de diputados RN. Además, no hay que tener dotes adivinatorias para saber que las interpelaciones serán pronto una costumbre más que una excepción.
Ni juntos ni revueltos
Lo curioso es que en este sector político existe una tendencia a victimizarse que resulta notable. La derecha considera de lo más normal atacar y sacar al ruedo a dar cuenta de sus acciones a quien se le ocurra del Gobierno. Pero cuando, de tarde en tarde, ocurre al revés, se escandaliza por recibir ataques. Parece una interpretación muy antojadiza de la exhortación del Padre Alberto Hurtado de “dar sin recibir”.
Está claro que la templanza no es una de las virtudes más difundidas en este medio. El solo anuncio de una sesión especial de la Cámara por la compra accionaria de Piñera motivó todo tipo de reacciones del involucrado y sus escuderos, pero, ni por asomo, con el dominio de sí con que viéramos comportarse a Lavín en similares circunstancias.
Cómo se ve, la oposición se ordena pero no tras un bloque monolítico, sino por bandos en disputa por el control del sector. Ésta es una señal positiva en el sentido de que se ha recuperado la capacidad de buscar objetivos más allá de lo inmediato. Pero es una señal negativa, porque será difícil, incluso para sus partidarios, saber cómo orientarse entre tantas señales que se darán en lo sucesivo, a veces en direcciones divergentes.
La verdad es que entrar en una espiral de polarización entre partidos no costaría nada. Sólo habría que seguir el camino de los precandidatos presidenciales. Pero sería un suicidio para un dirigente partidario que priorice lo que suceda con la organización que conduce, porque en la pugna entre figuras, son únicamente ellas las que brillan, los partidos en sí mismos quedan en un más que discreto segundo plano.
No obstante, si se le ha de hacer algún caso a la historia reciente, esto sería un pésimo procedimiento para la oposición.
Si todo se apuesta al resultado presidencial, y se llega a perder, entonces hay que volver a empezar construyendo desde cero, nuevamente.
Claro, ser derrotados es sólo una posibilidad, pero es un grave error no considerarlo como una alternativa para lo cual prepararse. Mal que mal es lo que siempre ha pasado hasta hoy.
El tercer intento
En la derecha se está intentando cubrir un déficit histórico: realizar una construcción política sólida que dé sustento a su aspiración al liderazgo.
Los actores que están a la cabeza de esto buscan que los beneficios de esta “inversión” sean catalizados por ellos mismos. Es, en parte, una apuesta generacional, que va para su tercera versión luego de los intentos de Lavín y de Piñera. Ahora se lo quiere intentar con más profesionalismo, con menos inspiración del momento y con mayor rigurosidad.
La derecha se está ordenando o, si se quiere, la demanda de orden es tan fuerte que se hace sentir como una exigencia de amplios sectores que quieren practicar política en serio. No es para menos. Cualquiera que quiera tener perspectiva de un mejor futuro para la oposición sabe que no puede seguir marcando el paso.
Claro que nunca se puede saber a ciencia cierta. En esta área del espectro político se tiene la muy mala costumbre de celebrar los primeros atisbos de buena conducta como si fueran hechos consolidados.
Es increíble lo poco que necesitan los dirigentes de ambos partidos para entregarse a una ronda de declaraciones sobre la nueva etapa histórica a la que estarían entrando. Cuando empiezan los problemas aún hacen declaraciones, las que cambian abruptamente al más negro de los pesimismos apenas se asoman las naturales dificultades.
El error consiste en exagerar en las buenas y en las malas, mientras se dedica tan poco tiempo al esfuerzo sistemático y silencioso.
Por eso no da lo mismo quién termine por imponer su lógica en la oposición. Los candidatos presidenciales, por necesidad más que por vocación, tienden a poner la carreta antes que los bueyes. Cambian el orden en el que deben ser tocados los temas e incorporan a la agenda decisiones a destiempo que abren flancos innecesarios.
Ahora mismo, Piñera propone la realización de primarias para elegir candidatos y Longueira informa que sólo será candidato si el abanderado se escoge en primera vuelta.
Se puede pensar en pocos dilemas más extemporáneos. Se trata del quinto piso de un edificio que aún no tiene cimientos.
La Concertación no se hubiera conformado nunca si hubiera empezado por los mecanismos de distribución del poder antes que nada. En su caso, el trabajo conjunto estuvo primero, los lazos de amistad después, en seguida se establecieron propósitos más precisos compartidos, a ello siguieron las acciones conjuntas y, luego de un tiempo, los primeros triunfos. Después, y solo después, cuando la competencia por el poder no podía contra todo lo avanzado, se llegaba a lo más duro de la política.
La derecha no tiene esa escuela. Es el problema de dirigentes que vivieron la dictadura desde el poder o desde sus incubadoras. Desde un punto de vista, es una lástima, pero los que conocieron La Moneda con Pinochet fueron desalojados de allí en democracia y todavía no encuentran el camino de regreso.
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