Dos cumplen 16 años, pero sólo uno celebra
Dos cumplen 16 años, pero sólo uno celebra
Si la Concertación llega a mirar a su Gobierno desde la galería es allí donde se quedará. Nada reemplaza ser fiel a lo que somos.
Víctor Maldonado
La gran diferencia
LA DIFERENCIA ENTRE la derecha y la Concertación es que la primera nunca ha llegado al poder por ser mayoría y la segunda únicamente gobierna porque lo es. En los últimos 32 años, han dirigido el país por igual número de años, pero todos sabemos que en condiciones totalmente diferentes.
No puede ser casualidad que, en democracia, la derecha nunca haya sacado más votos que la Concertación a nivel nacional en ninguna elección popular, sean éstas presidenciales, parlamentarias o municipales.
Parece ser que el actual conglomerado de Gobierno tiene mayores méritos políticos y que por eso ha podido triunfar en tantas ocasiones. Pero esto sólo en parte es efectivo. La verdad completa es que no tiene otra alternativa.
La Concertación es exclusivamente una construcción política. Tiene el poder porque, pese a sus defectos y deficiencias, sabe que al final debe confluir en consensos explícitos, básicamente aceptables para todos.
En cambio, la derecha es tres cosas de una vez: un fuerte poder económico, una poderosa presencia en los medios y, también, la expresión política que conocemos a través de dos partidos políticos. Esto es, al mismo tiempo, bendición y maldición.
Maldición, porque nunca ha tenido que esforzarse demasiado para hacerlo bien. Se da largas vacaciones en que deja de hacer un buen trabajo político. Se dedica con deleite a cultivar sus querellas internas, a tratarse mal entre dirigentes y entre partidos, a hablar de todo y de nada.
Está acostumbrada a que esto suceda. Porque -y es la parte de bendición del cuento- la oposición lo puede hacer todo mal hasta cerca de una elección, pudiendo recuperarse en tiempo muy breve. Siempre hay quien la financia y quien divulga a los cuatro vientos qué bien lo hace. Por eso la derecha no es hija del esfuerzo y la constancia sino de las oportunidades y las imposiciones del momento.
Si la Concertación se comportara unas pocas semanas como lo hace la oposición, se destruiría. Para llegar a acuerdos se necesita haber cultivado mucho tiempo el respeto mutuo, la confianza y la resolución pacífica de diferencias.
Sería un espejismo pensar que eso se da por un especial regalo divino o una especie de mandato de la naturaleza. No es cierto que al oficialismo los acuerdos le resulten fáciles. No tendría ninguna gracia si así hubiera sido siempre.
El secreto de la Concertación
Quienes ganaron el 5 de octubre de 1988 forjaron una obra política que se sostiene sobre sus propios pies. No depende de padrinos, mecenas ni de campañas de imagen. No se puede dar vacaciones ni recreos. Debe ser responsable siempre, porque no tiene muletas en las que apoyarse en caso de fallar. Derrotó a Pinochet y ha seguido venciendo a la derecha en cada ocasión no porque lo haga mejor que la derecha. Eso no le ha bastado nunca, porque cuando lo hace mejor que sus adversarios recién está contrarrestando en parte a una oposición que se sostiene en tres patas. Para ganar ha necesitado hacerlo muy bien, siempre. Y es eso lo que ha logrado hasta ahora. Pese a errores, caídas y negligencias.
La UDI y RN dicen que piensan parecido, pero terminan por lo general actuando por separado. Los partidos que componen la Concertación reconocen que piensan distinto, pero terminan actuando unidos. Es toda la diferencia.
El pluralismo y las discrepancias son la fortaleza de los partidos de Gobierno. Por algo escogieron el arco iris como símbolo hace 18 años. El arco iris es lo que es porque se aprecian sus colores, no porque desaparezcan. Cuando en la derecha se constatan diferencias ocurren dos cosas: o bien llega alguien y se impone con rudeza o se va cada uno por su lado. Ésa es la diferencia.
Pero no hay que equivocarse. Si las sonrisas ante las cámaras fuera lo primero en aflorar, significaría que el supuesto pluralismo del oficialismo no sería tal. Parecerían diferentes, pero serían lo mismo.
Basta conocer los partidos un poco para tener la certeza de que las diferencias existen entre ellos y -cada vez pesa más- al interior de cada uno.
El secreto de la Concertación consiste en saber ponerse límites. Puede disentir, puede diferenciarse y polemizar muy duramente. Pero al final cada quien se limita, se detiene antes de los puntos de quiebre.
Si se aprende del dolor y los errores es justificable la conducta concertacionista. Ha sido fundada por personas que saben muy bien lo que significa gobernar sin ser mayoría, defender las posiciones propias con intransigencia, estirar la cuerda para saber cuánto resiste. Las equivocaciones fueron compartidas, tanto como hoy lo es la capacidad de llegar a acuerdo. Lo que se extrema no es la diferencia, lo que se valora es la prudencia y se avanza sobre coincidencias básicas.
La derecha no ha aceptado competir en los mismos términos de calidad de la acción política impuesta por su antagonista. Aunque parezca increíble, ha esperado que el problema termine por despejarse solo.
En realidad, los opositores siempre han esperado que la Concertación le ahorre el trabajo de tener que derrotarla. Desde se formó, siempre espera a que las diferencias la destruirían, que será derrotada o, por último, que no sabrá gobernar. Todavía sigue esperando que suceda.
Cada gobierno de la Concertación ha sido recibido del mismo modo. Todos sabemos cómo terminó su gestión Ricardo Lagos. Lo que se nos suele olvidar es que durante su primer y segundo año, la oposición no dejó de repetir unas cuantas afirmaciones que conviene recordar.
De calamidades a héroes
Se decía que Lagos tenía un problema con su estilo de gobernar; que había creado expectativas que ni él ni sus colaboradores estaban en condiciones de cumplir; que la gestión era ineficiente y que las metas no se iban a cumplir de ninguna manera al ritmo en que se estaba operando.
Enseguida se afirmaba que las autoridades se contradecían constantemente y la capacidad de reactivar la economía estaba por completo ausente.
Para rematar, se afirmaba que, lejos de cumplir su misión de dar y entregar seguridad, era el propio Gobierno el que estaba generando incertidumbre y que la coalición que apoyaba al Presidente mostraba constantes discrepancias internas y que su desgaste era cosa segura.
Los mismos que lo decían, terminaron ovacionando a quien por meses presentaron como una especie de desgracia nacional.
Ese comportamiento no ha tenido nada de raro. Todo Presidente de la Concertación ha sido comparado con su antecesor y la derecha ha dicho que el cambio no era sólo de estilo y énfasis, sino que se había retrocedido. Todos han salido en andas, rodeados del respeto de una amplia mayoría.
La Presidenta Bachelet ha dicho con razón que “la derecha lo hace mejor mirando hacia atrás, que hacia delante”.
Si la Concertación se deja guiar por las opiniones ajenas nunca hubiera merecido el liderazgo que ha sabido mantener. Si llega a mirar a su Gobierno desde la galería es allí donde se terminará quedando.
Nada reemplaza el ser fiel a lo que somos. La Concertación es la expresión pluralista de la mayoría convertida en capacidad de transformar al país. Es relevante recordar siempre que es parte del patrimonio de Chile, no propiedad de dirigentes y partidos.
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