viernes, octubre 20, 2006

Peligra Longueira, nuestro candidato en la derecha

Peligra Longueira, nuestro candidato en la derecha

Víctor Maldonado

Hay que decir que la mejor candidata de la UDI es la actual alcaldesa de Concepción. Y tal vez sea su única opción real, desde el punto de vista ciudadano.


El pueblo no sabe lo que se pierde

Los ciudadanos están imponiendo sus términos al modo cómo se hace política en nuestro país. Uno de los hechos más recientes que comprueban esta tendencia, se puede encontrar en el giro que está teniendo la definición presidencial en la derecha. Al parecer uno que lo ha tenido que comprender es nada menos que el más mesiánico de los actores políticos de la plaza: Pablo Longueira.

Parece que al senador no lo puede derrotar ningún otro candidato si de disputar el liderazgo dentro de su partido se trata. Aunque criticado en el núcleo duro, simplemente cuenta con la mayoría. No por nada ha ayudado a construir la orgánica del gremialismo en los sectores populares y a lo largo del país.

Pero hay algo que ni sus partidarios más furibundos pueden cambiar. Y esto es que, mientras existe un número de entusiastas que lo seguirían a donde fuera, hay un sólido grupo de ciudadanos que les despierta un fuerte rechazo.

Aquí está el problema: consiste en que Longueira puede llegar a triunfar en una decisión interna de su partido, solo para llevarlo a una derrota segura en una elección presidencial. Un comicio de este tipo la ganan la mayoría de los votantes, y todo el esfuerzo consiste en llegar a convencer a los que se mantienen como indecisos hasta casi el final.

Si alguien tiene el rechazo mayoritario antes de partir, significa que puede darse todo tipo de circunstancias en una campaña pero, al final, perderá, y eso se sabía desde el principio.

Esta es la fría verdad. Los partidarios podrán pensar lo que quieran. Serán convencidos de que disponen del mejor líder imaginable para el país. Pueden discurrir eso y, además, considerar que las alternativas disponibles no le llegan a los talones a su candidato preferido.

Todo lo que quieran. Pero eso no hace variar un ápice el resultado de las encuestas. No hay quien no lo sepa porque el cuadro político básico en Chile no tiene misterios y cualquier ciudadano percibe lo mismo que los líderes partidarios.

Es más, la situación se presenta como impermeable a variaciones sustantivas. Esto porque hay personajes de derecha que ratifican la opinión inicial que los demás tenía de ellos. Y ese es el caso del aludido.

El mejor para la minoría, el peor para la mayoría

Se puede decir que esto no es tan obvio si se piensa que Longueira resultó electo senador nada menos que en el sector oriente de Santiago. Pero esto ratifica lo que decimos.

Tiene una sólida base electoral, aunque nada espectacular (24% de los votos). Cuando los electos son varios, entonces tiene altas posibilidades de que le vaya bien. Al fin y al cabo, Longueira representa una opción dura de un ala del espectro político, sólida pero minoritaria. Y ahí está el punto clave. Porque en la presidencia se trata de conformar una mayoría. Y ese paso no lo puede dar la derecha con Longueira.

Para decirlo de un modo grafico: entre él y Piñera, gana éste como representante del sector.

Entonces, ¿qué sucederá en la derecha, sabiendo esto perfectamente bien? Todo depende del objetivo que finalmente se ponga por delante.

Si la Concertación se unifica tras un liderazgo fuerte e indiscutido, la derecha sabrá con anticipación que está perdida, nuevamente.

En este caso, tiene dos posibilidades: o apuesta a presentar alternativas presidenciales que puedan cosechar tras la elección del 2010, o, presenta sus líderes partidarios más representativos, con lo cual su votación se mantiene firme aunque sin esperanzas de crecer más allá de lo conocido.

Lo primero sería lo más responsable y, seguramente, la opción preferida desde los partidos, para aquellos que apuestan con perspectiva de largo plazo, sea que resuelta ahora o después.

Lo segundo sería el triunfo de los caciquismos y de las luchas intestinas por el poder. Lo que estaría demostrando es que la oposición no avanza, sino que empieza un retroceso respecto de etapas anteriores.

Pero cabe otro segundo escenario básico: que la Concertación no llegue a un acuerdo procedimental, por el que asegure su respaldo a un solo nombre. En este caso, las alternativas de ganar aumentan considerablemente para la derecha. Por lo mismo, sería un error grave no presentar desde ya sus mejores cartas. Y las mejores son las que obtienen más votos, no las que una minoría de ilustrados le tiene preparada al país, sacada desde algún sótano partidario.

Si no es el Mesías, al menos Juan Bautista

En este sentido, hay que decir que la mejor candidata de la UDI es la actual alcaldesa de Concepción. Y tal vez sea su única opción real, desde el punto de vista ciudadano.
Lo es no porque sea muy conocida hoy. Sino porque su grado de rechazo entre quienes la conocen es bajo. Lo que hacen las campañas es, precisamente, dar a conocer a una persona. Si ya destaca en las encuestas, sin promoción expresa de su partido, significa que lo puede hacer bien.

Hay que preguntarse qué es lo que hará Longueira en estas condiciones. Le queda en verdad, asumir la segunda mejor opción, dadas sus características irrenunciables que le hacen tender al mesianismo y a ser un señalado por los dioses.

Lo que le resta es ser el que decide, en su partido y en la derecha, desde ya quien será la candidata, ponerse a la cabeza, mostrarse generoso y visionario. Como quien dice, sino se puede ser Jesucristo, al menos se puede ser Juan Bautista y, en el futuro… quién sabe.

Al mismo tiempo, lo que pasaría con un movimiento de estas características es que descolocaría a su rival de siempre, quien se ve cómodamente esperando su momento sin competencia real. Ya se sabe que a Piñera la competencia con mujeres con inteligencia emocional no se le da muy bien.

Pero el dato de fondo se mantiene. Lo que determina lo que está pasando en los partidos es lo que ocurre con las personas comunes y corrientes, no lo que suceda en reuniones reservadas entre dirigentes.

A éstos les queda reconocer con inteligencia lo que ocurre o resignarse a sucumbir producto de sus propios errores.

Esto nos lleva a poner el tema del espacio de maniobra que tiene la Concertación para definir su aproximación presidencial, es decir cuál es el elemento que más tiene en cuenta al momento de presentar opciones presidenciales. Puede priorizar lo que suceda con sus electores o poner antes que cualquier otra cosa un dato de relevancia interna.

Orientarse por lo primero, significa que se respalda al miembro de la Concertación que llega a tener mayor aceptación ciudadana, mediante un procedimiento transparente y expedito que se quiera. Punto.

Lo segundo significaría reemplazar esto por una definición elitista de “lo que más nos conviene”, dadas las relaciones entre partidos. Algo muy entendible y razonable. Pero es la mejor forma de perder.

Esto nos lleva a otro tema. Por ahora hay que tomar apuntes que, para la Concertación, “su” mejor candidato en la derecha, aquel al que le puede ganar sin su mejor esfuerzo, está siendo derrotado no por los suyos sino por la gente común, que decide cualquier elección en democracia.