viernes, agosto 19, 2005

Los salvavidas no alcanzan para todos

Los salvavidas no alcanzan para todos


La UDI resistió bien la falta de poder. Tenía preparación de asediado, comportamiento de secta. Pero nada de eso sirve en democracia. Llegó al poder en más comunas de aquellas por las que podía responder.


Víctor Maldonado



Del predominio a la supervivencia

Quizás en ninguna otra oportunidad la UDI había llegado a estar tan comprometida como ahora. A estas alturas lo que parece que se pone en riesgo no es exclusivamente el predominio como partido opositor, sino el inicio de su declive progresivo.

Lo más crítico del actual momento del gremialismo es la multiplicidad de candidaturas parlamentarias en puntos estratégicos y de líderes en riesgo inminente.

¿Puede mantener todas sus actuales posiciones? Muy difícilmente.

Al no poder salvarlo todo, tiene que jerarquizar la operación de salvataje. Algunos deberán rascarse con sus propias uñas, mientras otros tendrán una atención preferencial.

Pero un mando central como el gremialista, incluso en circunstancias más favorables, tendría dificultades para dirigir, al mismo tiempo, media docena de estrategias de defensa diferenciadas, además de una campaña presidencial y una dirección partidaria que parece querer pelearse con muchos.

Imagínese cómo será que el mando central está dividido. Simplemente no hay cómo le vaya bien al gremialismo.

En estas circunstancias, entre tanta incertidumbre y habiendo acumulado no pocos temores, es fácil caer en las respuestas simplistas ante la adversidad.

La más obvia, estereotipada por supuesto, es la agresión a todo el que parezca oponerse o sea identificado como obstáculo. Pero acentuar la agresividad no es algo que sirva, de forma simultánea, a los candidatos parlamentarios, a Joaquín Lavín y al partido. En realidad, nada puede ser.

Ahora le toca a Sebastián Piñera. Por supuesto que, desde el punto de vista del gremialismo, se trata de un personaje capaz de sacarlo de sus casillas, pero este comportamiento no puede salir gratis.

Lo malo de ceder a la tentación de intensificar los ataques al candidato presidencial de RN es que no beneficia en nada al partido de Jovino Novoa. Sus candidatos al Parlamento requieren vitalmente del apoyo de los socios para salir (mucho más que al revés), y tratarlos mal no es el mejor camino para lograr que cooperen.

El derrumbe sin ataque

Lo que se afirma constantemente en la UDI es que se trata de un partido que se agranda frente a los ataques y que, en esta oportunidad, sabrá responder ante la adversidad, como lo ha hecho desde el inicio de la transición hasta ahora.

Pero esto es precisamente lo que afirma los temores respecto de su futuro. En efecto, ¿quiénes son ahora los que están atacando a la UDI?

Por mucho que se mira alrededor, se puede comprobar que el gremialismo está sucumbiendo sin que nadie lo esté agrediendo o atacando. De vez en cuando, los demás devuelven una que otra embestida gremialista, pero sin interesarse demasiado y como por obligación. Ha entrado en crisis antes de que la contienda siquiera haya tenido tiempo de partir.

Todos los temas donde encontramos cuestionamientos en el gremialismo se refieren a debates o diferencias internas que están saliendo a la luz como nunca antes. Nuevamente, no hay quien los esté forzando a hablar. Es una especie de competencia compulsiva entre dirigentes por quien hace más confidencias.
Esto es otra de las cosas sobre las que hay que tomar nota. Es que, como nunca, los gremialistas se han vuelto locuaces.

Casi no hay secretos, porque casi todo se cuenta o, a lo menos, se insinúa. Los principales personeros toman posiciones en los medios de comunicación sobre las alternativas estrategias en debate y se preocupan de mostrar los defectos de los otros posibles caminos a disposición.

Y ahí está la diferencia respecto de cualquier situación anterior. Nunca antes las cartas del gremialismo habían quedado tan descubiertas. Con anterioridad, el debate interno podía ser todo lo fuerte que se quiera, pero había una preocupación especial para presentar un solo frente una vez que la decisión se tomaba.

En el intertanto, lo que reinaba era el silencio. No había debates para influir hacia el interior. ¿Para qué hablar por los medios cuando se es un grupo acotado, donde reinan las relaciones de confianza?

Aquí encontramos la médula del problema. Y es que se habla porque la confianza y la posibilidad de llegar a acuerdos se ha perdido. Tensionada sin llegar a acuerdos, nos encontramos con una nave al garete al que cualquier tormenta puede hacer zozobrar.

La UDI está recurriendo a ejemplos de conducta del pasado, pero no puede señalar equivalentes recientes que demuestren que este tipo de conductas de protección colectivas se esté repitiendo hoy.

El partido que fundó Jaime Guzmán ofrece la imagen de una estructura de cuadros, a mitad de camino de convertirse en un club de opinólogos.

No resistir el éxito

A la UDI, de leninista le queda la porfía, pero no la disciplina.

El gremialismo superó muchas crisis cuando tenía mentalidad de ciudadela sitiada. Eran un grupo reducido pero cohesionado, tenía pocos espacios y defendía muy bien lo que tenía.

Esta vez no están resistiendo la crisis. No se trata únicamente de un tropiezo, es un quiebre de identidad, una falla en la definición más profunda que realiza un actor político de lo que es y de lo que hace.

Hasta hace poco el gremialismo podía invitar a un joven a incorporarse a una cruzada. Claro, no iba a aprender mucho de tolerancia y disposición a entender a otros, pero se le ofrecía un camino exigente y una fuerte identidad grupal. Ahora, ¿qué puede ofrecer?

Los grupos mesiánicos y encapsulados se llegan a convencer de cosas increíbles. A los líderes, el tener vía directa con el más allá hace que se comporten de manera bastante excéntrica en el más acá. Ante todo, se les identifica por su convicción de ser predestinados. Sucede que la gente anda buscando líderes con capacidad portentosa, y justo él reúne las condiciones (con mucha modestia, por lo demás).

Un grupo chico y ensimismado se puede convencer de esto y mucho más. El problema, por supuesto, se tiene al aire libre. Hay un punto en que el ancho mundo se muestra más multifacético de lo que esperaban los fervorosos conversos.

Así que no hay problema en saber lo que acontecerá. Por ejemplo, si Pablo Longueira consigue sus cinco mil voluntarios, bajo la bandera de su carisma, ganará esta elección, y es más que un presidenciable: es un predestinado. Si no consigue la mitad de la mitad de seguidores entusiastas, entonces es Longueira “no más”.

Por supuesto, fotos tendremos. Lo que importan no son los que salen en la foto, sino los que salen a la calle. ¿Están estos cinco mil? Claro que están. ¿Dónde? En la misma parte donde están los miles de jóvenes que se tomarían los municipios conquistados por la UDI en el 2000: en la imaginación del convocante.

La UDI resistió bien la falta de poder. Al fin y al cabo, si no sirve para eso el cultivar el mesianismo, no se sabe para qué pueda servir. Lo que no resistió fue la recuperación del poder. El éxito inicial: Llegó, en su mejor momento, al poder en más comunas de aquellas por las que podía responder.

Lo que tenía era preparación de asediado, discurso de iluminado, comportamiento de secta. Pero nada de eso sirve en democracia para el ejercicio del poder en un ambiente abierto.